Gabriela Rojas –en lo adelante, Gaby– llega cuarenta minutos tarde a la cita. Viene cargada de libros, con la laptop a mano, y una sonrisa buena y nerviosa que no se le va a quitar nunca durante este primer encuentro. Habla mucho y rápido. Lo que dice es interesante, aunque hay un problema. La he convocado a mi casa con fines periodísticos, y apenas me da chance a pergeñar algunas notas.
Convenimos, entonces, hacer esta entrevista por escrito. Y cumplió. Sin embargo, me puso varias semanas en “pausa”. Está ajetreada por estos días. Pero esa condición no va a cambiar. El movimiento es su estado natural: atender varios asuntos a la vez, comprometerse “a fondo” con tantas cosas como le exige su responsabilidad. El suyo, aunque cansado, es un trabajo que no está exento de grandes gratificaciones.
Recientemente, el fonograma Hubert de Blanck, un holandés errante, V. 1, Música de Cámara, licenciado por el sello discográfico La Ceiba, se alzó con varios galardones en la Feria Internacional de la Música Cubadisco 2023: Premio a la Maestría Artística (José Antonio Méndez y Orestes Águila), Premio de Música de Cámara (Orquesta del Lyceum de La Habana), Premio Solista Concertante (Bárbara Llanes) y Premio a las Notas Discográficas (que recayó, justamente, sobre nuestra entrevistada).
Preséntate, Gaby. ¿Quién eres? ¿Qué camino recorriste hasta llegar a mánager de la Orquesta del Lyceum de La Habana?
Antes que todo, soy musicóloga. Estudié piano y asignaturas teóricas en la Escuela Nacional de Música, y luego musicología en la Universidad de las Artes ISA. Nunca pensé que me dedicaría de esta forma a la gestión. Imaginé un futuro más cercano a lo académico, donde la investigación o la docencia estuvieran en primer plano. Luego de graduarme, en 2017, cumplí mi servicio social en el Centro Nacional de Música de Concierto, y en paralelo comencé a cursar la Maestría en Gestión del Patrimonio Histórico-Documental de la Música, coordinada por el Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, donde también trabajo desde el 2019.
En octubre de 2018, José Antonio Méndez, Pepe, me llama. Supuse que era porque me necesitaba para alguna traducción de alemán, pues en esa fecha iba a realizarse una nueva edición del Festival Mozart Habana, al que suelen asistir profesores e intérpretes de Alemania y Austria. Para mi sorpresa, me propuso realizar un taller de una semana en orchestra management con profesionales que iban a llegar en unos pocos días, para luego comenzar a trabajar como mánager de la Orquesta del Lyceum de La Habana.
La persona que originalmente debía ocupar el puesto, no podía asumirlo por otros compromisos, y Pepe estaba buscando alternativas. Alguien le había comentado que yo hablaba alemán (no estaba tan desacertada después de todo) y que tenía alguna experiencia en producción. Sinceramente, no era mucha. Se limitaba a la asistencia de producción en varias ediciones de la Semana de Música Sacra, y en los Premios de Musicología o de Composición de Casa de las Américas, donde colaboramos durante la carrera.
Dije que sí, sin saber muy bien en lo que me estaba metiendo. Vengo del mundo de los instrumentos de teclado (el piano, el órgano), y del mundo coral, que si conocía en ese entonces de cerca por haber cantado en coros desde niña. No sabía realmente lo que implicaba trabajar con una orquesta sinfónica, desde Cuba. Pronto hará cinco años desde que acepté.
¿Cuánto hay de creativo y cuánto hay de administrativo en tu función? ¿Hacia dónde terminará inclinándose la balanza?
El trabajo implica mucha logística, mucha producción, de la cual depende cada proyecto. Así que digamos que lo administrativo, la mayoría de las veces, me demanda más atención, lo cual no quiere decir que, para hacer este tipo de gestión, especialmente en Cuba, esté de más ser creativo.
Lo que ocurre es que hay cosas muy urgentes, por básicas que puedan parecernos, sin las cuales no puede llevarse a cabo una temporada: la planificación de cada elemento, la gestión de las partituras (su envío a tiempo a los intérpretes para que puedan adelantar la lectura, y luego garantizar que esté en el atril en el primer ensayo), el montaje de escena, la comunicación constante con los músicos, el diálogo con la sala o teatro donde ocurrirá el concierto; la relación con otros gestores y promotores; la comunicación efectiva en función del contenido de cada evento; hasta la revisión del programa final para garantizar que esté impreso para el concierto. Son miles de elementos que demandan esfuerzos, y casi siempre apremian o dependen de plazos o circunstancias que están fuera de nuestro control.
Cuando comencé a trabajar con la orquesta, dediqué muchas horas, primero, a comprender las dinámicas propias de este tipo de agrupación, y luego, a crearme mecanismos de trabajo medianamente eficaces que me facilitaran la comunicación con los músicos (50, 60 o hasta 70 a la vez), para garantizar un concierto o grabación. Hay muchas cosas que antes me tomaban más tiempo, que ahora hago casi en automático. Con saber el repertorio, imaginar la disposición de la orquesta, qué instrumentos intervienen, cómo se podría ver la escena, la cantidad de atriles o sillas que hay que tener disponibles, este tipo de detalles.
Llevo algunos meses trabajando con Mirian Delgado, una joven con mucho interés y ganas de aprender, en quien quiero delegar poco a poco parte de este contenido. Se trata de pasar la batuta, de cierta forma, justo para poder implicarme más, creativamente.
Mi ideal siempre ha sido hacer valer mis competencias como investigadora y musicóloga en función de la gestión orquestal, ya sea en la búsqueda de repertorios inéditos o en el diseño de proyectos nuevos. He podido hacerlo más recientemente, y debo decir que es en extremo gratificante ser parte de cada fase del proceso: desde la idea original, pasando por el desarrollo y maduración de esa primera intención o gesto —cosa que siempre ocurre en diálogo con el director, claro está, y a partir del contacto con la partitura y la búsqueda de información sobre el repertorio y su contexto—, hasta que la música suena en concierto, y el ciclo se cierra.
En este sentido, el Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas ha sido fundamental en mi formación como gestora. Es el referente de cómo el patrimonio se revaloriza a partir de la colaboración de muchos. Con Miriam Escudero, su directora, y el resto de los “gabineteros”, he aprendido de cerca como se organiza un festival, cómo se trabaja en equipo, con compromiso, ética y respeto por los músicos y otros colaboradores. Me descubro, en numerosas ocasiones, aplicando a la orquesta lo que he aprendido allí.
En un tiempo relativamente breve la OLH exhibe un recorrido con no pocos éxitos. Sin contar el trabajo con la obra autoral de Hubert de Blanck, ¿cuáles serían, hasta ahora, los momentos más significativos de la agrupación?
La Orquesta del Lyceum de La Habana existe como tal desde el 2016 y tiene como antecedente la Orquesta Sinfónica del ISA, adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana, que fue fundada en 2009 por Ulises Hernández, su director general, y José Antonio Méndez, director titular. Es a partir de 2016, con la grabación de un fonograma con Sonny Classical junto a la pianista Simonne Dinnerstein, Mozart in Havana, que ambos deciden comenzar el proceso de profesionalización de la orquesta: que pasará de ser una agrupación de estudiantes a una orquesta sinfónica con todas las de la ley, adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Este álbum tuvo su premier en una gira de conciertos por Estados Unidos, durante el verano de 2017, que incluyó prestigiosas salas de conciertos de New York, Boston, Filadelfia, Washington, Virginia y Miami. Después de esto, la orquesta fue invitada en dos ocasiones a tocar en el Kennedy Center of the Performing Arts de Washington, primero en el contexto del Festival Artes de Cuba, en el 2018, y luego, en febrero de 2020, con La Clemencia de Tito de W. A. Mozart, en una puesta del director Carlos Díaz.
Otro hito importante para la orquesta ha sido el proyecto Mozart & Mambo junto a la cornista Sarah Willis y el sello discográfico Alpha Classics, que mezcla la obra del gran compositor austriaco y el popular ritmo cubano. Entre 2020 y 2022 grabamos en La Habana tres fonogramas como parte de esta colección.
El primero fue presentado en julio de 2020 y encabezó durante semanas las listas de éxito de música clásica europea. Finalmente, en agosto de 2021, la orquesta pudo realizar la gira promocional por algunas de las salas más importantes de Alemania, entre ellas el Konzerthaus de Berlín y la Elbphilarmonie de Hamburgo. En octubre de 2022, Mozart & Mambo llegó incluso al Kammermusiksaal de la Filarmónica de Berlín.
Y bueno, en lo que va de temporada en 2023, hemos tenido, entre otros, el estreno de la Sinfonía Post-Neo-Retro del maestro Guido López Gavilán, y el concierto con el Réquiem de W. A. Mozart en la Catedral de La Habana bajo la batuta del Thomas Hengelbrock, un proyecto que reunió en escena cerca de 120 músicos, entre cantores, instrumentistas y solistas del Balthasar Neumann Ensemble de Alemania, y al que asistieron más de 1500 personas. Una experiencia intensa, sin duda, pero también muy gratificante.
Relata cómo, cuándo, por qué vías la OLH comienza el trabajo de rescate del patrimonio autoral de Hubert de Blanck.
Todo comenzó a partir de una obra, casi por azar: el Homenaje a Antonio Maceo. Como parte de la grabación del álbum Armonía junto a la soprano Bárbara Llanes, en marzo de 2020 (lo último que hicimos antes de la pandemia). Además de las piezas acompañando a Bárbara, la orquesta debía interpretar dos obras en solitario: la primera era la obertura de la Clemencia de Tito, que acabábamos de tocar en el Kennedy Center, y para la segunda pieza, Bárbara y Pepe querían algo “nacional”, que sirviera de puente en el disco para preparar las obras de música cubana. Fue entonces que hablaron con Jesús Gómez Cairo, director del Museo Nacional de la Música, y este les cedió el Homenaje…, una obra que había grabado la directora María Elena Mendiola en 2008 junto a la orquesta Solistas de La Habana.
La pieza despertó la curiosidad de Pepe y de los músicos. Se trataba de una pieza bien orquestada, expresiva, grandilocuente pero efectiva en sus recursos, y los tomó por sorpresa. Fue el primer momento en que nos planteamos la pregunta: ¿qué más puede haber de Hubert de Blanck para orquesta o para formatos de cámara? Llegó la pandemia, y un día, no sé bien por qué, hablando con Pepe por Whatsapp, retomamos la cuestión de Hubert de Blanck. Yo tenía a mano un libro que incluía un inventario de 1956 de su catálogo autoral. Luego de revisarlo, nos propusimos ir al Museo a la primera oportunidad que tuviéramos.
Así hicimos. Separamos algunas fichas con obras que nos parecían interesantes. Encontramos desde el primer momento las puertas abiertas, gracias al maestro Gómez Cairo. Luego llegó un nuevo período de reclusión por la pandemia, y no fue hasta febrero de 2022 que Hubert de Blanck regresó a nosotros, como proyecto sólido, a partir del diálogo con Olga Díaz, encargada de Asuntos Culturales, Comunicación y Cooperación en la Embajada del Reino de los Países Bajos en Cuba, y el embajador Eric Strating, quienes se sumaron al empeño de regresar la música de Hubert de Blanck al presente.
Luego se unieron otros colaboradores: el Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, la musicóloga Miriam Escudero, el editor José Raúl López, Marcos Madrigal y su Festival Habana Clásica, apoyado en su tercera edición por la Embajada Suiza y COSUDE, la Oficina de Colaboración al Desarrollo en el Sur. Ahí es que fue tomando cuerpo la idea de iniciar las acciones del proyecto con un concierto de música de cámara que reuniera en escena a intérpretes de los dos universos culturales que definieron a De Blanck: Cuba y Holanda.
Hubert de Blanck tiene un lugar muy bien ganado como pedagogo en la historia de la cultura cubana. ¿El haber sonado la OLH, después de muchos años de sus estrenos, parte de su música de cámara y de las obras que compuso para formato sinfónico podría contribuir a su revalorización como autor?
Pienso que no solo como autor, sino en toda su dimensión como intérprete, promotor y actor social comprometido con la realidad de su época. Este viaje de redescubrimiento de su obra compositiva va revelando también las distintas facetas de su accionar que influyeron la escritura musical de la época. Humaniza la figura de este pedagogo, de aportes incuestionables, pero del cual en verdad no sabemos tanto, más allá de que fundó el primer Conservatorio de Música y Declamación en la isla, a fines del siglo XIX.
Cada dedicatoria, cada circunstancia en que la música fue escrita, nos remite a pasajes de su biografía. El repertorio cameral, por ejemplo, está informado por su propia experiencia como músico práctico. De Blanck tocó en dúos, tríos y quintetos, llegando a girar (antes de su llegada a Cuba, en 1883) por Europa y Latinoamérica acompañando al violinista prodigio Maurice Dengremont. Con su repertorio sinfónico, ocurre lo mismo.
El virtuosísimo Andante y Allegro formó parte de su repertorio activo, y como tal lo interpretó en varias ocasiones, una de ellas junto a la orquesta de estudiantes de su propio Conservatorio en el Teatro Tacón, en 1894. Por otra parte, el Capricho Cubano, más tardío, alude al folclor campesino como representación de lo nacional, en sintonía con corrientes ideo-estéticas de comienzos del siglo XX. Cada obra que suena nuevamente en concierto, luego de décadas relegada en un archivo, informa sobre sus afiliaciones y preferencias personales. No en vano dedica De Blanck obras a Maceo y a Calixto García. Él mismo fue deportado en 1896 por sus actividades en favor de la independencia de Cuba.
Sin duda, era un músico de oficio, buen orquestador, con excelente dominio de la escritura pianística, que suele ser a menudo efectista y virtuosa. Cuando menos, este proyecto nos permitirá conocer más de cerca su obra, y con ella, parte del mundo sonoro de la Habana de fines del siglo XIX e inicios del XX.
¿Esa exploración del patrimonio de la familia de Blanck que llevan a cabo en la OLH puede deparar nuevas sorpresas o es un camino ya agotado?
De hecho, ya nos las ha deparado en los últimos días. Revisando el fondo de partituras y personal de la familia de Blanck, hemos encontrado nueva música e informaciones valiosas. Por ejemplo, el hecho de que luego de su destierro, acompañara a los célebres violinistas Eugène Ysaÿe y Pablo Sarasate en una serie de conciertos en Canadá.
Nos llegó también a las manos la Tarantella para 6 pianos y orquesta, que escribió para los alumnos y que estos interpretaron a finales del siglo XIX en La Habana. ¡Nada más que reunir en un escenario a una orquesta y 6 pianos, es una hazaña digna de ser reseñada!
Su ópera Patria, que se tocó por última vez en 1979, sigue siendo un capítulo por explorar. Aún nos queda bastante camino.
Existe el fonograma Hubert de Blanck, un holandés errante (Vol. 1), que recoge la grabación en vivo de un concierto ofrecido en el Oratorio San Felipe Neri, y que acaba de obtener varios galardones en el último Cubadisco. El 6 de mayo pasado asistí al concierto Hubert de Blanck sinfónico, en el mismo lugar, también estelarizado por Marcos Madrigal (piano) y Bárbara Llanes (soprano). ¿Servirá éste para la confección del volumen 2? ¿De qué depende?
De hecho, ya está en proceso de edición. Así que, con suerte, tendremos listo el segundo volumen para finales de año. Nuestra intención siempre fue grabar en vivo, como hicimos anteriormente con la música de cámara, para preservar la memoria del concierto, que es siempre un acto irrepetible. No hay como replicar ese intercambio entre músicos y audiencia. Aun cuando ocurren percances inevitables (como tener el pregón del bocadito de helado colado en varias tomas del concierto), hay algo en la emoción del live, que hace que revista especial significación.
La grabación, como en el primer volumen, estuvo a cargo del ingeniero Orestes Águila, asistido por varios de sus estudiantes de la Universidad de las Artes de la especialidad de sonido. Javier Castro, jacalo, regresa en el diseño. Tenemos la suerte de trabajar con profesionales sensibles, con los que vamos compartiendo también los retos y bondades de esta experiencia.
¿Cuáles son, en lo inmediato, los nuevos programas de la OLH?
Estamos inmersos en el montaje de un nuevo proyecto: Ancestros Sinfónico, con X Alfonso y el grupo Síntesis. Además, nos preparamos para una gira de verano junto a Sarah Willis por varias salas de Europa; entre ellas, el célebre Concertgebouw de Ámsterdam, promocionando el segundo volumen de la colección Mozart & Mambo: Cuban Dances.
Y en octubre regresa el festival Mozart Habana, que incluirá como parte de su programa un recital con el repertorio pianístico de Hubert de Blanck, protagonizado por jóvenes estudiantes de la escuela cubana de piano. En esta edición, dedicaremos también un espacio a otro gran compositor de identidad compartida, cuya obra, por desgracia, poco conocemos en Cuba: el hispanocubano Julián Orbón.