Aquella moraleja de Édouard Laboulaye traducida al español por José Martí de que el saber vale más que la fuerza, puede atemperarse al V Festival Leo Brouwer de Música de Cámara. El evento, finalizado este domingo, ha tenido la capacidad de mostrarnos una exquisita selección del repertorio de cada concierto, la calidad de los intérpretes e instrumentistas participantes, y esa manera cosmopolita de ver la sonoridad y conjugarla con todas las artes.
Pensaba en ello este domingo cuando, en la clausura de esta V edición del certamen, los niños de la compañía teatral La Colmenita recreaban ese magnífico cuento infantil reflejado por nuestro Apóstol en las páginas de La edad de oro. Con una inteligente selección musical y versionando el cuento Meñique, la tropa de Carlos Alberto “Tín” Cremata deslizaba Meñique a flor de labio ante el público congregado en el capitalino teatro Karl Marx, y con ello una lección esencial: el buen arte se disfruta hasta el cansancio.
Aunque debo reconocer que la versión de Cremata llevaba algunas modificaciones a tono con los tiempos que corren, tuvo una respuesta plausible en el auditorio, el que sucumbía a las peripecias del protagonista y su capacidad para vencer los más difíciles retos.
Junto a Meñique y el resto de los personajes brilló la música, como personaje imprescindible. En ello tuvieron mucho que ver René Baños, director musical de la puesta, y Jorge Orozco, quien corrió con la melodía incidental.
Varios clásicos del repertorio nacional fueron introducidos en la historia como una forma válida de no olvidarlos nunca. Así, se escucharon en las casi dos horas de espectáculo piezas como Son de la loma, de Miguel Matamoros, y Hachero pa’ un palo, de Arsenio Rodríguez.
Como un momento especial de la tarde-noche dominical y también como parte de Meñique…, devino la ejecución de la obra Cantigas del tiempo nuevo (1969). Ello hizo que su autor, el maestro Leo Brouwer, subiera al escenario y dirigiera los coros Diminuto y Solfa, y a los actores de La Colmenita.
Vestido de leñador, uno de los personajes de la obra teatral, Leo guió a los pequeños y extrajo de ellos una gran sensibilidad al cantar. Brouwer se acompañó de un grupo de músicos: Ernesto Oliva en el piano y Annabel Gutiérrez en el arpa, así como Eylín Marquetti y Manuel Vivar en las percusiones.
Otra composición de Brouwer fue “dramatizada” y tocada por los niños actores. Varias maneras de hacer música con papel (1970), es una pieza didáctica en sí misma, ya que muestra a los más chicos diferentes modos de hacer música, como ese que se indicó desde la escena con el toque de la clave cubana.
Seductora por la capacidad histriónica de sus actores, Meñique a flor de labios tuvo solo un “pecadillo”, a mi juicio, la falta de organicidad que por momentos tuvo la inserción de la música en la historia y que ocasionó en dos instantes cierta dispersión en el público. No obstante, la obra fue cierre de lujo para un festival que promueve el maridaje perfecto para las artes inteligentes.
Fotos Roberto Ruiz