José Lezama Lima prefería escribir en tinta verde siempre que la tenía, lo hacía en el cuarto estudio hasta finales de los años 60, en una butaca, encima de la cual colocaba una tabla de madera ; en esa habitación están colocados en las paredes tres retratos concebidos por Mariano Rodríguez que fue su pintor de cabecera y su amigo, desde mediados de la década del 30.
En los años setenta se traslada a la sala de la casa, y escribe frente a la ventana ya que la estancia anterior era muy calurosa, en verano es casi insoportable, además, tenía más claridad; empleaba un viejo ventilador Westinghouse que mencionó en Paradiso, su novela cumbre.
Considerado uno de los más grandes escritores de la lengua española y el poeta cubano más importante del siglo veinte, nació en La Habana el 19 de diciembre de 1910.
El licenciado Israel Díaz Mantilla, director de la Casa Museo del extraordinario escritor, situada en la calle Trocadero número 162, municipio Centro Habana, nos adentra en el mundo real e imaginario que fue su vida.
“Para José Lezama Lima el rito del tabaco resultaba importante: decía que era su homenaje a los primeros pobladores de la Isla; bebedor de café también, le gustaba combinarlo con el te cuando escribía. En él se mezclaban muy bien los brebajes, los misterios del humo y de la escritura; casi los necesitaba para crear”.
No solía escribir a máquina, quien hacía las transcripciones era su esposa, y antes de casarse probablemente fuera la madre – afirma quien se incorporó a trabajar en la casa-museo una vez concluidos los estudios de Historia del Arte en la Universidad de La Habana en 1996-, el prefería hacer manuscritos, así escribió su novela Paradiso, anteriormente mencionada, al igual que los poemas.
En el centenario de su natalicio en el 2010, su casa-museo desde 1994- fue declarada Patrimonio Nacional. Allí es tradición celebrarlo con una actividad que parafraseando un poema del escritor se denomina Fiesta Innombrable, verso de su poema Noche insular: jardines invisibles que fue usado en la tarja con el epitafio en su tumba donde reza el verso: la mar violeta añora el nacimiento de los dioses, ya que nacer es aquí una fiesta innombrable.
En Lezama no estaba diferenciado lo poético de lo cotidiano, veía la vida desde el lado de la poesía; no diferenciaba y no había barreras muy precisas entre su vida íntima, profesional, y lo que hacía rutinariamente.
La forma de hablar del escritor era barroca, rebuscada- agrega-, algunas personas que lo conocieron refieren el asombro ante la forma de conversar de Lezama, otras la rechazaban, ya que resultaba un poco abrumador toda esa descarga y retórica verbal con citas eruditas; sin embargo, el lado cotidiano de Lezama, el más cercano , puede verse en las cartas y diarios publicados que permiten adentrarnos en el lado más íntimo del escritor; por ejemplo, las misivas que publicó su amigo José Rodríguez Feo son muy reveladoras en ese sentido; también las que intercambió con la filósofa española María Zambrano, muy profundas y muy sentidas que dan una visión abarcadora y cercana de Lezama, y las enviadas a una de sus hermanas que ella publicó en los Estados Unidos, dan la visión de Lezama familiar.
Era muy importante para Lezama el comedor porque para él la ceremonia de la cena tenía toda una serie de simbología y de connotaciones culturales que hablaban de la importancia de lo cubano, y veía la comida no sólo como metabolización orgánica, sino espiritual.
La figura de la madre-indicó- suple la falta del padre; era una mujer muy recta, educada en las mejores tradiciones familiares cubanas, fue muy importante para él, no por gusto pone en boca de ella una frase memorable suya en la novela Paradiso : sólo lo difícil es estimulante, eso es lo que le dice la madre de la novela al personaje central que es José Cemí ,que como se sabe en buena medida son transpolaciones biográficas al mundo del imaginario literario que hizo Lezama; la novela Paradiso en sus primeros capítulos narra la historia familiar del personaje que es el propio Lezama .
Una visita importante a la casa fue la del poeta español Juan Ramón Jiménez que hizo una temporada en La Habana entre 1937-1938; Lezama tuvo una amistad pronta, muy cercana ,sobre todo, a partir del respeto que le merecía a Lezama , unido a una veneración y admiración muy marcadas; también frecuentaba el lugar la filósofa española María Zambrana,una de las voces filosóficas y literarias en sentido general más importante del siglo veinte en España, así como, los escritores Cintio Vitier y Fina García Marruz, entre otros.
Después de 1966 que se publica Paradiso y Lezama se hace una figura pública y notoria, a la casa iban casi todos los intelectuales, académicos especializados en literatura hispanoamericana o no, interesados en conocer a una de las figuras más relevantes de las letras latinoamericanas del momento.