Carmelina y Chabela Barberis: mujeres de dos islas

La “maldita circunstancia del agua por todas partes” nunca ha sido un problema para madre e hija, embajadoras de la música cubana en Islas Canarias.

Chabela y su madre, Carmelina Barberis. Foto: cortesía.

Hasta 2019 Carmelina Barberis (La Habana, 1938) se mantuvo encima del escenario y a sus 83 años mantiene una increíble vitalidad. “Es mucho para el cuerpo. Es una bárbara en lo suyo y lo sigue siendo” me cuenta —vía Whatsapp—  su hija Chabela. “Ha tenido una vida muy dura, muy triste y difícil pero siempre se subió al escenario con una sonrisa y se ha robado el corazón de cualquiera”, confiesa. Para no perder su independencia, ni estar bajo las órdenes de ningún hombre, Carmelina Barberis fraguó su carácter en medio de tantísimas dificultades.  A los diez años comenzó en el camino de la música y fue la radio, primero, el espacio ideal para demostrar sus dotes.

A finales de la década del cuarenta sale del éter “Mejor que me calle”, programa de crítica social que protagonizan Rita Montaner (Lengualisa) y Alejandro Lugo (Mojito) y queda inaugurada Radiocentro, la nueva casa de CMQ en el L y 23, en el corazón de la nueva Habana. “Un sueño de futuro plasmado en realidad por la mente de un hombre, Goar Mestre, y el esfuerzo de muchos hombres que colaboraron con él para alcanzar los resultados…”, reseña la prensa nacional. 1

Carmelina, que no nació entre lomas sino en un solar habanero, empieza a dar sus pasos en un género que tendrá a otras reinas en el trono, todas conviviendo en un mismo espacio y defendiéndose como gatas boca arriba: una irrepetible Celina González; Zoila Gómez, Violeta Borrego, Edelmira Vega, Coralia Fernández, Radeunda Lima, Merceditas Sosa…

Carmelina Barberis y Celina González.

Antes del triunfo de las tropas antibatistianas en 1959 hay programas campesinos que tienen un alto nivel de audiencia: “Como piensan los cubanos” de la Onda Hispano-Cubana, “Cantadores Nacionales”, de Radio Mambí y “El Guateque de Apolonio” por CMQ. 2

Carmelina en la televisión cubana, antes de 1959.

Carmelina actúa en varios programas con esas características, se codea con algunos de los más importantes compositores… Vive el esplendor de La Guantanamera, de Joseíto Fernández, sin imaginarse que la famosa tonada —en su voz y con décimas de Jesús Orta Ruiz— será una de las más aplaudidas dentro y fuera de la Isla.

Soy la América Latina

rompiendo viejas mordazas

tronco injertado de razas

desde una ilusión marina.

Soy la mujer campesina

hecha de un surco fecundo

y le doy amor profundo

a todas las almas buenas,

porque yo tengo en mis venas

raíces de todo el mundo.

A partir de 1950 muchos artistas de la radio pasan a la pantalla y ahí está Carmelina entre las fundadoras del nuevo medio en Cuba. La televisión, según el cronista Eladio Secades, “llegará al grado de maravilla convertida en símbolo casero. Las azoteas de la ciudad se llenan de antenas. Arañas que han tejido su tela en la punta de un tubo. Por ahí se meten la voz y el gesto. Imagen y palabra de lo que está sucediendo en el mundo”. 3 Antes y después de 1959 a Carmelina Barberis se le verá repetidamente en programas de la pequeña pantalla, alternando con otras figuras de fuerte arraigo popular. En las décadas siguientes cantará, como muchos, a los procesos sociopolíticos que vive el país. Así aparecerán temas de una incuestionable belleza como La bandera nacional de Rolando Leyva con el conjunto Los Montunos, bajo la dirección del laudista José Manuel Rodríguez.

Carmelina en la televisión cubana, después de 1959.

Vive, imparable, los setenta y ochenta entre presentaciones en el extranjero y en las más apartadas zonas de Cuba. Carmelina tiene una gracia peculiar: es incapaz de mirar a la cámara de televisión sin reírse. El pelo negrísimo, las cejas alargadas y un cuerpo que encaja armoniosamente con sus batas. Su voz —esa que todavía podemos escuchar en grabaciones realizadas entre 1968 y 1969—, parece quebrarse, a veces, en temas como El reto, de Julio Flores, del cual hizo toda una creación. “Estáticos de emoción” quedamos con el sentimiento que Carmelina le imprime a piezas como Cariño santo (Orlando Tamayo) a dúo con Mongo Huerta, en el conocidísimo Como se baila el son (Guillermo Rodríguez) o el chispeante Dilo tú (Leopoldo Ford) con las voces de Martica Morejón, Mongo Huerta y Antonio Acanda en el coro.

Carmelina Barberis.

Con todo ese sólido recorrido (y que en breves párrafos es imposible resumir) Carmelina Barberis se estableció en La Palma (Islas Canarias) en los años noventa del pasado siglo. Con el recuerdo de miles de emigrados y la admiración de quien la escuchaba por primera vez, la intérprete asiste a un segundo renacimiento de su carrera. Como legítima embajadora de la música cubana, se mantiene activa durante años, interactuando con músicos jóvenes que ven en ella a una diva que se forjó en la Cuba del ayer.

“Jamás se sintió poderosa, pero sí libre e independiente como mujer”, recalca Chabela.

Mío, el disco de todos

Chabela creció viendo a su madre en programas de radio, televisión, entre giras y grabaciones… “Soy el resultado de una niña diferente, feliz a pesar de sus limitaciones”, sostiene Chabela (La Habana, 1973). Cantante, compositora, pianista, arreglista, profesora de música y directora artística, Chabela se graduó de Dirección Coral en 1992 y dos años después empezó a residir en La Palma. En su hoja de servicios uno conoce que ha trabajado, entre otros,  con artistas como Pavel Urquiza, Julio Fowler, Abel Cordovez. Ha sido directora de varios festivales de jóvenes solistas desde el año 2007, e imparte clases de música y movimiento, piano y canto coral de nivel elemental en distintas academias de música de la isla de La Palma.

Chabela.

Claro que Chabela Barberis es mucho más que todos estos datos que aquí exponemos. Hay que oírla hablar para darse cuenta de su sensibilidad, de su modo tan particular de ver la vida. Todavía uno no entiende por qué demoró tanto la llegada de su primer álbum. A lo mejor por falta de tiempo, temor o quizás ver madurar “una pieza artesanal” tan aplaudida como lo es Mío, un disco de todos.

Dudo que un oyente crítico ignore un material así. Me queda claro que no es un disco para todo el mundo, aunque sea ese el propósito de su autora y los músicos que le acompañaron en la construcción de la obra. Pero no, hay que sentarse, hay que abstraerse del ritmo cotidiano para disfrutar la voz de Chabela en esos diez temas de su autoría y musicalizados en su mayoría por el maestro Víctor Zamora, la propia Chabela e Inger Martínez Pons con el asesoramiento musical de Julio Fowler.

Coincidimos plenamente con el crítico y periodista Joaquín Borges-Triana cuando sostiene que “Mío sirve para ejemplificar el surgimiento de una práctica profesional diferente en el seno de la comunidad diaspórica de músicos cubanos, que en el presente están desarrollando vínculos y colaboraciones artísticas con sus colegas en Cuba, algo que también sucede entre ellos mismos a través de distintos países, como se aprecia en este caso específico”.

En una sentida reseña, el director de cine Ernesto Fundora, sostiene:

“Cuando la escuché por primera vez supe de inmediato que estaba frente a una defensora heroica del buen gusto, de la sensualidad mejor calibrada, poseedora además de una técnica y swing interpretativos que cada vez se extinguen más en esta época. Trae Chabela en su AND lo mejor de una tradición que resume géneros como el filing, son, jazz, nueva trova, guajira, cha cha chá, rockandson, bossa nova, pero que encontró sus coordenadas precisas en un estilo que tuvo en la voz de Gema Corredera su mejor momento a inicios de los 90s (…)”

Por nuestra parte, advertimos que Mío está disponible en las plataformas digitales. Desde la música, Chabela y todos a su alrededor han roto los muros de un silencio que no nos merecíamos. En Cuba, como en Canarias, ocupa desde ya el espacio que sólo se le concede a los que hacen música inteligente y con amor.

Chabela.

Recapitulando

Un mes antes de su muerte, el realizador audiovisual Felipe Morfa (Fepo) me habló —vía telefónica— de Carmelina Barberis y de Chabela. Lo hizo con ese entusiasmo —contagioso, intenso— que siempre le caracterizó, como quien tiene la necesidad, hasta el último minuto, de compartir algo auténtico. Fepo nunca “puso al aire” un tema, un cantautor o una agrupación sin la calidad musical necesaria. Tenía oficio, olfato y unos cuántos palos en las costillas como para dejarse arrastrar por la farándula de catre que compra a otros por ahí. Carmelina y Chabela Barberis serían, al final, la última buena sugerencia de Fepo, uno de los hombres más apasionados que he conocido.

***

Notas: 

1 Sección “Avances radiales”. En: periódico El Avance, 26 de febrero de 1948, citado por Raúl Garcés Corra en “Los dueños del aire”. En: Comunicación y Sociedad Cubana. Colectivo de autores, Editorial Félix Varela, 2005.

2 “La radio en Cuba”, Oscar Luis López, Editorial Letras Cubanas, 1981, p. 143.

3 La televisión por Eladio Secades en “Estampas (1941-1958).” Ediciones UNIÓN, 2004, p. 265-268.

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