Hace casi una década se estrenaba Blue Cha Cha, último disco que hiciera Manuel Galbán, quien no pudo participar del estreno de la obra, homenaje a toda su carrera que grabó a seis manos con su hija Magda Rosa Galbán, siempre acompañada de su esposo Juan Antonio Leyva.
Este 2021 cumpliría 90 años quien fuese el director musical del popular cuarteto Los Zafiros donde el reconocido guitarrista comenzó su carrera profesional, una que luego continuó con igual éxito, ya fuese con el Grupo Batey o ,al final de su carrera, con el Buena Vista Social Club y la agrupación Vieja Trova Santiaguera.
El virtuosismo de Galbán para la música fue heredado por su hija, quien lleva poco más de 30 años dedicada a la composición y al arreglo musical, de conjunto con su esposo Juan Antonio Leyva. La dupla ha sido parte de la banda sonora del cine y la televisión nacional.
“Mi padre participó en muchos discos, incluso ganó el Grammy junto a Ry Cooder con el disco Mambo Sinuendo, un premio que le dio mucha alegría”, nos comenta Magda Rosa al recordar parte de la impronta de su padre.
En el caso de Blue Cha Cha, “fue un trabajo muy complejo, que nos llevó dos años de nuestras vidas. Se pensó como un homenaje a su trayectoria. Hay números de la etapa de Los Zafiros, de la Vieja Trova Santiaguera y algunos temas originales que compusimos para este disco”, comenta.
“En este proyecto —precisa— participaron figuras internacionales muy importantes como la brasileña Rosa Passos y el blusero americano Eric Bibb, quien sentía mucha admiración por mi padre. Para nosotros fue un inmenso placer grabar con él.
“También estuvo Adam Levy, guitarrista de Norah Jones; el argentino Marcelo Mercadante, bandoneonista de Joan Manuel Serrat; el guitarrista flamenco Jose Antonio Rodríguez; el maliense Ballaké Sissoko, todo un virtuoso de la Cora; el Trío Esperanza (de Brasil), que admiramos muchísimo y tuvimos el placer de conocerlas y grabar en París con ellas, y en un tema muy especial, Omara Portuondo, quien siempre estuvo muy ligada a la carrera de mi padre”.
El virtuosismo en la guitarra distinguió la carrera de Manuel Galbán. ¿Qué sentía esa niña al escuchar a su papá en la guitarra y cómo fue darse cuenta de ese talento, ya como profesional?
Desde pequeña, escuchaba junto a él sus solos de guitarra en las diferentes canciones de Los Zafiros. Ahora de adulta, de una manera natural, cuando escucho una canción de ese repertorio, espero el momento de la intervención de la guitarra. Es una manera de tenerlo muy presente. Siempre tuve mucha admiración por mi padre.
Ese dicho de que “las niñas son de los padres” en este caso se cumplió. Tuvimos una relación de mucha compenetración en el plano personal y profesional, que se mantuvo en todo momento.
Durante su carrera, mi padre transitó por muchas agrupaciones. Incluso en su vejez, luego del fenómeno del Buena Vista Social Club, que tantas alegrías y éxitos le trajo, comentábamos que su etapa en Los Zafiros fue de las más importantes en su carrera.
En el año 97 trabaja junto a su esposo en la película Zafiros. Locura azul. ¿Qué recuerda de dicha experiencia?
Leyva estaba en la producción musical de la película y en el entrenamiento de los actores para que lograran cantar algunos fragmentos.
Paralelamente, estábamos con los arreglos de algunos temas que se hicieron como playbacks en la película. Por ejemplo, “La caminadora”, a la que se le añadió música original para una secuencia que se tenía que coreografiar; “Hermosa Habana”, que se le incluyó una orquesta de cuerdas y “Oye Nicolá”, al que se le sumaron metales y cuerdas, y algunos otros temas.
Incluso, compusimos una canción que tuviera la sonoridad de los cuartetos de la época para la secuencia donde sale el Cuarteto Facundo. Luego vino el proceso de composición de la música incidental de la película.
Precisamente, la música tradicional cubana fue una constante en la carrera de Manuel Galbán, presente de alguna forma en la formación de su hija. Magda Rosa confiesa a OnCuba que “no es la música tradicional cubana algo que está muy presente en nuestro trabajo como compositores, aunque alguna que otra vez, por las características de determinado audiovisual, hemos tenido que trabajar en ella”.
A temprana edad, comenzó a trabajar, primero en la interpretación, y luego componiendo para audiovisuales junto a su esposo, a quien tuvo “la dicha de conocerlo en el año 89. Eso cambió mi vida en todos los sentidos. Primero fue el plano profesional y luego el personal.
Nunca pensé que pudiera componer ni una nota. Leyva fue motivándome porque vio condiciones en mí… Gracias a Dios, continuamos creando”.
Sobre su obra conjunta, reconoce que “los mecanismos se van creando con el trabajo y aunque con diferencias, tratamos de conciliar criterios para poder ir en una sola dirección. Luego de tantos años, los resortes, mecanismos, fluyen de una manera natural y a veces pensamos como una sola persona”.
¿Quedó algún trabajo pendiente con su padre?
Haber sido parte de este último disco en la carrera de mi padre fue una bendición. Mi esposo, mi padre y yo vivimos todo el proceso de una manera muy intensa.
Él estuvo feliz con el resultado y, a pesar de que la vida le impidió ver el lanzamiento del disco, algo que hubiera disfrutado mucho, pudo verlo terminado, y también el documental que lo acompaña. Este proyecto nos unió aún más. Trabajamos juntos por primera y última vez: para mí fue un regalo de vida.