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Rachel Sánchez: el sabor de Cuba en MasterChef USA

El camino de Rachel hasta MasterChef ha estado lleno de decisiones valientes y momentos definitorios. “Desde muy temprano en mi adolescencia, me di cuenta de que Cuba no iba a ser el país donde yo construiría mi futuro”, asegura. 

por
  • Félix A. Correa Álvarez
junio 24, 2025
en Televisión
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Rachel Sánchez. Foto: MasterChef / FOX.

Rachel Sánchez. Foto: MasterChef / FOX.

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Radicada en Naples, Florida, junto a su esposo brasileño Julio Figueredo, la cubana Rachel Sánchez se ha convertido en una de las participantes más carismáticas y auténticas de la temporada 15 de MasterChef USA. 

Esta edición, titulada Dynamic Duos, propone un giro novedoso al reunir a los concursantes en parejas, y “Rachel & Julio” han sabido destacarse como un equipo sólido, apasionado y lleno de sabor. Ante un jurado de renombre, compuesto por Gordon Ramsay, Joe Bastianich y Tiffany Derry, siguen en la competencia por el codiciado premio de 250 mil dólares.

Desde niña, Rachel sintió que la cocina era mucho más que una necesidad: era un lenguaje de amor, memoria y pertenencia. “Uno de los recuerdos más intensos que guardo de mi infancia en Cuba está relacionado con la cocina. Mi abuela era la cocinera de la familia, la del sazón…, su comida me inspiraba. 

”Hacía unos caramelitos de miel que jamás olvidaré”, confiesa. Esos sabores marcaron su identidad y hoy se transforman en platos que conquistan tanto al jurado como al público.

El camino de Rachel hasta MasterChef ha estado lleno de decisiones valientes y momentos definitorios. “Desde muy temprano en mi adolescencia, me di cuenta de que Cuba no iba a ser el país donde yo construiría mi futuro”, asegura. 

Tras un viaje revelador a España, finalmente se asentó en Estados Unidos, donde comenzó desde cero. El idioma fue uno de los mayores desafíos: “Pensaba que sabía muchísimo… pero cuando llegué aquí, me di cuenta de que no sabía nada. Eso me causó una frustración tremenda”.

Sin embargo, ni la nostalgia ni las dificultades lograron apagar su pasión. La cocina fue su refugio constante y también su vínculo más directo con la familia. “Después de que mi abuela falleció, muchos al probar mis platos —especialmente la ropa vieja— decían que cocinaba como ella. Para mí, eso ha sido siempre una forma de honrarla”, confiesa. 

Esa fuerza emocional es lo que ahora pone sobre la mesa en MasterChef, un sueño que persiguió durante años hasta que, en 2023, un productor del programa la contactó directamente para invitarla a participar. 

Aunque entonces no lo logró, al año siguiente se presentó de nuevo al casting, esta vez junto a Julio, para optar por un lugar en el nuevo formato Dynamic Duos. “Me emocioné muchísimo cuando nos aceptaron”, recuerda. Y no era para menos: ahora, con delantal y cuchillo en mano, Rachel está cocinando no solo por un premio, sino por una historia que huele a miel, campo y familia.

Rachel Sánchez y Julio Figueredo. Foto: MasterChef / FOX.

¿Cómo fue ese primer encuentro con los jueces? ¿Sentiste miedo, respeto, admiración…?

Siempre pensé que los jueces serían los mismos: Gordon Ramsay, Joe Bastianich y Aarón Sánchez, a quienes admiro profundamente. Me sorprendió saber que este año Aarón no estaría y que su lugar lo ocuparía Tiffany Derry. Al principio me entristeció un poco porque, como latina y por el respeto que siento hacia Aarón, fue un cambio difícil. Pero después me alegré, porque Tiffany es una mujer afroamericana, una minoría como nosotros los latinos e inmigrantes. 

Su historia me conmovió: viene de una familia pobre, de granjeros, y comenzó trabajando como mesera en un restaurante. Luego pidió que la pasaran a la cocina, se convirtió en gerente y hoy es dueña de varios restaurantes.

Definitivamente, tanto Gordon como Joe y Tiffany me inspiran muchísimo. Desde que comencé a ver programas de cocina en televisión, soñaba con estar ahí. Claro que tuve miedo, sobre todo de fallar delante de ellos y frente a una comunidad a la que quiero representar y dejar orgullosa. Pero ese miedo también fue mi motor.

¿Crees que competir en pareja, como en esta edición de Dynamic Duos, es más desafiante que hacerlo en solitario o también ofrece ventajas únicas?

Competir en pareja en este nuevo formato de Dynamic Duos fue definitivamente un gran desafío, pero, sinceramente, creo que tuvo más beneficios que inconvenientes. 

En mi caso, padezco de ansiedad, y aunque llevaba años con el deseo de participar en MasterChef, también me enfrentaba a varios temores. Sabía que sería una experiencia muy intensa para mí.

Contar con Julio a mi lado fue fundamental. En los momentos en que me sentía abrumada o comenzaban los nervios, él me ayudaba a tranquilizarme.

Además, durante la competencia, hay instantes en los que te bloqueas o simplemente no estás inspirado, y de pronto tienes que crear un plato a partir de un ingrediente inesperado. 

Ahí es donde el trabajo en equipo marca la diferencia: cuando uno se estanca, el otro puede intervenir. Hay áreas que no manejo tan bien y que a él se le dan mejor, y otras —como la repostería— en las que yo tengo más experiencia y podía apoyarlo.

Claro que hubo desacuerdos o momentos en que no coincidíamos en cómo avanzar, pero eso fue mínimo en comparación con todo lo positivo que nos aportó esta vivencia compartida.

Rachel Sánchez y Julio Figueredo. Foto: MasterChef / FOX.

¿Qué sentiste cuando Julio y tú obtuvieron el delantal blanco? ¿Qué pensaste justo en ese instante?

Cuando nos dijeron que íbamos a ir a Los Ángeles y que tendríamos la oportunidad de competir por un delantal blanco, sentí algo muy extraño en el corazón. Era una mezcla de emoción y nervios, porque pensaba: “Si llego hasta allí, sé que tengo un cincuenta por ciento de posibilidades… o quizás menos”. Pero, aun así, había algo dentro de mí que me decía que lo íbamos a lograr.

Obviamente, nada está garantizado. Uno llega sabiendo que tiene que darlo todo, porque los demás participantes son cocineros increíblemente talentosos. No se puede dar nada por hecho. Sin embargo, yo lo sentía en el fondo del alma.

Y cuando finalmente tienes frente a ti a tres personas que admiras profundamente, y te dicen que lo que cocinaste está excelente, que lo disfrutaron, y además te dan críticas constructivas que puedes usar para seguir creciendo… eso no tiene precio. 

Hay quienes pagarían miles de dólares por vivir un momento así, y nosotros lo tuvimos ahí, en carne propia.

Definitivamente, fue una alegría inmensa que jamás voy a olvidar.

¿Qué ha sido lo más difícil de la competencia?

Honestamente, creo que lo más difícil de la competencia no está en el aspecto culinario. Tanto Julio como yo tenemos la capacidad de discernir y, aunque haya cosas que no sepamos hacer exactamente, usamos el sentido común y la experiencia que ya traemos de la cocina para resolver y trabajar con los ingredientes.

Lo realmente retador en una competencia como esta es el control emocional y mental. Es ahí donde entra en juego la inteligencia emocional: manejar los nervios, mantener la concentración. Porque cocinar en ese entorno no es como hacerlo en casa, donde puedes tomarte tu tiempo, servirte un vinito, poner música… No. 

Allí tienes un reloj enorme marcándote cada segundo, tres jueces presionando, acercándose a hablar contigo, más de veinte cámaras grabando todo lo que haces, y productores entrevistándote en pleno proceso.

Y como si fuera poco, sientes sobre tus hombros la responsabilidad emocional de estar representando a tu comunidad y sabiendo que millones de personas te van a ver por televisión. En mi caso, el ego —en el buen sentido— también fue un factor determinante. No por vanidad, sino porque te empuja a demostrar de qué estás hecho, y eso conlleva una presión fuerte.

Definitivamente, lo más difícil para mí fue aprender a controlar mis emociones en medio de todo eso.

Rachel Sánchez y Julio Figueredo. Foto: MasterChef / FOX.

Desde la amistad hasta el fogón: la historia de Julio y Rachel

A lo largo de esta conversación con Rachel Sánchez, no solo ha emergido el perfil de una mujer valiente y apasionada por la cocina, sino también la historia de una pareja que ha hecho de la gastronomía una forma de vida compartida. 

Por eso, antes de continuar con las preguntas finales a Rachel, quisimos dar un pequeño giro para escuchar también la voz de su compañero de vida y de competencia: Julio Figueredo, originario de Brasil y parte inseparable del equipo “Rachel & Julio” en MasterChef USA.

Julio recuerda con sinceridad y calidez cómo comenzó su relación con Rachel: “No fue un amor a primera vista, no fue algo instantáneo. Empezamos construyendo una relación basada en la amistad”. 

Él la contrató como bartender cuando trabajaba como manager en un restaurante mexicano, y desde ahí comenzaron una conexión que creció entre fogones, platos y conversaciones profundas. 

“Nuestra primera cita fue yo cocinando para ella. Y después de eso vinieron muchas más, donde uno cocinaba para el otro. Cocinar juntos siempre fue parte de nuestra dinámica”.

A lo largo de su testimonio, se percibe el respeto y la admiración que siente por Rachel: “Es una mujer fuerte, independiente, poderosa, creyente en Dios y fiel. Me encanta cómo me ayuda a crecer como hombre, como profesional, como persona y como hijo de Dios”. 

Decidió dar el paso hacia una relación seria cuando entendió cuánto valoraba su presencia y lo que compartían. Para Julio, competir en MasterChef junto a ella fue algo natural, casi inevitable: “Sabíamos lo que cada uno podía aportar. Éramos una pareja completa para competir”.

¿Cómo manejan las diferencias culturales en la cocina? ¿Hay conflictos sabrosos?

La verdad, hay muchas similitudes entre nuestras culturas. En la gastronomía, la educación, el arte, la historia… somos muy parecidos. Eso lo aprendí con Rachel, conociendo su cultura, su forma de ser, su familia.

Las diferencias son pocas. Tal vez la más notable sea el idioma, aunque tampoco es tan distinta. Y bueno, sí, a veces hay conflictos, pero de esos sabrosos. Cada uno tiene sus raíces: yo con mis costumbres de Brasil, mis recuerdos, y ella con los suyos de Cuba.

Por ejemplo, cuando cocino ropa vieja, yo le doy mi toque. Respeto la esencia, pero no tengo la misma memoria afectiva, así que me siento más libre para reinventarla. Ella, en cambio, tiene una conexión muy fuerte con ese plato. Lo mismo le pasa con platos míos: yo tengo recuerdos de infancia, y para mí deben ser de una forma, pero ella aporta ideas nuevas. Al final, cuando lo pruebas, sabe igual, solo cambia la presentación. Eso es lo bonito: nos enseñamos mutuamente, como cocineros y como pareja.

¿Qué plato dirías que los representa como pareja? Ese que no puede faltar en su casa.

Diría que las gambas al ajillo con chorizo español, polenta y parmesan crisps —crujientes de queso parmesano—. Ese fue el plato con el que entramos a MasterChef. Representa nuestras culturas: Brasil e Italia por mi parte; Cuba y España por la suya. 

Claro, tenemos muchos otros platos que también podrían representarnos, pero me quedo con ese. Se ha convertido casi en nuestro signature dish. Mezclamos nuestras raíces, fusionamos, probamos, reinventamos.

Rachel Sánchez y Julio Figueredo. Foto: MasterChef / FOX.

Julio, tú llegaste a MasterChef como pareja y compañero de cocina de Rachel, pero también como alguien con tu propia historia. ¿Qué significa para ti vivir esta experiencia?

Para mí fue muy especial participar en MasterChef, no solo como pareja, sino como individuo. Representar a mi pueblo, a los brasileños, todo lo que viví en este país como inmigrante… llevo casi 13 años aquí y fue muy emocionante. 

Representar el sur de Brasil, mi familia, mis raíces, mis ancestros inmigrantes de Italia y Portugal que llegaron a Brasil… poder llevar mi historia a una competencia de cocina fue un sueño.

Como todos los niños en Brasil, yo soñaba con jugar en la selección nacional. No se dio en el fútbol, pero sí pude representar a mi país haciendo lo que amo: cocinar. Y eso fue posible gracias a Rachel. 

Fue ella quien insistió, quien dijo: “Vamos a intentarlo”. Aplicamos juntos, y Dios abrió las puertas. Me siento bendecido por haber contado mi historia y llevado el nombre de mi país más alto.

¿Sientes que este reto los ha unido más como pareja? ¿Cómo manejan el estrés y la presión sin que se les queme el arroz… ni la relación?

Sin dudas. Fue una competencia muy dura: mental, física, espiritual, de conocimiento. Competir en pareja exigió aún más comunicación de la que ya teníamos. Mejoramos muchísimo en eso: en confiar, en apoyarnos, en equilibrar fuerzas.

Había días en que uno de los dos estaba bien y el otro no, y el que estaba fuerte le pasaba esa energía al otro. Eso nos permitió avanzar, lograr cosas juntos. Aprendimos a manejarnos bajo presión, a mantener la calma. 

No somos personas de discutir o decir tonterías. Hablamos, nos entendemos, nos apoyamos. La forma en que manejamos el estrés fue clave para acercarnos más, como pareja, como personas, como amigos, como todo.

Orgullo cubano en cada plato

Después de conocer el inicio de esta historia de amor y sabor contada por Julio, retomamos la conversación con Rachel, cuya pasión por la cocina no solo la ha llevado a competir en uno de los programas culinarios más exigentes del mundo, sino también a convertirse en una orgullosa embajadora de su cultura.

Y es que, más allá de las recetas, los retos o el jurado, para ella hay un propósito mayor: “Para mí, poder representar a Cuba en MasterChef, aquí en Estados Unidos y a nivel mundial, es lo más grande que existe”, afirma con convicción. Su identidad cubana no se desvanece con la distancia; al contrario, se fortalece con cada paso que da en la competencia.

“Aunque me haya ido de Cuba, mi tierra sigue en mi corazón. Regreso con frecuencia y siempre me siento profundamente orgullosa de poder representar a mi isla”, dice. 

Rachel lo siente como una responsabilidad emocional: la de honrar a su país, su gente y su herencia. “Espero, pase lo que pase en la competencia, poder seguir siendo una voz y una imagen de lo nuestro… y que nos sigan apoyando para llevar el nombre de Cuba, su cultura y su cocina, a todos los lugares del mundo.”

Rachel Sánchez y Julio Figueredo. Foto: MasterChef / FOX.

¿Qué mensaje esperas dejar con tu paso por el programa a mujeres migrantes, madres, latinas…? ¿Sientes que estás abriendo camino para otras como tú?

Con mi paso por el programa, espero que muchas personas —y sobre todo mujeres latinas inmigrantes como yo— se sientan identificadas y comprendan que nada es imposible, que los sueños sí se pueden cumplir. 

Obviamente, no se trata solo de decir “yo quiero, yo quiero” y sentarse a esperar que todo llegue. No. Los sueños se alcanzan cuando uno trabaja por ellos.

Con Dios por delante —porque tanto Julio como yo somos personas de mucha fe— siempre lo dijimos en el programa, lo compartimos en nuestras redes, y lo repito aquí también: con Dios en el corazón, orando como si todo dependiera de Él, y trabajando como si todo dependiera de uno mismo, se puede llegar lejos.

Yo no soy alguien especial. Soy una persona común y corriente, pero he dado ese extra que a veces hace la diferencia. Y si yo he podido lograrlo, cualquiera también puede.

Ojalá esta experiencia no solo sea una inspiración, sino también una motivación para esas mujeres inmigrantes que, como yo, tienen sueños grandes. Que sepan que sí, sí se puede.

Tu presencia en redes como TikTok o Instagram no es solo cocina, también es cercanía, autenticidad, identidad… ¿Te imaginabas tener ese impacto? 

Mis redes las manejo desde hace un tiempo de manera intencional. Hace años me di cuenta de que no servía para trabajar para otros, así que decidí adentrarme en el mundo del emprendimiento.

Ahora estoy enfocada especialmente en el área de la cocina —y más que nada en la repostería, que es mi gran pasión. Pero además de eso, mis redes también tienen mucho contenido de inspiración y motivación. Porque todo gira en torno a una idea que yo defiendo con el corazón: sí se pueden lograr las cosas.

Si yo hubiese tenido una historia distinta, quizás no habría llegado hasta donde estoy ahora. Y aún no estoy ni siquiera a la mitad del camino que quiero recorrer. Porque mi meta no es solo alcanzar el éxito personal, sino también abrirle la puerta a muchas otras personas para que lo alcancen conmigo. 

Lo que quiero, por encima de todo, es darle la gloria a Dios, y ser una luz para quienes vienen detrás. Quiero ser esa guía, ese ancla, ese empujón que necesitan otras mujeres como yo —o cualquier persona— que quiera emprender, crecer y lograr grandes cosas en la vida.

Mi deseo más profundo es ayudar a que otros también crean en sus sueños y se atrevan a alcanzarlos.

Rachel Sánchez no solo ha llevado el sabor de Cuba a las cocinas de MasterChef USA, sino también una filosofía de vida marcada por la fe, la perseverancia y el deseo de inspirar. 

Su recorrido, desde los recuerdos de la cocina de su abuela en la isla hasta los fogones del concurso culinario más famoso del mundo, es también la historia de una mujer que decidió creer en sí misma y apostar por sus sueños. 

Hoy, mientras mezcla ingredientes en busca del plato perfecto, también hornea esperanzas, construye caminos y alienta a otros a levantarse y creer. Porque para Rachel, cocinar —como vivir— es un acto de amor, de memoria y de propósito.

Rápidas y sabrosas…

Un olor que te transporte a Cuba: Es ese aroma a monte, a hierbas frescas, a tierra mojada después de la lluvia…

La comida que siempre te salva el alma: La comida que siempre me salva el alma es un buen arroz con pollo.

Si pudieran abrir un restaurante mañana, ¿cómo se llamaría y qué tendría el menú?: Antes que un restaurante, me gustaría abrir una bakery o dulcería llamada Masa Real. Quiero ofrecer postres y panes que reflejen la mezcla de mis raíces españolas y latinas, creando así sabores auténticos y únicos.

¿Qué palabra o frase típica de Cuba ya se le ha pegado a Julio?: Julio dice “Asere, ¿qué bolá?”, como si fuera un cubano más.

¿Y alguna expresión brasileña que ya dices con orgullo?: Hay una palabra que me gusta mucho: parabéns. Me encanta porque significa “felicitaciones”. Siempre me ha gustado celebrar los logros de las personas, y siento que parabéns es una forma muy bonita y cordial de hacerlo. 

¿Qué le dirías hoy a esa Rachel que recién llegó a EE.UU. sin saber lo que le esperaba? La Rachel que llegó a Estados Unidos hace casi doce años estaba muy perdida. Pasaba por crisis de ansiedad y ataques de pánico fuertes; estaba nerviosa y asustada, sin saber qué hacer.

Lo que puedo decirles es: calma y paciencia. Sé que ahora da miedo, pero todo llega. 

Tendrás un futuro bonito, aprenderás cosas que nunca imaginaste, conocerás personas increíbles que impactarán tu vida, y muchas personas te conocerán a ti. Usarán tus miedos y experiencias difíciles como inspiración para superar sus propios retos y lograr grandes cosas.

Felicidades, ya estamos a mitad de camino, ¡pero vamos por mucho más!

Etiquetas: Cocina cubanaPortada
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