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A casi tres meses de finalizada la edición 40 del Festival Internacional Jazz Plaza y a las puertas de celebrarse el Día Internacional del Jazz el próximo 30 de abril, La Habana todavía parece bañada por los vientos libres de este versátil género.
De aquellos días y noches nos queda el retrogusto de jazz afrocubano, timba y ritmos tradicionales de la música cubana, mezclados con blues, soul y sonoridades folclóricas de distintas latitudes. Un sinfín de emociones que se renuevan con cada descarga. Y, por supuesto, gracias al disco y a la música de los autores contenida en ese soporte, el viaje no se detiene.
Hay algo de acto confesional en escuchar un disco. Nota a nota, canción a canción, vamos fabricando un edificio emocional que puede derrumbarse al tercer track o erigirse, robusto, sólido, por el resto de nuestra vida.
Cualquier cribado que pretenda retratar al pasado Jazz Plaza puede resultar insuficiente, pues 40 años de creación compartida imponen la dificultad para la justa síntesis, si bien algunas presencias son ineludibles.
Quienes mejor pueden contar lo que fue aquello son los valiosos materiales discográficos. Si se quiere saber cómo sonó la más reciente edición de la fiesta del jazz en Cuba, solo hay que acudir a ellos.
Grande-Terre. Roy Hargrove’s Crisol (2024)
Este álbum es un descubrimiento sensacional para cualquier amante del jazz. Roy Hargrove falleció en 2018, a la edad de 49 años. Legó una obra colosal como trompetista y compositor; sin embargo, cuentan, no dejó mucho anotado.
Su intensa labor creativa fue reconocida con dos premios Grammy, de la que todavía hoy estamos conociendo novedades. Ejemplo de ello es este material grabado en 1998 y que vio la luz a finales de 2024. En ese empeño han sido fundamentales su viuda y la fundación que gestiona, Hargrove Legacy, para el rescate y evaluación de material inédito del que extraer arreglos para big band de las notas y grabaciones que dejó el notable músico.
Resulta que tras ganar su primer Grammy a la mejor interpretación de jazz latino con Habana —este disco fue consecuencia de la primera visita del trompetista a la capital cubana en 1996 y su encuentro con Chucho Valdés, preámbulo de varias colaboraciones entre ambos—, Hargrove propuso a los integrantes de su Crisol grabar un nuevo álbum, durante un viaje a la isla caribeña de Guadalupe.
Le pidió a cada uno que escribiera dos arreglos y con aquello se fueron al estudio. Así me lo contó, durante los días del Jazz Plaza 40, Gabriel Hernández, quien entró a formar parte de aquel Crisol en sustitución de Chucho y tocó con Roy Hargrove durante una década. “Uno escucha este disco y viaja en el tiempo; es maravilloso”, me aseguró el notable pianista cubano radicado en México hace más de 30 años.
Grande-Terre (Verve Records, 2024) es un viaje de una hora. La trompeta de Roy Hargrove brilla con su tono inconfundible, acompañado por una tropa de excelentes artistas, entre cubanos y estadounidenses. Con “Rhumba Roy”, firmado por Gabriel Hernández, se abre la puerta de este disco de marcada influencia afrocubana, embebida de bebop y naturalidad.
Desde la balada “Another time”, a su mirada clara al continente madre con “Ethiopia” o la sabrosura detonada en “Afreaka”, de Cedar Walton, el disco va habitando espacios emotivos que el jazz contemporáneo ha sabido retratar en sus sonidos y en la potencia de las percusiones. Allí se puede escuchar, como parte del conjunto, a la leyenda cubana José Luis Quintana “Changuito”.
Roy Hargrove firma “Lake danse” y “Kamala’s dance” (dedicado a su hija, nacida ese mismo año) y cierra con sus “Priorities”, entre cantos abakuá y en un trance musical de excelencia.
Completan la nómina Sherman Irby en el saxo alto, Gerald Cannon al bajo, Willie Jones III y Julio Barreto en el drums, Ed CHerry en la guitarra, Larry Willis en el piano; Jacques Schwarz-Bart asume el saxo tenor y Frank Lacy, la trompeta.
No sabemos por qué pasó tanto para que este material viera la luz o por qué su autor no llegó a publicarlo en vida. Lo cierto es que, refieren desde Hargrove Legacy, el trompetista vivía en una intensa vorágine creativa, entre descargas, trabajo en estudio y disímiles experiencias alrededor del jazz. Todo parece indicar que queda más por descubrir sobre Roy Hargrove y esa influencia de las sonoridades afrocubanas en su trabajo compositivo. Este disco es una muestra de ello.

Drums La Habana. Oliver Valdés y Rodney Barreto (2010)
Formados al calor de las descargas en los Jazz Plaza, desde muy jóvenes, Oliver Valdés y Rodney Barreto demostraron ser drumers de altos quilates. Ya desde este material (CD/DVD), su ópera prima juntos, dijeron al público que no se conformarían con un espacio limitado en la música. Querían explorar, ir más allá, todo lo que su talento y experiencia pudiera permitirles.
Drums La Habana (Bis Music, 2010) fue una buena carta de presentación, de la cual celebramos 15 años durante los días de la fiesta cubana del jazz, recién concluida. Está claro que el tiempo no pasó por gusto y amplió el discurso musical de ambos intérpretes, dotándolos de una versatilidad incontestable. Reeditaron el mismo concierto que está contenido en este material que vio la luz hace tres lustros y demostraron que su diálogo creativo es sólido, cómplice, natural, sabroso.
Desde el inicio, Valdés y Barreto nos dicen que están escribiendo su historia: solo hay que entrar al juego, sentir ese sonido que produce el tecleo en las máquinas de escribir de las que ellos son capaces de sacar música.
Entonces se obra la creación, comienza la fiesta. Primero Oliver y Rodney, frente a frente, en confidencia de percusiones, un aperitivo para el derroche que vendrá a continuación.
Oliver Valdés elige quinteto para defender sus creaciones y Rodney Barreto prefiere moverse entre el trío y el cuarteto —en el DVD— junto amigos que van entrando y saliendo en escena, como Robertico Carcassés y Tony Rodríguez al piano, Carlos Miyares en el saxofón, Juan Carlos Marín “El trombón de Santa Amalia” y Yandy Martínez en el bajo.
Entre “Latin twins” y una versión de “Havona”, de Jaco Pastorius, anda el juego de este disco, que es una celebración de la amistad.
Gogo Juice. Jon Cleary (2015)
Jon Cleary y su banda, The Absolute Monster Gentlemen, removieron los cimientos del Jazz Plaza con una dosis explosiva de funky y R&B. Por supuesto, quedó espacio para la experimentación con creadores cubanos, esos que el americano llamó “Cuban Monster Horns”.
Los niveles de “monstruosidad” artística llegaron a cotas relevantes con esta troupe que comanda el singular creador. Jon Cleary (Reino Unido, 1962) es un multi instrumentista diestro, una especie de hombre orquesta que lo mismo te resuelve un tumbao al piano como si fuera un auténtico cubano, que interpreta La bella cubana de José White con un ukelele, acompañado por el pianista Ernán López-Nussa. Esa naturalidad para cohabitar diferentes espacios en la música le debe mucho a su estancia en Nueva Orleans por más de dos décadas, hecho que ha sobredimensionado su talento y trabajo creativo.
Es algo que podemos valorar en Gogo Juice (FHQ Records, 2015), célebre producción discográfica que le hizo merecedor de un Grammy al mejor álbum de música de raíces regionales, en 2016; de este material, el artista nos regaló algunos temas durante su reciente paso por La Habana (su primera visita a la isla fue en 2019).
Cleary se apropia de elementos y formas criollas de la música de Louisiana y los filtra con sonoridades de las cuales New Orleans es cuna, como el funky y otras vertientes del R&B, como el soul.
Hay un abundante y sabroso boogie-woogie en este fonograma, ese estilo de blues que demanda una ejecución rápida del piano y favorece el baile: Cleary es un monstruo en eso.
Desde la entrada con “Pump it Up”, este disco nos pone en estado de gracia, un nivel que se mantiene hasta el cierre con “Love on condition”.
Y qué grato me resultó saber que se trataba del compositor original de “Brother I’m humgry”, también en el disco, un tema con contenido social que un año después Snarky Puppy incluyó, versionado, en su disco Family Dinner-Volume Two.

Quiet Revolution. Ted Nash, Steve Cardenas y Ben Allison (2018)
Saxofón, guitarra eléctrica y contrabajo. El trío formado por estos tres maestros de la escena del jazz estadounidense resulta tan inspirador como sorprendente; su sonoridad es distinguida y vivificante. Los tres creadores desarrollan una labor educativa e investigativa alrededor de la música que ha guiado muchos de sus proyectos a lo largo de más de 25 años de colaboración.
El grupo sigue el modelo de los tríos sin batería que Jimmy Giuffre (1921-2008) puso en acción en los años 50’ y 60’, huyendo de la grandilocuencia en el jazz. Así lo explica Allison, quien destaca que con este formato “imaginaban una música más tranquila que mantuviera elementos del blues y el folk, pero que también adoptara las cualidades emergentes del estilo libre. Nosotros creamos música íntima y de tono muy conversacional: un ‘trílogo musical’, donde la interacción grupal es el foco”.
Con ese empeño apareció primero Quiet Revolution (Sonic Camera, 2018), un diálogo reposado y fértil entre la guitarra, el saxo y el contrabajo. Es una exposición clara de free jazz hasta llegar al cierre con “Love theme from Spartacus”, algo que abre el apetito para seguir explorando ese trabajo creativo en otras facetas.
Ted Nash volvió una vez más a Cuba, al Jazz Plaza, y esta vez lo hizo en compañía de estos dos maestros, Ben y Steve, con quienes no quiso perder la oportunidad de regalar al público una experiencia creativa singular. Jazz x art, ese proyecto que Nash armó en 2023, unió el jazz con las artes plásticas en un concierto de inspiraciones imbricadas en formato jazz band, favorable para la improvisación colectiva.
Esta vez, volvieron a esa experiencia, pero en el formato de trío. Ted, Ben y Steve llegaron la mañana de su último día en La Habana al Museo Nacional de Bellas Artes y allí obraron la creación in situ; tomaron como inspiración un breve recorrido por las salas, sus cuadros, y lo convirtieron en un concierto improvisado en el patio del museo.

Cuba linda. Maite Hontelé (2019)
Maite Hontelé llegó a la edición 40 del Jazz Plaza en un momento creativo superior, más etéreo, a lo que escucharemos en este disco que propongo. Ahora se ha unido a Ramón Valle en un tándem creativo exquisito —piano y fiscorno— que ya grabó un álbum.
Pero Cuba linda fue la última parada de esta trompetista holandesa, formada en el culto e interpretación de la música cubana, en el formato de orquesta de música bailable, antes de una pausa de cinco años que la convenció de tomar este nuevo camino en que la disfrutamos ahora sobre los escenarios.
Me contaba la artista: “Cuba linda fue el clímax de mi carrera en ese momento. Representó mucho, pero después empezó otra época importante para mí; después de haber presentado el disco decidí parar de tocar la trompeta por cinco años”.
Tomó una pausa luego de años trabajando con agrupaciones, grabando discos de salsa, colaborando con exponentes del género como Oscar de León y artistas del espectro cubano.
El resultado de este disco es una fiesta estupenda donde la trompeta de Hontelé está en su salsa, con la producción musical, nada más y nada menos, que del maestro Alain Pérez y algunos arreglos de Juancho Valencia.
Pasan por ahí, además, pesos pesados como Robertón de Van Van, Gilberto Santa Rosa, Osaín del Monte, la Orquesta Aragón, entre otros.
Vale la pena echarle un vistazo a ese clímax creativo de Maite Hontelé.

Timba a la americana. Harold López-Nussa (2023)
Desde Toulouse, Francia —ciudad donde reside actualmente— llegó Harold López-Nussa a la fiesta del jazz en Cuba. Era de las presentaciones más esperadas, pues no se presentaba en la escena habanera desde finales de 2023 y traía consigo este álbum que, si bien circulaba en redes y estaba al alcance del público, no había sido presentado en un concierto en vivo en Cuba.
Este es un disco que nace de la distancia, un canto hermoso a la Cuba que Harold mira de lejos, a la vida creativa nueva que va construyendo, día a día, en otra latitud. “Desde lejos se puede ver la música de Cuba desde otra perspectiva. Cuando estás dentro de la isla, eso forma parte de ti y no le prestas atención de la misma manera, porque todo eso eres tú; es parte de tu ser. Desde afuera estás todo el tiempo buscándola y mirándola de otra forma. Eso se lo había escuchado [decir] a muchos músicos cubanos que llevaban años viviendo fuera, pero experimentarlo ha sido también revelador para mí”, contaba el músico a finales de enero pasado.
Uno va transitando el disco y aparecen temas vibrantes, repletos de mixturas sonoras, desde “Funky”, “Cake a la moda”, hasta “Conga a la Americana” o “Hope”. Se nota la mano en la producción, algunos arreglos y el uso del sintetizador de Michael League.
“Mal du pays” es un tema donde el pianista y compositor vierte su nostalgia, la añoranza por la tierra que está lejos; algo parecido sucede en “Afro en Toulouse”, donde Harold intenta conectar musicalmente su ciudad actual con la calle donde nació en Centro Habana.
Timba a la americana es la primera producción del cubano que sale bajo el sello Blue Note y junto a él dan forma al viaje Luques Curtis en el bajo, Bárbaro Machito Crespo en las congas, Grégori Maret en la harmónica y Ruy Adrián López-Nussa al drums.

V.I.D.A. (Verdad, Independencia, Diversidad, Amor). Dayramir González (2024)
“Celebro la verdad del músico que soy: un pianista de jazz afrocubano, negro, yoruba, amante de su país, que disfruta venir y ver a su familia, a su público. La independencia se refiere a mi autonomía como artista, al hecho de que hoy tengo el control de mi carrera, conozco mi negocio inside out. El amor, por su parte, siempre ha estado en mi camino. Diversidad porque soy negro y vivo en una sociedad donde hay que seguir trabajando este elemento en todas sus formas: racial, de género, musical, artística, para que haya espacio para todos”. Lo comentaba Dayramir González en entrevista con OnCuba, sobre el concepto de este disco con el que celebra sus 25 años de carrera.
Es un álbum honesto, de espiritualidad desbordante.
También tuvo su momento durante el Jazz Plaza 40; música cubana hecha en Nueva York que llega en forma de un disco poderoso al que se suman excelentes músicos como Pedrito Martínez, Daymé Arocena, Jadele McPherson, Edrey Ogguere, entre otros.
Desde las “Transiciones en azul”, dedicado a Yemayá, hasta “V.I.D.A. Soy Cubana”, donde Dayramir le pide a Ochún, el pianista edifica una ruta emocional a la que se suma la referencia a lo tradicional de nuestra cultura, con una versión de “El manisero”, temas dedicados a sus hijos como “Principito”, “Rosas & Dahlias”, o el recuerdo de su etapa creativa con Habana Entrance.

Carrousel. El Comité (2024)
El Comité sintetiza el quehacer de una generación de artistas que han definido la historia del jazz cubano de los últimos 20 años. Solo hay que ver la composición del plantel. Se formó en 2017 por la mera necesidad de juntar a amigos que querían expresarse a través de la música.
Rolando Luna, Harold López-Nussa, Gastón Joya, Yaroldy Abreu, Irving Acao, Rodney Barreto y Carlos Sarduy integran El Comité. De tanto en tanto se reúnen, ponen a gozar a la audiencia y, de paso, graban algún buen disco para que la sabrosura quede registrada.
A mediados de 2024 apareció Carrousel, bajo el sello Caramba Records. Se trata del segundo álbum de este team, algo que esperábamos con ansias desde que disfrutamos del debut de esta formación con Y qué!? So what (Not on label, 2019).
El primero propone una dosis provocadora de jazz afrocubano con groove en el que cada integrante vierte inquietudes compositivas que van desde referencias al revuelo en Gran Vía —Madrid, España— hasta el reparto de Alamar, en Habana del Este.
Asimismo, hay una mirada musical a quienes abrieron camino en el jazz antes que ellos; maestros como Emiliano Salvador (“Son a Emiliano”, con arreglo de Rolando Luna a la composición de Gabriel Hernández) y Miles Davis (“So what”).
Ahora, con Carrousel, la cosa se torna más variopinta, entre el latin jazz, la timba, la rumba, el afrobeat, folk, algo de country. Hay una estética más world music en este material; un auténtico tiovivo musical en el que los componentes ponen a girar nuevamente arreglos y composiciones personales.
El carrusel echa a andar con “Alusión”, una pieza con aires psicodélicos, de Rolando Luna, para abrir la puerta a la andanada musical, entre el disfrute de creaciones originales y la sorpresa de encontrar versiones de temas icónicos, que son parte de la cultura popular universal contemporánea, como “Wonderwall”, de la banda británica de rock Oasis, y “La Fama”, de la cantante española Rosalía.
El álbum cierra con una referencia al evento que por años los ha unido a todos desde muy jóvenes; donde dieron sus primeros pasos hasta convertirse en los auténticos maestros que son actualmente: ahí está “Jazz Plaza”, compuesta por Carlos Sarduy.

Mundoagua – Celebrating Carla Bley. Arturo O’Farrill & The Afro Latin Jazz Orchestra (2025)
Aquí está lo más reciente de Arturo O’Farrill y su Afro Latin Jazz Orchestra, estrenado días antes de que el seis veces ganador del Grammy aterrizara en La Habana para participar, como ya es costumbre desde su primera visita en 2002, en la fiesta del jazz.
Arturo O’Farrill (México DF, 1960), el hijo de Chico (1921-2001) —ese tótem cubano del latin jazz—, hace más sólidos los lazos con sus raíces cubanas con cada visita.
“Me impuse una regla y trato de vivirla: tocar la música que amo, con la gente que amo, para la gente que amo. Si no puedo ser ese tipo de músico, conduciré un taxi”, es una cita de este destacado pianista que puede leerse en su apartado en la web de los Premios Grammy. Esta filosofía de vida y creación puede respirarse en su nuevo fonograma.
O’Farrill define la realización de Mundoagua… como su mayor misión musical con la Afro Latin Jazz Orchestra. Se trata de dos ambiciosas suites de jazz compuestas por él, que junto a “Blue Palestine”, de la icónica compositora Carla Bley (1936-2023) conforman un triángulo orquesta. Si bien son momentos composicionales y conceptuales muy diferentes entre sí, hay unidad en el discurso sonoro, con las disonancias como un recurso bastante presente en el trayecto.
La primera suite es “Mundoagua”, una composición en tres movimientos, un relato sobre los retos de la humanidad ante el calentamiento global y el ciclo de las aguas. Le sigue “Blue Palestine”, en cuatro movimientos, de la reconocida Carla Bley, considerada un referente del free jazz, una de las grandes compositoras del jazz contemporáneo. Ella es el motivo de esta compilación/celebración de suites que cierra con los tres movimientos de Día de los Muertos; todo un recorrido sonoro donde Arturo O’Farill nos deja una narración musical sublime.

Tributos: Jazzeando a lo cubano (En vivo desde el Teatro Martí). Los Hermanos Abreu (2025)
La ópera prima de Los Hermanos Abreu salió en las plataformas digitales recientemente. Los jóvenes apenas superan los 20 años de edad, pero ya se han juntado con otros colegas para dar vida a la escena cubana, en descargas y presentaciones en eventos.
Fabio y Diego, los hermanos Abreu, logran su primera producción un año y medio después de iniciada su andadura creativa. Eso sí, ya venían con el jazz y la música desde la cuna. Hijos del imponente percusionista Yaroldy Abreu y la notable musicóloga Nerys González Bello, los hermanos han sabido iniciar su propia andadura artística.
Las dos citas más recientes del Jazz Plaza han contado con la notoria participación de este dúo de piano y drums que componen sus creaciones. Si tienen que versionar temas de otros autores, los arreglos son un deleite, como si se tratase de creadores maduros. Para constatarlo ya tenemos a la disposición estos Tributos…, un concierto que ofreciera el tándem en mayo de 2024 en el Teatro Martí y que ahora sale a la luz en formato de disco y audiovisual bajo el sello La Casa Producciones y la producción general de Nerys González Bello.
Se pueden disfrutar obras de la autoría de Fabio y Diego como “Papá en la luna”, “Rastros etéreos”, “Latin va”, “Afrunk”, “Conga desértica”, junto a versiones jazzísticas de clásicos de la música como “Lo feo”, “Seis semanas” o “Alma mía”, arropados por un grupo de notables intérpretes como Alain Pérez, Beatriz Márquez, Julito Padrón, Jorge Reyes, Rafael Paseiro, Orlando Valle “Maraca”, Germán Velazco, entre otros.
Tenemos, con este disco, un gran testimonio de la actualidad del jazz cubano y su escena. También, un motivo para seguirle la pista a estos jóvenes intérpretes que, como tantos gigantes que los precedieron —y los acompañan—, aún nos estremecen.
