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El actor argentino Héctor Alterio, una de las figuras más emblemáticas del teatro y el cine en lengua española, falleció este sábado a los 96 años, según confirmó Pentación Espectáculos, productora de su último trabajo escénico, Una pequeña historia.
Según el comunicado difundido por la productora Alterio “se fue en paz” tras una vida “larga y plena dedicada a su familia y al arte”.
Jesús Cimarro, productor de su último espectáculo, lo definió como “uno de los grandes intérpretes de la escena española y argentina”.
En marzo de este año, en una entrevista con EFE, el actor confesaba que, a sus 95 años, todavía recibía el cariño del público “con aplausos, risas y silencios”.
Nacido en Buenos Aires en 1929, Alterio debutó en los escenarios en 1948 con la obra Prohibido suicidarse en primavera y, tras completar sus estudios de arte dramático, fundó en 1950 la compañía independiente Nuevo Teatro, que influyó en la renovación de la escena teatral argentina de los años 50 y 60.
Según reseña el sitio de la presidencia argentina, el actor trabajó en cerca de 150 películas, 50 obras de teatro y 10 series de televisión, tanto en Argentina como en España.
Por su enorme aporte a las artes teatrales y audiovisuales, el Ministerio de Cultura de Argentina le realizó un homenaje especial en 2023.
En el cine, su carrera comenzó en 1965 con Todo sol es amargo y continuó con numerosas películas destacadas del cine argentino clásico y progresista de los años 60 y 70, incluyendo La Patagonia rebelde y Los siete locos.
Tras exiliarse en España en 1975 tras recibir amenazas de muerte durante la dictadura, participó en importantes producciones españolas como A un dios desconocido, por la que recibió el premio al Mejor Actor en el Festival de San Sebastián, El crimen de Cuenca y El nido, esta última nominada al Oscar.
Con el retorno de la democracia argentina, Alterio trabajó en producciones de ambos lados del Atlántico, sumando títulos como La historia oficial, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera, y El hijo de la novia, junto con trabajos en televisión y teatro que consolidaron su reputación como uno de los intérpretes más respetados de habla hispana.
En una conversación reciente con El País, Alterio explicaba que su decisión de seguir actuando a una edad en la que la mayoría ya estaba retirada respondía a una necesidad vital de expresión.
Decía que no concebía otra forma de canalizar lo que sentía y que el teatro le seguía ofreciendo el placer de entretener y de resultar creíble ante el público. Para él, la actuación había sido siempre una búsqueda constante de la verdad, un espacio donde lograr que el espectador confiara en lo que ocurría sobre el escenario.
Además, recordaba que desde joven descubrió que tenía un talento especial para provocar emociones, especialmente la risa, una experiencia que marcó su vocación y lo acompañó durante toda su vida.
“Cuando era niño me dedicaba a divertir a mis amigos. Imitaba, cantaba… lo que hiciera falta. Me llamaban el flaco, y me pedían cosas. ’Eh, flaco, haz de mendigo’. Y yo me tapaba un ojo, cojeaba, me tumbaba a pedir limosna y estiraba la mano para ver si caían monedas. Y caían. Me di cuenta de que sabía hacer cosas que los demás no sabían hacer. Tenía ese poder y eso me hacía sentir muy bien. Las carcajadas de mis amigos eran un regalo que me fascinaba. Luego pasaba semanas y semanas viviendo de esos recuerdos”, dijo al diario español.
Al hacer balance de su vida, Alterio se mostró plenamente consciente del paso vertiginoso del tiempo. “Sobre todo diría que pasa muy rápido. Demasiado rápido. Se va con un soplo. No esperaba llegar a la edad que tengo. Y sé que tengo poco tiempo para seguir trabajando y para seguir viviendo, así que prefiero no pensar demasiado ni en el pasado ni en el futuro. Vivo mi día a día tranquilo”.











