Leo Brouwer, creador del primer Festival de Contratenores del Mundo, convocó para este a Artur Stefanowicz, intérprete nacido en Varsovia y mundialmente reconocido. Stefanowicz ha crecido más allá de los prejuicios que colocaron a los contratenores en la vitrina de los “bichos raros” y ha traspado aquella función principal en los coros de la liturgia.
A sus 49 años, entiende que tener la más aguda de las voces masculinas no lo limita, al contrario. En la Edad Media un castrato (plural de castrati) era visto como el centro de la música clásica. Pero su popularidad era cara: eran castrados en edades tempranas, con lo cual se impedía la producción de hormonas masculinas. Así, los jóvenes artistas crecían manteniendo una voz “celestial” para los espectadores de entonces, la unión de la fuerza del hombre y los timbres agudos de la mujer. Especialmente famosos a lo largo del Barroco italiano, los castrato constituyeron especies de “anomalías fabricadas”.
Hoy los contratenores también cantan parecido a una mujer, pero lo logran únicamente a partir del ejercicio constante de las cuerdas vocales.
¿Por qué la voz de contratenor ha sido tan estigmatizada?
Lo mejor es que ya no lo está, aunque sí lo haya estado hasta hace 20 o 30 años atrás. Tenemos que recordar que se trata de una voz que no ha existido seriamente por mucho tiempo en la historia de la música. Vemos el período clásico, el romántico, el barroco, y no hallamos composiciones hechas para contratenores, sino para castrati. Incluso ese tipo de técnica desapareció hasta el siglo XX, en que se redescubrió en las iglesias.
Sin embargo, en la música religiosa de Inglaterra se insistió en los falsetes y eso derivó en que los primeros contratenores profesionales del universo fueran británicos: Alfred Deller y James Bowman, entre otros. Los contratenores surgieron como una especie de alternativa a los castrati. Creo que esa es la razón por la que la gente encuentra extraña la voz de contratenor. Debemos imaginar la reacción de la audiencia al ver que un hombre puede cantar naturalmente con voz femenina. Hablamos de una música joven y no muy popular, que expusieron maestros italianos, alemanes e ingleses, que vivieron casi en las sombras.
¿Cómo se convirtió en contratenor?
Por accidente, fui a un concierto donde oí por primera vez la voz de contratenor. No sabía muy bien de qué se trataba, pero quedé fascinado al ver en un escenario a un hombre que se oía como una mujer. Pensé: “Tal vez pudiera tratar”. Me fui a casa y lo intenté. Me dije: “Mi falsete se escucha bastante bien”. Solo tenía que entrenarlo un poco más para entrar a la Academia de Música de Polonia.
Logré pasar las audiciones y ya en la escuela cursé como barítono porque, en aquella época, no existía la formación de contratenores en Polonia. Después del primer semestre allí, los profesores me dijeron que mi barítono era muy malo y que tenía el siguiente semestre para hacer enormes progresos o tendría que dejar la carrera. Después de haber tenido tan mal período, me pareció casi imposible lograr una segunda etapa excelente.
¿Lo logró?
Claro. Tenía que cambiar mi voz y la técnica, y elevar el rigor de los estudios. Fui con el maestro Jerzy Artysz, que era un barítono famoso, pero que empezaba a enseñar a contratenores. Me hizo ver que había mucho trabajo por hacer, aunque tuviera una voz agradable. Ser contratenor exige un esfuerzo duro. Estudiaba como ocho horas al día para adiestrar mi voz y, luego de solo un año junto a Artysz, hice mi debut en un gigantesco festival en Polonia. Después, gané el primer Premio Venanzio Rauzzini en un certamen de canto en Viena y eso me abrió las puertas al mundo. Puedo decir que tuve un rápido comienzo y lo agradezco.
¿Siempre supo que quería cantar?
Empecé mi carrera hace casi treinta años. Desde niño, asistí a una escuela donde se impartía música. Allí canté durante 13 años en el coro de niños. Fue divertido hacerlo, pero cuando tuve 15 o 16 años no quise cantar más, ni ser músico, sino que soñé con ser marinero. Polonia vivía entonces una situación difícil, que prácticamente impedía viajar fuera del país, a no ser por alguna invitación especial, y un marinero podía viajar alrededor del orbe porque a eso se dedicaba. Eso era lo que yo necesitaba.
Mozart, Vivaldi, Handel, Bach y Monteverdi, compositores geniales cuyas obras ha interpretado, ¿prefiere particularmente a alguno?
Es difícil preferir a uno por encima de otro. Todo depende de cómo te sientas, de lo que quieras mostrar como artista. No es fácil de describir. Cuando era niño, soñaba con cantar algo y cuando lo lograba, ponía la atención sobre algo distinto. En la adolescencia, por ejemplo, me enfocaba más en las óperas de Mozart porque, para mí, eran menos conocidas que otras y estudiarlas me parecía excitante. Amo a Handel, Vivaldi, Porpora. No tengo un favorito.
¿Eso lo ha obligado a ser un artista más versátil?
Sí, por supuesto. Me he tenido que acostumbrar a múltiples adaptaciones, a orquestas, a escenarios… Lo que en algunos espacios es muy atractivo, en otros es totalmente impopular. Eso me ha llevado a ser más versátil que otros contratenores. Ello ayuda tanto como entorpece. Puedo cantar a Bach, Handel, Stravinsky, Manuel de Falla, pero las personas siempre esperan que uno se especialice porque, eso sí, es muy difícil ser bueno en todo.
En medio del renacimiento de la voz de contratenores que vivimos actualmente, ¿cree que está garantizado el futuro de esta especialidad de la interpretación?
Absolutamente. Este es el tiempo de las jóvenes voces. Las generaciones noveles tienen una variada gama de colores, tesituras, escalas, repertorios y proyecciones, que les permiten prepararse y especializarse mejor. Hay muchos más cantantes que antes y también más compositores fascinados con las posibilidades que brinda una voz de contratenor, como las tienen las sopranos.
Por otro lado, hoy se escribe mucha más música para voces líricas, dramáticas… El mundo está abierto a los contratenores y se vislumbra un futuro grande. Siempre lucho por nuestras voces, para que la gente entienda que se trata de algo normal, de una voz totalmente natural, que nos ha sido dada al nacer.
Varsovia, Berlín, Praga, Ámsterdam, París, Dublín, Taiwán, Londres, Nueva York y Miami, lo han visto cantar. ¿Cuánto le ha aportado el poder actuar en los más importantes escenarios para contratenores?
Lo más importante no es para quien se actúe, sino lo que se interpreta. Nos presentamos ante un público, pero lo más excitante es preparar la música antes del concierto. Cuando no sabes ante quienes te pararás o no conoces el país al que vas, es como jugar a la lotería. Vamos a interpretar algo que se escribió antes, tratando de encontrarle lo nuevo, que se identifique específicamente con mi corazón, con mi alma. Lo que interesa es lo que queremos transmitir y que estemos felices de hacerlo, que lo disfrutemos, que nos guste. Creo que actuamos, ante todo, para complacer nuestro espíritu.
¿Tener una ajetreada agenda, lo limita de atender su salud física y mental?
No se trata de cuidar la voz, sino de velar por la salud de todo el cuerpo. Hago ejercicios. Tal vez no diariamente, pero voy al gimnasio al menos tres veces a la semana. Adoro nadar y disfrutar la vida. No se trata de restringirse de comer, beber o salir, sino de ser moderado. Por supuesto, cuando tengo alguna presentación, intensifico los cuidados. Soy un devoto de la música, pero trato de llevar una vida normal. Paso tiempo con la familia, los amigos, mis perros. No he querido prescindir de eso.
Siempre le digo a mis estudiantes: ‘Si quieres ser bueno, tienes que trabajar duramente todos los días, pero, si no te sientes bien, tienes que tomarte un descanso. No te empujes a hacer lo que no puedes’. Todo eso estresa y cuando uno se va haciendo mayor, aumenta. Si ya tenemos un nombre reconocido, el estrés es todavía mayor y más grande la expectativa de la audiencia porque se espera que seamos perfectos y no lo somos, somos seres humanos.
¿Qué hace específicamente para relajarse antes de cada concierto?
Trato de tener un día tranquilo, donde pueda descansar mucho y leer un poco. Como mismo una mañana es soleada y luego se vuelve lluviosa, nos sentimos bien o mal, pero no podemos decirle al público que no cantaremos bien porque nos duele la cabeza. Hay que mantenerse en forma.
¿Qué le parecieron Cuba, los cubanos y Leo Brouwer?
Los amo. Es un país fantástico. Las personas son muy agradables, amistosas, y siempre sonríen, incluso cuando luchan contra las adversidades. En otros países no ves eso en las calles. Es muy difícil de explicar, pero la energía de Cuba se siente en el alma. El maestro Leo Brouwer es un genio, alguien que en una Isla con problemas económicos, ha logrado hacer un festival que jamás se ha hecho ni siquiera en Europa. La cita de los contratenores es un regalo para muchas naciones, un evento verdaderamente inusual. Me encantaría volver. Ojalá que sea también para cantarle al pueblo cubano.
https://www.youtube.com/watch?v=FUgIIpnqOhk