Hace una década y media tuve una de mis más gratas experiencias profesionales: entrevistar al maestro Luis Carbonell. El Acuarelista de la Poesía Antillana era una leyenda viva de la cultura cubana y, aunque pasaba con amplitud de los 80 años, aún persistía sobre los escenarios a pesar de sus problemas de salud.
Fue durante un viaje suyo a Santiago de Cuba, donde yo vivía entonces, cuando se me presentó la oportunidad. Investigaba en ese momento para un libro sobre la historia radial santiaguera y conversar con Carbonell me permitió obtener de primera mano un invaluable testimonio sobre su trabajo en el medio, en particular de sus inicios en la radio de su ciudad natal, además de dialogar sobre otras facetas de su brillante carrera.
Sí, porque, aunque Luis Mariano Carbonell Pullés trascendiera como un excepcional declamador, un hombre capaz de dibujar coloridas estampas con sus palabras, antes había dejado su huella como pianista, recitador y hasta realizador de programas en la radio santiaguera de su juventud. Si bien la música fue su primera pasión, el medio radial sería el espacio en que se pondrían a prueba y cristalizarían sus varios talentos.
“Yo adoro la radio, siempre me gustó mucho, aunque por mi trabajo no la pueda oír todo lo que quisiera”, me comentó en los comienzos de aquel diálogo. “Creo —me dijo— que la cultura cubana le debe mucho a la radio, porque muchos grandes artistas comenzaron en ella o hicieron en ella gran parte de su carrera. Y la siguen haciendo”.
¿Y usted, maestro, cómo llegó a la radio?
Yo empecé a soñar la radio desde niño. Siendo un muchacho oía en Santiago los episodios de Félix B. Caignet, que tanto llamaron la atención en Cuba entera. Caignet era un talento, un verdadero talento santiaguero. Componía canciones, escribía poesía, pero en la radio logró grandes éxitos e influyó mucho en toda América Latina.
El primer Chan Li Po de Caignet fue en Santiago. Lo he dicho muchas veces, porque hay quien piensa que el primero lo hizo en La Habana, y no fue así. Y antes que Chan Li Po, también en Santiago, él hizo Chilín y Bebita, el programa infantil, que era una maravilla y fue muy conocido en esos años. Y yo los oía, y me gustaban mucho, aunque por entonces lo que me gustaba más era la música y estudié piano, y me gradué como maestro. Como mi madre, que fue una gran maestra, y también mis hermanas.
¿Y entonces, cuándo comenzó a trabajar en una emisora de radio?
Comencé en la radio con 14 o 15 años, en la CMKR, una emisora que estaba cerca del instituto donde yo estudiaba. Eso sería sobre 1938 más o menos. Recuerdo que iba de noche a tocar el piano en un programa de aficionados y a acompañar. Así fue como yo empecé: acompañando artistas, trabajando en algunos programas, musicalizando algo.
Después pasé por otras emisoras y nunca dejé de trabajar en la radio, de una forma u otra, hasta que me fui para Estados Unidos, en 1946. Pero lo último que hice en Santiago, algo que todavía hoy aprecio mucho, fue trabajar en la CMKC, que es actualmente la emisora provincial y que en esos años era una de las más importantes de la ciudad.
Estuve dirigiendo y haciendo programas en esa emisora, alrededor de 1944 y 1945, cuando estaba situada en la esquina de las calles Santa Rita y Corona, en una casa en altos. Ahí estuve un tiempo largo, y tuve oportunidad de, digamos, estimular a varios artistas y compartir con figuras importantes de la radio de esa época en Santiago. Por eso ese trabajo para mí tiene mucho mérito y lo recuerdo con mucho cariño.
¿En qué consistía su labor en esos años en la CMKC?
Hice varios programas, incluso algunos que en aquellos momentos se consideraban estelares. Por ejemplo, ahí fue donde debutaron Pacho Alonso y Pepe Reyes, que han sido dos grandes figuras de la canción cubana. También, en la CMKC trabajó la pianista Numidia Vaillant, una gran artista que luego se fue para París, y otra pianista, muy buena, Nené Valverde, que sabía todos los géneros y podía acompañar a cualquier cantante, además de otras figuras que luego fueron muy conocidas.
Había un programa que a mí me gustaba mucho, llamado Cartas para Elisa, que estaba dedicado al género epistolar. Recuerdo que iba a la biblioteca y copiaba cartas famosas, como las de Napoleón a Josefina. También cartas de Víctor Hugo y otros escritores, y entonces extraía frases y párrafos de esas cartas, y las musicalizaba, las adornaba con canciones alusivas, que tuvieran más o menos el mismo argumento. Ese es un tipo de programa que después yo oí hacer en La Habana, y se ha hecho mucho luego, pero creo que ese fue uno de los primeros que se hizo en ese sentido en Cuba.
También trabajé con grandes locutores, como Walterio Núñez, un maestro de la locución, alguien que destacó mucho y eso que en Santiago había muy buenos locutores en esos años. En general, yo disfruté mucho el trabajo en la CMKC, porque hice una labor creativa, una labor en la que pude desarrollar mis cualidades de acompañante, de director, cosa que después pude seguir desarrollando en otras emisoras con los años.
Se cuenta que fue usted quien motivó a Pacho Alonso a dedicarse a la música…
A Pacho y a otros artistas también. Ayudé a muchos a empezar sus carreras, a corregir algunos errores, a seleccionar las canciones que iban a interpretar. Lo digo sin falsa modestia. Eso me viene de mi amor por la música y también por el magisterio. Es una labor que he seguido haciendo a través de los años y que me satisface mucho. He trabajado con muchos artistas, algunos incluso han llegado a ser grandes figuras.
En el caso de Pacho Alonso, empezó porque me lo llevó un hermano suyo, que también cantaba muy bonito. Ese, sin embargo, no hizo carrera porque tenía lo que se llama miedo escénico; o sea, cantaba conmigo en el estudio, ensayaba, pero no actuaba.
Un día me dijo: “Mi hermano menor nunca hace tertulia en la casa, siempre pasa cuando viene de la escuela —Pacho estudiaba en la Normal de Maestros—, se va al baño, pero allí yo lo he oído cantar, y me parece que canta bien. ¿Por qué no lo oyes?”. Y como eso era lo que yo hacía: escuchaba a todo el que venía y seleccionaba a los de mejores condiciones y los ayudaba si querían dedicarse al arte, pues lo escuché.
Él era un muchacho un poco tímido, pero con muy buena voz. Su hermano realmente no se equivocó. Estuvo conmigo un tiempo, aprendiendo canciones, montando su repertorio, puliendo detalles, hasta que se inició en la CMKC en 1945.
Así fue como Pacho Alonso empezó en serio en la música y mira lo grande que llegó a ser. Para mí, es uno de los mejores cantantes y, en especial, boleristas, que ha tenido Cuba.
¿En qué otras emisoras trabajó?
Trabajé en distintas emisoras, como pianista, como acompañante, y luego como declamador. En Santiago recuerdo también la CMKW, que ya por entonces era la Cadena Oriental, una emisora de mucha fuerza de la que era rival la CMKC. La W tenía más poder por el tema comercial, también más ingresos, y tenía muy buenos programas y artistas. Tenía un gran cuadro de comedia, con figuras como Juan Carlos Romero, como Salvador Wood, que empezó aquí en Santiago de Cuba, como su esposa Yolanda Pujols. Pero, no creas, la CMKC daba su dolor de cabeza.
Y luego, ya en La Habana, también hice mucha radio. Estrené y estuve unos siete u ocho años en De Fiesta con Bacardí, uno de los mejores programas de la historia radial de Cuba. Ese programa lo transmitía la CMQ, y yo tuve la suerte de ser parte de él mientras estuvo en el aire, a pesar de que al principio hubo alguna resistencia, no del público, sino de directivos, hasta de Goar Mestre. Decían que la manera en que yo declamaba no era para ser escuchada, sino para ser vista. Pero al final gustó y me quedé.
Después de la CMQ, pasé a Radio Progreso, donde estuve algún tiempo, y también empecé a hacer televisión, donde sí me mantuve trabajando por muchos años, haciendo estampas. Y aunque luego he vuelto a estar en la radio, no ha sido como en aquellos años, que era en vivo y trabajaba diariamente. Esa labor yo la disfruté mucho.
¿Cuándo comenzó a declamar en la radio?
Yo comencé a recitar en la radio en Santiago. Empecé en un programa en el cual yo actuaba como pianista, a inicios de los años 40, antes de que estuviera en la CMKC. Era un programa que no pagaba ni nada, pero el productor, que sabía que yo recitaba en la casa de mi maestra de piano, me pidió que lo hiciera al aire.
En realidad, la que recitaba era una hermana mía, mi segunda hermana mayor, que hubiera podido ser una gran declamadora, pero a nuestra madre no le gustaba la idea, como no le gustó cuando me vio sentado en el piano y menos cuando empecé a recitar. Entonces, como yo tenía muy buena memoria y me apasionaba la poesía, me fui aprendiendo poemas que declamaba mi hermana, y empecé a recitar como jugando, en fiestas, en casa de mi maestra, Josefina Farret. Y por eso él me pidió que recitara.
Me dijo: “¿Por qué tú no recitas algo de eso de lo que tú haces en casa de Josefina?”, y yo le dije: “Bueno, está bien”, porque la verdad es que era muy joven y recitar para mí era como una distracción. No tenía la menor idea de que iba a seguir por este camino.
Aquel programa duraba una hora, y nada más que era música y música, y pensé que recitar podía darle otra dinámica. Entonces acepté la propuesta y recité al aire. Pero después que recité empezaron a llamar por teléfono, porque el programa se oía bastante. Llamaron oyentes pidiendo que volviera a recitar la persona que había declamado; imagínate, ellos no sabían quién yo era, y entonces volví a recitar. Y luego al productor se le ocurrió hacer un programa especial solo con mi poesía.
Así me fueron conociendo, y me fui acostumbrando a recitar, no solo en casa de mi maestra, sino también en la radio, en teatros, aquí y allá, casi sin darme cuenta. Y hasta Caignet, a quien yo escuchaba de muchacho, me elogió. Desde entonces, seguí recitando, hasta hoy. Pero así fue como empecé, prácticamente de casualidad.
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