Vestido con pantalón, pulóver negro, dos anillos en la mano izquierda y un par de gafas, Cimafunk abre la puerta de estudio del Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, en el Vedado. El cantante había llegado hace apenas una hora para terminar de grabar voces en su nuevo tema “Potaje”, en el que contó con los servicios de un all star conformado por Omara Portuondo, Chucho Valdés, La Orquesta Aragón y Pancho Amat.
“Acentúa más la voz, dale más espacio, más amplitud”, le pide el cantante a una muchacha que derrocha su poderío interpretativo en la soledad del estudio. Ella está detrás del micrófono y Cimafunk desde el tablero de grabación la acompaña con unos pegajosos estribillos. “Qué bola, cómo está la cosa, hay agua, refresco, toma la que quieras”, me dice mientras van llegando los músicos de su banda.
La mayoría no ha cruzado la frontera de los 30 años. Uno de ellos aterrizó en la instalación en una patineta. “Por poco me mata un carro, pasé tremendo susto porque de pronto parece que la patineta falló”, dice todavía con el miedo dibujado en el rostro uno de los instrumentistas. Los demás le quitan gravedad al asunto cuando ven que ya todo pasó. “Ustedes lo que están es locos”, les dice Cimafunk cuando se saludan y los músicos cuentan detalles –algunos tormentosos–, de la noche anterior.
Otra de las muchachas que apoyaba en las voces tiene ensayo en el Instituto Superior de Arte para un concierto ese mismo día en la noche con su grupo. Reparte unos flyers antes de irse. “Funky Groove” dice con letras rojas. “De aquí vamos para allá”, asegura Cimafunk y la banda lo sigue. En menos de cinco minutos el estudio se ha transformado en un volcán de energía, la misma que luego se percibe en los performances y en los temas del ya popular cantante.
Cimafunk grabó “Potaje” el domingo pasado en los estudio Pm Records, en La Habana. El tema estuvo rodando por los pasillos de su mente durante varias semanas y el resultado final que esbozaba le disparó el termómetro de la tensión. “Yo estuve dos semanas muy estresado porque nunca había hecho una canción con la Aragón. De pronto saber que me habían confirmado, me puso una presión violentísima”, recuerda el cantante y explica cómo nació la canción.
“Tenía interés en grabar algo relacionado con el concepto de cultura cubana, con la cubanía, pero sin tocar los lugares comunes. La pensé con un sonido nacional pero también universal. Entonces quise incorporar a artistas que han sentado pautas en la música cubana y que todavía están activos. Tuve la suerte de que se sumara la Aragón, Chucho Valdés, Omara y Pancho Amat. Chucho realizó una interpretación violentísima y Pancho igual”.
La canción conocerá la luz el 20 de octubre, la misma fecha de su debut internacional en Francia. Es además el día en que se celebra la Cultura cubana. “Potaje” será uno de los caballos de batalla de su segundo disco de Cimafunk, que piensa publicar a mediados del próximo año.
“Este es el primer tema que voy a lanzar de mi próximo álbum. La idea es que sobre todo en Cuba se conozca nuestra música. Aquí hay chamacos de 15 años que no saben quién es la Aragón, ni Pancho Amat, ni Omara. Sin embargo, uno va a cualquier país y la gente conoce la música cubana, una isla chiquita pero con tremenda intriga”.
Su móvil suena todo el tiempo, es una prueba viviente de la algarabía del lugar. ¿Qué bola, echa pa’cá”, le responde a un amigo que lo ha acompañado durante toda su travesía. Inmediatamente vibra el teléfono de nuevo. Es uno de los músicos que le pide que le abra la puerta. “Es una locura esto”, me dice, y el estruendo de risas hace temblar la habitación. El ingeniero de sonido, con la calma propia de este oficio, trata de poner las cosas en orden para terminar de grabar. Los músicos de disculpan y el silencio, por breves momentos, se asoma en el pequeño cuarto.
Cimafunk no se lleva las manos a la cabeza por el desconocimiento que, asegura, existe, de la música cubana entre los jóvenes. “Es algo normal”, afirma. “Eso pasa en muchos países”, explica y pone como ejemplo a Estados Unidos, una nación que ya ha recorrido en todas direcciones.
“Los chamacos de Estados Unidos no conocen la música de Paul McCartney ni de Herbie Hancock, ni de James Brown. Acaso serán muy pocos los que hayan escuchado algo de ellos. Oyen lo que ponen los medios. Es un fenómeno universal aunque en cada país tiene sus peculiaridades”.
El músico reconoce que la personal absorción del funk y la música afrocubana que recorre su obra, está plagada de dioses que coronaron una enorme variedad de estilos.
“Todo lo que nosotros estamos haciendo está inspirado en el legado de grandes monstruos de la música. Lo ideal, según mi experiencia, ha sido ir a las raíces. Esa búsqueda me cambió completamente mi visión de las cosas. Ahora le ponemos más tecnología y recursos digitales pero no logramos hacer algo tan violento como lo que hicieron ellos. A mí me cuadra enseñarle a los muchachos esta música y decirles: ‘Oigan esto y después hablamos’. Yo me fanaticé con la Aragón, con Pancho Amat, con Omara.”
“Hago funk con música afrocubana”, explica. “Eso no es forzado ni para quedar bien con nadie. Es lo que más tengo adentro, lo que más he oído toda mi vida. Forma parte de mi genética. No puedo negar eso. El siglo XX tuvo mucho de música cubana en todo el mundo y de jazz.”.
La intérprete termina de hacer las voces. Cimafunk está satisfecho con el producto final. “Ha sido hermoso”, le dice a la muchacha, que sigue con el rostro tan radiante como antes de someterse a la prueba de fuego y quedar en el móvil de una productora estadounidense que funciona como alternativa cuando un camarógrafo profesional no llega. Y todo eso da cuenta de cómo se hace la música cubana hoy, de lo que retiene y cambia.
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El músico, de 30 años, sigue con la conversación tras un breve receso. Mueve las manos como aspas y las líneas del rostro se le tornan más profundas y expresivas cuando afirma que “Cuba es una locura musical”.
“El que conozca al menos un cuarto de la música cubana, ya tendría mucho conocimiento. Lo que hay que hacer es darle más información a la gente para que puedan elegir lo que quieran. Lo que no se puede es imponer nada a la fuerza. Hay chamacos que nacieron con otra factura musical en la cabeza. Puede ser peor, o tener menos vida, pero es con la que nacieron. El asunto pasa por brindarles otras propuestas también. Los grandes músicos cubanos han influido a todos”, comenta y rápidamente prepara en la mente su playlist ideal para un club nocturno de La Habana.
“¿Tú imaginas en el Shangri La a la gente bailando un tema de la Orquesta Aragón o de Pancho Amat en medio de una lista junto a Van Van, regue, reguetón o trap? El changüí es riquísimo, solo hay que conocerlo”, asegura tras esbozar este escenario ideal.
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Cimafunk salió a velocidad de crucero del pozo del anonimato tras la publicación de su primer disco Terapia. En muy breve tiempo ha logrado internacionalizar su música y conocer el triunfo en escenarios de indiscutible relieve. El músico, sin embargo, le rehúye a cualquier cima donde quieran colocarlo.
“Lo mío es producir música. Al final no se trata de mí sino de darle valor a la música cubana. La repercusión no tiene mucho sentido para mí. Nuestra música son cuatro acordes, un ritmo básico y textos cubanos. El resultado es producto de que somos cubanos. A los estadounidenses les gusta, a los europeos también, pero eso es porque llevamos en sangre la música cubana. Nuestra plataforma ha sido el público de la isla. Lo que defendemos son los conceptos de nuestra música contemporánea. Eso me fue saliendo de manera natural, pero ahora estoy más consciente de mi trabajo. Yo me dejo llevar para que los temas fluyan, para relajarme…”
Cimafunk le tiene mucho temor a que los aguijones de la soledad le vayan perforando, poco a poco, la piel. Cree que ese puede ser el tiro de gracia en la sien de cualquier artista que crea en los fuegos artificiales de la fama. “Lo mío es trabajar y estar con mi gente. No hay otro objetivo”.
“Si uno se pone a pensar en la repercusión de su música o en la fama, se vuelve loco y anda finalmente solo por ahí. La gente es la que crea la distancia con el artista. Piensan que cuando uno supuestamente se está haciendo famoso es más inaccesible. Tengo socios que ahora no me llaman y lo hacían antes. Entonces tengo que llamarlos yo y decirles: ¿Qué bola, que está pasando? Si antes teníamos una historia súper buena y solo podíamos comprar un tamal de tres pesos por la calle G y dábamos el “berro”, cómo ahora que podemos salir y tomarnos unas cervezas, no vamos a estar en contacto. Si uno se cree esa bobería de la fama se queda totalmente solo. Como le ha pasado a un montón de artistas que se montan en esos personajes”.
Casualmente, este lunes el diario estadounidense The New York Times público una amplia cartografía sobre la música cubana y sus formas de consumos. El texto comentaba que Cimafunk era una especie de Bruno Mars cubano.
El cantante se sorprende cuando le menciono el artículo a pesar de que no es la primera vez que su nombre sube a las páginas de influyentes publicaciones: “No tengo nada que ver con Bruno Mars o con lo que hace”, afirma rápidamente para driblear la etiqueta.
“Él está haciendo otra cosa a nivel musical o estético. Yo hago algo que todavía no sé qué es. Lo de esos artistas es un producto bien cuadrado, pensado con una maquinaria detrás. Lo mío todavía es un experimento. Si mañana podemos tocar para 40 000 personas mejor, pero si lo hacemos en un club pequeñito y apretado con todo el mundo sudando, perfecto. En Bruno Mars está metido a pulso James Brown, Earth Wind and Fire. Ya todo está inventado. Nosotros estamos reciclando y le damos un sabor nuevo”.
Susan Sarandon es una de las seguidoras más incondicionales de su música. Ha asistido a varios conciertos del cubano en Estados Unidos. Para mayor mérito, también estuvo el más reciente show que ofreció en Londres. Cimafunk sonríe cuando recuerda cómo nacieron sus vínculos con la actriz y activista feminista del cine estadounidense.
“Susan nos está descargando mucho. Yo estuve tocando en Cuba en un lugar donde ella estaba y luego la conocí en Los Ángeles. Ella venía con Collin (el manager estadounidense del cubano) y comenzamos a hablar como si nos conociéramos de toda la vida. Luego llevó a sus hijos a mi concierto en la piscina del Standard Hotel donde filmamos un video clip. También fue al Blue Note. ‘Estamos coincidiendo demasiado’, bromeé y ella se empezó a reír. Siempre va a mis conciertos y le cuadra mi música y me da consejos. Es súper chévere”.
Susan Sarandon sobre Cimafunk: “Es muy energético, tiene mucho estilo y mucha alegría”
Cimafunk no siempre fue Cimafunk. En principio Erick Iglesias, el nombre real del artista, se vio obligado a tocar miles de puertas para promover su música. Algunas se le abrieron y otras se las cerraron de golpe.
“Cuando terminé con el grupo Los Boys me quedé sin “pincha”. El dinero que tenía guardado tras trabajar en un crucero lo usé para empezar a grabar mi disco. Lo hice a pulmón con una máquina y una tarjeta de sonido de 200 cuc y una laptop que pedía auxilio. Las bocinas que tenía se me quemaron. Después que lo grabé llamé a todo el mundo. Estuve averiguando cómo se llevaba la música a la radio, a la televisión. Armé un piquete y tuve la ayuda de mucha gente. Cepeda, el padre de Hernán, quien era bajista en Los Boys, me ofreció su estudio gratis y así pasó con muchos otros amigos”.
El video de “Me voy pa’ mi casa” fue filmado casi de manera clandestina. “El éxito de Me voy vino a pulmón y el video también. Nos colamos en la piscina del edificio Sierra Maestra hasta que una señora se asomó por la ventana a protestar y nos tuvimos que ir corriendo. Ese video se hizo con 700 cuc y me quedé “liso”. Por suerte tuvo tremendo resultado y fue el más popular del año. El video lo edité yo mismo con los ojos partidos a la mitad sin saber editar. Fue una locura, brother”.
Cimafunk nació en Pinar del Río hace 30 años. El músico, como ya se sabe, iba para médico pero luego abandonó en segundo año la carrera y decidió buscarse la vida en La Habana. Su familia, dice, es muy unida y ha asimilado su éxito de forma “relajada”.
“Me golpea un poco ver menos a la familia. Mi mamá vino para La Habana. Salimos por ahí bastante y la pasamos muy bien. Para mí es muy importante compartir tiempo con los míos. No estoy para estar lejos de ellos. Busco el tiempo para ir a ver a mi gente siempre. Mi familia está muy relajada con el éxito. Me llaman y me dicen que salí en el televisor con una pinta rara y ya está. Mi papá no se sabe un tema mío, pero mi mamá sí. “Parar el tiempo” lo puse en el disco por ella. Me dijo que le gustaba mucho. Mi familia es súper unida”.
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Los músicos se preparan para retocar los últimos detalles del tema y acometer otro ensayo. Eric, por su lado, confiesa que no quiere tener ninguna presión en su vida. Lo dice cuando recuerda que ha tratado de escapar de situaciones que han querido reducir su modo de percibir el mundo.
“Estoy para andar relajado porque he trabajado mucho. Y ha sido en ocasiones trabajo forzado. Estoy disfrutando mi historia y mañana si quiero parar lo hago. Trato de que mi música me dé para vivir y hacer lo que quiero. Es mi propio tiempo de vida. Cada vez que siento presión me alejo. Me gustaría tener más control sobre mi tiempo para producir. Quiero ser dueño de mí y andar con mi gente. Esa es mi principal aspiración”.
Durante su regreso a Estados Unidos Cimafunk compartió escenario con Alejandro Sanz en el Madison Square Garden, de Nueva York y en el American Airlines Arena, de Miami.
“Le voy a disparar a Sanz para ver si grabamos algo juntos cuando yo esté más organizado. Alejandro es un ídolo. En Cuba muchos han crecido con sus temas. El tipo es fanático a la cultura cubana. Está súper conectado con eso y es muy chévere. Fue un intercambio muy saludable”.
La compañía de Marc Anthony, Magnus Media, incorporó a Cimafunk a su catálogo en el que ya se encontraban artistas como el dúo Gente de Zona. “Con Magnus ha sido todo muy respetuoso; han considerado lo que quiero”, afirma.
“Estamos planificando conciertos con Magnus todo el año que viene. Tenemos una comunicación muy estrecha. Fluye la energía y no hay misterios. Es bueno para todo el mundo. Les gusta mi música y eso es lo más importante. Conocí a Marc Anthony en un evento pero no hablamos mucho. También están Alexander (Gente de Zona) Xion y Lennox (dúo boricua de reguetón) y hay una química sabrosa. Yo quería una empresa con pocos artistas porque los grandes sellos no le prestan la debida atención a todos. Cimafunk se prepara para salir pronto hacia España donde compartirá cartel con varios pesos pesados de la escena internacional. Luego volverá a Miami donde su debut hace un año provocó una explosión de energía entre los cubanos que esperaban ver en vivo al autor de “Me voy”.
“El primer concierto que hicimos en Miami fue una locura. Gente de todos tipos, chamacos, tembas, todos estaban esperando mucho la presentación del disco. Todo el mundo fue súper chévere. Ahora en el Miami Beach Pop Festival voy a calentar al máximo. Todo es importante para mi carrera, pero este festival me puede dar mayor visibilidad porque no creas que a mí me conoce mucha gente. Un poco en Estados Unidos y Europa, pero ya está”.
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Erick retoma la época, todavía reciente, en que comenzó a probar suerte en la escena local. Con su experiencia sobre las espaldas, cree que los músicos más jóvenes deben salir al asfalto para defender su trabajo, por encima de cualquier contexto o crisis cíclica.
“La música sale como sea. Desde que yo me acomodé paso más trabajo para escribir mis canciones. Si tú crees en lo que haces, búscate una viola y canta en una esquina. El arte está ahí. No se puede estar lamentando que si no tengo apoyo, que si no me ayudan. Cuando yo empecé le dije a la gente que me invitaran a tocar. Llamé a Ray Fernández y a otros. Les decía: ‘Invítame, asere’. Era un disparo al pecho. Sin pena. Uno no puede esperar a que le tengan misericordia. Uno nació solo y tiene que ir para arriba del lío. Que vayan a ver a Ray Fernández y él los invita a su peña. Todo lo que tiene voltaje Ray lo promueve. Lo mismo que estoy haciendo yo, lo hacen aquí mil artistas. Al final todo se trata de organización.”
El pianista Robertico Carcassés fue uno de los que le abrió las puertas de su estudio y de su banda Interactivo de par en par. “Yo conozco gente hace más de 10 años con una música de calidad, con tremendo concepto, pero se han quedado detenidos pensando en las trabas. Si tú sabes que tienes calidad, tienes que buscarte la vida. Yo un día llamé a Robertico Carcassés y él me dijo que fuera a su casa. Nosotros no nos conocíamos pero él me ayudó. Para ser músico lo único que hace falta es una lata, un palo y una guitarra. Y mucha voluntad, brother.”