El son cubano es uno de los géneros musicales de la Isla más gustados en el ámbito internacional. Muchos de los visitantes extranjeros que llegan a Cuba buscan ese ambiente tradicional donde el son deviene columna vertebral de la imagen típica que tanto ansían ver buena parte de los turistas.
Pero más allá de la imagen comercial del típico conjunto con guitarra, tres, bongó, claves y maracas que encontramos en los espacios turísticos del país, el son cubano ha sabido insertarse en un mercado internacional donde ha podido ganar el respeto y el reconocimiento en la industria musical foránea.
El proceso de internacionalización tuvo su punto más alto a finales del siglo pasado, con el proyecto Buena Vista Social Club, un fenómeno que rescató a importantes figuras del ámbito sonero en toda Cuba, prácticamente olvidadas en suelo patrio, cumpliendo aquello de que nadie es profeta en su propia tierra.
Pero antes de surgir el Buena Vista, el son ya había transitado por buen rumbo dentro y fuera del país a partir de los años 40 del siglo XX y hasta entrados los 70, cuando la salsa comenzó a ganar terreno en escenarios internacionales.
De Cuba y para el mundo
Desde que llegó a la capital del país, a principios del siglo XX, la popularidad del género fue creciendo. A partir de la segunda mitad del siglo pasado, comenzó a mutar en otros géneros, gracias a la internacionalización que venía experimentando desde hacía algunos años, con la irrupción en escena de artistas como Arsenio Rodríguez, el Conjunto Casino, Benny Moré, Niño Rivera, Miguelito Cuní, entre muchos otros exponentes que destacaron en los años 40 y 50.
El compositor y musicólogo Tony Pinelli, en el texto Las grandes voces del son (I), comenta: “Había un mercado del son, una difusión y plazas de trabajo, sobre todo en los salones y clubs de baile, que a pesar de una activa labor de penetración de los productores foráneos para promover su música, garantizaban la continuidad y renovación de los soneros”.
En aquel entonces, otros géneros como el mambo y el jazz, tanto en su variante norteamericana como latina, irrumpían con fuerza en el mercado. Pero el son cubano supo integrarse con ellos y mantenerse en popularidad durante varios años.
El productor Alden González, conocedor de la historia de este género, nos explica parte de dicho proceso de adaptación: “En materia de internacionalización del son, no solo podemos hablar del son montuno. Hubo muchas tendencias que se fueron internacionalizando. Hay que hablar por ejemplo de la internacionalización de la conga, que uno de los principales fue el santiaguero Desi Arnaz”.
Añade González que “esa internacionalización de la conga, lo que él interpretaba no era más que una fusión del son con la conga santiaguera. Esta no era la misma en esa época, la que interpretaban los blancos que la de los negros, pero indiscutiblemente lo que hizo Desi Arnaz tiene que ver con la internacionalización del son”.
El auge de ritmos cubanos como el cha cha chá y el mambo en Latinoamérica también influyó en el desarrollo del son- “Todos esos géneros que en algún momento fueron un boom, sobre todo en México con su industria cultural poderosa, en función de la música, donde el cine tenía un peso específico importante. Allá se internacionalizaron muchas cosas, sobre todo el mambo, que es componente importante de ese complejo musical que es el son”, precisa González.
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El tresero Pancho Amat cuenta a OnCuba otra anécdota: “Niño Rivera, en Cuba y por su cuenta, sin ninguna relación con los jazzistas estadounidenses, con un conjunto de sones, estaba gestando un fenómeno que llamó Cubee-boop, donde se incorporaban elementos jazzísticos a la manera de hacer del conjunto de sones. Fíjate que Niño Rivera introduce el saxofón en los metales del conjunto, cuando solo tenían trompeta, y empieza a hacer frases ‘jazzeadas’ en la orquesta”.
Fue una época de lujo para las grandes agrupaciones soneras, hasta que otros ritmos fueron entrando al mercado y la internacionalización del son derivó en otro género, la famosa salsa, con exponentes en Cuba, Puerto Rico, Colombia y Venezuela principalmente, además de la variante neoyorquina, que proliferó por la presencia de músicos latinos en esa ciudad estadounidense.
“Muchos géneros se internacionalizaron bien y tuvieron su repercusión, relacionada con la permanencia del son en el gusto del melómano internacional, latinoamericano sobre todo. Incluso en Estados Unidos tiene una aceptación importante”, comenta a OnCuba Aldo González, uno de los más fervientes promotores del género en la Isla.
Un suceso como el ocurrido a finales del siglo pasado permitió no dejar morir el son cubano. “Como género puro, el son se apagó bastante y en la década del 90 resurgió porque tuvo que venir un extranjero a fundar, promover y comercializar el concepto Buena Vista Social Club para que, a partir de ahí, sobresalieran a nivel mundial los cantantes añejos y las canciones de toda la vida en la radio y la televisión”, nos dice la cantante Osdalgia, una de las más destacadas voces de los géneros tradicionales cubanos en lo que va de siglo.
Eliades Ochoa: el son goza de tremenda salud en Cuba y el mundo
“Luego —ahonda González— derivado de muchos factores, en especial de la labor de Danilo Orozco, a partir del año 89, empezó un proceso que trajo consigo posteriormente el gran boom que se hizo visible con el Buena Vista Social Club. Pero este boom ya estaba avanzando, en Europa en el año 93-94 hubo un impacto poderoso de la world music y los circuitos de festivales incluyeron música cubana tradicional, antes del Buena Vista”.
Por suerte, el boom “ha tenido una incidencia notable en que el son hoy pueda gozar de esa luz y pueda tener una influencia sobre los jóvenes en lugares donde se presenta”, explica el productor santiaguero, quien reconoce además que la variante más tradicional es la que ha gozado de mayor popularidad en los últimos tiempos, con presencia en eventos internacionales de relevancia. “Un ejemplo es la presentación del Septeto Santiaguero con José Alberto ‘El Canario’ en el Grammy Latino de 2018, algo que antes había hecho el Buena Vista en el Grammy anglosajón. El Afro Cuban All Stars también ha logrado cosas grandiosas en materia de inserción en circuitos mundiales”.
Por su parte, Osdalgia advierte: “El son cubano está internacionalizado. Se oye más el son montuno en el extranjero que en cualquier medio de difusión en Cuba. Sin embargo, creo que el beneficio aún es poco. El pueblo de la Isla, en su mayoría, no tiene acceso al disco físico, ni digital, de los ganadores del Grammy Latino que representan el son cubano”.
Ni una (sonera) menos
Revisando los grandes exponentes de la tradición sonera nacional, es llamativa la diferencia en la cantidad de hombres y de mujeres que incursionaron e incursionan en este género musical.
Sin embargo, desde la fundación de la Orquesta Anacaona, la primera completamente femenina en el país, varias han sido las exponentes que han puesto en alto esa variante musical cubana.
“No es un secreto que hay gran desproporción de oportunidades dentro de la música popular cubana entre músicos hombres y mujeres. El machismo invade. El sexismo agrede. El nacimiento y desarrollo del son montuno estuvo y está vinculado mayormente a cantantes masculinos. La discriminación y el desinterés han hecho su tarea”, afirma Osdalgia a OnCuba.
Rosa Marquetti, especialista en música cubana, así lo describe en el artículo Mujeres relevantes en la música: “Con el auge del son, que también parecería que sería cosa de hombres, las muchachas decidieron asumirlo con todas las implicaciones: las más conocidas, las únicas que dejaron grabaciones en aquellos años triunfales de la década de los treinta, fueron las hermanas Castro cuando forman el Sexteto Anacaona (…) Pero en La Habana fueron muchas las que cada día en los años treinta y cuarenta llenaban con sus instrumentos, sus juveniles figuras y sus sones, las aceras desde el hotel Pasaje y hasta el hotel Saratoga”.
Osdalgia reconoce que “siempre se han alzado voces femeninas defendiendo el son de manera distinta e imperecedera. Las cantantes mujeres que interpretamos el son en todas sus modalidades somos aún más importantes porque no solo somos felices y realizadas cantando un buen son montuno y desempeñamos nuestro papel profesional musical con calidad, también somos reflejo espiritual, filosófico, textual, cultural y físico del pensamiento femenino y feminista del país”.
Más allá del Festival de mujeres soneras realizado en 1994, que derivó en el fonograma Cien lindas cubanas-Festival de mujeres soneras, el género femenino en la Isla que promueve el son, en todas sus variaciones, ha carecido de espacios dentro de la industria musical nacional.
En aquella producción, orquestas como la ya mencionada Anacaona, Son Damas, Richacha y Soneras son participaron en el encuentro, que bien pudiera reeditarse con nuevas voces como Haila María Mompié, también integrante del proyecto El club de los soneros dorados (única mujer presente), la ya mencionada Osdalgia, Yulaysi Miranda, ganadora de la segunda temporada del concurso Sonando en Cuba, entre otras cantantes que apuestan por el rescate de las sonoridades tradicionales del país.
Como bien nos comentara Osdalgia, “es importante que los gestores institucionales del arte y la cultura de Cuba patrocinen, respalden, estimulen y propulsen la carrera artística de las soneras”, para no dejar fuera ninguna voz dentro de este ritmo patrimonial de la Isla.
Queda por hacer
Aunque no se puede negar la popularidad que ha ganado el son cubano en el país en el nuevo siglo, sigue siendo insuficiente la difusión y la labor de rescate del género, principalmente en las nuevas generaciones de músicos y melómanos.
“Hay que hacer muchas cosas por el son”, nos dice Alden González. “Me da la impresión de que los jóvenes músicos deben tener un programa de historia de la música cubana, donde el son tendría un peso fundamental, en caso de que se llegue a instituir”.
En el caso de los medios de difusión, señala el investigador, este género debe acercarse más a las dinámicas actuales, “en especial la televisión porque en la radio es más habitual la presencia del son, pero la radio no tiene tanta incidencia en las nuevas generaciones. La televisión puede hacer mucho a favor del son”.
Una de las ideas que plantea es que “tiene que existir un programa de son en vivo en un horario estelar en la televisión cubana y no lo hay. Los jóvenes músicos, y otras carreras vinculadas al arte, deberían estudiar la historia de la música cubana. Los jóvenes músicos tienen que oír a Arsenio, al Benny y a Pérez Prado porque si conocen a Mozart y Chaikovski, tienen que conocer a Arsenio y Pérez Prado, A Rafael Lay y la Aragón”.
A su vez, Osdalgia considera: “No creo que sea una cuestión de rescate, creo que es cuestión de difusión y promoción en las vías mediáticas, de comercializar ese gran género, padre de muchos otros, sobre todo en Cuba. Creo que es importante una inteligente, férrea y productiva comercialización dentro y fuera de la Isla, que lo impulsaría aun más. Lo sembraría en las nuevas generaciones, que están copadas de géneros no nativos”.
El simple hecho de que el son se haya mantenido a lo largo del tiempo en el gusto de los amantes de la música de todo el mundo resulta significativo, nos comenta Pancho Amat. “Es un hecho a aplaudir que el son no haya muerto ante la avalancha de los grandes medios de comunicación y las disqueras colosales de otros países. Todo lo contrario, el son está presente dentro de los planes de estas compañías, aunque a veces se salta el hecho de que el son es cubano y en ocasiones no cuentan con músicos cubanos para difundirlo por el mundo y otros toman la batuta”.
Un ejemplo claro lo pone Alden, con el caso de Eliades Ochoa, otrora integrante del Buena Vista Social Club. “Se ha demostrado con Eliades que los jóvenes puedan disfrutar del son. Sin mucho esfuerzo, ha tenido varios números 1 en Cuba (“Píntate los labios”, María; “Estoy como nunca”…). Compay Segundo se convirtió en un fenómeno popular, Polo Montañez tuvo una incidencia impresionante sobre los niños. Y hablamos de fenómenos musicales no tan antiguos”.
De ahí que —argumenta— “los medios deben cambiar la banda sonora del país. Nuestra música es poderosa, pero una industria musical no funciona solo con música, sino con muchos elementos y factores, y tiene que quedar claro que hay muchos músicos haciendo son, sobre todo en el oriente cubano, donde se puede ver la incidencia real del son en las comunidades, en el gusto real de las personas”.
“Puede ser mayor el beneficio”, de eso está segura Osdalgia, quien recuerda a otro grande de la música cubana, para no dejar morir el legado musical cubano: “Ya lo escribió Cesar Portillo de la Luz hace muchísimos años: El son para que te asombres/ ya me lo quieren robar/ y me le quieren cambiar/ hasta el mismísimo nombre”.