Los horizontes del jazz son cada vez más amplios, la creatividad constante que le da cuerpo los ensancha a diario, pero también el sinnúmero de historias no contadas y poco conocidas que otorgan ese halo, de cierta forma mágico, que le han convertido en un género seguido por millones alrededor de todo el mundo.
Es muy larga la lista de encumbrados músicos que han convertido al jazz en lo que es, y tratar hasta la saciedad a todos y cada uno de ellos con la seriedad que se merecen es una tarea titánica que llevará a especialistas, investigadores y entusiastas a entintar una infinita cantidad de cuartillas.
El Festival Internacional Jazz Plaza, que por estos días revolucionó todo lo que en materia de música sucede en La Habana, dedicó su programa a las grandes figuras del jazz cubano, idea bastante ambiciosa porque era un cuadro bien grande para tan solo cuatro días.
Pero, aparte del descabellado corre-corre de homenajes ideado por el comité organizador del evento, sería muy justo resaltar la labor de catedráticos, músicos y fanáticos del género que se han dado cita en el coloquio que habitualmente organiza el festival, momento que aparte de los conciertos, cuyo único mérito es el sobrado talento de los artistas, es el espacio más serio dedicado a tratar los derroteros de esta música en Cuba y el mundo.
En tan solo un día de ponencias, charlas y paneles se ha abordado un amplio espectro de temas relacionados con las más actuales tendencias y procesos creativos e interpretativos del jazz cubano, y su relación con otras manifestaciones artísticas.
Con especial énfasis se trató la importancia de los jóvenes talentos en el pujante movimiento jazzístico de la Isla y la importancia de su trabajo para mantener el constante “movimiento” que hace tan rico al jazz made in Cuba.
En el coloquio, con sede en el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), los especialistas trataron, además, sobre los procesos de síntesis en la interpretación pianística; y la orquestación y creatividad en la música popular.
Las figuras de Mario Bauzá, Chano Pozo, Cachao, Frank Emilio, Emiliano Salvador y otros grandes del panorama jazzístico de la Isla, fueron abordadas en el encuentro por su grandeza como compositores e intérpretes, y sus imprescindibles aportes al género.
Otra arista de los grandes del jazz cubano es su llegada a los Estados Unidos y la manera en que revolucionaron la forma en que se tocaba, aspecto reconocido en más de una ocasión por leyendas norteamericanas como el trompetista Dizzy Gillespie.
El jazz contemporáneo le debe mucho a Cuba, coincidieron los ponentes, entre los que se encontraban Bobby Carcassés, Premio Nacional de Música, Radamés Giro, especialista e investigador, y el músico norteamericano Arturo O´Farrill, un asiduo al Jazz Plaza.
Otro momento importante de la jornada fue la presentación especial de los libros Un siglo de jazz en Cuba, de Leonardo Acosta; y Jam Session. La nueva generación, una selección de escritos de Carmen Souto.
El texto de Acosta, publicado por Ediciones Museo de la Música, recoge la primera historia que sobre esta manifestación se ha escrito en Cuba, por su parte Jam Session…, de Ediciones CIDMUC, compila una serie de trabajos de los jóvenes Pedro Sureda y Reinier Aldazabal, en los que abordan cuestiones relacionadas con las políticas culturales.
Los asistentes al coloquio pudieron acceder a títulos de la colección El joven espíritu de jazz, del sello Colibrí, en esta ocasión los álbumes Claro oscuro, del pianista Alejandro Falcón, Dreaming, del violinista Willian Roblejo, y El trombón de Santa Amalia, del trombonista Juan Carlos Marín.
El Jazz Plaza aconteció este año con más penas que glorias, sin embargo es justo reconocer que el programa de conciertos fue de primerísima línea porque contó con parte de lo que mas vale y brilla dentro de nuestras fronteras, y asistieron grupos foráneos de probada factura, aunque no fueran muy conocidos en Cuba.
Gran parte del público coincide en que como tarea pendiente queda el merecido homenaje a Bebo Valdés, fallecido a principios de año, y que enmascaró en una dedicatoria, que aunque merecida, no dio el justo espacio al gran pianista y compositor cubano.