Puente entre dos culturas, el jazz ha sido una conexión entre La Habana y New Orleans. Ambas ciudades comparten la pasión por un género que también las describe y dibuja, y que han encontrado en Jazz Plaza 2016 una conexión directa.
Así piensa el famoso trompetista Terence Blanchard, quien desde Nueva Orleans se declara conocedor de las relaciones de larga data entre su ciudad y La Habana, ambas marcadas, dijo, por las influencias de la música africana.
Blanchard siempre ha tenido la intención de visitar la Isla y la semana pasada cumplió ese sueño. “Este viaje a Cuba es para aprender a tocar. Lo más importante para mí es que tengo 54 años y estoy a tan solo 54 minutos de La Habana. Por eso ya estoy en casa hoy”.
Sorprendido por la calidad interpretativa de los jóvenes músicos, el trompetita reconoce los puntos comunes entre el jazz y la música cubana, los cuales nacen “del dolor y del deseo de expresar nuestras raíces”.
En ello coincide su colega, el bajista Christian McBride, pues lleva la mezcla de ritmos cubanos y norteamericanos en sus genes. “No solo crecí con los ritmos del momento en Estados Unidos, sino los cubanos pues mi padre estaba tocando la música cubana. Forma parte de mi bagaje como músico, por eso está visita a Cuba es tan personal para mí”, aseguró.
Influenciado por su padre, quien tocó en la orquesta de Mongo Santamaría desde 1977 hasta 1981, McBride reconoció los aportes de Cuba a la música universal y la herencia de uno de sus exponentes vivos más importantes, Chucho Valdés. “En el mundo no hay tanta tradición como el legado de Chucho Valdés en la música cubana”, opinó.
Jazz Plaza 2016 se prestigia con la presencia de Christian McBride y Terence Blanchard, quienes actúan por primera vez en La Habana. Los artistas norteamericanos se presentaron junto a Chucho Valdés en la gala inaugural del evento en el teatro Mella, escenario al que McBride regresó este viernes acompañado de su trío.