Getting your Trinity Audio player ready...
|
Rochy Ameneiro ha logrado construir en la última década mucho más que una carrera exitosa en la música. De hecho, cada vez se le ve menos sobre el escenario, pero mucho más como una mente creadora. En ese ámbito ha alcanzado un impacto que supera el éxito personal con el que sueña cualquier artista.
En plena pandemia, cuando el mundo se detuvo y el arte sufría más que muchos otros sectores al deber mantenerse lejos de los escenarios y el público, Rochy creó lo que hoy es el mayor evento de su tipo en Cuba: el Festival de Artes para las Infancias “Corazón Feliz”.
La artista contaba con un antecedente importante como una de las voces cubanas más constantes en la defensa de causas sociales. Desde 2011 lideraba el proyecto “Todas Contracorriente”, con el que, a través de la música, logró crear un movimiento que reunió a más de 20 colegas y alcanzó casi todo el país, en un llamado contra la violencia hacia mujeres y niñas.

Rochy asegura que fue el camino que la llevó hasta las infancias.
Corazón Feliz celebra esta semana su sexta edición. Sus valores son muchos: el evento tiene una mirada cada vez más amplia de las manifestaciones artísticas, es una vitrina importante para quienes trabajan en favor de las infancias y, además, es una opción esperada y necesaria para que los más pequeños disfruten de un ocio de calidad.
De hecho, calidad es una palabra a la que Rochy se aferra en cada paso que da, los cuales, por supuesto, no da sola. La artista insiste en todo momento en que las alianzas y la asesoría son lo que hace posible que Corazón Feliz exista.

¿Por qué centrarte en las infancias?
Siempre me han encantado los niños y las niñas, de hecho, en mi familia me dicen la “tía Rochy” porque siempre ando con los más chiquitines de la casa y de la familia. Cuando empezamos el proyecto por la no violencia contra las mujeres y las niñas en 2011 hicimos algunos recorridos por toda Cuba y nos dimos cuenta de que los niños y niñas estaban recibiendo canciones y audiovisuales que no estaban pensados para sus edades.
Ahí se nos ocurrió que, ya que estábamos haciendo algo por la no violencia contra las mujeres y las niñas, debíamos hacerlo por toda la infancia.
¿Cómo se transformó esa idea inicial en el festival Corazón Feliz?
Siempre soñé con tener un festival para niños y niñas. Soñábamos al principio con un festival de la canción, pero empecé haciendo mi propio disco de canciones para niños y niñas, escribiendo mis primeras cinco letras de canciones infantiles.
Afortunadamente, tengo un hijo músico [Rodrigo García Ameneiro]. Él me dijo: “Dame tus textos y te los voy a convertir en canciones”. Les puso música y así nació ese primer disco, Cancioncita para ti.

Ahí fue cuando quise hacer un videoclip, pero siempre tenía en mente a Los Yoyos, porque eran unos títeres que marcaron nuestra infancia y cantaban canciones que me encantaban. Entonces dije que el primer videoclip quería hacerlo con títeres.
Así fue como terminé en Matanzas y entré en ese lugar mágico que es el Centro Pelusín del Monte. Allí conocí a nuestros premios nacionales de teatro Rubén Darío Salazar y Zenén Calero. Desde el primer momento hubo esa química especial que a veces surge, y desde entonces no me pude ir más de allí.
Desde el inicio les dije que quería hacer un festival para niños y niñas, y les pregunté si me acompañarían.

Llegó la pandemia pero dijimos: “No nos vamos a quedar con el sueño, vamos a hacerlo en línea”.
Al proponerlo en formato online, la Televisión cubana nos ofreció un espacio en su programación. Ya para la segunda o tercera edición nos dimos cuenta de que nuestro festival no era solo de canciones: están los actores en escena, hay danza, hay artes plásticas… porque siempre pensamos desde lo visual, y teniendo a Zenén —que es un mago de las escenografías, los vestuarios y los detalles de cada propuesta—, decidí que tenía que ser un festival de artes para las infancias. Y cada vez que podamos, le vamos a sumar un arte más, o mejor aún: todas las artes posibles.
¿Qué es más importante a la hora de conformar el programa de Corazón Feliz: lo ético o lo estético?
Corazón Feliz está pensado como un todo. No sé si será por mi formación como arquitecta, pero siempre esperamos que las propuestas sean cada vez más refinadas. No me refiero a que sean “finas” en un sentido elitista, sino a que estén construidas desde un pensamiento cuidadoso, respetuoso, cuando se trata de ofrecer un producto para las infancias. Ese público infantil merece el cuidado de todos los detalles, toda la depuración posible en lo que les proponemos.
Cuando uno trabaja para las infancias, tiene que asesorarse con personas que conozcan sus lenguajes, que estén actualizadas sobre las formas de comunicación y expresión más adecuadas.
Hoy día, las maneras de comunicarse son otras. Nuestros niños y niñas ya no solo escuchan: sobre todo miran. Por eso es tan importante poner énfasis en lo visual, en los audiovisuales. También tienen otra energía, menos tiempo para detenerse a escuchar con calma, así que debemos pensar cómo volver a acercarlos a su universo sonoro.
Además, están muy bombardeados por las redes sociales, por lo que escuchan en su entorno, y no solo en casa. A veces en el hogar se cuida mucho lo que consumen, pero luego en la escuela les ponen canciones que no están pensadas para ellos.
Si hay algo que defendemos desde nuestro festival es la cultura de paz: hablamos de inclusión, de no violencia, del cuidado del medio ambiente, del respeto hacia los adultos mayores.
Tratamos de que cada propuesta tenga un mensaje educativo, un mensaje para la familia, que es el centro de todo. Si logramos educar a la familia, esa familia sabrá cómo orientar a sus infancias.

¿Es muy exigente el festival a la hora de sumar un artista o una propuesta?
Trabajar para la infancia no puede ser cualquier cosa: no puede ser cualquier broma ni cualquier chiste. Si algo hemos construido con valor en estos años, ha sido el trabajo en equipo, la posibilidad de asesorarnos mutuamente, de recibir la mirada de otras personas o explicarles que la nuestra es diferente.
No rechazamos a quienes trabajan desde otras estéticas, para nada. Cada quien tiene su espacio y su forma de entender cómo debe ser el trabajo para las infancias.
No conocemos todo lo que se hace en Cuba ni en el mundo en este ámbito, pero poco a poco vamos descubriendo cosas maravillosas.
Tampoco queremos quedarnos con todo lo que hacemos. Nos encantaría que otras personas se inspiren en el proyecto, que nos imiten muchas veces. Soñamos con que existan muchos festivales dedicados a que nuestras niñas y niños reciban, en cada rincón posible, propuestas pensadas para ellos, con respeto y con una curaduría seria. Y para eso, necesitamos asesorarnos.

Este no es el único evento de su tipo en el país. ¿Qué vacíos llena Corazón Feliz en la creación artística para las infancias en Cuba?
Nadie tiene todas las verdades. Nosotros también cometemos errores y debemos estar abiertos a quienes se nos acercan con buena energía y deseos de aportar. No conocemos todos los proyectos valiosos que existen, porque, como artistas, seleccionamos de manera intuitiva lo que incluimos en nuestro repertorio.
Siempre digo que yo canto las canciones que hubiera querido escribir. Y en el festival presentamos los espectáculos que nos hubiera gustado hacer. Eso es un regalo.
Nos sentimos agradecidos de que artistas y proyectos se acerquen y quieran formar parte. Pero es importante que conozcan qué tipo de propuestas defendemos: por qué valoramos nuestros títeres patrimoniales, por qué promovemos la riqueza de la música infantil cubana a lo largo de la historia.
Tenemos a Teresita Fernández, Enriqueta Almanza, Celia Torriente, Gisela Hernández, Olga de Blanck… una cantidad de creadoras y creadores que nuestros niños y niñas necesitan conocer. Corazón Feliz también trabaja en el rescate de ese patrimonio.
Estamos tratando de dar a conocer lo nuestro, y como somos un festival con carácter internacional, vamos llevando a Teresita —quién sabe— hasta los rincones más inesperados del ciberespacio. De eso trata nuestro trabajo.
¿Qué novedades trae esta sexta edición?
Siempre tratamos de que cada edición incorpore algo nuevo. Ya tenemos días dedicados a la lectura y a la atención a la enseñanza especial. Este año, sumamos talleres para docentes.
El grupo argentino Pim Pau, que ha sido premiado por su aporte al arte y la educación en las infancias, ofrecerá un taller de dos horas para artistas y docentes. Lo organizamos porque creemos que quienes educan también necesitan actualizar sus lenguajes y conocer otras visiones, otros modos de hacer.
Además, retomamos una experiencia que hemos probado antes, pero esta vez queremos que sea mucho más grande: el flashmob. Queremos hacerlo en la Plaza Vieja el viernes 30, a las 4 de la tarde. Invitamos a las familias a asistir con alguna prenda blanca, y a bailar juntos en un llamado por la creación de espacios intergeneracionales.
Vivimos en una sociedad que envejece, y al mismo tiempo tenemos niños y niñas en casa. Son dos generaciones extremas que necesitan aprender a convivir en los mismos espacios.

Corazón Feliz no es solo un programa o un festival. Es una red, una marca, un Proyecto de Desarrollo Local. ¿Cómo ocurrió esa transformación?
Gracias a las asesorías. El doctor Julio César González Pagés siempre ha creído en la unión de distintos pensamientos, y eso nos ha permitido conectarnos con otros proyectos que comparten nuestros objetivos.
Comenzamos pensando en un festival, y de pronto teníamos un programa de televisión gracias a Cubavisión; luego vinieron videoclips financiados por el Instituto Cubano de la Música, que nos apoyó con el festival. Desde el principio, contamos con Teatro de las Estaciones, y más tarde se sumaron los estudios de animación del Icaic. Este año, el Icaic completo se suma, y ya somos oficialmente un evento del Ministerio de Cultura.
Hemos formado una red de artistas que trabaja en una misma dirección. No se trata de repetir los mismos nombres todos los años, sino de que compartimos una visión y una estética común. Por eso, cada edición trae propuestas nuevas, como ver a Enid Rosales lanzar su disco un año, y al siguiente estar junto a Oralitura Habana y Teatro Tuyo, por ejemplo.
También nos dimos cuenta de que estábamos haciendo trabajo comunitario por todo el país, con conciertos y talleres. Pero nos faltaba un espacio para incidir de manera sostenida, y por eso nace la Casa Corazón Feliz: para trabajar todo el año con una pequeña comunidad, con objetivos educativos y resultados medibles.
Ahora abrimos una pequeña tienda, porque sabemos que necesitamos buscar autosustentabilidad. Los festivales no pueden depender exclusivamente de apoyo externo, y jamás vamos a cobrarles a los niños. Pero si las familias pueden aportar algo, eso se revierte directamente en el trabajo que hacemos.
Además, estamos formando un grupo creativo audiovisual, la productora Corazón Feliz, porque estamos generando contenidos educativos y artísticos. Por eso somos una plataforma, no solo un festival o un programa.
¿Qué le ha dado Corazón Feliz a tu carrera como artista?
En mi carrera ha habido varios puntos de inflexión. Yo era una intérprete de canciones de autor, y de pronto llegó Julio [César González Pagés] y me renovó por completo. Empecé a defender los derechos de las mujeres y las niñas. Y en ese camino, descubrí que también podía hacer algo por las infancias, que es una labor profundamente noble.
Trabajar para la niñez es un regalo. Te llena de energía, de propuestas nuevas, de agradecimientos sinceros. Que un niño o una niña te abrace, que te reconozca, es un premio. Se trata de no cansarse, mientras tengamos fuerza. Y de dejar que nuestras niñas y niños nos llenen de energía para seguir adelante.