Extraño Corazón no tiene un lugar extraño en el rock cubano. Cualquiera que haya vivido intensamente noches de rock and roll en La Habana u otra provincia de Cuba, o que simplemente se haya interesado por la historia de esta escena, tendría que mencionar la banda de Javier Rodríguez. Y no es solo porque se trata de un grupo legendario, un sobreviviente al tiempo y a las penurias del rock, sino por la poesía que ha ido de la música de la alineación a la vida de sus miembros.
Cuando Javier comenzó con el grupo tenía 28 años y a esa edad, aunque no se sea experto en la vida —no sabría decir si esto ocurre alguna vez— se ha escuchado música lo suficiente, y se han tenido experiencias como para saber cómo hacer sonar a uno mismo dentro del rock. Extraño corazón nació bajo una extraña mezcla de rebeldía y nostalgia, que estaba presente en las letras, en la sonoridad y hasta en la forma en que sus músicos salían al escenario…Detrás, como una pulsión, estaban las vivencias bohemias unidas a los conflictos de la realidad cubana, pasados por los ojos, el corazón y las guitarras de estos músicos que se anclaron en el rock. Detrás, su generación. Y aún más atrás, historias y poemas familiares, entre otras cosas.
Se sabe que la música toma un curso propio. Se escucha Extraño Corazón y se rebusca en la experiencia propia. Incluso, se llega al lugar de Jessie Rainbow. Pero, con seguridad, se pierden detalles, influencias, anécdotas, mucho de lo que hay detrás de una canción. El día en que conversé con Javier Rodríguez abrí preguntas como barajas. En su apartamento, situado cerca de la costa donde una arena casi desértica empieza a unirse con el agua, algo del mar se oía de fondo. No hubo un hilo. O sí. Fue solo cuestión de sacar la primera carta.
¿Identificas en tus primeros años alguna persona o situación que te haya despertado el interés por la música, especialmente el rock?
Mi abuelo fue un compositor que tuvo la buena suerte de conocer a Tito Gómez, de la Orquesta Riverside. Hay muchos compositores que tienen el don de escribir y andan buscando orquestas y músicos que interpreten sus canciones. Ese era mi abuelo. Él tuvo muchos vínculos con la Riverside y con otras orquestas. Había uno de sus músicos que tenía un mono y mi abuelo, para que lo acompañara, me decía que íbamos a ver al mono. En mi casa están regadas partituras por todos lados. Mi abuelo grabó dos canciones que sonaron muchísimo en la radio. Una fue el tema de una de las carrozas de los carnavales. Mi abuelo era como una especie de héroe en su cuadra de Guanabacoa. La gente siempre me llamaba para decirme que prendiera la radio cuando pasaban sus canciones.
Mi papá, que no tenía nada que ver con el mundo de la música, era un rebelde de los que fue a la Sierra y tiró tiros de verdad. Era fanático de Joan Manuel Serrat y me escribía las letras de sus canciones con una caligrafía bella, para que yo me las aprendiera. Jamás me habló de política ni de sus convicciones comunistas, y se lo agradezco muchísimo. Siempre me hablaba de mujeres, de la familia, de la música. Lo tengo en un altar. Mi mamá era todo lo contrario, muy política, trataba de influirme hasta que se dio cuenta que no podía.
Ella estuvo al pie del cañón siempre conmigo y me dio todo lo que necesitaba. Me mantuvo durante mucho tiempo de mi vida para que me dedicara a la música, cuando se dio cuenta que me gustaba el rock y que eso no lo iba a cambiar nadie. Siempre que tuve algún percance durante mi carrera, ella siempre salía en mi defensa.
Mis padres tienen un camino muy limpio en su vida política y nunca pisaron a nadie para conseguir algo. Eso es algo que la gente que los llegó a conocer siempre me ha agradecido. De grande descubrí que mi mamá escribía poesía; lo supe cuando estaba buscando algún dinero en las gavetas y encontré sus poemas. De ahí viene el lado poético que he incorporado a la música. A los 28 años fundé Extraño Corazón. Ahora a mi hija Samantha la tengo bajo lupa para ver qué le interesa. Wendy, la mayor, que vive en España, salió músico y me enteré de un día para otro cuando me dijo que ya estaba en una escuela.
¿Cómo nació Extraño Corazón?
Las imágenes del inicio se me vuelven confusas. Roberto Fajardo “El Keko”, cantante y armónica de Extraño Corazón, y yo éramos técnicos de la reparadora de viviendas de Plaza de la Revolución. Yo trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. Nos habíamos conocido cuando estábamos en el técnico. Siempre hablábamos de música pero nunca pensamos formar un grupo de rock. En su casa había un piano hecho leña. Cada vez que veía ese instrumento tenían que abrírmelo para tratar de hacer mis cosas o interpretar alguna melodía que había aprendido oyendo radio. Escribía canciones pero no sabía que “Keko” también lo hacía. Entonces al oírlo cantar por primera vez quedé impresionado. A mí me gusta hacer coros y he cantado alguna vez, pero mi voz no me gusta.
Sin embargo, cuando lo escuché pensé que estaba oyendo a Robert Plant, a un tipo grande. Recuerdo que antes de formar el grupo interpretamos algunas canciones frente a los músicos de Arte Vivo, el violinista Rubén Chaviano, y el cantante Manuel Camejo; quienes enseguida nos alentaron a que tomáramos la música en serio. Ese impulso inicial fue muy importante para la carrera que desarrollaríamos después. Estamos hablando de 1991.
Un año después nos presentamos por primera vez como banda. Ya ensayábamos nuestras canciones con los músicos de Arte Vivo, con dos guitarras acústicas y un violín. Es una lástima que no haya grabaciones profesionales de esa etapa, ni una foto al menos. Arte Vivo fue la inspiración para creer en lo que estábamos haciendo.
De aquella época no se me olvida cuando Manuel Camejo estaba cantando nuestro tema “Cristal al caer” en medio de un apagón. Fue impresionante. Son cosas que no olvido. He pensado comunicarme con Camejo para hacer algo a piano y rememorar esa etapa tan hermosa para todos. Ese fue el inicio de Extraño Corazón. Nuestra historia hasta 2011 fue de una espontaneidad increíble. Todo fluyó de una manera muy orgánica, pasaron las cosas que iban a pasar, aparecieron las personas que iban a aparecer en nuestra carrera, o sea, estaba escrito en nuestro camino que íbamos a llegar hasta hoy como una de las bandas que ha demostrado firmeza y perseverancia con lo que componen y transmiten. Ojalá permanezcan las miles de personas que nos han seguido a través del tiempo y nos han demostrado fidelidad. Desde Moa hasta el corazón del Vedado. He conocido personas que han tenido nuestros discos hasta en los repartos más intrincados de Cuba y se nos acercado para hablar de nuestra música. Cuando pasan ese tipo de cosas confirmo que ha valido la pena todo el camino recorrido.
¿Crees que tu afición por el rock and roll fue un síntoma de rebeldía ante la sociedad o la familia?
Era un niño tranquilo, participaba en todas las actividades, incluso estuve en un grupo de baile de zapateo y en el teatro. Cuando entré en la secundaria ya había descubierto el rock and roll y en el pre becado de nueve asignaturas llevaba 7 a extraordinario por ausencias al aula. Por ahí empezó mi rebeldía, en ese caso, frente al régimen de las becas. Me di cuenta que sería otra cosa, aunque no supiera todavía qué quería. Antes de ser músico pasé por una etapa de búsqueda y era bueno en las asignaturas de letras. Me gustaba muchísimo leer, mi hermano y yo teníamos una competencia para ver quién terminaba de leer los libros más rápido. Para mi suerte, leer sigue siendo uno de mis hobbies favoritos hasta hoy.
La reacción de la sociedad solo por vestir o comportarte diferente también disparó mi rebeldía adolescente. A los rockeros también se les identificaba por la manera de subirse las mangas de los pulóvers. En la escuela siempre me decían que me bajara la manga o me pusiera la camisas por dentro. En aquellos años siempre me ponían “R” en la calificación de porte y aspecto. Siempre andaba con un diccionario en inglés traduciendo las canciones y las revistas. Todo lo que se relacionaba con la música me abstraía del mundo real, que en ese tiempo no era otra cosa que la escuela, los conocidos “llamados de la patria” o cumplir con esto o lo otro.
La sociedad no se portó bien con los rockeros. Pero esos estigmas los borré rápido porque supe que para lanzar Extraño Corazón tenía que quitarme de encima cualquier sentimiento de marginalidad. Eso me hizo trascender los tratos de la policía en una época en que ya conocía todas las estaciones de La Habana. A mí en lo personal nunca me dieron palos. Pero a mis amigos sí, y era como si me los dieran a mí. Intervenía y comenzaban las detenciones. Se llevaban a uno o dos y luego íbamos todos para la estación a buscarlos y hasta que no los soltaran no nos íbamos. Nos quedábamos fuera de la estación y a cada rato alguien del grupo iba a preguntar por nuestro amigo y también lo metían para adentro. Ahora me río pero en aquel momento la indignación era grande. El pueblo era indiferente a lo que pasaba y a veces incluso apoyaba aquellas detenciones arbitrarias. Sin embargo eso también de alguna forma nos fortalecía como grupo social, porque muchos pensábamos diferente pero nos unía la música rock. Y eso no se rompe.
Cuando la sociedad fue cambiando uno empezó a sentirse más libre y la rebeldía se comenzaba a canalizar de otra manera. Fue muy duro que solo por escuchar rock pasaran situaciones tan horribles. Estoy seguro que alguien algún día escribirá esas historias para que las nuevas generaciones de rockeros cubanos tengan acceso a un pasado que no se puede repetir nunca más.
Solitario es uno de los discos clásicos de la banda. ¿Recuerdas detalles del proceso de grabación del álbum debut del grupo?
Ese es un disco que teníamos bastante claro musicalmente. El guitarrista y productor Dagoberto Pedraja nos sorprendió durante la grabación. Él sabía lo que iba a hacer cuando llegáramos al estudio. Había que poner un nylon sobre los botones de los equipos porque se filtraba el estudio de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) de San Miguel cuando llovía. El “Dago” fue un mago. En Cuba no había un banjo para grabar los temas. Entonces simuló el sonido con la guitarra eléctrica. También invitó a un grupo de cantantes de salsa para que hicieran los coros. Ellos se portaron muy bien con nosotros. Tuvimos un ambiente muy positivo durante aquella grabación. Por ahí pasó hasta el famoso Changuito y nos regaló como cuatro juegos de baquetas e invitó a nuestro baterista a su casa para impartirle clases.
Lo que pasó después con el disco a mí me sorprendió. Había temas muy conocidos por el público, que habíamos tocado muchísimo en vivo. Ya teníamos la experiencia de la grabación del compilatorio de rock, “Saliendo a flote”. El productor José Manuel García, ahora gerente de Bis Music, sabía muy bien lo que iba a pasar con Extraño Corazón. Un día tuvo la gentileza de llamarme por teléfono para decirme que no habían nominado Solitario al Cubadisco, pero que lo importante era haberlo grabado. Me dijo que todavía las instituciones no estaban listas para aceptar que dentro del espectro de la música cubana existiera rock. Me sentí muy aliviado con sus palabras y me ayudaron a seguir.
La banda tiene una sonoridad bastante singular dentro de la escena rockera. ¿Cómo fue el proceso que te llevó a darle forma a esas variantes rítmicas con un original componente country en la música cubana?
Antes de comenzar a hacer música escuchaba todo dentro del rock, ya sea bandas inglesas, norteamericanas, o españolas. Cuando oí el disco The animals, de Pink Floyd, el mundo se me viró de encabeza. Era fan a Kiss pero con Pink Floyd me di cuenta que la música era mucho más. Lo escuché gracias a una muchacha que era hija del embajador de Cuba en Inglaterra. Puse el disco cinco veces seguidas. Después comencé a escuchar todo lo de ellos y con mis socios reunía dinero para comprar la discografía completa de los músicos que nos interesaban, entre ellos, por supuesto, Pink Floyd.
La banda comenzó a llenar teatros y a convocar gran cantidad de seguidores desde la salida de su primer disco. ¿Ese éxito, digamos, repentino, tuvo alguna influencia entre los músicos del grupo?
Nosotros tocábamos con los que nos dieran espacio. A mí me suena despectiva la palabra “teloneros” con la que se nombran a los que tocan antes del grupo más conocido. Nunca la he usado. Una noche cerramos Ciudad Metal, un festival eminentemente metalero y todo el mundo se puso en función del espectáculo. Fue otra de las grandes experiencias de la banda.
No esperaba la popularidad del grupo. El primer concierto grande de la banda fue en el Teatro América y se llamó “El regreso de Jessie Rainbow”, como una de nuestras canciones más conocidas. Anteriormente habíamos tocado con la banda Rodas, de Camagüey. En ese concierto hubo un consenso entre los músicos de la banda para que cuando fuéramos a tocar “Santa Fe”, vinieran unas personas con guayaberas disfrazadas de agentes de la Seguridad del Estado para simular llevarse preso a “Keko”. No sabíamos la reacción que habría entre el público pero estábamos atentos a que aquella puesta en escena no fuera más allá. Cuando se lo llevan yo solté la guitarra y me aguanta una muchacha para hacer creíble la situación. El público empieza a gritar hasta que Mena, el director de la banda Cosa Nostra, se coló en el camerino y tuvimos que decir que era un truco. “Keko” apareció después con unas esposas de plástico que vendían como juguetes. Fue un show.
Durante aquellos años tocamos un techo de popularidad que trajo separaciones en la banda. Roberto Fajardo e Iván Leyva han sido los músicos de mi grupo que más han tratado de llevarse otras bandas. Son artistas de mucho talento. Yo he sido muy celoso con todos los músicos. Creo que es la única manera de avanzar. Una banda sólida, sin variaciones en la alineación, puede hacer muchas cosas. En cambio, esas salidas y entradas de músicos pueden perjudicarla mucho en cuanto a su sonoridad.
“El regreso de Jessie Rainbow” es uno de los himnos de la banda. ¿Qué recoge de tu personalidad ese tema emblemático de la escena rockera de los 90?
En el texto de esa canción se refleja una parte de mí, porque soy una persona que busca la justicia, la verdad. Soy un soñador por esa parte, un hombre que busca las utopías; el rock cubano en su momento también lo fue y ahora es una realidad que también hay que cuidar.
Gracias a Miguel de Oca, quien fue parte del grupo, escuchaba música country. No somos una banda de música country, somos un grupo de rock que dentro de su obra ha tenido canciones con esa sonoridad. La situación actual del país ha vuelto a poner en contexto letras de nuestras canciones como la propia “El regreso de Jessie Raimbow”, “Caso cerrado”, “El tiempo y la espera”, entre otros.
En los años 90 el rock cubano vivió una época de creatividad a pesar de la aguda crisis económica. ¿Cómo fue tu vida en esa época siendo ya un músico de rock bastante conocido?
Viví hacia hasta hace 12 años una época de estrella de rock and roll en toda regla, desde mujeres, alcohol, hasta madrugadas. Mi casa se convirtió en un centro de visita para poetas, músicos, pintores. No tenía hora de dormir. No paraba de sonar la música en mi casa. Fue una etapa bonita y provechosa artísticamente. Pero esa vida siempre pasa factura como sucedió cuando grabamos el disco No preguntes.
Habíamos regresado de España e hicimos el concierto en Casa de las Américas, pero ya pensábamos de manera diferente. Esa vida de excesos nos estaba pasando factura. Yo solté el timón y el barco de Extraño Corazón iba a la deriva. Me interesaba más la fiesta que la música. Mi vida era muy desenfadada. Dejé de manos cosas importantes en la carrera de la banda. Llegó el punto en que le dije a los músicos que se fueran para sus casas y quise aislarme de todo .
Me fui con una amiga para Guanabacoa, donde nací, para vivir con ella y sus hijas. Nadie me conocía ahí hasta que me pusieron por televisión y la gente del barrio me reconoció. A partir de ahí la música se me reactivó. Leí los libros que no había leído en siglos. Llamé al cantante Issan Ortiz, que había cantado conmigo, para reactivarnos. Nos fuimos a La Loma del Indio, nos fumamos la pipa de la paz y nos tomamos como 2 botellas de ron. Y regresé a mi apartamento en el Vedado y rearmé la banda en 2007. Se creó la Agencia Cubana de Rock y nos incorporamos. Dejé de beber y mi familia fue también mi inspiración en ese momento. Sabía muy bien lo que quería y mucho más lo que no quería.
La fortaleza de los 90 era la variedad de estilos dentro del rock. Las bandas no se parecían entre ellas a pesar incluso de hacer algo parecido musicalmente en ocasiones. Me hubiera gustado que ese espectro permaneciera y no se hubiera cerrado tanto en torno al metal.
Después de Confesiones de un náufrago manejaste la posibilidad de separar definitivamente a la banda. ¿Mantienes esa idea?
Estaba totalmente decidido a grabar Confesiones de un náufrago y hacer dos o tres conciertos más para darle entonces el punto final a la banda. Siempre pensé, sin embargo, que si sucedía una cadena de eventos positivos, seguía. Y de alguna forma sucedieron. Ahora grabo mi próximo disco, que será producido por el guitarrista Thiago Felipe, de Stoner, una banda que me impresionó. Con este nuevo disco tengo la filosofía de dar un paso a la vez. Cuando lo estrenemos vendrá todo lo demás. Es un álbum que será el legado de Extraño Corazón para las nuevas generaciones. No sé qué pasará luego, pero sí creo que va a sorprender a muchos. No solo por el trabajo que hemos hecho, sino también por la selección de las canciones y los músicos que estarán dentro del material.
Ahora estamos haciendo, entre otros temas, una versión del “Leñador sin bosque”, de Carlos Varela. No quiero dejar morir una canción que ahora tendrá un sentido más dramático con los nuevos arreglos y la situación de Cuba hoy.
¿Te han censurado las letras alguna vez los medios o disqueras?
Nunca me han censurado ni una disquera se me ha acercado para decirme que va a revisar mis letras. Eso yo lo agradezco mucho. He tenido libertad creativa y le estoy muy agradecido a medios como la radio, que siempre han puesto mis canciones. Jamás he pagado a la radio ni a ningún programa de televisión para que me promuevan. Muchos músicos se autocensuran y no tocan las puertas de los medios. Tengo el orgullo de que la gente que va a vernos a los conciertos sea como una familia. Hay bandas que tocan para hacer dinero, nosotros lo hacemos para compartir nuestra filosofía de vida. Cuando un músico trabaja solo para hacer dinero es como una fábrica de chorizos. Es importante que nos paguen para que los músicos puedan vivir, pero para lograr eso no hacemos concesiones. Para nosotros lo más importante es la obra y el sueño del rock and roll.