En 1961 cesaron los vínculos diplomáticos entre ambos países. Desde entonces hay un puente secreto entre La Habana y Washington, una vía que busca conciliar lo aparentemente irreconciliable. De eso hablan Back Channel to Cuba, The Hidden History of Negotiations between Washington and Havana, de Willliam LeoGrande y Peter Kornbluh; y De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, de Elier Ramírez y Esteban Morales. Dos libros sobre una misma historia, contada por los de aquí y los de allá.
“Para mí es un día histórico, porque hemos estado trabajando casi 20 años en investigar, escribir, encontrar los documentos… Y siempre la idea era venir a Cuba para comparar nuestra historia con la de ustedes”, afirmó Kornbluh durante la presentación de ayer, en la Sala Villena de la UNEAC.
“Esta era nuestra misión –prosiguió-: contar el diálogo civil, las charlas secretas, negociaciones entre los gobiernos, y aprender las lecciones de esta historia para cambiar la narrativa en los Estados Unidos, para que el presidente actual use sus últimos dos años en cambiar la política hacia Cuba”.
Una de las primeras sorpresas encontradas por los académicos norteamericanos fue que todos los presidentes de su país, desde Eisenhower, han tenido algún acercamiento para establecer conversaciones con la Isla, de manera abierta o velada.
Según Kornbluh, ello comenzó a materializarse durante la administración de John F. Kennedy, cuando el premier empleó intermediarios, inicialmente James Donovan, para negociar la salida de los prisioneros de Playa Girón. En vísperas del asesinato en Dallas, un emisario de JFK, John Daniel, estaba en la Isla para hablar con Fidel Castro; así como la periodista Lisa Howard, figura activa en las comunicaciones bilaterales.
Los memorándums y otros documentos desclasificados indican que también el gobierno cubano tuvo una iniciativa, un gesto, con casi todos los mandatarios estadounidense, en pos de intentar mejorar las relaciones. Personalidades como Gabriel García Márquez y el directivo de Coca-Cola, J. Paul Austin, devinieron “embajadores” en este largo proceso.
Pasando por los ciclos presidenciales de Johnson, Nixon, Carter, Reagan… Back Channel to Cuba llega hasta la actualidad. “Estamos en una época donde finalmente esta pueda ser una posibilidad, y la esperanza es que esta historia sirva para avanzar en unas relaciones normales”, comentó Kornbluh.
En opinión de LeoGrande, a lo largo de los años “una de las lecciones que aprendemos es que el momento oportuno es importante. Estos son tiempos en que los dos presidentes han reconocido que las actuales relaciones no son buenas para ninguna de las dos naciones, ambos lo han manifestado; y ahora en abril tendrán la oportunidad, durante la Cumbre de las Américas, en Panamá, de poder conversar”.
Para Elier Ramírez la presentación simultánea de los volúmenes dice mucho sobre los estrechos vínculos que ha alcanzado el intercambio académico y cultural entre cubanos y estadounidenses, y de lo que pudiera ser en el futuro si no existieran las regulaciones actuales.
De la confrontación a los intentos de “normalización” fue publicado en 2011, también por la Editorial de Ciencias Sociales, y ahora ha crecido considerablemente, a partir del acceso a documentos nacionales, el examen de numerosas fuentes de los archivos norteamericanos recientemente desclasificados, y la realización de nuevas y más extensas entrevistas con actores históricos de ambos países, como Robert Pastor.
La administración de James Carter fue la que más lejos pudo avanzar hacia una normalización de las relaciones, por lo cual ocupa el mayor número de páginas. “Lo ocurrido en esos años en cuanto a conversaciones, gestos de ambos lados, pensamos que no ha sido superado hasta nuestros días. La administración Obama, teniendo incluso un contexto más favorable, ha quedado muy rezagada en comparación con lo que en su momento hizo Carter”, apuntó Ramírez.
“Si Obama quisiera hacer cambios sustanciales en la política hacia Cuba, cuenta hoy con las ventajas que no ha tenido ningún presidente –agregó Esteban Morales-. Nunca se habían acumulado tantas señales internas y externas. Las últimas se las ha dado el reciente editorial del New York Times”.
En sintonía con el criterio de LeoGrande y Kornbluh, Ramírez subrayó que con esta investigación “no se trata solo de aportar a la ciencia histórica, sino de que ese aporte pueda tener también algún impacto transformador en nuestra contemporaneidad, que nos mueva al menos a una relación más civilizada. Avanzar en todas aquellas áreas en que pueda haber un interés común, realmente nacional, es la mejor vía para romper la inercia del desencuentro”.