El madrileño Teatro de la Zarzuela se deja envolver por el calor de Cuba en pleno invierno y, por primera vez en sus 163 años de historia, programa la obra de un autor no español, la “cubanísima” zarzuela “Cecilia Valdés”, símbolo “indiscutible de la cultura popular cubana”.
Quien así la ha definido es el director del teatro, Daniel Bianco, orgulloso de que ésta primera incursión del Teatro de la Zarzuela en lo que ha denominado “teatro de ida y vuelta” –de España al Caribe, a través del Atlántico, y de vuelta, de América del Sur hacia Europa– haya sido con él al cargo.
“Pocos saben que hay más de 3.000 partituras de zarzuelas registradas en Cuba (…) pero ‘Cecilia Valdés’ es la más próxima a los cubanos. En ella conviven números de un lirismo arrebatador y la música más popular, mezclada con ritmos de son y de guaracha”, explicó Bianco.
La obra es un melodrama que su creador, Gonzalo Roig, situó en 1812 en el barrio del Ángel, en La Habana –de ahí el título original de la novela en la que se inspira ‘Cecilia Valdés o la Loma del Ángel’, de Cirilo Villaverde–, pero su universal tratamiento de los personajes, “sus perfiles psicológicos –añade el director escénico de la obra– la convierten en algo muy actual”.
Contada en dos actos, más prólogo, epílogo y apoteosis final, la obra cuenta la historia de la niña Cecilia, hija de Charito, una mestiza pobre y Cándido de Gamboa, el señorito de la finca donde trabaja; al saber del nacimiento de la niña, la familia de él entrega a la niña a la Casa Cuna, pero su abuela materna la señala con una media luna azul en el hombro para reconocerla en el futuro.
En el primer acto, Cecilia tiene 18 años y conoce en un baile al hijo de los Gamboa; sin saber que es su medio hermano, comparten amores y tienen una hija; pero –se repite la historia–, él tiene una novia criolla de buena familia, con la que para desesperación de Cecilia se casa. La chica acaba internada en la misma casa de salud que su madre, locas ambas de desamor.
Al final, en la novela original aparece la Virgen del Cobre, pero explica Wagner, sin dar mucho detalle, que habrá un giro sorpresa final.
“Habla del amor, del engaño y del machismo, habla de todos los grandes temas de la vida, no son cosas que se puedan ver como algo del pasado”, ha puntualizado su director musical, Oliver Díaz, quien deliberadamente ha querido “acercar” la obra al espectador, reproduciendo la sociedad de los años 50 bajo el gobierno de Fulgencio Batista, pero “sin metáforas políticas”.
“Está la música cubana y el ambiente caribeño”, apuntó en una rueda de prensa el director escénico Carlos Wagner, quien arropa el libreto con un precioso escenario convertido en un campo de caña de azúcar enmarcado en elementos arquitectónicos que recuerdan a La Habana: edificios rosados de grandes arcadas y ventiladores lentos que evocan el calor húmero del Caribe.
La obra, que estará en escena del 24 de enero al 9 de febrero, cuenta con un reparto formado por cubanos, muchos de ellos, con carreras desarrolladas fuera de la Isla, y españoles, encabezado por las jóvenes sopranos cubanoamericanas Elizabeth Caballero los días 24,26 y 30 de enero, y 1,5, 7 y 9 de febrero, y Elaine Álvarez en las funciones del 25, 29 y 31 de enero, y 2,6 y 8 de febrero, ambas en el papel de la blaquísima y apasionada mulata Cecilia.
Los tenores Martín Nusspaumer, uruguayo, y Enrique Ferrer, español, compartirán igualmente al protagonista Leornardo Gamboa, y Homero Pérez-Miranda y Eleomar Cuello harán lo propio con José Dolores Pimenta.
Y entre los artistas y bailarines, Cristina Faus, Yusniel Estrada, Lilián Pallares, Ileana Wilson, Dayana Contreras, Giraldo Moisés y Georbis Martín, una actuación estelar de la gran soprano cubana Linda Mirabal en el rol de Dolores Santa Cruz.
Fantastica obra literaria!