Para consolar sus males, un galápago enfermo por la contaminación de su hábitat necesitará un pedacito de cielo, una gota de rocío y una flor. Gali, su nieto, emprenderá un viaje en busca de los remedios oportunos, que aparecerán reflejados, junto a la puesta del sol, en los dibujos a tiza de los niños sobre el pavimento.
De a poco se ha ido llenado de infantes la plaza Joaquín de Agüero, en Camagüey, y uno no sabe hacia dónde mirar, porque en varias cuadras a la redonda hay chicos pintando y sonriendo. Son esos los pequeños momentos grabados en la memoria de quienes han tenido la oportunidad de asistir al XV Festival Nacional de Teatro, que del cuatro al once de octubre se celebra en la antigua villa colonial.
Camagüey es ahora mismo una fiesta. Nadie puede negarlo: no existe una mejor sede para un evento de tamaña importancia. El público es exigente y conocedor, las colas para acceder a las funciones son inmensas y los aplausos han arrancado más de una lágrima a los actores.
El grupo pinareño TECMA, con su obra En busca de una antigua ilusión, llama la atención no solo por la noble enseñanza del galápago y los animales del río, sino por la belleza del vestuario, confeccionado a partir de elementos reciclados, y la preparación física de sus actores, quienes permanecen más de una hora sobre zancos de casi dos metros de altura.
Y mientras en Joaquín de Agüero el tránsito se detiene para dar paso a la compañía, en la Plaza del Gallo los turistas han salido a los balcones y la gente ha preferido extender la jornada laboral para, a eso de las siete de la noche, disfrutar las peripecias de los muchachos de Andante y su pieza Ay, Margarita. Un espectáculo sencillo (hasta minimalista si se prefiere), con una dramaturgia hilarante, que habla de no perder la esperanza y de no renunciar al amor, pese a las adversidades.
Casi al mismo tiempo, pero en la Avenida de la Libertad, un caballo gigante llega como regalo a una ciudad legendaria, cargado de soldados en un desquite histórico. Es la leyenda de Troya, contada a base de barro y talento por D´Morón Teatro. La compañía ha logrado una especialización admirable. La gestualidad y la concentración son parte indisoluble de su estética. El silencio y la mirada de los actores transmiten tantas sensaciones, como el mejor texto del dramaturgo más avezado. Sin dudas el teatro callejero ha sido uno de los más aclamados de la cita.
Pero todo gusta. No hay, a ninguna hora del día en Camagüey, un instante de sosiego. Luces, vestuario y escenografía no se detienen. Desde el mirador ubicado en la Basílica Menor, un amigo fotógrafo me cuenta que ha podido observar la urbe en distintos horarios del día. Él está asombrado por lo cosmopolita que es la ciudad. “Hay colas hasta para los eventos teóricos”. Y es cierto: los teatros permanecen repletos.
En el guiñol, varias compañías han redoblado las funciones. Es difícil negarse a las peticiones de los niños. Los espectáculos infantiles han estado en el centro de atención. Aventura en pueblo chiflado, de Los cuenteros, está muy bien pensada y obliga a la familia a meditar sobre la importancia de escuchar y apoyar a los niños. Es muy simpática la selección musical, pero me hubiese gustado más derroche de escenografía, más colorido.
No es el caso de Gris, de Teatro Tuyo. Estos no necesitan colores porque, como ha apuntado el crítico Omar Valiño, “los colores los llevan por dentro”. Tres payasos, Karambola, Puchunga y Lelé vienen desde muy lejos, desde un lugar desconocido, desde un asteroide. Buscan un cofre con las estaciones del año para salvar su tierra, que es como salvarnos a nosotros mismo. Gris es eso: salvación. Es comprender que delante de nuestros ojos todavía hay belleza por la cual luchar.
En Gris se combinan armónicamente la música, la danza y la pantomima con otros elementos del clown. La puesta en escena, dirigida por Ernesto Parra, viene a reafirmar los aplausos ganados en la anterior edición del Festival con Narices. Gris consolida la labor del grupo en estos quince años y demuestra que es posible repensar las formas y confeccionar muestras de un elevado concepto estético, al margen del mayor epicentro cultural de Cuba: La Habana. Es el caso también de Teatro del Viento, del cual hablaremos con más calma.
Todavía quedan dos días de Festival. Desde anoche hay en cartelera excelentes propuestas. A Rómulo Loredo le hubiese gustado vivir estos tiempos. Él no descansó nunca. Su afán por mantener viva la filial camagüeyana de la UNEAC, su empeño por promover la cultura en la tierra donde nació Espejo de Paciencia, su apoyo incondicional al Conjunto Dramático de Camagüey y su extenso trabajo literario demuestran la sagacidad de un hombre para quien la campiña, la caña de azúcar y el punto guajiro fueron la fuente de inspiración de su vida.
Ideólogo principal del Festival Nacional de Teatro, Rómulo Loredo está presente en esta edición: en el empeño de los trabajadores de las tablas, en el esfuerzo admirable del Comité Organizador del evento y en la sabiduría de los camagüeyanos.
Vista desde el aire, esta ciudad parecía ayer un enjambre de gente y patrimonio.