Es un músico todoterreno. Lo reafirmo con cada proyecto que descubro. A sus 40 años —de ellos 20 de carrera—, al intérprete y productor musical estadounidense no parece interesarle la palabra límite.
Dos décadas después de crear la vibrante agrupación de jazz fusión que es Snarky Puppy —5 Premios Grammy—, la andadura creativa de League se complejiza y fascina al público. De esa trayectoria son fruto su otra agrupación, Bokanté, enfocada en mezclas de sonoridades más raigales, su dilatada labor como productor discográfico y su notable bregar por distintas latitudes para enriquecer su vasto vocabulario musical.
Ya sea tocando el bajo eléctrico o el laúd árabe, League se lanza con ritmos folclóricos de distinto origen. De ello es resultado un reciente proyecto suyo que pudimos disfrutar durante los días del 40mo. Festival Internacional Jazz Plaza, celebrado en La Habana, con un repertorio basado en cantos yorubas y ritmos afrocubanos.
Su nombre es Elipsis y junta en escena a tres tótems musicales. El percusionista cubano Pedrito Martínez, radicado en Nueva York hace décadas, el baterista mexicano Antonio Sánchez —5 premios Grammy y artífice de la banda sonora de la oscarizada Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia)— se unieron al bajista estadounidense en un trío que, para sus presentaciones en La Habana, sumó al cubano Ahmed Alom en los teclados.
Es un team vibrante, a pesar de su existencia relativamente reciente. Previo a las presentaciones en La Habana, tuvo sendos conciertos en Barcelona y Madrid. Fue una de las novedades más suculentas de la más reciente fiesta del jazz en Cuba. El formato enjuto permitió lucirse a cada uno de los intérpretes. Músicas y cantos yorubas se filtraron por el amplio bagaje melódico que domina cada uno de estos gigantes. Ya tienen un disco grabado que puede ver la luz este 2025.
Se conocieron en Nueva York. Michael fue el puente de lo que inicialmente serían dos proyectos independientes —uno con Antonio y otro con Pedrito—. “Todo empezó por la amistad que tenemos; no era una cosa de negocio, ni de la industria. Utilizamos nuestras habilidades para tocar juntos y listo”, comentaba League en un intercambio con la prensa, en medio de los días frenéticos del Jazz Plaza.
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Habla un español casi perfecto. Se debe a su estancia de más de un lustro en Cataluña — donde vive actualmente— y a “una ex novia que no hablaba inglés”, subraya a modo de broma. “Es muy especial formar un grupo con las raíces de algún sitio en específico y tocar ahí”, habla sobre la posibilidad, hecha realidad, de presentar Elipsis en Cuba.
“Lo que estamos haciendo es algo un poco aventurero. Estoy muy emocionado de ver la interacción con el público cubano. Venimos de países distintos; el grupo se funda sobre la música yoruba, afrocubana. Queremos modernizar, de alguna forma, la tradición yoruba que domina Pedrito y llevar esas raíces a otros lugares sónicos para nosotros, que hemos estudiado música folclórica de varios lugares del mundo”, explica.
Michael League conoce bien el panorama musical cubano, muy de cerca, pues ha venido en varias ocasiones en las que ha asumido varias facetas, ya fuere al frente de Snarky Puppy, o en calidad de productor musical de artistas como Eliades Ochoa o Los Muñequitos de Matanzas. De hecho, la última vez que se había visto a este músico estadounidense sobre el escenario de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba fue acompañando a la agrupación matancera en la celebración de su aniversario 70, como parte del 38vo Jazz Plaza, en 2023.
En medio de su vorágine creativa, este músico portentoso no dejó que pasara mucho tiempo para reencontrarse con el público cubano, que secundó con entusiasmo la propuesta de Elipsis. Esta nueva parada en el festival fue también un pretexto de League para ver qué se está cociendo musicalmente por acá.
El artista siempre anda en plena búsqueda. Él mismo define su situación creativa actual como un momento de mucha curiosidad en el que se ha enfocado en la producción. A su paso, aprovecha para conversar con OnCuba sobre ese estado que lo llevó, entre otros proyectos, a emprender Elipsis.
Tres universos musicales muy concretos y potentes. ¿Cómo se ha organizado el tinglado en Elipsis?
Nosotros tres componemos los temas. De hecho, todo empezó de improviso. Antonio Sánchez y Pedrito Martínez lo hacían en el estudio y después yo cogí todo lo que grabaron y compuse temas alrededor de esas improvisaciones. Ocurrió al revés del proceso normal de producción.
Una elipsis puede marcarse con tres puntos. Nosotros somos tres. Entonces, creemos que una elipsis puede representar una manera de expresar la transición hacia lo desconocido, algo que me encanta. Estamos empezando en un lugar en específico, de raíces cubanas, con las personalidades que tenemos como individuos. No sabemos por dónde vamos, ni hasta dónde. Eso es impresionante.
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De alguna manera la búsqueda ha marcado tu carrera.
Siento que esa es la naturaleza del arte. Si tú sabes por dónde vas, creo que al final no tienes tanta apertura. Para ser artista de verdad hay que correr un poco de riesgo en cada cosa que haces. Con músicos tan grandes, tan abiertos y experimentadores como Antonio y Pedro hay mucho riesgo y eso me anima. Es lo bonito de lo que hacemos. No somos una banda de pop, no sabemos exactamente lo que pasará en el escenario; es como un misterio, de alguna forma.
¿En qué proyectos estás inmerso ahora mismo?
Snarky Puppy sigue. Bokanté, también. Tengo un dúo con un pianista (Bill Laurence), con el que toco el laúd árabe; lanzamos nuestro segundo disco (Keeping company) hace unos meses. Tengo Elipsis, a veces salgo de gira con artistas de India y sigo haciendo mis cosas como productor.
Este mes sale a la luz Éclairer le monde-Light the world, disco que produje con el cantante senegalés Youssou N’Dour. Pronto trabajaré con una artista mexicana llamada Fuensanta, en abril, y estoy conversando con otros músicos sobre la producción de nuevos fonogramas en otoño.
¿Hasta qué punto te resulta cómodo transitar toda esa variedad de caminos a la vez?
Es esencial. No puedo trabajar con Snarky Puppy dos años seguidos sin hacer nada más. No puedo trabajar como productor para el mismo grupo durante un año. Yo necesito diversidad y dieta musical variada; así es como mantengo la frescura en el arte y en el trabajo.
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Luego de más de 15 discos producidos, 5 premios Grammy, tu primera agrupación, Snarky Puppy, hoy puede ser considerada una enciclopedia de jazz contemporáneo y world music. ¿Cómo ves a Snarky Puppy en la actualidad, tras tantos años de trabajo?
Es difícil responder, porque soy su fundador. Snarky es como mi bebé y por ello siento que no tengo perspectiva alguna. Para mí la banda es una familia. Cada miembro ha crecido mucho musicalmente durante los últimos 20 años.
Todos tienen su propio grupo y son productores fuera de Snarky Puppy. Estoy muy orgulloso de lo que ha hecho cada miembro de la banda. Pienso que hemos contribuido con algo de valor a la comunidad musical. En definitiva, aunque a alguien no le guste la música que hacemos, no pueden ignorarnos porque lo que hacemos es relevante. Corremos riesgos, perseguimos en cada momento la creatividad, la emoción, los sonidos nuevos. Creo que representamos, al menos, una búsqueda benevolente.
Esa búsqueda te ha traído varias veces a Cuba, a colaborar con distintos artistas del patio. ¿Cómo va el disco que tienes entre manos con Los Muñequitos de Matanzas y el grupo Afrocuba?
Este disco ha tardado en salir porque tuve proyectos urgentes que atender. Este trabajo con Los Muñequitos y Afrocuba de Matanzas, para mí, es un proyecto de pasión. Quería ver a los dos grupos tocando juntos, compartiendo. Para procesar eso se requiere mucha atención y cuidado. Quiero que todo esté completo antes de sacarlo. El disco debe salir este año, tal vez en otoño.
La música afrocubana está por todo el mundo. Para mí, trabajar con ella es un gran encargo y me demanda mucho respeto por la tradición. Pero al final mi trabajo es hacer algo visceral e intentar comunicar la esencia de esa música a un público que, tal vez, no sabe mucho de la rumba cubana. Estar en Cuba es siempre una clase que disfruto mucho.
Digo esto y recuerdo cuando apareció esta isla en mi acervo musical. Mi hermano es etnomusicólogo, profesor en Florida State University. Él era mi dealer de música folclórica, cuando éramos jóvenes. Me presentó música de Irlanda, de Cuba, de Brasil. En ese momento desarrollé una curiosidad musical que todavía tengo.
Llegó un momento, cuando hacíamos conciertos de jazz en la universidad, con 18 años, en que de repente estábamos tocando canciones de Irakere. Eso me abrió una puerta a otro mundo.
¿Qué ha representado el jazz para ti?
Libertad, inclusión y raíces negras. No podemos hablar del jazz sin hablar de la gente que lo creó. Tenemos que ser conscientes siempre de eso.