Luego del fiasco en Río 2016, donde apenas obtuvo una medalla de bronce, el atletismo cubano pudiera tener una oportunidad reivindicatoria en el Campeonato Mundial de Londres, entre el 4 y el 13 de agosto. Pudiera.
Las posibilidades de levantar la cabeza pasan porque las –cada vez menos– figuras establecidas de la Isla consigan sus mejores rendimientos en la capital inglesa, y/o porque alguno de los más jóvenes deje al mundo con la boca abierta. Sin embargo, no será cosa de coser y cantar.
A poco más de un mes de la cita londinense está clasificada una veintena de atletas cubanos, incluyendo a los integrantes de la posta larga masculina, único relevo con la marca exigida hasta la fecha. La cifra no es seguramente la más alentadora, aunque tampoco alcanza por sí misma a describir todo el panorama.
Si la comparamos con los dos últimos Mundiales estaría ligeramente por debajo –en Moscú 2013 participaron 25 cubanos y en Beijing 2015, 34–, pero aun cuando podría crecer hasta el cierre de las clasificaciones el próximo 23 de julio, lo más relevante en estos casos no es la cantidad sino la cualidad de los participantes. Como diría el sabio Cantinflas, ahí está el detalle.
Baste como comparación que en Atenas 1997 apenas 19 atletas integraron la delegación cubana. Pero de ellos, 11 resultaron finalistas y 4 se colgaron el oro –Ana Fidelia Quirot, Javier Sotomayor, Iván Pedroso y Yoelvi Quesada–, lo que catapultó a Cuba al tercer lugar del medallero, su mejor actuación histórica.
Aquel performance parece ahora ciencia ficción. La solidez que exhibió el campo y pista cubano en la década del noventa, que le permitió discutir los puestos de avanzada –no solo por medallas sino también por puntos– con las principales potencias de este deporte, se recuerda hoy con el color sepia de la nostalgia.
No es que no se hayan logrado más resultados relevantes. Para no ir más lejos, en el Mundial anterior los cubanos sacaron del Nido de Pájaro dos metales áureos y uno plateado. Sin embargo, solo tuvieron otros dos finalistas. Con ese antecedente, después de todo, el fracaso de Río no era tan improbable.
¿Qué ha cambiado desde entonces? No mucho, y ciertamente no para mejor. Al menos no en el plano más mediático. El salto de Pedro Pablo Pichardo fuera de la Federación Cubana de Atletismo y la incapacidad manifiesta de Dayron Robles para acercarse a sus tiempos de antaño –a estas alturas ni siquiera ha hecho la marca de clasificación– mutilan las esperanzas del equipo antillano de cara a Londres.
No obstante, algo de azul queda en el cielo. Las dos campeonas de Beijing 2015 siguen en pie y aunque no han conseguido estabilizar sus resultados como hace dos campañas, no caben dudas de su talento y competitividad. Cualquier vaticinio de medallas debería incluirlas.
Tras los golpes psicológicos y deportivos de 2016, Yarisley Silva parece dispuesta a dar batalla. Este año ya brincó sobre los 4.81 en la parada de Oslo de la Liga del Diamante, aunque en otras lizas se ha visto por debajo de sus posibilidades. Para aspirar al podio tendrá que mostrar todo su talante de guerrera, pues la pértiga femenina es una de las disciplinas atléticas más reñidas en la actualidad, con figuras de sumo cuidado como la griega Ekaterini Stefanidi, la estadounidense Sandi Morris, la neozelandesa Eliza McCartney y la británica Holly Bradshaw, que por demás estará en casa.
Para Denia Caballero, monarca del disco en la capital china y bronce olímpico en la urbe carioca, la situación resulta en apariencia más complicada. Su mejor disparo del año, 65.76, lo consiguió en el mes de mayo y es apenas el duodécimo más largo de 2017. La “extraterrestre” Sandra Perkovic, su victimaria en Beijing y campeona de Río, luce nuevamente inalcanzable y es la única que ha rondado los 70 metros. Pero Denia es una atleta de competencias y ya sabe cómo derrotar a la croata.
También lo sabe Yaimé Pérez, quien el pasado 18 de junio clavó el disco a los 67.92 metros en Estocolmo y dejó a Perkovic con la vista en el horizonte. La santiaguera ha estado hasta hoy a la saga de Caballero en el equipo nacional por su falta de solvencia en los eventos grandes. Pero condiciones tiene para reescribir la historia y también una mayor madurez fruto de sus tropiezos. Esta vez la medalla pudiera ser suya.
Y pare de contar.
Para el resto de la comitiva de la Isla subir al podio sería casi un milagro. Aun así, más de uno está en condiciones de incluirse entre los ocho finalistas y darle valiosos puntos a la selección cubana. Que mucho podría necesitarlos. Los dos competidores de pruebas múltiples caben sin discusión en ese pronóstico.
Leonel Suárez ya no es el mismo decatleta que tiempo atrás logró premios mundiales en Berlín y Daegu, pero con su performance en Río de Janeiro –sexto con 8640 puntos– demostró que a pesar de los años y las lesiones todavía hay que contar con él. En 2017 ya fue octavo en Götzis (8214) en los comienzos de la temporada y en la otrora Londinium pudiera regalar al público de la Isla otra actuación destacada.
Los argumentos de Yorgelis Rodríguez son otros. Con solo 22 años la heptatlonista guantanamera tiene ya dos participaciones mundialistas, un título panamericano y un séptimo lugar olímpico en Río con 6481 puntos. Este año, en Götzis, se acercó a esta cifra al estampar 6446 y de mantener su estabilidad bien podría incluirse entre las ocho mujeres que disputen los primeros lugares. Apuesto por ello.
También podría llegar a la final al menos uno de los triplistas. A pesar de la ausencia de Pichardo, esta disciplina se las arregló para clasificar a tres jóvenes de indiscutibles perspectivas. El que más papeletas tiene en la rifa es Andy Díaz, quien ya se estiró en La Habana hasta los 17.40. Pero no pueden descartarse Cristian Nápoles y Lázaro Martínez, ambos con registros por encima de los 17 metros este año, aunque muy alejados todavía de los favoritos estadounidenses Christian Taylor y Will Claye. Habría que ver cómo sobrellevan la presión de un Mundial de mayores.
La otra opción posible es la posta larga para hombres. Su condición de finalista en los Juegos Olímpicos y el último torneo universal, fue reafirmada por su quinto puesto en el campeonato del orbe de relevos, celebrado en Bahamas. Tendrá, eso sí, que hilar bien fino para evitar descalificaciones y parar el reloj en un crono cercano a los tres minutos si pretende incluirse entre las cuartetas aspirantes a correr la final.
A partir de aquí las posibilidades empiezan a tender a cero. Algunos, como el novel saltador de longitud Juan Miguel Echavarría y la irregular ochocentista Rose Mary Almanza tendrán que firmar la competencia de sus vidas. Otros, como los vallistas largos y cortos, la mayoría muy verdes para estas lides, tratarán cuando más de mejorar sus tiempos y sembrar sus nombres en las selecciones nacionales futuras. Y otros, como la balista Yaniuvis López y los maratonistas Richer Pérez y Dailín Belmonte irán al Mundial más como premio por sus respectivas clasificaciones que porque algún ingenuo directivo espere mucho más de ellos.
Londres está, como aquel que dice, al doblar de la esquina. Las cámaras apuntan ya en su dirección para no perderse el canto de cisne de Usain Bolt ni los posibles récords del sudafricano Wayde van Niekerk y la polaca Anita Włodarczyk. Tampoco las nuevas batallas en el fondo entre Kenya y Etiopía, y el ascenso de figuras como la triplista venezolana Yulimar Rojas.
En medio de los flash y los aplausos, los cubanos tendrán que priorizar el músculo. Pensar el Mundial como un punto de partida y dejar atrás por igual los recuerdos gloriosos y las decepciones.
Hasta la fecha la cosecha mundialista de la Isla es de 55 medallas: 21 oros, 23 platas y 11 bronces. Engordar sus arcas se antoja complicado, pero por demás la capital británica debe ser la brújula del nuevo ciclo olímpico y sus competiciones intermedias. El carril a Londres –que continúa recto hasta Tokio 2020– luce empedrado, mas no imposible. El disparo de salida ya está dado.