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Garri Kasparov y Anatoli Karpov se disputaban el campeonato mundial de ajedrez, y una cubanita de Manzanillo, trasplantada provisionalmente a Leningrado, seguía las partidas por televisión. El evento la había cautivado tanto, que llegó a faltar a clases con tal de no perderse ningún detalle: “Aquella experiencia me atrapó por completo, el país entero se detenía”, cuenta más de treinta años después.
Que la sedujera tanto fue una revelación incluso para ella. En su corta vida nunca antes había sentido especial atracción por el ajedrez. “Sin embargo, en ese momento, no lo veía como algo a lo que me dedicaría profesionalmente; para mí, era solo una actividad lúdica”. Curiosos comienzos para quien se convertiría en la primera árbitra internacional de ajedrez de Cuba, Centroamérica y el Caribe.
Bárbara López-Chávez Mariño acumula hasta hoy miles de millas gracias al arbitraje. Su participación más reciente fue en la Copa de la Academia Intelectual 2025, en Novokuznetsk, Siberia. Ha trabajado en campeonatos mundiales, continentales, centroamericanos, olimpiadas, mundiales de partidas rápidas y blitz (en Samarcanda 2023 fue la única representante de América y de habla hispana), y en casi todos los torneos Capablanca In Memoriam desde 1993… Además, preside la Comisión de Árbitros de la Confederación de Ajedrez para las Américas, y el Colegio de Árbitros de Cuba.
Descubrió su pasión por el ajedrez en la URSS, pero su boleto al deporte ciencia la esperaba en Cuba, a donde volvería antes de lo previsto. “Quedé embarazada de mi hija en 1988 y tuve que regresar debido a problemas de salud. Después de su nacimiento, volver a la Unión Soviética era complicado, así que decidí continuar estudios en la CUJAE, inicialmente en el curso diurno. Sin embargo, al tener una hija, opté por el curso para trabajadores, y comencé a trabajar en el Inder, como traductora de ruso”.
Apertura
Un día, mientras estaba en la biblioteca, se encontró con el Gran Maestro Silvino García. “Me preguntó si me interesaría formar parte de un instituto que estaba por abrirse. Vi en ello un reto interesante, y como siempre me han motivado los desafíos, acepté”.
Era 1992, su hija tenía 4 años, y la institución de próxima apertura era el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (ISLA). Ahí comienza lo que llama su “verdadera historia en el ajedrez”. Fue, en particular, al conocer a Bruno Vázquez, “un árbitro internacional, lamentablemente ya fallecido, que me comentó que en ese momento no había mujeres árbitros en Cuba”. Al comentario le siguió otra pregunta parteaguas en su vida: “¿Quieres ser árbitro?”. “Yo, de nuevo, acepté”.
¿En qué consistía la formación?
Yo llegaba temprano al trabajo, y Bruno me estaba esperando. En aquella época todo se hacía con libros. Él me enseñó todo: las leyes del ajedrez, cómo se realizaban los pareos, la organización de los torneos… Yo estudiaba todos los días. Hasta que llegó mi primer torneo. A partir de ahí, participé en muchos más, y finalmente logré obtener en 1994 el título de Árbitro Nacional.
Ser árbitro de ajedrez requiere una combinación de educación, experiencia práctica y certificaciones progresivas. Lo primero es un sólido conocimiento de las reglas del juego. Aunque no es necesario ser un jugador de alto nivel, es fundamental conocer a fondo el reglamento y su aplicación.
El siguiente paso es adquirir experiencia práctica en torneos locales como asistente o árbitro principal, para aprender a manejar disputas entre jugadores, controlar los tiempos y aplicar las reglas de forma correcta. Con el tiempo, se accede a torneos de mayor envergadura, como campeonatos provinciales o nacionales.
En 2006 obtuve el título de Árbitro FIDE, lo que me permitió asistir a torneos de mayor nivel. En Cuba hubo una época en la que el ajedrez floreció, y los campeonatos del ISLA se realizaban cada 3 meses; cosa que me brindó mucha experiencia. Fui la primera mujer cubana en el título. Y en 2012 alcancé el título de Árbitro Internacional: la primera mujer de Cuba, Centroamérica y el Caribe en lograrlo.

¿Ya jugabas cuando te ofrecieron formarte en el arbitraje?
Nunca fui jugadora profesional; jugaba por diversión, pero tampoco era algo que me llamara la atención. Siempre he sido muy inquieta y pasar tanto tiempo sentada frente a un tablero no era lo mío. Ser árbitro me permitió, de hecho, seguir en el mundo del ajedrez de una manera más adaptada a mi personalidad, ya que exige estar en constante movimiento y atento a todo lo que ocurre en el torneo.
Comencé en una época en la que se usaban relojes rusos y no había computadoras; los pareos se realizaban manualmente y todo se estudiaba en libros. Con el tiempo, los programas de pareo facilitaron el trabajo, pero antes se hacía organizando cientos de tarjetas en el suelo, con los nombres de los jugadores, según su puntuación. Ahora que se hace en la computadora me doy cuenta de cuánto aquel método permitía comprender la verdadera “artesanía” del proceso.
También me hace evocar una anécdota. Una vez mi hija, aún pequeña, vio aquellas tarjetas en el suelo y, jugando, las revolvió con su piecito. Tuvimos que rehacerlo todo desde el principio. Fue un caos en su momento, pero ahora lo recuerdo con cariño.
¿Cómo te recibió un ambiente tan dominado por hombres?
No fue fácil. Desde el inicio enfrenté un fuerte machismo. Cuando arbitraba los torneos del ISLA, mis reportes no eran enviados; los de mis colegas hombres sí. Parecía que el ajedrez era un mundo exclusivamente masculino, y mi presencia como mujer no era bien recibida. Incluso los jugadores mostraban cierta resistencia; no me veían con buenos ojos y recibí rechazo en la primera etapa. No querían que arbitrara y, al ser un gremio dominado por hombres, no me convocaban a torneos. Me costó muchísimo abrirme camino.
Las oportunidades de acumular experiencia en torneos eran escasas, en especial para una mujer. En aquella época, los árbitros ocupaban cargos vitalicios, lo que hacía aún más difícil abrirse paso.
Durante mucho tiempo fui la única árbitra de ajedrez en Cuba. Actualmente, somos cuatro, lo que representa un avance, aunque todavía hay mucho camino por recorrer para seguir ampliando la participación femenina en el arbitraje.
Obtuve mi título de Árbitro Nacional en 1994, pero me tomó doce años alcanzar el de Árbitro FIDE, en 2006, y solo en 2012 logré convertirme en Árbitro Internacional. Fueron demasiados años para llegar hasta aquí. Pero nunca me rendí.
Fue un proceso que exigió perseverancia, lucha constante y una firme defensa de mi lugar en el arbitraje. Cada torneo al que lograba acceder era una conquista, cada experiencia sumaba, y con cada paso que daba reafirmaba mi compromiso con la profesión.
También he recibido siempre el apoyo de personas que creyeron en mí. Uno de los respaldos más importantes en mi formación fue el de José Carrillo Pujols, a quien conocí en un Torneo Capablanca en 2011. Desde entonces me brindó oportunidades clave, convocándome a torneos internacionales en su país, Panamá, que contribuyeron a mi crecimiento.
Siempre lo he llamado “el mejor organizador del mundo mundial”, porque sus torneos eran impecables. Su capacidad organizativa ha sido clave en el desarrollo del ajedrez en la región. Hace tres años asumió la Presidencia de la Confederación de Ajedrez para las Américas, y ha promovido cambios importantes.
Hoy, el camino recorrido demostrando que mi trabajo no dependía de mi género, sino de mi preparación, me ha llevado a presidir la Comisión de Arbitraje de FIDE América, desde donde sigo trabajando para profesionalizar el arbitraje en nuestra región, impulsando más oportunidades para las nuevas generaciones.

Medio juego
Una vez obtenido el título de Árbitro Internacional, explica Bárbara, es imprescindible seguir arbitrando eventos para ascender de categoría. El proceso de ascenso es gradual y sigue este orden: Categoría D, Categoría C, Categoría B y Categoría A (la más difícil de alcanzar). López-Chávez es Categoría B.
“Hasta hace unos años se podía obtener directamente la Categoría A, sin necesidad de pasar por las intermedias. De hecho, los árbitros de América que la ostentan hoy día la obtuvieron de manera directa, pasando de D a A, aun cuando muchos se hayan graduado después que yo”, cuenta.
“Por desgracia o por suerte no tuve esa oportunidad, por lo que el camino ha sido difícil. Me ha obligado a recorrer progresivamente todo el proceso, alcanzando la Categoría B [la única persona en Cuba] y trabajando constantemente para lograr la Categoría A. En ocasiones digo en broma que moriré antes de lograrlo; pero la verdad es que sigo trabajando con la misma dedicación.
A pesar de los recursos limitados y la falta de apoyo institucional, la comunidad ajedrecística cubana es muy unida. Los jugadores a menudo dependen del apoyo de sus familias, entrenadores y la solidaridad de la comunidad para financiar su participación en torneos y acceder a oportunidades de desarrollo. A lo largo de su carrera, un ajedrecista cubano se forma no solo a través de la competencia, sino también gracias al esfuerzo colectivo de quienes lo rodean. Y con los árbitros sucede igual.
“Nada de esto habría sido posible sin el apoyo de mi familia, que ha estado a mi lado en cada etapa del proceso. Mi abuela, que vivió 98 años y celebraba mis logros como si fueran suyos; incluso ahora, cada vez que estoy en un torneo importante, le pido que me acompañe desde donde esté. Mi mamá, que reza por mí antes de cada competencia. Mi hermana, que se preocupa cuando tengo que viajar o enfrentar largas jornadas de trabajo. Y, por supuesto, mi hija, que ha crecido rodeada de ajedrez —sin que le guste—, y que ha sido mi mayor motivación para seguir adelante. Mi mejor torneo, mi mejor seminario… es mi hija. Todo lo que soy es gracias a ella”.
¿Qué abarca el arbitraje en el ajedrez?
El trabajo de un árbitro de ajedrez es integral y supone múltiples responsabilidades en la sala de juego. Su labor, de hecho, comienza antes del torneo, asegurando que todo esté en orden antes de la llegada de los jugadores: tableros, piezas y relojes deben estar dispuestos según el ritmo de juego (estándar, rápido o blitz) y las condiciones del evento deben ser óptimas para el inicio puntual de las rondas.
Durante las partidas, supervisamos el cumplimiento de las reglas, prevenimos movimientos ilegales y atendemos reclamaciones. Un conocimiento profundo del reglamento es esencial para tomar decisiones justas y precisas en cada situación.
Además de estas tareas visibles, el árbitro debe estar preparado para resolver conflictos, gestionar imprevistos y garantizar que el torneo transcurra de manera justa. También es responsable de informar resultados.
Todo esto no solo requiere conocimiento técnico, sino también liderazgo, capacidad de gestión y toma de decisiones bajo presión. Cada torneo presenta desafíos únicos, y la experiencia es lo que permite afrontar cada situación con la seguridad y el criterio que la competencia exige.
Según tu experiencia, ¿qué infracciones son más frecuentes?
Sin duda, el uso indebido de dispositivos electrónicos es una de las más graves y recurrentes. Con el avance de la tecnología, se ha vuelto fundamental aplicar medidas estrictas para evitarlo, ya que el acceso a motores de búsqueda de ajedrez y bases de datos puede alterar por completo el resultado de una partida.
Por eso está prohibido llevar teléfonos móviles y relojes inteligentes a la sala de juego, incluso apagados. Si un jugador es sorprendido con uno de estos, pierde automáticamente la partida.
He tenido que enfrentar situaciones complejas relacionadas con esta infracción. Recuerdo un caso en el Torneo Capablanca In Memoriam, en La Habana, cuando un jugador fue acusado de llevar un teléfono a la sala de juego. La denuncia provenía del esposo de su oponente, pero como árbitro, no podía basarme solo en la palabra de terceros; debía verificarlo.
Dado que se trataba de un jugador, no podía seguirlo al baño ni realizar la inspección personalmente, por lo que tuve que coordinar con otro árbitro para llevarlo a cabo. Finalmente, se encontró el teléfono en su bolsillo. Aplicamos la sanción correspondiente: pérdida inmediata de la partida.
En torneos de élite, la seguridad es aun más estricta. Los jugadores y árbitros son escaneados con detectores de metales, y la Comisión de Juego Limpio supervisa el cumplimiento de las normativas anti trampa. También existen restricciones en el uso de bolígrafos; en estos eventos se proporcionan bolígrafos oficiales a los jugadores.
Otra infracción frecuente son los llamados movimientos ilegales, especialmente en partidas rápidas y blitz, donde el ritmo acelerado puede llevar a errores de ejecución. Es común que los jugadores olviden presionar el reloj tras realizar un movimiento o hagan jugadas no permitidas por el reglamento.
En algunos casos se presentan conductas antideportivas, desde reclamaciones indebidas hasta falta de respeto hacia los árbitros o los oponentes. Mantener el control del ambiente y aplicar el reglamento con firmeza es una de las responsabilidades más importantes del equipo arbitral.
¿Qué parte de todo eso disfrutas más?
Me sería imposible elegir una. Me apasiona cada aspecto: desde la organización y supervisión de torneos hasta la formación de nuevos árbitros, un área en la que también me desempeño.
Estar en un torneo de ajedrez o impartir un seminario me resulta enormemente gratificante. La enseñanza, en particular, ha sido parte esencial de mi trayectoria. Soy FIDE Lecturer desde 2012 y cada curso que imparto representa tanto un desafío como una oportunidad de aprendizaje.
Antes realizaba los seminarios de manera presencial, pero con la transición al formato online he podido llegar a estudiantes de diversas partes del mundo, incluyendo España, Uzbekistán, Azerbaiyán y toda América.
Para mí, el arbitraje no es solo aplicar reglas; es una forma de fortalecer el juego, formar nuevas generaciones y garantizar que el ajedrez siga creciendo, con equidad y profesionalidad.
Y del juego, ¿qué te gusta?
La adrenalina que se vive en cada partida, especialmente en los momentos decisivos. En un torneo, la tensión en la sala es palpable, ya sea por los apuros de tiempo, una jugada inesperada o la presión de la última ronda.
Desde el arbitraje, disfruto estar en medio de ese ambiente competitivo, asegurando que todo transcurra con justicia y viendo cómo cada movimiento puede cambiar el destino de una partida.
Además, me fascina que el ajedrez no sea solo un juego de estrategia, sino también de emociones y toma de decisiones bajo presión. No importa si es una partida clásica o un blitz, cada enfrentamiento es único y tiene su propia historia.
¿Tienes jugadas preferidas?
Bueno, mi enfoque no está en la estrategia del juego, sino en garantizar que todo funcione correctamente. No estudio aperturas ni tácticas, sino el reglamento y su aplicación. Mientras los jugadores están concentrados en calcular su próxima jugada, yo debo estar atenta a otros aspectos: el control del tiempo, posibles irregularidades, una promoción de pieza o cualquier situación que requiera mi intervención.
De hecho, cuando un jugador se convierte en árbitro, al principio puede costarle cambiar de mentalidad, porque tiende a enfocarse en el contenido de la partida en lugar de en su labor arbitral.
En el arbitraje, mi “jugada preferida” es aquella que me permita aplicar las reglas con precisión y garantizar el desarrollo óptimo del torneo.

¿Puedes describir un poco más el ambiente?
La tensión en una partida de ajedrez es casi palpable. Desde el primer movimiento, se genera una atmósfera de concentración total, donde cada jugada puede cambiar el rumbo de la partida. El silencio en la sala es absoluto, solo interrumpido por el sonido de las piezas al moverse y el clic de los relojes. El tiempo se convierte en un enemigo invisible, aumentando la presión sobre ambos jugadores con cada segundo que pasa.
Como árbitra, esa tensión se percibe en detalle. Observo cómo los jugadores se tensan, cómo su concentración se intensifica con cada movimiento. Cada pequeño gesto, mirada, suspiro, un cambio de postura, puede revelar su estado mental. Cuando la partida alcanza su punto crítico, el aire de la sala se vuelve casi irrespirable, es como una cuerda estirada al máximo, lista para romperse en cualquier momento.
Esa presión no solo afecta a los jugadores; también a nosotros. Por eso la concentración y la preparación son esenciales. En momentos decisivos, debemos tomar decisiones rápidas y precisas, asegurando que las reglas se cumplan sin alterar la fluidez del juego. Mantener la calma en medio de esta tensión es una de las habilidades más importantes para que al árbitro le vaya bien.
Hay momentos en los que aplicar las reglas puede generar controversia, y el árbitro queda en el centro de la atención.
Ocurrió en el Campeonato Mundial de Rápidas y Blitz, diciembre 2024, celebrado en Nueva York, Estados Unidos, cuando Magnus Carlsen fue excluido de la ronda por no cumplir con el código de vestuario. Aunque el reglamento era claro, la decisión generó polémica, y muchos la consideraron injusta. El árbitro solo estaba aplicando la norma establecida, pero en situaciones así, las críticas recaen sobre quien toma la decisión, no sobre la regla ni quien la viola.
El arbitraje es un trabajo silencioso. Si todo está en orden, nadie menciona al árbitro; pero si hay una decisión polémica, su nombre se escucha en todas partes. No buscamos protagonismo, pero debemos hacer cumplir las reglas con imparcialidad, aun cuando eso signifique tomar decisiones no populares.
¿Qué grandes figuras te han impresionado en tu carrera?
No soy de seguir jugadores, pero si hay alguien que me ha impresionado es Judit Polgar. No solo por su talento excepcional, sino por su legado. En un mundo donde históricamente los hombres han dominado la escena, ella rompió barreras y demostró que una mujer podía competir y vencer al más alto nivel. Su trayectoria es inspiradora y su impacto en la historia del ajedrez es innegable. Además, cuando la conoces en persona, te das cuenta de que, a pesar de su genialidad, es sencilla y humilde, algo que valoro mucho en alguien de su nivel.
Sin embargo, las figuras que más admiro son los árbitros, aquellos que trabajan para que las competencias se desarrollen con justicia y profesionalismo. En este sentido, una de las personas que más me han impresionado es Iván Syvory, presidente de la Comisión de Árbitros de la FIDE. Su liderazgo ha marcado un antes y un después en el arbitraje internacional. Bajo su gestión, el sistema de designaciones se ha vuelto más transparente, garantizando que el mérito y la experiencia sean los únicos criterios de selección. Ha trabajado para que los árbitros de todas las regiones, especialmente aquellos de América y África, tengan acceso a torneos de alto nivel sin depender de influencias o privilegios.

Además, Iván no solo ha impulsado cambios administrativos, sino que también ha sido un referente en la formación. Su visión ha permitido mejorar la profesionalización del arbitraje, asegurando que las regulaciones se apliquen de manera uniforme en todo el mundo. Su compromiso con la equidad y la transparencia ha inspirado a muchos, incluida yo, y ha elevado el nivel del arbitraje en competencias de élite.
He tenido la suerte de compartir experiencias con colegas con gran trayectoria, árbitros que han estado en olimpiadas, mundiales y torneos de élite, como la Árbitra Internacional de Rusia Elena Polovina, líder siempre y de la cual he aprendido mucho; Carolina Muñoz, de Costa Rica, Sabrina de San Vicente, de Uruguay, Marika Japaridze, de Georgia, entre otros. Cada evento en el que participo me da la oportunidad de conocer a más personas que dejan huella en el arbitraje y en el ajedrez en general. Agradezco a Carlos Rivero, presidente de la Federación Cubana de Ajedrez, Enio Bello, y a la Gran Maestra Vivian Ramón.
Para mí, las figuras del ajedrez no son solo los jugadores de élite, sino también aquellos árbitros que, con su trabajo, garantizan el desarrollo del juego.

¿Cómo manejas la imparcialidad cuando tienes que arbitrar un torneo en el que juega un amigo?
Cuando entro a un torneo no tengo amigos. No veo caras ni nombres, solo veo dos jugadores que se enfrentan delante de un tablero. La imparcialidad es el pilar fundamental, y el día que deje de aplicarla dejaré de ser árbitra.
Fuera de la competencia, tengo una excelente relación con muchos jugadores; de hecho, algunas de mis mejores amigas son jugadoras. Cuando termina el torneo, podemos compartir y celebrar todos juntos.
Final (por ahora)
¿Cómo influye tu profesión en tu vida fuera de los torneos?
Mucho. La vida y el ajedrez tienen muchas similitudes. A veces la posición es favorable; otras, no tanto, y cada decisión que tomamos puede cambiar el rumbo de la partida.
He aprendido que pensar demasiado en lo que podría pasar puede llevarme a preocuparme por problemas que quizá nunca lleguen. Como en el ajedrez, es fundamental encontrar un equilibrio entre anticipar los movimientos y no complicarse innecesariamente.
En la vida, al igual que en el ajedrez, suele haber opciones. Evalúo cada situación, analizo los posibles escenarios y tomo decisiones considerando las consecuencias potenciales. He aprendido que cada elección tiene su momento justo y que lo importante es avanzar con determinación.
Mi vida podría describirse como una partida con muchas jugadas y distintos ritmos. Cada etapa ha tenido su propósito y, aunque algunas han sido más desafiantes que otras, siempre he encontrado la forma de adaptarme y seguir adelante.
¿Puedes mirarla como un tablero lleno de piezas?
Sí, mi vida ha sido como un tablero de ajedrez. Cada movimiento ha requerido estrategia, paciencia y la capacidad de adaptarme a nuevas posiciones. No siempre he tenido el control de la apertura, muchas veces he jugado a la defensiva; otras, he tenido que arriesgar. Pero siempre con la mirada puesta en el objetivo.
Partí desde lo más sencillo. Soy una guajira de Manzanillo y, como dice mi amiga Vivian [la GM Vivian Ramón] con humor: “De Manzanillo al Kremlin, y del Kremlin a La Habana” (risas). Pasé de un pequeño pueblo a una ciudad inmensa y completamente distinta, con un clima, una cultura y un idioma que no conocía. Fue un cambio radical, que me enseñó a adaptarme y a enfrentar lo desconocido con determinación.
Con 17 años salí de mi tierra directo a estudiar en Leningrado, luego me establecí en La Habana, y el ajedrez me ha llevado a recorrer el mundo. Nunca imaginé que participaría en olimpiadas y mundiales o que llegaría a ser Presidenta de la Comisión de Árbitros de FIDE América. Recientemente cumplí un sueño que tenía desde 2014: tener mi propia escuela para formar árbitros de ajedrez. La llamé El arte de ser árbitro.
Nada de esto estuvo en mis planes cuando era pequeña. Fui una niña feliz que jamás imaginó que su vida tomaría el rumbo que tomó. Sin embargo, como en una partida, cada decisión ha contado, cada sacrificio ha tenido su propósito, y he aprendido a calcular no solo la jugada inmediata, sino también sus consecuencias a futuro.
¿Quién hubiera dicho que un día, modestamente, llegaría tan lejos? Y no solo siendo mujer, sino también latina, en un mundo en el que abrirse camino no siempre ha sido fácil. A lo largo de mi carrera, he entendido que el ajedrez, al igual que la vida, es una combinación de táctica y estrategia. Pero, sobre todo, de resistencia y adaptación.
Hoy sigo jugando mi partida, con la certeza de que, más allá del resultado, lo importante es cómo juegas cada movimiento en este tablero.

¿Qué pieza prefieres?
El peón. Siempre el peón. Porque, como te he dicho, empecé desde cero, avanzando paso a paso, enfrentando obstáculos sin atajos.
El peón es la pieza más modesta del tablero, la que pocos temen al inicio de la partida, pero la que, con determinación, puede abrirse camino y llegar a la octava fila, donde su destino cambia para siempre.
El peón no es invisible. Todos saben que, si avanza lo suficiente, puede definir el juego. No tiene movimientos espectaculares ni un gran alcance: su fuerza está en su constancia. Supera barreras, esquiva dificultades y sigue adelante, sin retroceder.
Así ha sido mi camino en el arbitraje. He recorrido cada casilla, enfrentado barreras y sigo avanzando. Me falta llegar a la octava fila, esa última casilla donde el peón se transforma. Para mí, esa octava fila es la Categoría A. Sé que cuando llegue, lo habré conseguido con esfuerzo, sin saltarme ninguna casilla, como lo hace el peón.
¿Cuántos tableros tienes en la casa?
¿Quieres que te diga? Ninguno. Todos los regalo (risas), porque cada vez que voy a un lugar me regalan uno, y siempre viene un niño a la casa y le gusta… y se lo regalo.
El más lindo que he tenido me lo regaló Kárpov cuando fue a Cuba, pero lo perdí por razones que no vienen a cuento. Era de madera preciosa, estaba bello.
¿Blancas o negras?
Las piezas… Me da lo mismo.
Casi todo el mundo prefiere las blancas porque llevan la iniciativa, pero un día juegas con blancas y al siguiente con negras. Con cualquiera de las dos se puede ganar, y se puede perder. En el ajedrez, como en la vida, insisto, no se trata de con qué piezas juegas, sino de cómo juegas la partida.