Fieles a su estilo performático, la compañía “El ciervo encantado” presenta durante el mes de julio La ecuación de Mifflin, un laboratorio escénico (en el sentido estrictamente literal del término) donde el público asistente aprende no solo de ciencia con tan singular propuesta, sino que además llega a comprender mejor la realidad en la cual vivimos los cubanos hoy día.
En las más recientes presentaciones del grupo dirigido por Nelda Castillo, las palabras han sido escuetas, dándole más protagonismo a la gestualidad y el cuerpo como unidad comunicante para transmitir mensajes contundentes, aunque en esta ocasión, prescinde de estas prácticas para enviarnos un mensaje directo, con un dramaturgia más enfocada en la veracidad y la sencillez de los sucesos, ensayo y resultado en su estado más puro.
Para esta ocasión la dramaturga recurre a una fórmula científica para calcular la cantidad de kilocalorías de tasa metabólica basal que necesita una persona para mantener funciones orgánicas básicas, en estado de reposo por 24 horas.
En pocas palabras, La ecuación de Mifflin (título también del performance en escena) nos ayuda a saber la cantidad y variedad de alimentos que debe consumir una persona al día, acorde a su edad, estatura y peso corporal, para un adecuado equilibrio metabólico, entre otras cuestiones relacionadas con la salud de las personas.
Pese a lo complejo que pudiera parecer dicha fórmula, resulta mucho más simple una vez descrita en la pizarra del laboratorio que montan en escena para la ocasión, donde las “científicas” Mariela Brito y la propia Nelda realizan el procedimiento para el cálculo de la ecuación, en un “performance científico”, por llamarlo de alguna manera, con la rigurosidad que implica el montaje de un laboratorio improvisado, además de las consultas de fuentes especializadas a las cuales recurrieron para el montaje.
La música electrónica con aire futurista utilizada en el inicio nos ubica en un contexto más allá de nuestro tiempo actual, como si estuviésemos presenciando un experimento que ocurrirá muchos años después, cuando expertos se den a la tarea de analizar como subsistían los cubanos con la cuota de la canasta básica en el año 2022.
Poco a poco los espectadores comienzan a comprender la naturaleza del ensayo en rigor, con un actuar metódico, casi mecánico, algo usual en el trabajo en laboratorio, con la diferencia que en esta ocasión, los sujetos de prueba pudiésemos ser nosotros mismos.
La ecuación de Mifflin nos muestra no solo la crisis económica que se vive en Cuba, sino cómo esta nos afecta en algo tan elemental como la alimentación, si consideramos a la canasta básica como recurso fundamental de muchísimas personas en el país para subsistir a diario.
Aunque Nelda vuelve a precisar de las palabras para una puesta en escena —solo para señalar datos básicos— ahora no abusa de la gestualidad o de metáforas teatrales, la mera exposición de un dato científico durante el performance en escena es suficiente para que el público analice el mensaje que se quiere transmitir, que no por simple deja de ser abrumador.
El performance no hace más que reafirmar una verdad implícita, pone al descubierto un hecho que muchos dan por sentado y que otros se niegan a creer, además de crear conciencia acerca de un proceso básico para el sustento básico de cualquier cubano. Pudiera por momentos esta obra arrancarnos alguna que otra sonrisa, pero al final queda un vacío, cierto pesar por el contexto que nos engulle cada día.
Para no dejar margen a dudas, una vez terminado el ensayo científico, el público tiene acceso al laboratorio improvisado, usando las medidas pertinentes de higiene antes de entrar al laboratorio porque aunque concluya el análisis de la ecuación, el performance se mantiene, ahora con los espectadores como partícipes directos, con consultas a las “científicas” Nelda y Mariela, respecto a cualquier duda que surja una vez terminada la demostración.
La fórmula descrita nos pone de frente una triste realidad. Nos golpea la pizarra llena de cifras y datos en la cara porque contra la ciencia y la precisión matemática no se puede responder con consignas y alegorías, los datos están claros y, aunque pueden borrarse de golpe una y otra vez, quedan grabados en la conciencia de las personas, de los sujetos de prueba que cada fin de semana se llegan a la sede de la compañía para conocer la verdad del “experimento” en el cual viven.