Ha llovido bastante desde que a finales del siglo pasado un joven Roberto Fonseca se aliara con Javier Zalba para crear Temperamento, una banda que tiene, entre otros, el mérito de haber ensanchando los límites del jazz hecho en Cuba. Ayer, mientras la gente se agolpaba en la entrada del teatro Mella para ver el retorno de Temperamento, especulábamos unos amigos sobre qué podrían ofrecer a estas alturas. El resultado fue un concierto que, a pesar de sus momentos climáticos, a pesar de una apuesta artística ambiciosa e integral, a pesar de arrancar aplausos la destreza de los ejecutantes, no logro guardar entre mis experiencias épicas con Fonseca, Zalba y compañía.
Lo dicho anteriormente no significa que el concierto no colmara las expectativas de la mayoría del público. A ello contribuyeron el magnetismo natural de Fonseca; el retorno de Zalba –que nunca se fue, pero que no estuvo en Yo, ese disco con demasiadas concesiones comerciales-; las demostraciones de Chicoy (guitarra eléctrica) y Ramsés Rodríguez (batería); los invitados especiales Pedro Lugo “El Nene” (cantante) y Roberto García (trompeta y fiscorno) y ciertos pasajes espectaculares como el paseo de Fonseca por el frente del escenario con un radio en la mano sintonizando “El Manisero” o los bailarines danzando con el tema “Danza del espíritu”.
Afortunadamente, tras el experimento de Yo, regresa Javier Zalba al formato. Como siempre, un placer ver en escena a este maestro del saxo (y del clarinete y de casi cualquier cosa que se sople y suene), capaz de sostener las notas y el espíritu de la improvisación como nadie. Por cierto, si algo positivo han traído los experimentos en el grupo es la incorporación de Jorge Luis Valdés Chicoy. Chichoy es de esos tipos que uno quisiera tener en cualquier formación, es el guitarrista de jazz por excelencia, aquel que tiene el solo preciso y el acompañamiento que redondea la base rítmica.
Ramsés Rodríguez se confirma como miembro mi panteón personal (junto a Rodney Barreto y Juan Carlos Rojas “El Peje”) de bateristas cubanos contemporáneos; su manera de llevar los tiempos, su capacidad inagotable de mantener un ritmo endemoniado, sus pequeñas e imperceptibles joyas mientras otro músico ejecuta un solo, todos esos detalles lo hacen uno de los favoritos de la escena cubana.
En el bajo eléctrico y el contrabajo Yandi Martínez ha demostrado que el tiempo no pasa por gusto; se nota un importante crecimiento en su interpretación, sin embargo continúo pensando que no clasifica en una banda de todos estrellas como esta, se nota demasiado el esfuerzo por seguirle el ritmo al resto, y la banda se lo siente.
Roberto Fonseca sigue siendo uno de los pianistas más interesantes de la Cuba actual, un verdadero experimentador, alguien que captó la enseñanza de Chucho Valdés y busca constantemente de qué puede apropiarse un músico cubano para extender sus fronteras. Sin embargo, en aras de arrastrar una mayor simpatía en el público, de presentar sus nuevos proyectos, de reverenciar a tanta gente o de coquetear con otras propuestas artísticas, no sé bien, lanzó un espectáculo musical en el que lo espectacular sobrepasó a veces –demasiadas veces- lo musical.
Temperamento es una de las grandes agrupaciones de jazz en Cuba, quién lo duda. Han logrado forjar un sello propio, una identidad, y eso, en estos tiempos de calco infinito, se agradece. Pero en el concierto del Mella no mostraron su mejor cara. “Poca bulla, mucho espectáculo, re-presentaciones y solos” me dijo un amigo después del concierto cuando le pregunté su opinión. Creo que fue duro con Temperamento. Pero no tanto.
Lo único que deseo en esta vida es que mi hijo no sea crítico de arte.