Lo tuvo todo para ser lo que es: un mito. El tataranieto de esclavos, el mayor de una retahíla de 17 hermanos, sin oficio, ni beneficio –a lo sumo, carretillero de frutas y hierbas medicinales salido de un pueblo medio fantasma– llegó a ser, aprendiendo solo la guitarra y poseyendo una voz de tenor y un carisma para todos los trances, el más grande músico popular cubano de todos los tiempos.
Fue hurtado por una muerte prematura en el apogeo de su arte y encumbrado por una nación que lo lloró en multitudes. Toda una parábola del triunfo de la voluntad y el genio de un pobre diablo frente a lo ominoso de las circunstancias.
¿Esa vida de leyenda, que apabulla la mayor imaginación que se tenga para un personaje, explica el mito de Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, nacido en Santa Isabel de las Lajas el 24 de agosto de 1919?
Alguien cree que no.
“Del Benny muchas cosas se sabían y yo quise ir más allá. ¿Qué cosa es más allá? La magia, el mito, que no lo explico, ni lo resuelvo, pero lo evidencio”. Rafael Lam habla emocionado. No lo puede evitar, ni tampoco quiere.
En una exclusiva con OnCuba en el lobby del hotel Habana Libre, sostiene un libro que le tomó cuarenta años en ponerle el punto final. Benny Moré, el símbolo de la música cubana (Ed. José Martí, 2019). Dada la arrolladora cultura musical de la isla, es un título pretencioso, atrevido, que el autor defiende con frases taxativas.
“Benny, tengo la idea, es un músico sobrenatural, como siempre digo de músicos como Michael Jackson, Dámaso Pérez Prado, Frank Sinatra, porque viraron el mundo bocabajo. En el arte hay cosas que no se pueden explicar. No en la música, en el hombre. El ser humano y el arte son un misterio”, suscribe, con cierta calma oriental que su apellido respalda.
Hijo de inmigrante, Rafael Lam, La Habana, 1946, comparte ancestros con Wifredo Lam, el célebre pintor cubano del surrealismo afrocaribeño, a quien conoció y entrevistó en la capital de la isla.
Por una década, Rafael se dedicó a estudiar la intrincada psicología de los artistas. También su filosofía. Sus modos actuantes. Y buscando un modelo referencial para acercarse a Benny, confiesa, encontró a José Luis Cortés, El Tosco, premio nacional de música 2017. “Son historias similares, con la salvedad que Benny no era de escuela y Cortés sí, pero tenían la misma vida azarosa, miserable, de menosprecio. Y por él me guie para entender el corazón de Benny Moré”.
Setenta capítulos, cerca de cuatrocientas páginas y como remate, un abundoso apartado gráfico, pretenden ser la más nítida fotografía hasta el momento del llamado Bárbaro del Ritmo. “Es una especie de mapa cultural de Benny”, dice el investigador, periodista y musicógrafo, cuyas pesquisas lo han llevado a escribir textos como La bodeguita del Medio, Tropicana, Van Van, la leyenda, El boom de la salsa cubana, El son y los soneros y Cantando quiero decirte.
En su empeño bibliográfico, y también en su recolección de referencias testimoniales, Lam entrevistó a familiares, amigos y músicos que acompañaron a Moré en Cuba y fuera de ella. “Había mucha dispersión. Lo que hice fue ordenarlo todo y darle mi visión como investigador, desde varios puntos de vista, entre ellos, el socioantropológico”.
Hace sesenta años, veraneando de la mano de su padre, un adolescente Lam fue a parar a uno los clubes exclusivos del oeste capitalino. Para entonces nacionalizado, el Havana Biltmore había sido hasta 1959 uno de los cotos de la burguesía y abría sus puertas el común de los cubanos. “Allí estaba el Benny, ultimando los detalles para un concierto que tendría lugar sobre las cinco de la tarde. Fue el primero que dio ya triunfada la revolución. Y me impresionó. No sé si fue un mensaje que yo tenía que hacer su biografía. La vida es así”.
Después lo disfrutó en vivo un par de veces más. En el estadio Latinoamericano, “algo que nunca se ha hecho con los músicos actuales”, y en el Parque de las Ocho mil taquillas, en el balneario de Varadero. “Ese lo vi por televisión. A la una de la madrugada comenzó a cantar ‘Conocí la paz’, dedicada a su amante, la exmodelo Rosario Moreno, quien está viva y es periodista en Miami y dice que tiene una biografía de Benny Moré, que estamos esperando”.
¿Qué se discrimina en una biografía, qué se descarta? Porque siempre, sea quien sea, estamos frente a una inmensidad, como dicen los psicoanalistas.
No se discrimina nada. Ahora algunos especialistas dicen que en la biografía de un músico no caben la anécdota, ni las historias conocidas, que hay que tener pensamiento musical. Yo hice la biografía posible, pero en la vida de un artista todo tiene que ver. Te lo voy a demostrar. Un cantante que se llama Kino Morán, que conoció al Benny en el Ali Bar, me dijo: Benny no era mujeriego.
¿Y…?
Todo tiene que ver. Eso demuestra que estaba para la música, que su onanismo, en ciencia se explica cómo la sustitución del placer carnal, le permitía entregarse a la música. Como todo genio, era un onanista. Eso no lo puse en el libro. Lo de él era ser músico y hacer lo que hizo. Por eso estudié a Benny desde esos detalles, que para otros puede ser chismografía. Pero todo vale.
¿Se detuvo en otros pormenores?
Yo le pregunté a un hermano, el más asequible: dime cómo fue eso cuando llegó el Benny a Cuba, en el 51, con las maletas llenas, y el pueblo se movilizó para vitorearlo. Ah…¡empezamos a comer caliente!, me respondió. Yo que he pasado hambre, me di cuenta que me estaba diciendo lo más importante, que Benny salvó a la familia y también salvó a Cuba con su música. Aunque tú no lo creas, la música salva.
La muerte prematura del Benny selló el mito o hubiera sido otro Benny si hubiera sobrevivido y llegado a la vejez, a la decadencia que impone el tiempo…
Todo gran genio musical enciende el mito cuando muere. Con la muerte comienza el mito. Benny no hubiera vivido mucho más. Hay una ley no escrita que dice que el hombre cuando consume el tiempo que le toca vivir, sesenta o setenta años que es el promedio, si lo consume en cuarenta años, muere antes de tiempo. El Benny hizo todo lo que tenía que hacer en 43 años. El destino que tenía lo cumplió, como John Lennon, y todos los grandes que han muerto en la música a destiempo.
Ud. hablaba del mito y que la música salva. Ahora bien, ¿Benny Moré estaría en los móviles de los jóvenes o es una música para jubilados? ¿Morirá su música cuando las generaciones, como la suya, que lo conocieron y lo revivifican, desaparezcan?
Estos son músicos de fundación, lo que significa que son faros que alumbran toda la música por venir. Todo lo que se hizo después de Benny Moré huele a Benny Moré. Esa forma loca, excéntrica, de éxtasis y frenesí colectivo, nada más que la tiene el Benny Moré.
Se le llama el Sonero Mayor, el gran bolerista, pero dónde queda el jazzista que fue.
Era un amante del jazz. En aquella época a muchos les gustaba el jazz, por las grandes bandas. Era un admirador del género, por uno de los Matamoros que le prestó un disco y se dice que se puso el nombre de Benny por Benny Goodman. Su propia Big Band la hizo sobre la base del jazz. Lo que hizo Pérez Prado y el Benny fue fundir, en buena medida, la música estadounidense con la música cubana, pero más cubana que estadounidense en proporciones, así que en esa medida sí tiene mucho de jazz. Sus orquestadores, como Generoso Jiménez, quizás ayudaron mucho en eso.
Se cuenta que tomaba media botella de whisky antes de salir a cantar y después el resto durante el concierto. ¿Más allá del alcohol, tenía otras adicciones?
Descubrí al cierre del libro que no podía fumar marihuana porque se quedaba mudo y le tenía pánico a eso, por lo tanto es incierto que fuera un adicto al cannabis, lo cual no quiere decir que alguna que otra vez no la fumara. En cuando a la bebida, él tenía una deficiencia hepática derivada de la hepatitis, quizás contraída por la insalubridad y la pobreza de aquellos tiempos, y otras enfermedades que no quiero citar. En realidad, se fue para México en 1945 ya enfermo. Era un hombre de mala salud y esa deficiencia hepática acortó su vida, porque hay otros alcohólicos que duran mucho más tiempo.
Hablando de su muerte, Ud. la percibe como una catástrofe cultural. ¿Por qué?
Los músicos, los artistas que dan alegría a grandes masas salvan espiritualmente a ese pueblo. La música cubana siempre ha sido un medio de salvamento.
Dentro de la mitología de Benny Moré aparecen los episodios de sus desplantes. Cierta vez en el cabaret Montmartre, de La Habana, o en el Puerto Príncipe de oropel, donde la burguesía haitiana ansiaba escucharlo en vivo, el sonero dejó plantado más de un espectáculo. “Fue indisciplinado porque fue un músico callejero, pero todo parece indicar que los desplantes eran parte de su rebeldía contra los poderes establecidos”, indica Lam. “El detestaba ese mundo. No quería defender la música de peluca blanca”.
Aficionado al arroz frito, el ron –apenas tomaba cerveza– y a los humildes placeres de la vida rural, Benny fue un tipo libérrimo y anticonvencional. Pudiendo vivir en un barrio de clase media en medio de la ciudad, prefirió establecerse en las afueras, en el reparto La Cumbre, San Miguel del Padrón, “un submundo para poder esconderse y tener su conuco”.
Según Lam, el músico era “muy desprejuiciado y muy despreocupado” de su apariencia personal. “Todo el mundo decía que andaba con pantalones medio ripiados… Además le faltaban dientes. Después se puso dentadura postiza. Benny estaba por encima del bien y del mal. Fíjate que regaló todo su dinero, y eso dice mucho, porque los músicos no suelen ser tan benevolentes. Conozco a muchos y son muy para ellos, pero el Benny no era así, era de las poquitas excepciones”, estima Lam, quien espera presentar, antes que finalice el año, su libro Habana bohemia, 500 años, “todo lo que pasó en la vida artística de la ciudad” en medio milenio.
Artista exclusivo de la RCA Victor, entonces la más poderosa disquera estadounidense, Benny se presentó en varias oportunidades en Estados Unidos entre 1952 y 1960. Pudieron ser muchas más, pero tenía aversión a los aviones. Estando en Nueva York, colaboró con la reforma agraria que cursaba en la isla y se sumó a la recogida de fondos para la reconstrucción de la ciudad de Sagua de Tánamo, destruida por la aviación batistiana durante la guerra de guerrillas.
El propio Fidel Castro, cuenta Lam, le pidió que cantara en el parque de las Ocho mil taquillas y es sabida su participación en los festivales Papel y tinta, del periódico Revolución, una iniciativa de Carlos Franqui para que las orquestas populares salieran de los grandes salones y actuaran para los bailadores en calles y plazas.
Para la historia quedó su foto al lado del comandante Camilo Cienfuegos, quien emocionado saludó al cantante luego de estrenar en el Ali Bar la pieza “Rezo en la noche”, escrita por Francisco Escorcia, en homenaje a las madres y esposas de los mártires de la Revolución recién triunfante.
¿Hubo analogías de Benny en el Caribe hispano de su tiempo?
No las conozco. Quizás ahora sí. José Alberto el Canario lo imita; también Alain Pérez, con el bastón, y otros, pero el Benny no tiene igual. Me he buscado problemas por decir esto. Algunos cantantes y algunas cantantes que interpretan sus canciones deben buscar otro repertorio, pero no lo intenten con el Benny, o con el Bola, porque eso tiene una dramaturgia que no se puede imitar. El caso de Silvio es parecido. Ellos son ellos, e hicieron un arte que es intocable.
¿Benny fue un ídolo para todos los sectores sociales de Cuba o solo para algunos, los populares…?
Esa es una pregunta difícil de responder, porque hubo muchos estamentos y gustos en Cuba, pero el Benny es el hombre, el mejor, por unanimidad. Hay algunos que coquetean diciendo cosas, como el musicólogo Helio Orovio, quien decía que Miguelito Valdés era mejor cantante que Benny, pero no se trata de ser el mejor, sino de ser el símbolo, sino de ser Cuba. Miguelito no daba tanto Cuba como Benny Moré. Tú sentías a Cuba en sus canciones. Recuerdo una anécdota ahora. Estando yo en Nueva York caía la nieve. Un frío gélido. Y un locutor cubano estaba hablando por la radio y dice que se está muriendo de tristeza y que la única forma de salvar un poco la nostalgia y la tristeza era apretando un botón y poner al Benny Moré y cuando comenzó a cantar, ya él –según dijo– estaba en Cuba. Eso dice todo.
Ahora que menciona a Nueva York. ¿Benny es un músico también del exilio y de la diáspora?
En mucha medida sí. Tomaron a otros ídolos, como a Celia Cruz, porque vivía en Miami, pero todos sabían que ella era la versión femenina de Benny Moré. Habría que investigar el tema. Pero el Benny, tal como se dice de Gardel, cada día canta mejor. Yo siento mucho por él, porque fue un hombre sufrido y lo dio todo por la música cubana, por el público al que le cantó hasta el final.
¿Cuál es su canción preferida de Benny Moré?
Yiri Yiribon.
¿Por qué?
Porque habla de qué cosa es Cuba. “En Cuba se corta la caña, se toma café, se baila el bembé, se fuma tabaco, se toma guarapo y detrás de una comparsa se va echando un pie”. Eso son los cubanos, no todos, pero la mayoría.