No muchos cubanos pueden exhibir en sus vitrinas tres Grammy Latinos, los prestigiosos premios que entrega cada año la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación con sede en Estados Unidos. Alden González Díaz es uno de ellos.
El último lo obtuvo hace apenas un mes, gracias al disco Rodando por el mundo, del dominicano José Alberto “El Canario”. Alden, quien ha hecho carrera y sigue afincado en Santiago de Cuba, fue uno de los productores de un álbum dedicado a un género raigal de la música cubana nacido justamente en esa ciudad: el bolero.
Lo anterior podría ser suficiente como carta de presentación, pero es apenas el más reciente capítulo de una historia en la que suma otros dos Grammy Latinos por discos del Septeto Santiaguero —agrupación de la que fue manager por varios años— junto al propio Canario; más nominaciones y lauros como el Premio Cubadisco; y la producción de discos de otros artistas, entre otras labores.
Más que el clásico productor discográfico, más concentrado en armonías y arreglos, Alden se ve a sí mismo como un showrunner musical, estableciendo un paralelismo con esa figura de las series audiovisuales. Ello, considera, es resultado de toda su trayectoria previa —desde el periodismo que estudió y la promoción artística hasta la realización de documentales—, de una forja voluntariosa y constante, vivencial.
La música ha marcado su vida desde la infancia. En particular, la música tradicional de Cuba y Santiago, sus géneros y ritmos más genuinos, a los que defiende con pasión desde el conocimiento propio y la experiencia acumulada en giras, conciertos y estudios de grabación junto a figuras como El Canario, Fernando Dewar, Rubén Blades, Alejandro Almenares, Alain Pérez, Alexander Abreu y muchos más.
Con esa misma pasión, renovada tras su tercer Grammy Latino y con nuevos proyectos en el horizonte, Alden conversó con OnCuba sobre el disco ahora premiado, su trabajo como productor y el controversial panorama de la música cubana en la actualidad.
Rodando por el mundo
¿Cómo llegas al nuevo disco de El Canario y por qué involucrarte en él?
José Raposo, el manager de El Canario, fue quien me propuso que hiciéramos equipo. Era un sueño de larga data de José Alberto y Raposo, y su propuesta tuvo un significado importante para mí, no solo a nivel profesional, sino también a nivel personal. Fue un gesto de amistad y confianza que siempre agradeceré.
Por otra parte, está la pasión compartida por la música cubana de raíz, y también el compromiso que sentimos con ella. Ese compromiso es fundamental para mí, por eso abracé el proyecto de este disco. El bolero, desde mi perspectiva, tiene una larga y hermosa historia y demasiados matices como para pensar que lo ya hecho en materia discográfica es suficiente. Se merece muchas producciones de este tipo.
Aunque El Canario no es cubano, él ha defendido reiteradamente este proyecto como un tributo a la música de Cuba. Desde tu perspectiva, ¿cuánto de Cuba hay en este disco?
Lo primero que me gustaría destacar es que para mí, en lo que a su proyección musical respecta, José Alberto es un músico cubano más. Lo es tal y como también lo fueron, a mi modo de ver, por ejemplo, Tito Rodríguez, Camilo Rodríguez, Camilo Azuquita o Daniel Santos, y como sucede a la inversa en nuestra historia reciente, en la que muchos músicos cubanos en la práctica funcionan, se proyectan, como músicos norteamericanos.
Y, por demás, este proyecto de cubano lo tiene casi todo.
Es un disco dedicado al bolero, uno de los géneros más relevantes en la historia de la música en Cuba. Se grabó en gran medida en Santiago, entre la Sala Dolores y los Estudios Siboney de la EGREM. Aunque intervienen artistas de varios países, todo el elenco de instrumentistas y arreglistas es cubano, tiene parte cubana en la producción ejecutiva, y el diseño gráfico es de un cubano. Ello, sin hablar de figuras como Pablo Milanés, Alexander Abreu y Alejandro Almenares, que también colaboraron.
En resumen, el disco tiene mucho de Cuba, artísticamente hablando, y, además, contiene una proporción importante de patrimonio editorial nacional.
¿Cómo fue el proceso de producción? ¿Cuán complejo o satisfactorio resultó para ti, partiendo de tu experiencia previa y las características del disco?
Para mí todos los procesos vinculados con la producción de la música cubana, y más si es tradicional, son absolutamente placenteros. En un trabajo como este la parte previa a la grabación es sumamente motivadora también, pues conlleva mucho intercambio, aprendizaje, escucha…
El trabajo de los arreglos fue bastante singular, pues partimos de la concepción básica de esos arreglos por parte de los grupos santiagueros Azabache y Los Guanches. Luego, con esas bases armamos diferentes vestiduras que estuvieron a cargo de Geovanis Alcántara, Roberto Linares “El Seña”, Ernesto Burgos y Franklin Reytor. Las sesiones de grabación instrumental fueron dirigidas por Damián Busqueta y Geovanis Alcántara.
Yo me siento muy seguro cuando trabajo con Geovanis y Damián. Su profesionalidad y conocimiento son una garantía a la hora de asumir un proyecto de esta naturaleza. Además, trabajar con ellos me da tranquilidad porque hablamos el mismo idioma, musicalmente hablando. Tenemos un sentimiento afín y un entendimiento común de nuestras raíces musicales.
Ya has trabajado con El Canario en proyectos anteriores. ¿Cómo es compartir con él y su equipo, y, en particular, hacerlo en proyectos de música cubana?
Es un aprendizaje constante. Solamente conversando con José Alberto sobre la música cubana se aprende un mundo. A mí me gusta tener puntos de vista diversos en estos procesos de producción y los de él siempre son interesantísimos.
Personalmente me honra mucho la confianza que ellos me tienen, tanto él como su manager, para integrarme a proyectos suyos. Siempre han sido procesos de mucho intercambio, muy enriquecedores para mí, y al final termino conociendo un poco más sobre música cubana y sobre la industria musical en general.
Los Grammy, el bolero
Con Rodando por el mundo lograste el tercer Grammy Latino de tu carrera y el primero que no es con el Septeto Santiaguero como protagonista. ¿Tiene un significado especial para ti por estos u otros motivos?
La verdad, recibí el premio con muchísima alegría. Por primera vez experimenté esa emoción sin estar en la ceremonia, pero pude disfrutarlo en casa. Esa alegría compartida no tiene precio; solamente eso le confiere un significado muy especial.
También está el hecho de que este disco tuvo un proceso de producción bastante dilatado, así que el hecho de que el colofón de todo sea este premio me regocija un mundo. Y sí, es verdad que es el primero sin la participación del Septeto Santiaguero, pero es el tercero con José Alberto “El Canario”, o sea que yo lo veo como la continuidad de discos temáticos defendiendo las raíces musicales de Cuba.
Estamos hablando de un disco de boleros, un género con el que muchos quizá te asocien menos que con el son, la guaracha, la música tradicional más bailable que hacen el Septeto Santiaguero y otras las agrupaciones con las que has trabajado. Entonces, ¿eres también un hombre del bolero?
Bueno, el Septeto Santiaguero siempre ha defendido el bolero y la trova tradicional. De hecho, recuerdo que en mis tiempos en la radio tenía un programa llamado Noche Azul, en el que ponía mucho una versión suya de “Linda Graciela”, de Rafael Ortiz “Mañungo”. O que con Tony Rodón y Reynaldo Caballero como cantantes, cuando yo ni pensaba ser su manager, hacían unas interpretaciones de “Sueña guajira” que siempre disfruté mucho. Y ya en mi tiempo con el grupo, en la mayoría de las producciones grabamos boleros. O sea que sí, al bolero me debo también.
Yo soy afín al bolero desde niño. La barbería en la que yo me pelaba de pequeño se llamaba “La Trova” y el barbero, Cheo le decían, era muy fan al bolero. Cada fin de semana cuando me iba a pelar escuchaba sobre todo a Panchito Riset, que terminó siendo mi bolerista preferido y lo es gracias a esa barbería, que se llamaba así porque el local pertenecía a descendientes de Paquito Portela. También el hecho de haber pasado buena parte de mi niñez en Alto Songo ha influido mucho en que tenga una visión del bolero bastante diferente al grueso de mi generación.
El disco gana el Grammy Latino un año después de la declaratoria del bolero como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Entonces hubo polémica por la inscripción binacional con México y el hecho de que el reconocimiento fuera más allá de Cuba. ¿Pudiera ser este un álbum de cierta forma conciliador, por su multinacionalidad y como evidencia del calado internacional del género?
Lo sucedido con el bolero este año en el Grammy Latino, la verdad, fue más allá de este disco. El bolero, por ejemplo, estuvo presente a través de pinceladas en producciones importantes como Radio Güira, de Juan Luis Guerra; Autopoiética, de Mon Laferte, o Grasa, de Nathy Peluso, y, por supuesto, en álbumes dedicados íntegramente a este género como el nuestro, Rodando por el mundo; El arte del bolero, Volumen 2, de Miguel Zenón y Luis Perdomo; y Bolero, de Ángela Aguilar, que son declaraciones de amor al género por parte de artistas de otras nacionalidades que lamentablemente no abundan en Cuba.
O sea, que esa conciliación y demostración del calado internacional del bolero provino de producciones diversas en esta temporada. Que nuestro disco esté en ese grupo nos regocija y nos hace afianzar nuestra postura en la polémica que generó la inscripción binacional como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Yo pienso que el gremio musical cubano no debería, en lo que al bolero respecta, funcionar como esos malos padres que no atienden a los hijos, pero hacen un uso hegemónico de la patria potestad. En lo personal estoy totalmente de acuerdo con la campaña binacional y me siento agradecido con los mexicanos y otras nacionalidades latinas que demuestran su amor al género con hechos, con la transmisión espontánea de ese amor de generación en generación, mientras en Cuba se hunde cada vez más en la desmemoria.
José Alberto El Canario: “Al bolero debo muchos momentos de felicidad”
Sin ir más lejos, fuera de Cuba Ángela Aguilar ha grabado un álbum de boleros a los 19 años; el primer sencillo del muy exitoso disco Nadie sabe lo que va a pasar mañana, de Bad Bunny, es una obra derivada de un bolero popularizado por Rolando Laserie, y el propio Bad Bunny ya había grabado otro bolero llamado “Flor” con Los Rivera Destino.
Por demás, uno de los sencillos del disco más reciente de Rosalía es un bolero popularizado por el cubano Justo Betancourt, de quien su abuela es fan. También Rauw Alejandro, C Tangana, Myke Towers y otros artistas urbanos han homenajeado al bolero como una forma de agradecimiento a sus ascendientes enamorados de este género nacido en Cuba. Sin embargo, eso en Cuba no pasa porque esa transmisión generacional prácticamente no existe.
Te digo más. Si yo fuera religioso estaría rezando cada día para que los mexicanos hagan con el danzón —un género mucho más venerado hoy México que en Cuba— lo mismo que hicieron con el bolero, y para que diversas nacionalidades latinas lo hagan también con el son.
La música tradicional cubana, ¿en declive?
Desde hace años existe la opinión (de artistas, de analistas, incluso de sectores del público) de que la música tradicional cubana ha perdido terreno frente a otros géneros y tendencias y que es más apreciada fuera que dentro de Cuba. ¿Cuál es tu punto de vista al respecto?
Aunque suene duro, yo creo que nuestras tradiciones musicales están en un franco proceso de declive e incluso, en algunos casos, de extinción. En el caso específico del son —que es la baza cultural más potente que ha engendrado la nación cubana— su incidencia sobre las nuevas generaciones de músicos y de consumidores de música es muy baja, prácticamente nula. Diversos formatos soneros y formas de entender el son han ido desapareciendo; por ejemplo, casi no quedan big bands, las charangas y los conjuntos cada vez son menos.
Santiago de Cuba, que era una ciudad pródiga en septetos, ya no lo es tanto. De hecho, el Septeto Turquino, que es la formación sonera tradicional que más me ha impresionado en mi vida y que ha sido un referente del formato “septetero” en Santiago, dejó de existir hace poco y eso para mí es bastante simbólico, es una derrota para el son y para la música cubana en general.
Si los que se supone que deben preocuparse por preservar nuestras tradiciones musicales no hubieran puesto tanto empeño en desmantelar la Asociación Nacional de Orquestas Charangas, hoy ese formato no estuviera padeciendo el cáncer terminal que sufre en el país. Mientras tanto, el Festival de la Trova Pepe Sánchez, es tratado con esquivez por muchos decisores, como si fuese algo menor, cuando debería ser uno de los eventos más relevantes en Cuba. Y con una fracción del presupuesto que se dedica a festivales de jazz hoy tendríamos mejores eventos dedicados a géneros tradicionales o, al menos, un mejor Día del Son Cubano.
Por cierto, la idea de un día dedicado al son no es tan reciente como podría parecer. Lo conversé con Adalberto Álvarez allá por 2009, cuando le presenté una iniciativa para crear un Día Nacional del Son. Sin embargo, no fue hasta doce años después, en 2021 y con el empuje de Adalberto, que se pudo concretar esta idea. O sea, que el desdén por el son no es de ahora —con todo y que en 2012 fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación—, si no esa idea no hubiera tardado tanto tiempo en aprobarse. En ese ínterin yo mismo traté de que se iniciara en 2017, a propósito del centenario de la primera grabación de son, pero no tuve el apoyo necesario. Finalmente pudo lograrse, pero con la lamentable pérdida física de Adalberto ese día se ha convertido en algo irrisorio, como prueba del desinterés de muchos.
¿No crees que puedas estar siendo un poco apocalíptico o purista sobre el escenario del son y la música tradicional cubana en la actualidad?
Ojalá y todo sea solo una cuestión de perspectivas, pero me temo que no es así. Un elemento demostrativo de que vamos cuesta abajo es la desaparición en la palestra musical cubana de la figura del cantante sonero. Desde que Manolín demostró que se podía ser popular sin sonear ni afinar empezó paulatinamente la extinción del cantante sonero, acelerada por la nefasta costumbre de una parte importante de los directores de orquesta de privilegiar el físico de los cantantes en detrimento de la calidad interpretativa. Eso ha traído consigo una vulgaridad visual en las antípodas de la elegancia que históricamente ostentó la música cubana.
Hoy en día hay una brutal abundancia de dizque cantantes que en 1989 no hubieran sido ni utileros, pues en ese tiempo hasta los utileros “la llevaban”. Y ello puede extrapolarse a otros roles musicales, instrumentales.
No es que no haya músicos, incluso muy buenos músicos, defendiendo el son, la música tradicional, que sí los hay, pero el declive es evidente, muy visible y audible, mientras se imponen y se privilegian otras perspectivas y modismos, por cuestiones comerciales, o por desconocimiento, insensibilidad, desidia. Y a pesar de eso, me resulta increíble que haya quien considere una evolución lo que está sucediendo, cuando es francamente lo contrario.
En este debate, muchos apuntan o culpan directamente a la irrupción de la música urbana…
Personalmente, prefiero no caer en la trampa de culpar de lo que ocurre a la música urbana. Nada de esto es su culpa. Lo que sucede es que el ecosistema musical cubano funciona diferente al del resto de Hispanoamérica. En República Dominicana, por ejemplo, ahora mismo hay un auge del merengue típico que va a la par con el dembow en popularidad; en Colombia, Carlos Vives llena el mismo estadio que llena Maluma; en España, la música de C Tangana y Rosalía trasunta flamenco; en Argentina, el trabajo de Luck Ra es una especie de oda al cuarteto tradicional… Pero en Cuba lamentablemente somos muy extremistas y, aunque haya también intentos de fusionar, de revisitar lo tradicional, muchos entienden que tiene que ser siempre una cosa o la otra, y eso afecta mucho a la música cubana.
Por demás, los adolescentes y jóvenes cubanos de hoy tienen como regla una formación y un espectro musical muy limitado. Consideran que la timba es música de viejos. Si eso es con la timba, imagina qué queda para el son. Si los adolescentes cubanos de ahora ya no saben quién fue José Luis Cortés es iluso aspirar a que sepan quién fue Machito o Pérez Prado. Y eso sucede en Cuba, el mismo país desde el que en los 90 y los 2000 salió el éxito internacional de La Vieja Trova Santiaguera, el Buena Vista Social Club, el Afrocuban All Stars y Polo Montañez.
Creo que si bien el sistema de enseñanza musical cubano no está diseñado para odiar al son ni a otros géneros tradicionales, tampoco está diseñado para amarlos. Tal como lo veo, esa enseñanza musical homogénea engendra una petulancia armónica contraproducente con las tradiciones musicales cubanas y lleva años fomentando actitudes del tipo “yo no estudié para tocar eso” que son incompatibles con la preservación de esas tradiciones. Esas actitudes tienen mucho que ver con carencias reales del escenario musical de hoy, como la desaparición del guajeo en el saxo, como la inminente extinción del concepto de flauta sonera cubana, como la agonía de la guitarra rayada con púa o la palpable “americanización” del tres en detrimento de su cubanía, a partir de que en la academia no se enseña la esencia de Arsenio, Mozo Borgellá o Chito Latamblet.
El desamor por el son en Cuba es como una bola de nieve que ha venido creciendo ya por mucho tiempo. Se ha arraigado y solo podrá superarse cuando se entienda —por quienes deben entenderlo— que ese desamor es nefasto para nuestra cultura y para el país, y que debe corregirse con educación. Debería irse pensando en incorporar más de estos temas de una manera armónica, natural, a la enseñanza general, y en segmentar la enseñanza musical, para que al menos una parte de los estudiantes, y de los músicos en particular, salga de la escuela, si no amando, al menos sabiendo quienes fueron el Beny, Piñeiro, Matamoros, Fajardo o Mercerón.
La producción, el futuro
¿Cómo es el Alden productor? ¿Cuánto sientes que has evolucionado desde que te iniciaste en ese camino hasta tus trabajos más recientes?
Pienso que sobre todo soy apasionado y desinteresado. Tengo claro que no es el resultado económico lo que me ha animado y me sigue animando a emprender la producción musical. No es que eso no sea necesario, pero para mí hay otras motivaciones mucho más importantes que me han llevado a mantenerme en este camino, a involucrarme en cada proyecto en los que he trabajado, en apostar por el tipo de música, básicamente música cubana, que defienden esos proyectos.
En este trabajo, yo me veo sobre todo como un productor general, o como lo que es el showrunner en el ámbito audiovisual. Si me tuviera que definir de alguna forma sería así: como un showrunner musical. Y claro que ha habido un crecimiento en todo este tiempo, sobre todo derivado del hecho de que soy un ferviente defensor del trabajo en equipo. Ese crecimiento ha estado condicionado en gran medida por la retroalimentación, por el intercambio, por la participación colectiva a lo largo del proceso. Para mí es muy grato ver cuando hay crecimiento conjunto, cuando todos aprendemos y nos retroalimentamos desde nuestras perspectivas. La clave está en formar parte de cada microproceso que la producción de música grabada contiene.
Todo el entrenamiento previo a la etapa que me he dedicado a este trabajo me ha servido para entenderlo no solamente desde el punto de la creación musical, de la grabación, porque después que la música está hecha viene otra parte que también es muy disfrutable para mí, que es la del posicionamiento. Yo creo que he podido emprender la producción musical porque me ha funcionado como un resumen de todo lo que hice previamente, que fueron muchas cosas —periodismo musical, promoción, radio, realización audiovisual, comercialización, booking, management— aunque no haya sido bueno en todas, lo reconozco. Creo que los resultados que he tenido vienen de esa mezcla.
¿En qué trabajas actualmente como productor o en otro rol? ¿En qué proyectos estás involucrado (si es posible adelantarlo)?
Bueno, en materia de producción musical estamos enfocados sobre todo en que proyectos ya comenzados puedan ver la luz más temprano que tarde. Son los casos del disco de Azabache All Stars con KC Porter, de un disco muy interesante con Medoro Madera (alter ego de Rubén Blades), otro de un sexteto de saxofones llamado Afrocuban Saxtet y la Charanga Cubanísima de los Hermanos Salazar. Y aunque te confieso que sí me gustaría continuar la saga del tributo a los grandes conjuntos de Cuba, pues creo que el tema tiene mucha tela por donde cortar, ahora mismo la producción musical, el booking y el management no son mi prioridad, en particular el tercero que he decidido no hacer más.
Ahora mismo estoy trabajando sobre todo en el ámbito digital en proyectos de diversa índole, no solamente musicales, con énfasis en una plataforma multifuncional destinada al ecosistema de la música latina llamada Alta-voz.app. Se trata de un proyecto que comparto con un grupo extenso de socios, entre ellos José Alberto “El Canario” y parte del equipo que participó en el disco recién premiado.
En entrevista con OnCuba El Canario dijo que espera hacer una segunda parte de este disco y seguir llevando adelante proyectos de música cubana y con músicos cubanos. ¿Estará Alden en alguno de esos proyectos?
Sí, claro que sí. Todavía no tenemos nada definido en cuanto a cronograma, pero seguiremos trabajando en equipo.