A los valores históricos y arquitectónicos que guarda la Universidad de La Habana en sus calles, edificios, plazas y escalinata, se adicionan otros considerados tesoros del patrimonio nacional que guarda con celo el museo antropológico Montané ubicado en la Facultad de Matemática y Computación, en el edificio Felipe Poey, de la Casa de Altos Estudios.
Entre sus más preciadas reliquias originales está el llamado Ídolo del Tabaco, hallado en Gran Tierra, Maisí, extremo más oriental de Cuba, que recuerda a un habano por su apariencia de huso ; según su director, el Doctor Armando Rangel Rivero, constituye una de las piezas más significativas que tiene la colección del museo.
Se trata de una figura tallada en un tronco de guayacán, árbol de madera muy dura, considerada una de las mejores, muy utilizada en la confección de esculturas y ejes de hélices de buques.
Su nombre se debe a su forma, sin embargo, investigaciones recientes a partir de análisis químicos y bioquímicos demuestran que no está vinculada al tabaco, sino a otras sustancias alucinógenas; es hueca con un pilón interior.
Constituye un deleite escuchar al doctor Rangel Rivero, excelente narrador, quien se confiesa un ferviente enamorado de la antropología con la cual se puso por primera vez en contacto siendo aún muy joven a través de sus padres. Una breve pausa da paso a revelaciones sorprendentes.
“La cara se observa bien marcada, así como, los rasgos de que era hombre ya que era la figura masculina la que disponía de la mayor fuerza en esa comunidad primitiva; está muy bien elaborada y demuestra a partir de la diadema-adorno-, que pertenece a la cultura taína; está marcado pues tiene ombligo, por lo que es un dios vivo, y muestra las manos y la columna vertebral, que demuestra que sabían cómo contar, y el sentido que tenían de ellos; también se observan los pies y las inflamaciones de los tobillos, que denota las enfermedades que padecían”.
Añadió que existen diversas teorías sobre el destino del famoso Idolo; “se dice que primero lo tenía un combatiente del ejército libertador quien se lo hace llegar al primer Presidente de la República Don Tomás Estrada Palma, que a su vez lo transfiere a la Universidad de La Habana; a partir del 31 de enero de 1906 forma parte de la colección de este museo inaugurado con su actual nombre tres años atrás”.
Agregó el Director que en la medida que transcurre el tiempo se realizan nuevas investigaciones que arrojan otros datos de interés sobre la pieza. “Primero se supuso que era un ídolo que se dedicaba a la ceremonia o ritual denominado cohobo que era donde se inhalaba el cohíba o tabaco como tal, luego se planteó que podía ser una urna funeraria, porque próximo a él tenía unos huesos largos, sin embargo, no era así, ya que en esa cultura un elemento clave era el cráneo, y este no apareció por los alrededores donde se encontró; ni siquiera se hallaron restos óseos dentro de la pieza; se concibió la variante de que fuera una urna cineraria, pero las investigaciones demostraron lo contrario; otras opiniones apuntaban a que fuera un instrumento musical, pero era incierto, ya que no presentaba formas por donde salieran los sonidos, y no se descartó la idea de que fuera una deidad de guerra, sin embargo, en ese caso se trataría de un dios muerto, y éste según se narra es vivo”.
“Casi todos los antropólogos y arqueólogos cubanos del período republicano le dedicaron artículos; en los últimos 20 a 30 años también pero se dieron otras interpretaciones a partir del hecho de que aparecieran sustancias alucinógenas en su parte interior”.
La institución, con un accionar dedicado a la docencia universitaria, lleva el nombre de Luis Montané Dardé, un eminente investigador cubano, fundador de una práctica científica en este campo entre los siglos XIX y XX, conserva y exhibe también una vasta muestra de adornos de concha y piedra, hachas petaloides y otros objetos de la cultura material de aquellos primeros pobladores, todas joyas de la antropología cubana.
El museo conserva piezas arqueológicas excepcionales y únicas del remoto pasado prehistórico de Cuba. Posee la mayor y más amplia colección de cráneos deformados de los aborígenes del archipiélago –anomalía que era fruto de una rara costumbre de la etnia araguaca que habitó en el país hasta la llegada de Colón-.