El Havana World Music ha traído a La Habana bandas y artistas con una propuesta de rigor alejada en su mayoría de los patrones mercantiles de la industria y del circuito masivo del entretenimiento. Este evento ha sido un oasis en medio de un panorama cultural donde apenas se promueven artistas con una obra elaborada a partir de conceptos y discursos alternativos, que pudieran expandir la perspectiva sobre los más diversos caminos de la creación entre muchos cubanos.
El festival ha logrado de a poco consolidarse y mostrar que ya casi puede insertarse en el circuito internacional de eventos de esta naturaleza y ubicar a Cuba en el programa de giras de muchas bandas de calibre internacional, algo que desde hace décadas es reclamo de espectadores y melómanos locales.
En esta edición el programa incluyó una serie de bandas que se gastaron shows adrenalínicos, combinado con mezclas sonoras de alto empuje y originalidad. Los brasileños Francisco el Hombre y la veterana banda californiana Ozomatli se subieron a los primeros lugares de esa lista, con un par de conciertos que coronaron la noche habanera.
Los brasileños fueron un aluvión de energía. Parecía que de un momento a otro iban a explotar sobre el escenario. En medio de su show establecieron una estrecha comunión con cientos de personas que se entregaron a los ritmos hasta que la banda puso a punto toda su maquinaria y la noche se convirtió en una fiesta en la que músicos y público eran uno solo, a ritmo de cumbia, ska, regué defendidos con una actitud punk.
Ozomatli, con más de 20 años de experiencia, sacó a relucir toda su veteranía al repasar todo su repertorio sostenido sobre el rock, el regue, el rap, la cumbia, para probar que se han hecho especialistas en hermanar culturas y ritmos que en apariencia pudieran ser un poco distantes.
Sus siete miembros patentizaron lo que es un show de alto nivel engarzado con la técnica y el virtuosismo de músicos que han integrado al cartel de varios de los más acreditados festivales del planeta.
Para los que se iniciaron en el consumo de otras fórmulas musicales en este festival, cada jornada podía convertirse en lo más parecido a una sorpresa. La diversidad no fue, en este caso, la excepción, sino la regla.
En cada escenario podían encontrarse artistas que mostraban géneros orientados hacia el regué, el rap, la música electrónica o el rock and roll con un auténtico conocimiento de lo que significa el término fusión, concepto que, por cierto, ha sido malinterpretado en numerosas ocasiones entre los cubanos.
Para los artistas comprometidos con el HWM no se trataba de unir géneros para darle vida a fusiones preestablecidas, sino de crear mezclas que tuvieran algo que aportar, con un discurso de fondo cuestionador de diversos conflictos universales.
En este punto deberían tomar nota aquellos que solo ven en el mestizaje, la fusión o los conceptos más gastados o vacíos de la alternatividad, una manera de ubicarse en un circuito de moda con una obra que, por su escasa calidad, el tiempo ha hecho caer por su propio peso.
Eme Alfonso, directora artística del evento, demostró que ha llegado a una época de madurez creativa con su disco Voy, después de comenzar a abrirse camino con la imbricación de estilos como el trip hop, la música afrocubana o la electrónica, experimentos que dieron paso a esa interesante cantante y compositora que es hoy.
Eme encuentra en las prácticas más minimalistas, en los vericuetos de los silencios (de los que también depende la música) y en su abarcadora mirada para engarzar ritmos de diversos afluentes, el vehículo para forjar una obra atendible que ya alcanza repercusión internacional.
Podemos caer en el lugar común de que lo lleva en la sangre por familia (sus padres, Ele Valdés y Carlos Alfonso son los fundadores de la banda Síntesis y su hermano X ha sido uno de los creadores más adelantados y versátiles de las más recientes generaciones de la música cubana, sobre todo en la década del 90 y en el primer tramo de este siglo), pero lo cierto es que desde pequeña ha sido testigo del nacimiento de obras cumbres en la cultura cubana como la trilogía Ancestros y discos como Mundo Real y X More.
Kumar, quien tuvo un momento de gloria en el under nacional a principios de los años 2000 tras la publicación de Sublevao, reapareció en este festival tras varios intentos de volver a ingresar en el circuito alternativo de la música cubana.
El músico, uno de los hijos pródigos del rap cubano, mostró un performance bien hilvanado en el que enseñó todas las versiones del Kumar que es hoy: un artista en busca de un discurso que tome distancia de convencionalismos y etiquetas, pero que a la vez conserve todo lo que ha sido desde que asomó la cabeza en la escena underground. O sea, un artista que alimente su talento, indudable, con la diversidad de géneros que circulan libremente en las periferias de la música cubana y universal.
Su música comparte puntos en común con la propuesta de David D Omni, quien es desde hace años una de las revelaciones más ponderables del underground cubano con un repertorio a base de regué, rap y exigencias espirituales que te remueven desde el fondo y que quizá pudiera programarse en futuros eventos de esta clase.
Los Muñequitos de Matanzas, esa institución de la cultura cubana, Cimafunk, Telmary Díaz, Yissy García, los canadienses Nomadic Massive, el español Diego Guerrero, entre muchos más, fueron artistas que redimensionaron y prestigiaron a este festival.
HWM no debe dejar de celebrarse, como anunciaron en principio los organizadores, luego de esta edición que cambió su sede a último momento hacia el Salón Rosado de la Tropical, sino volver a repetir su dosis para bien de la expansión de la cultura cubana cuyas prácticas de consumo musical no viven su mejor época.
Urge entonces un diálogo entre los organizadores y las instituciones correspondientes para que los cubanos, sobre todo los jóvenes, sigan percibiendo que hay vida más allá del horizonte de los ritmos más publicitados en nuestro presente sonoro.
El futuro lo agradecerá.
Es cierto. El HWM no debe cesar. Ya tuvimos la desaparición del Festival que organizaba Leo Brower. Si perdemos ahora el HWM será duro para la cultura cubana. Supongo que los contratiempos deberán ser subsanados, de lo contrario, tendremos menos espacios públicos para una música de gran altura.