Pablo Milanés ensaya con sus músicos en el coliseo de la Ciudad Deportiva. Miguel Núñez, al piano y la chelista Caridad Varona junto al trovador interpretan los temas del repertorio de la noche como una mera cuestión de trámite. Algunos de los que escuchaban el “entretenimiento” coincidían en que aquello parecía un disco. “Es como si estuviera escuchando en la grabadora de mis padres”, dice una muchacha del equipo.
Pocas horas después Pablo volvió demostrar que lo único que ha pasado es el tiempo, el país y las distintas épocas que él ha narrado con precisión quirúrgica. Han pasado décadas, sí, pero esa voz en la que descansa un país no ha sufrido fracturas ni se ha desgastado a pesar de la increíble agenda de concierto que celebra el trovador sobre todo en Europa.
Pablo a lo lejos trata a sus seguidores con el mismo cariño de siempre. Le dice a los cubanos que son su mejor público y comienza a repasar esas canciones que tienen en su mayoría una larga data, que llevan muchos años en la garganta del trovador pero que ya ha quedado demostrado que nacieron para ser proféticas. Pablo cantó y derribó las turbulencias, el insomnio, las criticas simplistas, los discursos monocordes, las publicaciones que llegaron a enjuiciar la decisión de darle un espacio en su país para que se reencontrara con su legión de seguidores. Y lo hizo sobre todo con una andanada de amor que se impuso como se impone el sentido común en la noche del Coliseo.
“Comienzo y final de una verde mañana”, “Los males del silencio”, “Si ella me faltara alguna vez”, “De qué callada manera” iniciaron un repertorio que adelantaba que la noche podría mostrar a todos los Pablo. Sus canciones siguen brillando con la luces de un día lejano pero los cubanos las renuevan, las re contextualizan, las vuelven a incorporar a su vida porque saben que ahí están muchas de las claves de su realidad.
El público mostró que el trovador es uno de músicos más queridos e intocables. Una muchacha le gritó “Pablo te amo” y Pablo baja la cabeza reconociendo que ese grito nace desde la fuente más inquebrantable de la espontaneidad. El trovador lo agradece y comienza a bromear con Miguelito Núñez. “Nada más con mover una mano ya yo sé lo que él piensa”, dice el trovador desde su reinado en el Coliseo. Los 35 años que llevan juntos evidencian una complicidad absoluta. Presenta luego a su chelista, quien esboza una sonrisa y agradece el privilegio. El formato de trío es una joya. La comunión es impresionante. Pablo ha debido armar este ensemble porque algunos de los músicos de su banda ya no están y también porque el trovador es un hombre que no puede sustraerse a la experimentación con nuevos estilos y formatos. Lo hizo hace décadas y lo sigue haciendo. Ahí están, por ejemplo, sus discos de jazz y otros en los que se ha adentrando en el rock con la mayor naturalidad del mundo.
En el Coliseo habrá cerca de 10 000 personas. La mayoría, con las canciones del músico en los labios confirma que son seguidores históricos del trovador. Otros se mantienen en silencio o mueven al aire sus manos sorprendidos por una de esas melodías hermosas de Miguel Núñez. Ninguno puede quitarle los ojos de encima al trovador. Las primeras tensiones se disipan y Pablo toma un vaso de agua para continuar con sus Días de luz. Cada tema hace trizas los conservadurismos y saca a relucir que el músico está movido por el reencuentro, por la necesidad de cantarle a su público que no ha dejado de admirarlo hasta en las épocas más cruentas. Las canciones hablan del pasado y también de la evolución del trovador. De sus nuevas miradas sobre Cuba y sobre sus interpretaciones de la realidad. No es muy fácil ser Pablo cuando canta “Éxodo”. La melancolía, el dolor y la nostalgia son una carga demasiado pesada. El trovador ha encontrado sus propias armas para enfrentar el vacío de la ausencia inspirándose en esos recuerdos que muchos tenemos guardados y que salen a pasear de vez en cuando como viejos fantasmas.
Pablo menciona a amigos que ya no están. A mi lado, una muchacha que no ha vencido los 30 años llora. Se pone las manos en los ojos para esconderse de sí misma hasta que nota que esa herida es compartida por otros jóvenes iguales a ella y otras personas que no se esconden para agradecer este tema de tintes autobiográficos que puede ser la historia de cualquiera de nosotros, que enseña que la historia es también esa espiral que nunca acaba.
“Dónde están los amigos que tuve ayer?
Qué les pasó?
Qué sucedió?
A dónde fueron?
Qué triste estoy.”
Pablo menciona por su nombre a Pepe, a Juan, a Vladimir a Tomas, a Hildita la directora de orquesta. Se pregunta dónde están, qué ha sido de ellos y a mi mente vienen otros nombres. La ausencia es parte de ese dolor nacional que Pablo ha narrado con una visceral poesía. Con un amor que aún le permite brindar por los ausentes y que le permite sobre todo volver a Cuba.
Pablo anuncia dos temas al público. Dice que los escribió cuando se dio cuenta del rumbo que había tomado nuestro país. “Nostalgias” y “Días de Gloria”, esos documentos sonoros imprescindibles en su repertorio, se escuchan en el Coliseo y el público se entrega en ensordecedores vítores y aplausos. El público siempre se emociona cuando Pablo alude con sus canciones a la historia y la realidad del país. Ha pasado siempre y ha vuelto a ocurrir en la noche habanera. De ahí que cada cual interprete a Pablo de acuerdo con sus líneas de vida y esa biografía siempre incompleta que vamos construyendo a retazos por el camino.
Pablo en el escenario parece un hombre con canciones llenas de palabras que parecen una herida abierta, un hombre que ha encontrado en la música la única manera de salvarse de los hombres. Algunas personas que lo oyen cantar por primera vez podrían pensar que se trata de un guion que de tanto interpretarlo solo lo asume como un trámite. Pero cuando uno escucha a Pablo cantar percibe que detrás de cada tema hay un músico que canta para curarse del tiempo aunque el resultado de la operación solo denote belleza y sobre todo amor. Pero en Pablo la belleza y el amor también nacen de esa zona inhóspita en que se vencen las guerras personales que muy pocos nos atrevemos a mostrar. Sus canciones son, sencillamente, un ejercicio de sinceridad.
Una muchacha mira el reloj. Marca las 10 y 20 pm y el músico ya ha interpretado varios de sus grandes clásicos que preparó para la ocasión. Le da un sonoro beso a su novio que aplauden dos señoras mayores de los asientos de la fila de atrás. Casualmente el muchacho es baterista de una agrupación de rock y reconoce lo que se ha puesto en juego esa noche.
Pablo a lo lejos parece un padre sabio. Una tenue luz lo ilumina mientras dos pantallas gigantes a ambos lados del escenario lo devuelven con una sonrisa que comparte con su pianista y su chelista. Alguien vuelve a comparar el sonido con un disco.
Pablo canta “La soledad”, y “No ha sido fácil”. Y Pablo deja de ser Pablo para convertirse en la ilusión, en esa voz que alertó desde un pasado que no ha dejado de asomarse a la vida cubana. “No ha sido fácil tener una opinión que haga valer mi vocación, mi libertad para escoger…”, cantan miles de personas en las gradas para acompañar al trovador en uno de sus himnos. Es imposible no volver a los años de la canción. No importa que algunos apenas tuviéramos unos pocos años en el cuerpo porque con el tiempo descubrimos la razón esencial no solo de la obra del músico sino de la historia cubana.
“El pecado original”, “Ya se va aquella edad”, “Ya ves” fueron otras de las canciones que el trovador repasó para volver a enseñar a amar a Cuba no como un territorio físico sino como un espacio espiritual.
El concierto de Pablo fue realmente histórico. Es cierto que no era el mejor escenario, que era demasiada la lejanía entre el músico y su público, que no fue fácil llegar hasta ese momento, pero su relevancia radicó, entre otros temas raigales, en que se trató de un hermoso ejercicio de lo que puede ser el futuro de Cuba. Personas muy diversas, con visiones diferentes de lo que puede ser el país, se unieron para cantarle al trovador mientras el músico desde la humildad solo atinaba a decir gracias, a devolver con sus canciones la admiración de su gente. Se unieron sencillamente para cantarle a Cuba.
Y entre esa diversidad estaba también el público que ha seguido a Pablo durante décadas. Mujeres que hoy rondan los 60 ,70 u 80 años que fueron a verlo no como un músico de leyenda sino simplemente como una figura familiar. Lo demostraron las palabras y el respeto. Cuando Pablo terminaba alguna de sus canciones se escuchaban las anécdotas más variopintas sobre el trovador, quizá producto de la desmedida imaginación o quizá de la propia vida. A pocos metros de mi asiento, la hermana del fallecido rumbero Guillermo Amores recordaba cuando algún familiar suyo le llevaba pomos de mermelada al trovador cuando vivía en alguna zona de Nuevo Vedado. Otra lo recordaba de joven con una sonrisa socarrona. Era la vida expresada ciertamente en su máxima belleza.
Pablo ha vencido el repertorio de su regreso. Ya son casi las 10 y 40 p.m. y el trovador anuncia de a poco su despedida. Llegan “Para vivir”, “Yolanda”, “El breve espacio en que no estás”. Parece el final pero puede que solo sea el principio, el renacer, el reconocimiento entre todos de que este concierto será quizá una muestra del futuro. Eso tienen las canciones de Pablo. La melancolía, el amor, el desamor, el pacto con la nostalgia son la materia expresiva de sus canciones, pero son, sobre todo, un escenario de libertad, de observancia hacia lo que somos y del reconocimiento de las expectativas de muchos cubanos, que logran mostrar, como pocas, las canciones de Pablo.
El músico se despide con la certeza de que el último gesto no podrá ser real. Con la certeza de que una mayoría de los asistentes le exigirá su regreso. Los gritos de “Pablo” y los pedidos de otra canción inundan el Coliseo. Y el trovador vuelve con un canto de amor. “Ámame como soy” exige el músico como si de alguna forma hiciera falta. Porque otra vez más el público ha vuelto a dotar de nuevos significados sus canciones que han vuelto a cobrar una enorme vigencia a pesar de la edad. A pesar del tiempo. El público ha vuelto a darle al músico todo su amor tal y como es. Ni menos mal ni menos bien.
Algunos a la salida han vuelto a pedir a Pablo que regrese. Nadie sabe si será posible pero sí reconocen que el trovador con sus canciones ha sabido descifrar la realidad cubana y que con solo escucharlo podemos ser en sus canciones el país que cada uno queremos ser.
Desde México aplaudo a Pablo y al pueblo cubano que tiene en su ser una de las vices más bellas de nuestros tiempos. Se le espera en México; mientras tanto a seguir cantándolo.
Excelente reporte lamenté no estar lo he amado y respetado siempre,por su talento, sensibilidad, y consideración al público en todos los tiempo difíciles. Te amamos muchos Gracias por el bálsamo.♥️❤️Salud
Seguramente estuvo hermoso!!Se grabó en video, habrá posibilidad de verlo?; agradeceré alguien me lo informe. Ojalá así sea!! Vivo en la Rep.Argentina.
Desde España más concretamente desde barbate ,me alegra muchísimo que sigas bien y con muchísima fuerza Pablo gracias por seguir hay ,tu música me recforta
o
Libertad para mi pueblo que tanto sufre!!Gracias Pablo por este maravilloso concierto!
¿por qué no viene para que vea que aquí sí hay libertad; sufrimos, sí por un bloqueo horrendo desde eeuu, y en su España, qué, libertad. Hoy atacaron a una periodista allí por apoyar a Cuba,de qué libertad os habláis?
Hubiera deseado infinitamente estar allí.
Te sigo amando, querido Pablo.
Gracias, gracias, gracias,por hacer cantar al corazón.
Excelente escrito. Derroche de humildad, respeto, amor y entrega de Pablo hacia el público y viceversa. A pesar de la tardanza en empezar el concierto el público espero con paciencia y los minutos ni se notaron. Gracias Pablo
Que nostalgia de Pablo, siempre lo llevo en mi corazón a él y a sus canciones, porque marcaron mi niñez y adolescencia, lo amo por siempre.
Excelente escrito, gracias, arrancó mis lágrimas, desde lo mes profundo de mi corazón
Con su comentario parece q estamos en el mismo concierto y me hizo llorar como si fuera real y q no mediara la distancia , gracias por esta reseña tan hermosa
Que pena no haber podido estar desde la distancia canto sus canciones gracias por existir y recordarnos que aunque estemos lejos las raices son Cuba tus canciones mecieron mi infancia y mi juventud
En ocasiones NO tenemos memoria, “…. hundirnos en el mar antes de traicionar la gloria que se ha vivido”