La noche del jueves quedó inaugurada al público la edición 45 de la Feria del Libro de Buenos Aires, un enorme suceso cultural en cuyo comienzo la protesta nunca queda ausente, sobre todo en las últimas dos ediciones.
No imagino estos niveles de espontaneidad y tolerancia en La Habana, pero acá son bastante comunes; de hecho, va siendo costumbre que en cada inauguración pasen cosas como las de ayer, cuando integrantes de la Cooperativa de Educadores e Investigadores Populares ocupó los pasillos con carteles y cantos en defensa de dichos espacios, últimamente en picada por falta de financiamiento, justo cuando el secretario de Cultura de la Nación comenzaba su discurso.
Pero, antes lo había hecho, en calma y concentrando la atención de todos, María Teresa Carbano, la presidente de la Fundación El libro, entidad organizadora principal del evento que este año tiene como invitada a Cataluña, sus escritores y con ellos a su cultura.
Precisamente frente a delegados peninsulares y autoridades del gobierno argentino, Carbano habló de la magnificencia de este hecho cultural y comercial, así como del esfuerzo que, aunque con la ayuda del Gobierno de la Ciudad y el Estado Nacional, implica financiarlo a las editoriales, especialmente en un momento crítico para la industria: de 83 millones de títulos vendidos en 2015, solo 43 millones lograron expedirse en la edición del año pasado.
Incluso ciertos destrabes burocráticos parecen menores e insuficientes ante la realidad que amenaza a las 1200 librerías, en especial a las pequeñas e independientes, algunas de las cuales se preparan para su cierre. De modo que, impulsados por semejante contexto, buena parte del auditorio integrado por escritores, editores, ilustradores y personal de la industria, poniéndose de espaldas a la tribuna, respaldó a quienes protestaban y, a veces, soltaba el grito de: ¡Que venga Rita!
En tanto, el secretario de cultura, Pablo Avelluto, no desesperó, con ecuanimidad dijo seguiría hasta el final y así lo hizo. Poco después fue anunciada, para cerrar con sus palabras, la antropóloga y controvertida voz del movimiento feminista argentino, Rita Segato.
Segato, que alterna su trabajo y vida entre la localidad argentina de Tilcara y Brasilia, comenzó el discurso “Las virtudes de la desobediencia”, aludiendo al célebre personaje Elizabeth Costello, creación del escritor sudafricano y Premio Nobel de Literatura 2003, J. M. Coetzee.
Para ella, Costelo es un ángel de la guarda del que aprecia “su indisciplina, su fineza indómita, su distracción con relación al protocolo académico que, al parecer, la habría llevado hasta el podio que hoy ocupa” y bajo cuyo espíritu y carácter podía desplegar lo que llamó sus “siete desobediencias” en un espacio como ese.
Desde una crítica al discurso de aceptación por el Premio Nobel de García Márquez hasta la confusión que puede acarrearse en la lucha feminista: “Construyamos nuestra propia desobediencia. No confundamos el Ni una Menos con el Me Too, y no nos enredemos en su tensión con el Manifiesto de las intelectuales francesas. Cada movimiento y cada feminismo solo puede ser construido con los elementos de su propia historia.”
Así fueron desplegándose sus herramientas de sedición, donde subrayaba la capacidad americana de mostrarse en sí misma sin necesidad de ser sustentada por el otro, en este caso Europa.
“Nuestra lógica, la lógica que permitió sobrevivir a tantos siglos de masacre en nuestro continente, no es una lógica monológica, monopólica, regida por la neurosis de coherencia y del control, la neurosis monoteísta y blanca de los europeos. Nuestra lógica es trágica, en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades incompatibles, con la ecuación a y no-a, opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo. Y por lo tanto, siempre, siempre, dotada de la intensidad vital de la desobediencia.”
Así mismo, abogó por la pluralidad de voces en un mundo cada vez más dominado y concertado por monopolios de todo tipo, lo cual supone una guerra despiadada que, en el plano de la industria del libro, ha llevado a la desaparición de pequeñas y medianas empresas, cuya gestión pasa a manos de los grandes grupos comerciales que se alimentan de la órbita de lectores creada por aquellas. “Quiero que se entienda que no se trata del valor del patriotismo; se trata, sí, del valor del pluralismo”, dijo.
Rita Segato, que había calmado al auditorio, desde el cual al verla llegar algunos habían gritado consignas feministas levantando los pañuelos verdes, terminó con un epílogo cargado de lemas que sustentaron el discurso: pidió por el aborto, seguro y gratuito, apoyó a los cooperativistas en su reclamo por los bachilleratos populares y, entre otras causas, gritó: “!Por un mundo radicalmente plural!”
Una multitud de lectores suyos, que también esperaban afuera, siguieron a Rita Segato terminado el acto, antes de que se hubiera juntado las autoridades presentes y antes de irse uno a laberinto de las estanterías donde esperaban montones de libros.