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Ariel Sánchez es un destacado bateador zurdo de la pelota cubana. De sus 40 años de vida, el jardinero ha dedicado casi la mitad a jugar en Series Nacionales, por lo general con los Cocodrilos de Matanzas. Ariel proviene de un linaje especial dentro del béisbol yumurino: los Sánchez del municipio Jovellanos.
Su abuelo paterno, René, mostró sus dotes en la fortísima liga amateur de la localidad Pedro Betancourt; su padre, Arturo, jugó 9 temporadas con elencos de la provincia en clásicos domésticos; sus tíos Wilfredo y Fernando forman parte del club de los 2000 jits en nuestros campeonatos nacionales. Si no fuera suficiente, Armando y Felipe, otros tíos de Ariel, también hicieron vida en el diamante. Si sumamos el rendimiento de todos, la familia ostenta 7972 imparables en clásicos cubanos posteriores a 1962. No hay nada comparable en los libros de récords.

Al momento de la redacción de estas líneas, Ariel aparece en respetables rankings históricos de la Serie Nacional. Su average de .330 está en el Top 20 entre toleteros con al menos 1800 comparecencias, ocupa el lugar 15 en jits, con 2111, y el puesto 16 en anotadas, con 1141. Además, es séptimo en triples con 68, encasillado que comparte con Juan Padilla.
Sin embargo, su trayectoria en las bolas y los strikes no escapa a coloridos acertijos: ¿Cómo el Sánchez de aparentemente menos capacidades físicas logró semejantes marcas? ¿Cuánto le aportó Víctor Mesa en los Cocodrilos? ¿Por qué dejar picar un fly estuvo a punto de llevarlo a las novenas de Industriales o Sancti Spíritus? ¿Qué sucedió para que Ariel tuviese que ver por televisión el título matancero de la Serie 59? ¿Cómo un pelotero sin experiencia en el béisbol organizado se las arregla para ser fundamental en un Matanzas plagado de elementos con pasado profesional? Y más intrigante todavía: ¿en qué influyó la leyenda pinareña Alfonso Urquiola para que Ariel Sánchez viviera todo esto? Bastaron par de horas de conversación para conocer al ser humano oculto en el traje de la M bordada.
¿Cómo recuerdas tus inicios en el deporte?
Practiqué fútbol, baloncesto y atletismo en mis etapas escolares. Incluso, en el fútbol me destaqué a nivel provincial como carrilero izquierdo porque corría mucho; jugaba con el número nueve, que fue el de mi papá. Las áreas de esos deportes eran las más cercanas a mi casa en Jovellanos, por eso los practicaba, pero siempre preferí la pelota. La jugué desde niño, en el barrio, con mi hermano Arturo Sánchez Sánchez. Él había jugado béisbol en la categoría 11-12 años. Era bueno, tenía mejores condiciones que yo para triunfar, pero por cosas que pasan, como entrenadores que no simpatizan con uno, lo dejaron fuera de una competencia. Ahí se “berreó” y no quiso seguir en la pelota. No obstante, empezó en balonmano, y llegó a la preselección nacional.
¿Algún recuerdo en particular ya estando tú en el béisbol?
Recuerdo que en la categoría 11-12 me tomé dos ponches en un partido contra Yulieski Gurriel. Después de eso me sentaron y no me pusieron más hasta el final del torneo. Me pareció precipitado, porque aunque no le bateé a Yulieski ese día, nadie más pudo con él. Solo se le dieron dos jits. Era increíble lo duro que tiraba Yuli de niño cuando lo ponían a lanzar.
¿Cuándo alcanzaste tus principales resultados en categorías inferiores?
De juvenil fui regular todo el tiempo. Llegué a estar de líder de los bateadores en toda Cuba promediando .500 y pico. Terminé sobre los .350 ofensivamente. Ese fue mi despertar como pelotero. Quizá me pudieron llevar a la preselección de esa edad, pero al igual que en varias temporadas de la Serie Nacional, me hicieron leña.
¿Y cómo llegas a las Series Nacionales?
Con mucho trabajo. Aunque traía grandes resultados de los juveniles como center field, todavía quedaban en Matanzas grandes jardineros como “Pepito” Estrada, Vaisel Acosta, Amaury Casañas o el mismo Nguyen Boulet. Era un equipo con varias estrellas. Y yo, si bien fui siempre buen bateador, cuando salí de las juveniles no estaba listo para la Serie Nacional. No era mejor que ellos. Vine a formar parte del equipo Matanzas a los 20 años, en la temporada 2005-2006, tras una renovación.
En ese momento, varios técnicos no me querían en la plantilla. Pero le tengo que agradecer mucho a Alfonso Urquiola. Soy pelotero gracias a él. Todos decían que estaba “muy flaco” o “muy chiquito”, pero un día Urquiola me vio en un tope en La Habana y dijo que yo le gustaba. Le comentaron que yo no cabía en los Cocodrilos, pero él se mantuvo firme: “En mi equipo sí cabe. Hay que hacerle un hueco a ese negrito, que juega caliente la pelota”.
¿Qué compañeros te acogieron mejor?
En mi primer año compartí habitación con el difunto Yoandy Garlobo. Vivíamos en el mismo barrio y fue compañero de mi hermano cuando chiquito. Garlobo siempre me ayudó mucho. Él trató de cambiar un poco mi carácter. Decía que yo era muy explosivo, pero que no podía confundir la explosividad con guapería, que esto no eran las ligas en las que yo jugaba en Jovellanos. También habló mucho conmigo Vaisel Acosta.
Ser uno de los Sánchez de Jovellanos, ¿conviene o perjudica?
Estoy orgulloso de ser un Sánchez, pero en mis primeros años fue difícil por la constante comparación con mis tíos, que fueron extraclases y con otros somatotipos. Suele pasar con los que vienen de familia pelotera. Tuve que lidiar con gente que me decía que yo era apellido nada más; hasta familiares míos dudaron de mi talento, excepto mis padres, mi esposa y mi hermano.
Víctor Mesa: exigencia y aprendizaje
Ariel Sánchez ya era un establecido de los Cocodrilos cuando Víctor Mesa tomó el mando de la escuadra en la Serie Nacional 51, iniciada en 2011. “El negrito de la caridad”, como lo había bautizado Urquiola, llevaba cuatro campañas consecutivas con más de 350 comparecencias y promedio ofensivo sobre los .340, no obstante, de la mano de la “Explosión Naranja”, aprendió a ser más táctico madero en mano.
Matanzas con Víctor vivió siete años de “vacas gordas”, aunque con heridas de postemporada, y la deuda de par de finales perdidas ante Azucareros de Villa Clara y Vegueros de Pinar del Río, en 2013 y 2014, respectivamente.

Cuéntame de los Cocodrilos de Matanzas antes de Víctor Mesa.
Una vez conversaba sobre esa época con unos entrenadores. Antes de Víctor bateábamos más, pero no sabíamos jugar pelota. Nos enseñó a jugar pelota, en postemporada y bajo presión. Siempre contamos con talento individual, pero teníamos peloteros peleados, cero colectivismo. Eso con Víctor no pasaba.
¿Cómo velaba Víctor Mesa por un mejor funcionamiento del grupo?
Ante todo, con disciplina y colectivismo. Antes de llegar a Matanzas, él ya había elaborado una caracterización de nuestro equipo. Y cuando fuimos sus adversarios contra Villa Clara, nos vio hacer cosas incorrectas como salir a la calle por gusto o estar en la misma discoteca del hotel, pero siempre supo que teníamos calidad. Como te digo, hizo mucho énfasis en la disciplina y la unidad. Nos dijo que íbamos a clasificar a los playoffs, pero ni nosotros le creíamos. Sin embargo, cumplió. Aunque no faltaron encontronazos, hasta yo los tuve. Había que adaptarse a su exigencia, y tenía que ser fuerte con nosotros, porque veníamos muy malcriados.
En el plano deportivo, ¿cuál fue el mayor aporte de Víctor a Ariel Sánchez?
Me ayudó mucho en mi pensamiento táctico a la hora de batear. Me puso de segundo bate y me perfeccionó a la hora de hacer el plan bateo-corrido. Poco a poco aprendí a dirigir la bola y aprovechar el conteo. Aunque Víctor pudo hacer más por mí, sobre todo a la defensa. Siempre se ha criticado que no tengo brazo, y no es así. Él lo sabía. Lo que pasa es que yo tiro mal a las bases, y nunca trabajé ese defecto. Hubiese querido que me ayudara más en eso. Tácticamente, nadie en Cuba sabe más de pelota que Víctor Mesa.
Él te preparaba para momentos decisivos. Decía que el pelotero bueno no podía fallar a la hora de la verdad. Era duro en algunas cosas que decía, a veces hacía llorar, pero fue una escuela. Tenía más cosas positivas que negativas. Gracias a él, aprendí a autorrelevarme en el mismo juego. Uno le puede tirar a una bola mala contra el piso, pero si te la vuelven a lanzar y le haces swing, ya eso es falta de concentración. Víctor siempre llamaba a estar concentrado.

Tu tío Wilfredo Sánchez, Félix Isasi y Rigoberto Rosique fueron bautizados como “Los Tres Mosqueteros” por el engranaje que lograron con los equipos matanceros en las primeras Series Nacionales. Años después, el trío que conformaste junto a José Miguel Fernández y Yadiel Hernández puede considerarse como “Los Mosqueteros 2.0” ¿También lo percibieron así?
Esa fue una de las etapas más bonitas de mi carrera. Estuvimos tan acoplados, que Víctor Figueroa, el preparador físico, nos sacó una estadística que mostraba que era muy difícil dominarnos a los tres de forma consecutiva. Siempre alguno la daba. Creo que sí; fuimos “Los Mosqueteros” de ese tiempo. Jugamos casi todo el año así, conmigo de segundo, José Miguel de tercer bate y Yadiel cuarto. Pero en esa postemporada, que fuimos contra Pinar del Río en la final, Víctor separó ese esquema al poner en turnos intermedios entre nosotros a Eriel Sánchez y Raúl González, creo que eso nos golpeó un poco también. Él sabía que entre José, Yadiel y yo no había bache, pero había que hacer las cosas a su manera.
Quizá la presión de tantos años sin salir campeón, desde que estaba con Azucareros de Villa Clara, llevaba a Víctor a tomar decisiones drásticas.
Creo que así era. Él quería dirigir en playoffs como si fuera temporada regular. A veces cambiaba muy rápido a los píchers y ahí perdía los juegos. Un lanzador daba una base por bolas y no daba tiempo a que se recuperara.
Háblame de esa lucha de Víctor para que el pelotero matancero estuviese materialmente estimulado.
Era un mánager muy preocupado por cada atleta. Para serte honesto, no terminé con las mejores relaciones con él, pero le soy agradecido. Desde el primer momento dijo que a los mejores peloteros les daría una vivienda y cumplió. Yo vivía en el campo con mi esposa y mis suegros. Él visitó varias veces esa casa en Jovellanos, hasta que me dio esta vivienda en el municipio cabecera. Hoy se la agradezco.
No obstante, a veces hablaba de rifar casas entre los atletas que más rindieran, lo que creaba cierta rivalidad deportiva dentro del equipo. La primera vivienda que dio fue a Lázaro Herrera, que estaba priorizado por tener más hijos. También gestionaba jabas con el Partido, superiores a la que nos dan ahora, y nunca cobraba un peso. Nos dieron aires acondicionados, entre otros artículos y tampoco nos cobraron por ello. Sé que eran otros tiempos, pero Víctor exprimía todos los recursos posibles. En siete años, repartió 15 casas. Y decía que si ganaba un campeonato, iba a dar un edificio entero para los peloteros. Tenía relaciones para eso y más.

Un refuerzo de lujo
La salida de Víctor Mesa de Matanzas, con destino a los Industriales de La Habana, supuso el fin de una etapa que revolucionó el béisbol yumurino. El legendario ex guardabosques aceptó el reto de dirigir a un conjunto con el que había rivalizado en un nuevo clásico occidental. Su lugar en los Cocodrilos lo ocupó Víctor Figueroa, y aunque el antiguo preparador físico de Mesa supo administrar el legado en un principio, al clasificar a semifinales de la Serie 57, el elenco que había alcanzado siete playoffs consecutivos, incluyendo par de finales, colapsó abruptamente en la Serie 58 al terminar en la última posición.
Tras la primera mitad de ese campeonato 2018-19, Ariel Sánchez fue de los más estables por los Cocodrilos, con línea de .339/.441/.394 tras 152 comparecencias. Ante tales cifras, Noelvis González no dudó en solicitarlo como refuerzo para los Cachorros de Holguín y, apoyado en métodos sabermétricos, convirtió a Ariel en un triturador con un trozo de madera en las manos.
El heredero de los Sánchez vapuleó la segunda mitad del certamen con promedios de .409/.456/.560 tras 184 comparecencias, a lo que sumó 14 extrabases y cuatro vuelacercas. Al término del tramo regular, el zurdo yumurino fue tercero de los bateadores con registro general de .378, solo superado por Maikel Cáceres (.380) y Jorge Alomá (.388). Por tanto, tampoco extraña que Gallos de Sancti Spíritus hayan requerido los servicios del jovellanense para aquella postemporada.
Un pasaje poco explorado de tu trayectoria son tus etapas como refuerzo en Holguín y Sancti Spíritus. ¿Cuál fue la mayor lección aprendida en esos equipos, y cómo te sentiste en ellos?
Me sentí bien en ambos conjuntos, lo que en Holguín estuve más tiempo. Allí, en los Cachorros, fuimos como familia. El ex mánager Noelvis González es tremendo director. Nadie lo calcula. Es de los que lleva la sabermetría con todo rigor, y me sacó estadísticas que conservo como referencia. Por ejemplo, me dijo que en mi primer turno de cada partido bateaba alrededor de .250, cosa que no debía ser por mi calidad; también me hizo ver que estaba mal ante lanzadores zurdos, en .214 más o menos.
Eran distintos parámetros que tenía que mejorar para ayudar al equipo. Me empezó a sacar esas métricas semanalmente para seguimiento. Parecía un director loco, pero no lo era. Ya cuando estaba en .350 ante zurdos, y enfrentábamos abridores de esa mano, él me ponía de octavo bate, supuestamente como el más débil, para que me lanzaran al medio y aprovechara. Y cuando Geydis Soler entró en racha de jonrones, Noelvis me alineaba detrás de él, los píchers lo pasaban para tirarme a mí, pero yo andaba encendido. Terminé tercero de los bateadores.

La era de Armando Ferrer
Armando Ferrer asumió las riendas de los Cocodrilos de Matanzas de cara a la contienda 2019-2020. En esa Serie 59, Matanzas regresó al trono nacional tras casi tres décadas de sequía en sus vitrinas. Ariel estuvo sancionado durante la segunda mitad del campeonato, pero se reintegró al grupo al comienzo de la siguiente temporada. Sufrió en carne propia las derrotas consecutivas ante Alazanes de Granma en las finales de los clásicos 60 y 61.
Ya se jaraneaba en la Atenas de Cuba al heredero Sánchez: “es la sal”, “da mala suerte”, “sin él ganamos, con él no”. Y por momentos, Ariel no podía sacar ese mito de su cabeza. De las cinco finales jugadas por los Cocodrilos desde la era Víctor Mesa, solo habían ganado la que Ariel no jugó, hasta que se presentó la decisión del título en la segunda Liga Élite.
¿La presión de tantos años sin ganar un campeonato, a pesar de clasificar a los playoffs con Víctor, también era palpable entre los peloteros de Matanzas cuando Armando Ferrer asumió la dirección?
Te voy a ser muy sincero. Para mí el mánager más conocedor del béisbol cubano es Víctor Mesa, pero para los juegos de campeonato, con Ferrer se juega mejor. Es todo lo contrario de Víctor, que muchas veces se alteraba y afectaba a los peloteros. Entonces Víctor nos exigía, y llegaba el momento que uno hacía las cosas solo por quedar bien con él. Ferrer cogió un equipo que había terminado último en la Serie 58 con Figueroa, nos aglutinó y todos entramos por un cordel.
Con Víctor se jugaba unido también, pero transmitía mucha presión. Con Ferrer te puedes ponchar o cometer un error, y a lo mejor se pone bravo, pero no te dice nada negativo. Si uno se equivoca, ya de por sí se siente mal, entonces si llegas al dugout y te pelean; es peor. Soy una persona a la que le gusta que le digan las cosas de frente, y Víctor lo hacía, pero tenía que escoger el momento adecuado.

¿Cómo aglutinó Ferrer a los Cocodrilos?
En su primer año al frente, me propusieron ser el capitán, pero no quise. Yasiel Santoya asumió esa función. Es un muchacho carismático. Se dedicó a conversar con todos para lograr cohesión. Ferrer, por su parte, es una gente muy jocosa, que se mete contigo, y da algún que otro chucho. Y siempre mantiene contacto con el atleta. Con él pierdes un juego y se puede hablar o reír. Eso le dio resultados. En esa Serie Nacional 59, en la que estuve sancionado, veía por televisión las caras de los jugadores de Matanzas en la postemporada y eran diferentes.
¿Qué pasó en los comodines de la Serie 59 ante Sancti Spíritus que condujo a tu sanción?
Íbamos perdiendo 4 por 0 en el sexto inning. Yo jugaba el jardín derecho. Batea Frederich Cepeda y da un fly a la raya. Pensé que la bola picaría foul, y no quería cambiar un out por carreras. Al final la bola pica buena y, para colmo, tiré suave a segunda, por lo que no pude sacar a Yunier Mendoza, que salió atrasado. Ferrer no me dijo nada. Simplemente me quitó del partido. No me quejé. Solo me senté. Sabía que había fallado. Perdimos ese primer juego en una serie que era de tres a ganar dos.
Al siguiente choque aquí en Matanzas, no abro regular. Me molesté. Entendía que el castigo por mi falla era sentarme el resto del juego anterior, pero sentí que tenía que estar en el otro partido. Hubo mucho ruido alrededor, que si yo le falté el respeto a Ferrer, y hasta que había vendido juego; mentira todo. La indisciplina que cometí fue recoger mis cosas de la concentración en Varadero y venir para mi casa, porque vi que no me pusieron en el resto del comodín.
No me presenté a los entrenamientos. Un coach me mandó a buscar para que fuese a disculparme, pero estaba muy incómodo. Pasaron los días y no fui, inconforme con la medida que se tomó en ese momento conmigo. Y como me fui por mi cuenta, se determinó que no me aceptarían más por el resto de la temporada.
¿Cómo se solucionó el problema?
Después fui a pedir una carta para cambiar de equipo, pero me dijeron que me querían de vuelta como el pelotero de siempre. Tuve que reajustarme mentalmente, para volver a engranar.

¿Qué otra provincia te había puesto el ojo encima?
Quería ir para Sancti Spíritus o Industriales. Lo tenía más seguro en los Gallos porque había hablado con Eriel Sánchez, y él preparó condiciones, incluso me dijo que no empezaría regular. Yo estaba dispuesto a ganar mi derecho a jugar con él. En Industriales estaban las opciones de Guillermo Carmona y Carlos Tabares para dirigir. Yo había conversado con Tabares. Él me dijo que si dirigía, me llevaba. Todo esto con carta de autorización por delante, pero al final, lo que sucede conviene. En el fondo, quería estar en Matanzas.
Mira mis marcas; conseguirlas fuera de los Cocodrilos no habría sido igual. Recapacité. Mi papá llegó a decirme: “Ferrer no te sacó del equipo. Te sacaste tú mismo”.
Matanzas perdió dos finales contra Granma en la Series 60 y 61 ¿Por qué los Alazanes se les hacen tan complicados?
Muchos han dicho que le tenemos miedo a Granma. No es así. Hay equipos que te juegan bien y otros que te juegan mal. Granma es de los que nos juega bien. Les hemos ganado, pero en los juegos clave ellos nos han mandado a casa. Sin embargo, hay detalles importantes ante ellos, como Roel Santos, a quien no se puede dominar. Para mí ese es un out fundamental, porque dicho en buen cubano, “ponía el picao malo” cuando se embasaba. Otro dolor de cabeza es Osvaldo Abreu, también carrera potencial estando en circulación. Ese tipo de peloteros te hace perder. Hay que dominarlos para que los Despaigne y los Avilés no los puedan impulsar.
Por fin, un título
Luego de perder varias finales con los Cocodrilos de Matanzas, Ariel Sánchez tuvo su oportunidad de redención durante la segunda edición de la Liga Élite. En la discusión de la corona en enero de 2024, el zurdo destrozó a los Cazadores de Artemisa con ristra de .333 y sin ponches. De sus seis imparables, cinco fueron extrabases: cuatro dobles y un jonrón. Y en 36.0 entradas a la defensa, no cometió errores en las praderas. Todo eso lo consiguió en un equipo plagado de estrellas de la Liga Japonesa, MLB, Ligas Menores y glorias de la Serie Nacional.
Al respecto, comentó: “Durante la segunda Liga Élite, por ejemplo, además de Yurisbel Gracial y Erisbel Arruebarrena, que ya son nuestros, al equipo se incorporaron Rusney Castillo y Dariel Álvarez, con pasado en Las Mayores, y se había pedido de refuerzo a Yordanis Samón, incorporación por la que me puse muy contento porque la gente que no sabe de pelota decía que era un ‘saco de sal’ y al final demostró que él también podía ganar”.
¿Cuál fue la clave para que no existieran choques de egos en ese equipo?
En medio de esa constelación, el coach Alexis Garro me preguntó por una posible alineación para un juego del siguiente día. Yo le di un lineup y no me puse. Coloqué a Dariel Álvarez en mi posición, por el estatus con el que llegó. Eso no me chocó. Me propuse recomenzar desde el banco en la postemporada, y demostrar mi calidad cuando fuese requerida.
Creo que si el Grandes Ligas regresa a la pelota cubana tiene que hacerlo mucho mejor que el que vive aquí. Y por eso, en aquella Liga Élite, hablamos con la dirección. Al que estuviese desajustado había que sentarlo. Lo dije una vez en una reunión: “se dice que los equipos no ganan cuando son tanques porque todo el mundo quiere hacer lo que le da la gana, pero si cada cual se enfoca en su trabajo, nadie va a poder con nosotros porque tenemos la mejor plantilla”.
Y como no pudiste estar en la final de la Serie 59, imagino que ganar esa Liga Élite jugando, también significó un alivio.
Al igual que con Samón, de mí decían que no ganaba campeonatos, que era “la sal”, y eso me tenía incómodo. Llega el momento en que te lo empiezas a creer, porque esto es psicológico. Pero bueno, estoy contento por haber ganado.
Cuando arribaste a los 2000 jits en la pelota cubana, durante esos mismos playoffs, ¿qué te vino a la mente?
Fue un alivio. Primero, porque quedé bien conmigo mismo. Nunca pensé llegar a los 2000 jits, y lo hice en menos temporadas que mis tíos. Quería hacerlo en 18, y cumplí. Me sentí bien por lograrlo en postemporadas y con Matanzas. Tenía la presión adicional de que no estaba empezando de regular, sin embargo, Ferrer decidió alinearme de noveno bate contra un pícher zurdo. Se lo agradezco.
el problema de víctor mesa era que antes de los play off, hay un campeonato… durante ese tiempo, destrozaba a sus peloteros… en una de las series que dirigió, matanzas iba de primero y había usado más lanzadores que artemisa que iba último, una verdadera locura… cuando llegaban los play off, no había un matancero con brazo… ariel dice que es el que más sabe de táctica, pero cometía mucho el error de hacer lo que se debe hacer con peloteros no idóneos… quitaba un derecho porque venía un bateador zurdo y traía un zurdo mucho peor que el derecho que acababa de quitar… luego daban el batazo y se comía al que trajo… al mismo ariel lo sacó a la defensa en un juego de play off siendo su tercer bate en ese juego antes del quinto inning y luego venía matanzas con dos en base y perdiendo y un muerto en el turno de ariel… no por gusto víctor no fue campeón, no fue casualidad, fueron sus locuras a la hora de dirigir…