¿Considera que los trabajos críticos sobre la literatura que se hace fuera de Cuba, contribuirían a que los lectores cubanos pudieran valorar adecuadamente estas obras?
Durante muchos años la promoción de la literatura cubana dentro y fuera de la Isla se ha basado en los contenidos. Aquí se han jerarquizado a veces muy malas obras literarias o autores mediocres por su presunto contenido revolucionario, y afuera se han promovido títulos muy malos por su contenido contrarrevolucionario. También la crítica tendría una función de cara a los estudios literarios, pero no al gran público, que siempre va a leer por curiosidad, y la curiosidad tiene un costado malsano que es inevitable.
Hay mucha literatura publicada fuera de Cuba que es seria, y excelente. No quiero decir con esto que esté siempre de acuerdo con sus propuestas ideológicas. He polemizado al menos dos veces con Rafael Rojas, a quien aprecio como ensayista, sin dudas de los más notables con que contamos. Hay temas en los que nadie puede simular que no existe la obra de Rafael Rojas. Lo mismo pasa con la revista Encuentro de la Cultura Cubana, no puedes saltarte esa revista.
En cuanto a las contaminaciones de la politiquería, tengo la impresión de que cada vez más la propaganda política aquí y allá ha ido quedando en un segundo plano. Incluso hay en el exterior escritores que publican en la prensa artículos agresivos contra la Revolución y que sin embargo cuando hacen literatura evitan el panfleto.
También tenemos que entender, incorporar, la literatura escrita bajo perspectivas que nos pueden resultar lejanas, a veces agresivas. Son obras que hay que colocar en su lugar. Todo ello hace muy complejo el panorama de la literatura cubana, cuya diversidad y cuyas contradicciones no podemos eliminarlas como si no existieran.
¿Cuáles son las causas objetivas que impiden una mayor publicación de los escritores cubanos de la diáspora en la Isla? ¿Las subjetivas?
Hay muchas razones objetivas. La pobreza del sistema de la cultura cubana impide la publicación de los libros que querríamos, pero además todavía se publican muchos malos libros. Hace algunos años se desató una corriente muy populista de hiperpublicación de libros de cualquiera y se ha desperdiciado mucho papel, mucha tinta y mucho dinero publicando boberías, promocionándolas.
Por otra parte, si puedes publicar cinco libros y tienes veinticinco inéditos en tu archivo y hay otros que ya se publicaron fuera de Cuba, el dilema está en sacrificar uno o dos que no existen aún como obra impresa, para publicar dos que ya existen, aunque no se conozcan o se puedan comprar dentro de Cuba. Lo que quiero explicarte es que me parece que hay que publicar esa literatura del exilio, pero muchas veces al hacerlo se estarán dejando de publicar los inéditos. Es un dilema difícil de comprender sobre todo por aquel cuyo libro no es publicado.
¿En lo objetivo también aparecen los temas asociados al derecho de autor y al papel de los herederos de los escritores?
Yo los coloco dentro de lo subjetivo, donde está, por supuesto, también el contenido de esos títulos o las posiciones políticas de los autores. A veces el libro es, digamos “inocente”, pero el autor tiene una posición que lo hace ser rechazado por las instituciones cubanas. Te digo lo que ocurre, no lo que yo haría, por supuesto.Hay otra razón que tiene que ver con los derechos de autor pero que se relaciona a veces con la voluntad de algunos cubanos muy resentidos, que acumulan o acumularon mucho dolor al ser reprimidos en Cuba, u otros con posiciones políticas recalcitrantes, que no quieren que se publique su obra aquí.
Por ejemplo, Cabrera Infante se negó sistemáticamente a que se publicaran sus obras en Cuba. Un escritor de mi generación a quien conocí en Miami y con quien tuve una conversación inolvidable en 1994, Carlos Victoria, fue expulsado de Cuba, fue reprimido en la Universidad de la Habana y se le hizo imposible vivir aquí. Él tenía toda la razón del mundo para irse y para estar resentido con la Revolución Cubana. Cuando Letras Cubanas publicó una antología de narradores cubanos de la diáspora que preparó Carlos Espinosa, con prólogo de Francisco López Sacha, Carlos Victoria se negó a que se incluyera un cuento suyo. Tiene una novela, La travesía secreta, que trata sobre todo ese ambiente de represión y todos los acontecimientos asociados a ella que es de una enorme altura literaria, donde los conflictos y la solidez psicológica de los personajes están por encima del testimonio fácil de una época de represiones. Esa es una novela que yo publicaría ahora mismo en Cuba.
Son dos casos extremos: Cabrera Infante resentido por razones vinculadas con su propia trayectoria política, con sus ambiciones políticas, y Victoria resentido con todas las razones del mundo para estarlo.
En el asunto de los derechos de autor, muchas veces los herederos son más complicados que los propios escritores. Cuando en el 2002, para la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dedicada a Cuba, se prepararon antologías del cuento, la poesía y el ensayo cubanos del siglo XX, hubo varios autores que no pudieron incluirse porque sus herederos lo impidieron, a pesar de que iban a ser publicadas no por una editorial cubana sino por el Fondo de Cultura Económica, y la selección, en cada caso, estuvo a cargo de un escritor que residía dentro de la Isla y uno que residía fuera. Para ensayo, Rafael Hernández y Rafael Rojas; para poesía, Norberto Codina y Jesús Barquet, y para cuento Jorge Fornet y Carlos Espinosa.
Sobre los derechos que tienen que ceder las editoriales, es algo más fácil de resolver. He publicado tres libros cuyas primeras ediciones se han realizado fuera de Cuba y en los tres casos no he tenido ningún problema para que los derechos sean cedidos a las editoriales cubanas.
El caso paradigmático es el de Padura. Toda su obra está publicada aquí, con el acuerdo de Tusquets, que es la editorial donde publica y que lo representa.
¿Comparte la opinión de algunos de que debería someterse a una evaluación para su publicación, donde primara la calidad literaria por igual, la obra de los escritores cubanos dentro y fuera del país, aunque se editaran menos a los que viven aquí?
Que se editen menos o más los que viven aquí siempre es complicado. Creo que hay que mantener ciertos equilibrios, aunque parezcan superficiales. Incluso, esas proporciones hay que pensarlas dentro de Cuba. Es indudable que los escritores que viven fuera de La Habana tienen menos posibilidades de acceder a ciertos circuitos que los que residimos en la capital. Ahí hay que aplicar lo que se llama “discriminación positiva”.
Es muy difícil comparar la calidad literaria de los libros, de cualquier obra de arte, pero digamos que dos libros que sean iguales en sus aportes, en sus calidades e interés, si uno está inédito y otro ya está editado, yo votaría siempre por el inédito, salvo los que se constituyen en clásicos y hay que publicarlos en Cuba de todas maneras.
También hay que ir a otras formas de difusión. Por ejemplo, Jesús Barquet, que reside en Nuevo México, publicó una importantísima antología con estudios muy significativos y todos los libros que aparecieron bajo el sello de El Puente. Él, que es un hombre muy generoso, trajo a Cuba cajas de esos ejemplares, y organizó una presentación en la Casa de las Américas.
Creo que acciones como esa, coediciones, ventas en Cuba de determinada cantidad de ejemplares publicados fuera, pueden ayudar, porque no hay que pensar solo en la publicación en Cuba.
Hace unos años un importante funcionario del Instituto del Libro me comentó en la Feria del Libro de Guadalajara: “La Feria de La Habana no es esto, la Feria de La Habana es una feria cultural donde este comercialismo no existe”. Me lo dijo frente a un stand muy comercial, pero ojalá que la Feria de La Habana tuviera la tercera parte de los libros que se venden en la de Guadalajara y ojalá alguna librería cubana tuviera la tercera parte de los libros que tienen las librerías del Fondo de Cultura Económica de México, o las Gandhi.
Son carencias importantísimas que tienen que ver no solo con el desconocimiento de la literatura cubana, sino de zonas del pensamiento, de autores contemporáneos que aquí apenas se conocen, de ideas que en Cuba no circulan. El Centro Teórico Cultural Criterios hace una labor excepcional en ese sentido, pero es una gota de agua en el desierto (en verdad, algo más que una gota).
Pienso que cada vez más lo que se hace insoportable es que en Cuba se vendan solo o mayoritariamente los libros que se publican aquí. Estamos en un aislamiento tremendo. Autores que son clásicos totales como Roberto Bolaño, por ejemplo, solo podemos leerlos en alguna que otra biblioteca, y es peor aún si hablamos de filosofía, donde los vacíos son abismales.
“Hay que publicar esa literatura del exilio” (I)
Por Susana Méndez Muñoz
Fotos de la autora