James Marshall Hendrix, más conocido como Jimi Hendrix, vino al mundo en Seattle el 27 de noviembre de 1942, en el seno de una familia disfuncional. Su vida no fue muy distinta a la de otros niños de su vecindario hasta que a los 15 años encontró a su única compañera, la inseparable: la guitarra.
Durante su carrera musical, Hendrix la tocó acompañando a artistas como Little Richard y The Isley Brothers hasta que a fines de 1966 se movió a Londres e inventó su propia banda, The Jimi Hendrix Experience, que cambiaría en muchos sentidos las maneras de hacer y de vivir el rock en todo el planeta a pesar de publicar solo tres álbumes de estudio: Are You Experienced y Axis: Bold as Love (1967) y Electric Ladyland (1968), fonogramas que hoy continúan inspirando y desafiando a oyentes y músicos. Son, sencillamente, clásicos.
Durante una vida tan corta como intensa y desordenada, Jimi Hendrix hizo algo que no muchos logran, aun cuando se lo propongan: revolucionar la guitarra eléctrica. Su interpretación ingeniosa, limpia e impecable; su experimentación con efectos que lo adelantan a su tiempo; su personalidad carismática y su estilo único lo convirtieron en uno de los músicos de rock más venerados e influyentes de todos los tiempos.
Nos dejó grabadas varias actuaciones memorables, entre ellas la del festival de Monterey, en 1967, y la del emblemático Woodstock, en 1969, donde hizo una interpretación subversiva de “The Star Spangled Banner”, el himno de Estados Unidos, en plena guerra de Vietnam.
En Cuba lo escuché primero mediante la KAAY, de Little Rock, Arkansas, emisora que cumplió un rol informativo importante en materia de rock para toda una generación en momentos en que los medios nacionales le daban la espalda. Luego lo oí en las fiestas de un reparto habanero, junto a The Beatles — en especial los del Abbey Road— , Led Zeppelin, The Doors, Santana, Deep Purple y The Who, cuyos LDs nos llegaban gracias a una pareja de peruanos adolescentes por entonces radicados en Cuba o por viajes al exterior de un médico que, como otros, había decidido no irse del país y trabajar para el nuevo orden.
Jimi Hendrix tenía apenas 27 años cuando murió en un hotel de Londres el 18 de septiembre de 1970, asfixiado en sus propios fluidos y habiendo ingerido una sobredosis de barbitúricos.
Lo incluyeron póstumamente en el Salón de la Fama del Rock & Roll después de lograr una de las grandes utopías de los 60: ser eternamente joven.
La inmortalidad es, a veces, así.