Dime tú, este tipo sacó el preuniversitario (2012-2015) y la licenciatura de la Facultad de Comunicación (2015-2020) con sendos títulos de oro. Desde entonces, le faja a cuanto posgrado, taller o seminario le pasa por delante: el periodismo de Martí, didáctica de la educación superior, crítica de arte, periodismo hipermedia, edición y corrección de textos, técnicas narrativas, escritura creativa y por ahí pa’llá. Desde hace tres años enseña periodismo impreso en la facultad donde estudió, colabora con frecuencia en publicaciones periódicas y mantiene el blog El Friki Periodista, un espacio sui géneris dentro de la blogosfera nacional.
El 12 de julio anunciaba en ese espacio, no sin cierto alborozo, que había concluido el primer borrador de su libro, un volumen “de periodismo narrativo sobre personajes, bandas y acontecimientos del rock y el metal en La Habana desde los años 80”. Entre otros asuntos, el libro se refiere “a la censura y represión a los rockeros, el surgimiento del metal, la historia del Patio de María y la llegada tardía del punk…”.
Se llama, según su partida de nacimiento, Junior Hernández Castro, y nació en La Habana en 1997. Por él mismo supimos que, hasta el momento, el volumen de sus desvelos se titula Que sea lo que ellos quieran. Ocho historias de rockeros en La Habana, y que volverá una y otra vez sobre el manuscrito hasta dejarlo pulido. Le recordé una anécdota atribuida al poeta andaluz Juan Ramón Jiménez, a quien un joven bardo acosaba con sucesivas versiones de un soneto, aquejado, como el mismo Junior, por el síndrome de la perfección. No se sabe si por obstinación o por creerlo de ese modo, el autor de Platero… lo despidió con esta frase que tiene tanto de sabiduría como de ingenio: “No lo toques más, que así es la rosa”.
Junior ha venido a visitarme. Aprovechó uno de sus frecuentes safaris a La Habana para darse un salto y compartir café y una larga conversación que tuvo como centro temático lo divino y lo humano, y dentro de eso, el rock, que tiene de ambas cosas. Viene de friki: cabellos largos e hirsutos, aretes, manillas. No sé si “está” de friki o “es” friki realmente. Me propongo averiguarlo.
¿Qué significa el término “friki”?
El término friki en Cuba tiene un sentido diferente al del resto del mundo. En su acepción original, proviene de freak, que significa extraño, raro, extravagante. El friki, fuera de Cuba, es una persona aficionada a una actividad, digamos, “inusual”: los videojuegos, los cómics, la tecnología, el anime… Pero no un aficionado de “me gusta esto” y ya, sino de “vivo por y para esto”. Alguien que entra tanto en ese mundo que llega a obsesionarse: conoce todas las casas y personajes de Game of Thrones, se sabe de memoria el universo de Star Wars, recita pasajes textuales de los libros de Tolkien y ha visto Naruto, Bleach o One Piece unas veinte veces.
En Cuba, el friki es el fanático del rock y del heavy metal, el que vive esa cultura y la asume como propia.
¿Es un término peyorativo, de exclusión en los márgenes? ¿Se asume con orgullo?
Hay quien utiliza el término de forma peyorativa, y hay quien lo adopta con un orgullo que se basa en la exclusividad. Es un: “Yo soy parte de algo que no es mayoritario. Soy otra cosa”.
Sin embargo, a decir verdad, muchos de los patrones que hacían que te llamaran friki hace diez o quince años están bastante difundidos ahora. Incluso, escuchar rock y metal, que era el medidor de la “frikandá” en Cuba, se ha convertido en una práctica común de personas que no necesariamente se identifican como frikis. Hay quienes por eso prefieren otros términos más específicos, como pueden ser metalero, punk, gótico…
¿Desde cuándo te asumiste como friki?
En la secundaria, ¡ni pensarlo! Se decía que eran alcohólicos, drogadictos y que no se bañaban; así que caer bajo aquella etiqueta era asumir que todo el mundo te iba a mirar como si fueras “un loco que escuchaba a Marilyn Manson”, y más nunca se te iba a pegar una muchacha. A mí no es que se me pegaran demasiadas (estaba en candela), pero supongo que compartía también aquella imagen del estereotipo, y eso me hizo renegar del término.
Con los años, a uno le va importando menos lo que piense la gente; conoces a frikis que no toman ni fuman ni se drogan (¡y sí se bañan!), a frikis que no trabajan y le “entran” a lo que sea, y a gente que ni son frikis ni escuchan rock, y aun así llevan tremenda mala vida. Te das cuenta de que esas imágenes negativas no son más que prejuicios y remanentes de una época de intolerancia y represión, y que en todas partes encuentras gente de todo tipo, amén de la música que prefieran.
Me asumí como friki cuando dejé de entender esa palabra como el estigma que la sociedad imponía y cuando comencé a vincularme más con este mundo. Con el tiempo, le he cogido cariño y ahora casi nadie me llama por mi nombre.
¿Se puede ser friki y, a la vez, profesor universitario?
¡Seguro! En un inicio me preocupaba un poco el tema del pelo largo, expansiones en las orejas, cadenas, pulsos…, que en más de una ocasión hizo que algún profe me mirara con recelo. Pero cuando supe que iba a quedarme dando clases, mi tutora, Iraida Calzadilla, se acercó y me advirtió: “Fíjate… si te cortas el pelo, te saco. Yo te quiero frente al aula así, como tú eres”.
Con el tiempo, creo que ser friki y profesor ha hecho que los estudiantes se sientan más cercanos y conecten rápidamente, al asumir que por mi edad y proyección puedo entender sus inquietudes, acoplarme a sus expectativas, y compartir música y espacios.
Durante la pandemia comencé a impartir las conferencias online mediante audios y las musicalizaba con canciones de rock… Hasta el día de hoy tengo alumnos que guardan esos audios, y de vez en cuando me cuentan: “El otro día estaba bañándome con música, me salió en el móvil ‘In the End’, de Linkin Park, y justo cuando digo: ‘ño, temazo’, empieza: ‘Buenas tardes, muchachos…’”.
Otra experiencia graciosa la tuve cuando me encontré por primera vez con mis estudiantes en el Maxim Rock. Algunos lo ven con naturalidad, pero con otros ha sido muy divertido, porque de repente dejas de ser el profesor que ayer te hablaba en un aula, y andas moviendo la cabeza como un enfermo mental. Entonces abren los ojos como platos y cuando llega el lunes dicen: “¡Caballero’, el profe sí se aloca…!”
¿Qué es “El Friki Periodista”? ¿Qué circunstancias determinaron su creación?
El Friki Periodista es un alter ego que se apoderó de mi identidad y se hace pasar por mí, al punto de que mucha gente no recuerda que tengo nombre. Empezó como una página en Facebook, en junio de 2021, y surgió por la necesidad que tenía de contar lo que pasaba en el rock y el metal cubanos, y hacerlo cuando quisiera y de la forma en que se me ocurriese. Desde hacía un año trabajaba como Editor/Jefe de Redacción en la revista independiente de rock Opia Magazine, pero las diferencias de visión, la inestabilidad del equipo y las presiones del diarismo me llevaron a tomar un descanso y plantearme hacer algo propio, aunque tuviera menor alcance.
Quería crear un contenido más personal, cercano a la crónica, al periodismo narrativo y al artículo de opinión; y me interesaba ponderar más la calidad que la cantidad: crear algo distintivo. He querido salirme un poco de lo que comúnmente publican los fanzines y revistas dedicadas al tema, y aunque no siempre logre hacer el gran trabajo o las mejores fotos, intento que cada post tenga algo nuevo o interesante que mostrar. Que tú sientas, al menos, que no perdiste tu tiempo en mi espacio.
¿Cuántos seguidores tiene? ¿Hacia dónde va?
El alcance real nunca lo sabes con certeza. Facebook te dice que tienes casi 5 mil seguidores y que llegas a 300 mil cuentas al año; Instagram, que te siguen mil personas; pero creo que donde noto el verdadero impacto es en un concierto, un parque, o un festival (sobre todo fuera de La Habana), y de repente alguien se acerca a decirme que le gustó este o aquel texto, que guardó tal foto, o que conoció a una banda por una reseña que escribí. Y ese breve momento en que alguien se toma el tiempo de agradecerte, sugerirte algo o elogiar tu trabajo, hace que valga la pena.
¿Podría, con el tiempo, convertirse en tu trabajo full time?
Aún no lo veo así porque, a fin de cuentas, el por ciento de bandas en Cuba que son rentables es ínfimo, por no decir nulo. En más de una ocasión se me han acercado músicos para sugerirme que cobre por hacer reseñas, sesiones de fotos o consultorías de redes sociales; pero, en definitiva, sería quitarles los tres pesos que luchan con su trabajo y con los que podrían grabar un tema, mejorar sus instrumentos, pagar el trasporte para un concierto o cualquier otra necesidad. Prefiero que los usen en hacer música, que, aunque no lo parezca desde fuera, cuesta mucho.
Si alguien quiere donarme recursos alguna vez o ser una especie de mecenas, quizá lo acepte, siempre y cuando la intención no sea influir en el contenido. Además, cuando escribo para algún medio hay pagos por colaboración; pero ganar dinero a costa de las bandas cubanas, no creo que lo haga. Todos andamos en el mismo barco y somos conscientes de que el rock y el metal aquí se hacen por amor al arte.
Dices que escribes sobre rock y metal. ¿Es que son dos géneros distintos? ¿Cuáles serían sus puntos de contacto y cuáles aquellas características que los alejan?
El rock y el metal son como el plátano fruta y el plátano vianda. El primero es accesible, a veces dulce, agradable al oído. Es ese tronco de sonoridades que incluye desde Elvis, Los Beatles y Guns N’ Roses hasta canciones de Coldplay y Maroon 5. Habla de paz, amor, sexo, psicodelia, muchas veces con un discurso poético o al menos con metáforas y alegorías. Tú puedes poner “Satisfaction” o “Sweet Child o’ Mine” en una fiesta y hasta el que no es rockero, le descarga. Ese es el plátano fruta.
Con el metal no pasa lo mismo. Desde los 80 se fue haciendo más rápido, pesado, extremo; y donde el rock utilizaba una imagen para sugerir algo “prohibido”, el metal lo señalaba directamente con el dedo. Temas como el sexo, la guerra y la religión no eran ajenos al rock, pero con el metal adquirieron una dimensión más cruda, y pronto se sumaron temáticas casi impensables para la música como las muertes violentas, el satanismo, la necrofilia y el gore. Con ese discurso, se necesita una atmósfera diferente: las voces se convierten en gruñidos, hay mucha distorsión y la batería es fuerte y rápida. Ese es el plátano vianda. Los dos son plátanos y ambos te pueden gustar, pero el sabor es diferente.
En el mundo, ese debate está zanjado desde hace años por los académicos, pero en Cuba tenemos tanto retraso a nivel conceptual y tanta carencia de estudios, que en pleno 2023 seguimos diciendo que Combat Noise hace rock y David Blanco, no; cuando Combat Noise toca death metal y David Blanco sí hace rock, aunque sea en su variante ligera. Mientras los medios de prensa, los eventos y las propias empresas sigan usando la palabra rock para definir cualquier cosa con guitarra eléctrica, el grueso de la sociedad reducirá ese término a su manifestación más visible y estridente: el metal extremo, cuando el árbol genealógico rockero es variado y riquísimo.
Tu tesis de grado en Periodismo tiene un título inquietante: “Los rockeros van al infierno. Avatares del Rock en La Habana entre 1986 y 2007.” ¿Qué te motivó a investigar en esa dirección? ¿Eras rockero antes de iniciarla o fuiste “convertido” al rock por lo que ibas encontrando en entrevistas y prospecciones bibliográficas?
Había sido “convertido” al rock en octavo o noveno grado por obra y gracia de un amigo de toda la vida, Miguel Ángel Nodarse, y mediante la palabra de Linkin Park. Pero mi primer contacto con el rock y el metal cubanos no llegaría hasta la universidad, cuando en la Feria del Libro de 2016 me encontré con el texto Hierba mala: una historia del rock en Cuba, de Humberto Manduley.
Después de leerlo, me interesé tanto por el tema que quise graduarme con una tesis sobre eso; y aunque en mis primeros pasos me plancharon el proyecto “porque no era de interés académico”, con el apoyo de la profesora que hoy es mi jefa y del propio Manduley, logré que fuera aceptado, y me gradué en 2020. De ahí está la génesis de mi libro.
¿Qué aporta el libro a la bibliografía sobre el rock cubano, ciertamente muy escasa?
Los pocos textos que abordan el tema lo hacen desde la perspectiva del ensayo histórico y centrándose en lo general. Como periodista, no me interesa tanto repetir el “qué” como indagar en el “cómo” y el “por qué” de los hechos. Por eso, dejo que sean los protagonistas quienes cuenten sus historias de vida y reflexionen sobre ellas como lo que son: seres de carne y hueso con sueños, frustraciones, dolores, opiniones… Parto de la idea de que la historia personal de cada uno puede ser la de decenas o quizá cientos de rockeros y metaleros cubanos.
Si no me equivoco, sería la primera recopilación de textos de periodismo narrativo/interpretativo sobre rock y metal en Cuba, escrita por un cubano desde la propia Cuba. Por ahora, me centro en ocho historias de frikis en La Habana, entre los años 80 y la actualidad, pero en el futuro me gustaría ampliar el espectro hacia otras regiones del país, que buena falta hace.
No es para nada un libro de texto ni aspiro a contar la historia del rock en La Habana o en Cuba. Pretendo visibilizar el lado más humano de los rockeros y metaleros, desmontar estereotipos y contribuir a la comprensión de etapas y procesos que muchas veces se abordan desde el fanatismo ciego o las militancias ideológicas, y obviando las causas, los contextos, los matices y las consecuencias.
¿Prevés un camino expedito para su publicación por alguna casa editorial de nuestro país?
Honestamente, creo que es un tema polémico y de poco interés para las editoriales cubanas, más teniendo en cuenta la crisis de recursos materiales y el estado general de la economía. Ediciones La Luz (Holguín), que ha publicado un par de textos sobre rock en Cuba, podría ser una opción; y quizá pudiera enviarlo a algunos concursos, pero solo son ideas. Por ahora quiero revisar con calma lo que tengo y ver qué puedo agregar o cambiar para que quede lo mejor posible. Aunque ganas de publicar no faltan, aún me debo unos cuantos pasos. Algún adelanto dejaré en mis redes próximamente.
Relata tu vínculo actual con el rock. Bandas cubanas de tu preferencia, lugares a los que acudes en calidad de espectador o crítico.
Casi siempre me verás por el Maxim Rock, por conveniencia geográfica (soy del lejano Alamar) y afinidad con el público: aunque cada vez que puedo, me llego al Submarino Amarillo, la Casa de la Amistad, el Bar Doble A, la Fábrica de Arte o el Bar Fellini.
Soy bastante ecléctico en cuanto a mis preferencias. Dentro del rock nacional me gustan mucho Extraño Corazón, Histéresis, Ruido Blanco, Los Locos Tristes, Compaz, Athanai y Bouquet. En el metal: Helgrind, Combat Noise, DeadPoint, Shrine ov Absurd, Skjult, Switch, Metastasys, Rice and Beans, Saloma, Zeus… En el punk, prefiero a Katarziz, y en vivo, me encanta ver a Orphan Autopsy, Pyra, Blinder, Bonus, Darkness Fall, Crampus y Sex by Manipulation.
Al día de hoy, ¿tiene el rock cubano el espacio que merecería en los medios de comunicación estatales?
Para nada, y si me lo preguntas, mejor así. Salvo algunas excepciones —como las desaparecidas columnas de Humberto Manduley, Joaquín Borges-Triana y Michel Hernández, programas radiales como Sabarock y Disco Ciudad, y el programa Cuerda Viva—, los medios tienen poca o nula idea de cómo abordar el tema, o solamente otorgan importancia a determinados creadores, ya sea por su trayectoria o por ser cercanos a lo que algunas mentes cuadradas llamarían “cultura cubana”.
Recuerdo que, siendo estudiante, llevé una entrevista de una banda joven a un periódico nacional. Me dijeron: “Si aquí no le dedicamos media página a Carlos Acosta, imagínate tú a esa gente…”. He tenido suerte en El Caimán Barbudo, pero más allá de mis experiencias personales, los grandes medios del mundo tampoco destacan por su cobertura al tema. Salvo las bandas más exitosas, que aparecen de vez en cuando, la gran estructura de promoción recae en los medios especializados, algunos más underground que otros. Allí tienes a tu público meta, puedes hablar en sus códigos y nadie se va a escandalizar por una declaración polémica o un look fuera de lo común.
Si una música es en su esencia rebelde, irreverente, contestataria, ¿será conveniente para un medio promoverla con lo controversial que podría ser? ¿Te imaginas a un grupo de metal en un programa de TV, explicando que su música narra una escena de canibalismo? ¿A una banda como Porno para Ricardo, cuyos miembros son opositores al sistema cubano, cantando un tema en la radio? Y aún si no fueran opositores, o si no importara la política, ¿estarían listos los medios para decir la palabra “porno”? ¿Para entender al punk?
Como ves, es un tema complejo. A quien le funcione y aspire a aparecer en un medio oficial o generalista, adelante. A quien, no… también está en su derecho. Creo que la cuestión está en no renunciar a lo que uno es, en ser fiel a uno mismo.
¿Los lugares donde puede escucharse en vivo esa música tienen las condiciones adecuadas?
La mayoría de las veces no. Los problemas con el audio son clásicos, aunque algunas veces la culpa no es del sonidista o los equipos, sino de los instrumentos o el equipamiento de los músicos, que están lejos de ser los mejores y no son nada baratos. Conozco bandas que prefieren dejar constancia de su material solo en estudio y han renunciado a los conciertos para no caer en la mediocridad.
¿Cómo calificar el grado de aceptación del rock nacional por la juventud cubana?
Complejo de responder. Por un lado, cada música tiene su etapa de apogeo, y si bien el rock ha mostrado longevidad, su público ya no es mayoritario. En Cuba existe la desventaja de que los músicos no tienen todo el apoyo o visibilidad en los canales oficiales y, a diferencia de géneros como el reparto, las vías alternativas de distribución tampoco han terminado de cuajar.
Por otra parte, gracias a internet tienes a tu disposición toda la música que se hace en el mundo, y llegará el momento de comparar a las bandas cubanas con las internacionales. En esa pelea no podemos ganar, porque pese a la existencia de algunos grupos nacionales con igual o mayor nivel que sus pares del underground en el mundo, sus oportunidades de crecer, difundir su música, acceder a discográficas, viajar y hasta comprar instrumentos, son escasas.
Treinta años atrás se valoraba más lo que se tenía, más aún porque era eso o nada. En tal sentido, el compromiso del público con las bandas era mayor que su exigencia. Ahora una buena parte de los jóvenes no solo van a apuntar hacia lo que está de moda, sino hacia lo que es atractivo. Por desgracia, varios grupos carecen de eso último: sus carteles no son los mejores, sus presentaciones son planas y aún no comprenden que, más allá del romanticismo, ofrecen un producto cultural para ser consumido por una audiencia, y quien no sea capaz proponer un producto que atrape, queda relegado. El público no tiene que regalarte nada ni apoyarte por ser un artista local o por hacer un gran esfuerzo. En el arte, como en el periodismo o la medicina, lo que se ve desde fuera es el resultado, no el proceso; y eso es lo que se valora. Puede ser injusto, pero así funciona.
Dicho esto, me alegra saber que hay una generación de jóvenes músicos con propuestas de buena factura y bastante aceptación entre la audiencia. Ellos son, entre otros, Histéresis, Ruido Blanco, Orphan Autopsy, Lugus, Land Whales y Engorgement. Su futuro, por supuesto, dependerá de mucho más que de la voluntad de hacer y el apoyo del público. La escena, después de todo, no vive en una burbuja, sino en la Cuba de hoy.
Voy a hacer un largo viaje. ¿Puedes ayudarme a confeccionar una playlist de rock cubano, no más de veinte números?
¡Claro! Solo espero que el viaje no sea en guagua hacia Alamar, porque de ser así, veinte no te van a alcanzar…
Extraño Corazón – “Fuimos volando”; 2. Habana Blues Band – “Arenas de soledad”; 3. Los Locos Tristes – “Nostalgia”; 4. Ruido Blanco – “Canciones para sombras”; 5. Tesis de Menta – “Soltando amarras” (feat. Pablo Milanés); 6. Bouquet – “Canción infantil para cantar”; 7. Histéresis – “Manchas en el sol”; 8. Moneda Dura – “No sabrás”; 9. Athanai – “Séptimo cielo” (en vivo); 10. Katarziz – “Solamente punk rock”; 11. Crampus – “Lazos”; 12. Stoner – “Nada que perder”; 13. Metastasys – “Social Metastasys”; 14. Estigma DC – “Licencia para matar”; 15. DeadPoint – “Días sin gloria” (feat. El B); 16. Rice and Beans – “Kuva”; 17. Helgrind – “The Tragedy of Túrin Turambar”; 18. Zeus – “Tensión”; 19. Combat Noise – “Sniper is in Position”; 20. Switch – “La bestia”.