Para Sacha
Una tarde de mediados de los 60, el hijo de una ex trabajadora doméstica que se había enrolado en la Flota Cubana de Pesca trajo a su regreso de Holanda un estándar-play de la Parlophone con “Twist and Shout”, “A Taste of Honey”, “Do You Want to Know a Secret” y “There’s a Place”, cuatro canciones de un grupo llamado The Beatles. “¿Algo así –preguntó uno de nosotros– como los Platters y Los Zafiros, pero blancos?”. “Qué va” — respondió el mulato sacando de su estuche el disco de acetato y poniéndolo en el tocadiscos de la RCA.
Después de escuchar la primera pista, nuestras miradas se cruzaron: evidentemente, aquello resultaba muy distinto a todo lo que habíamos oído hasta entonces.
Ese fue mi encuentro con el intérprete de “Twist and Shout”, venido al mundo un 9 de octubre de 1940 como John Winston Lennon, criado en Liverpool en el seno de una familia con problemas existenciales, marcado por un padre distante y por la falta de un medio “normal”, circunstancias todas que impactarían sobre su personalidad, de ordinario rebelde e irreverente. Años después, diría: “Los padres de mis amigos, incluido el de Paul, decían: ‘Mantente alejado de él’ […]. Reconocieron instintivamente que yo era un tipo problemático […]. Hice todo lo posible para interrumpir la casa de cada amigo […]. En parte por envidia de no tener esta llamada casa, pero lo hice […]. Podía decir: ‘Los padres no son dioses porque no vivo con los míos y, por lo tanto, lo sé'”.
Apenas con 22 años se convirtió en líder de una banda que se presentaba en la zona roja de Hamburgo – en el Indra Club, el Top Ten Club o el Star Club— ante una audiencia peculiar. Recuerda George Harrison: “Toda el área estaba llena de travestis, prostitutas y gánsteres, pero no podría decir que ese fuera el público […] Hamburgo fue realmente nuestro aprendizaje, allí aprendimos a tocar frente a la gente”. Y también en un tugurio de Liverpool llamado “The Cavern”, donde el rock and roll y el ruido con los pies interactuaban con el humo, la cerveza y el aliento del whisky de bajo costo.
Un día fueron descubiertos por un empresario que los lanzó a la fama en Gran Bretaña, y un poco más tarde en la tierra donde se había originado toda aquella música que venían tomando prestada, en gran medida gracias a los discos que circulaban en Liverpool debido al trasiego de sus muelles, en los que sonaban intérpretes como Chuck Berry, Smokey Robinson, Fats Domino, Little Richard, Buddy Holly y un blanquito de Memphis, Tennessee, llamado Elvis Presley (moviendo sus caderas):
You ain’t nothin’ but a hound dog
Cryin’ all the time
You ain’t nothin’ but a hound dog
Cryin’ all the time
Well, you ain’t never caught no rabbit and you ain’t no friend of mine.
Las canciones que compuso Lennon en ese primer despegue resultaban muy parecidas a las de sus paradigmas estadounidenses. Con textos vivos, simples, celebratorios, incitadores del baile y el movimiento. Sus baladas contenían letras de amor y desamor, estas últimas más bien escritas de conjunto con su socio Paul McCartney, sin dudas el dúo de compositores más completos y geniales de toda la historia. Eran tan estadounidenses, que incluso incorporaban la jerga de los negros y giros del slang que utilizaba el propio Presley: ain’t y gonna en vez de los equivalentes ortodoxos británicos, los dueños de la lengua.
En el LD Please please me (1963), el primero de la banda, junto a composiciones de los estadounidenses Jerry Goffin y Carol King (“Chains”) y de Luther Dixon y Wes Farrell (“Boys”) figuran otras de McCartney y Lennon, como lo anunciaron al inicio. La impronta del segundo sobresale en “Ask Me Why”, “Misery” y “There’s a Place”. Ese fue, grosso modo, el signo distintivo de su primera etapa como compositor, que va del aludido Please Please Me a Help (1965) y que incluye, desde luego, a las extraordinarias canciones de A Hard Day’s Night (1964), en las que empieza a distanciarse de sus modelos. Sus textos fueron ganando complejidad y polisemias en contrapunteo con su trayectoria vital y, sobre todo, con una época de cambios –o mejor, con un cambio de época.
Uno de los puntos iniciales de ese salto fue “Nowhere Man”, del Rubber Soul (1965), marcada por un sentido de no pertenencia y desarraigo. Y también “Norwegian Wood (This Bird Has Flown)”, historia de abandono en la que el grupo incorpora por primera vez un instrumento de cuerdas hindú llamado sitar.
Dos años después, en Revolver (1967), LD que revolucionó la grabación de estudio y contribuyó de manera notable al desarrollo del rock sicodélico y progresivo, Lennon incluyó “Tomorrow Never Knows”, con un texto críptico marcado por la sonoridad de las palabras, esa manera muy suya que llegaba para quedarse. Allí deslizó una famosa sinestesia que pasó a las T-shirts (“escucha el color de tus sueños”), desde temprano asociada al consumo de LSD:
Lay down all thoughts, surrender to the void
It is shining, it is shining
Yet you may see the meaning of within
It is being, it is being
Love is all and love is everyone
It is knowing, it is knowing
And ignorance and hate mourn the dead
It is believing, it is believing
But listen to the colour of your dreams
It is not leaving, it is not leaving
So play the game “Existence” to the end
Of the beginning, of the beginning.
En Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), ese disco definitivo en la historia del rock, “Lucy in the Sky with Diamonds” introdujo toda una imaginería propia del mundo de Lewis Carroll, pero psicodelizada y abiertamente sensorial. La canción se considera una de las expresiones más representativas de la cultura psicodélica: árboles de mandarina, cielos de mermelada, flores de celofán verdes y amarillas, porteros de plastilina con corbatas-espejos… Luego, en Magical Mistery Tour (1967) sobrevino “I am the Walrus”, tal vez uno de sus textos más difíciles y estimulantes, colocados en la tradición literaria anglosajona de jugar con las palabras y de las intertextualidades:
Mister city policeman sitting
Pretty Little policemen in a row
See how the fly like Lucy in the Sky
I’m crying.
Por ahí desfila una galería de personajes surrealizantes característicos del mundo imaginativo de John Lennon, de hecho continuadores de la línea de “Lucy…”, pero ahora con un sentido violentamente grotesco y repulsivo, inédito hasta entonces en su escritura: cerdos volando en el aire huyendo de una pistola, un hombre sentado en un corn flake esperando una camioneta, un perro muerto echando natilla amarilla por el ojo, una sacerdotisa porno, un pingüino cantando Hari Krishna…
Del Album Blanco (1968) valdría la pena destacar dos composiciones con su huella singular: la primera, “Julia”, evocación de la madre fallecida en un accidente de tráfico en 1958. “Julia” es un poema que se deshace en formulaciones sensoriales: agua de mar, ojos de concha, sonrisa ventosa, luna, arena… sin dudas, uno de los momentos más intensos de su producción:
Julia
Seashell eyes, windy smile calls me
So I sing a song of love
Julia
Her hair of floating sky is shimmering
Glimmering in the sun
Julia, Julia
Morning moon touch me
So I sing a song of love
Julia.
Y después “Happiness Is a Warm Gun”, sin dudas entre las mejores canciones del fonograma. Su texto empieza con imágenes surrealistas inspiradas en una de sus inmersiones en el ácido. El hablante alude a “una mujer bien familiarizada con el toque de una mano de terciopelo” –una primera connotación sexual–, a quien se compara con “un lagarto en el cristal de una ventana”. Seguidamente se coloca a un hombre “en la multitud con espejos multicolores en sus botas claveteadas”, “acostado con sus ojos mientras sus manos están ocupadas trabajando horas extra”, pero solo para concluir con una formulación delirante: “una impresión de jabón de su esposa, a quien se comió y donó a la confianza nacional”.
Una zona de la crítica ha solido vincular varios pasajes de esta canción al consumo de heroína, lo cual el propio Lennon negó poco antes de morir en una entrevista a la revista Playboy. Admitió sin embargo que la “pistola caliente” se relacionaba con el deseo sexual por Yoko Ono. “Ese fue –dijo– el comienzo de mi relación con Yoko y yo estaba sexualmente muy excitado”:
Happiness (is a warm gun)
Bang Bang Shoot Shoot
Happiness (is a warm gun, momma)
Bang Bang Shoot Shoot
When I hold you in my arms
Oooooooooh, oh yeah!
And when I feel my finger on your trigger
Oooooooooh, oh yeah!
I know nobody can do me no harm.
Otra de las claves consiste en la imagen en la que el sujeto lírico toma a una mujer en sus brazos y siente “mi dedo en tu gatillo”. Por estas propuestas expresivas, la muy aséptica y victoriana BBC de Londres censuró la canción.
Continuará….
Adoro!