George Elder (Lebanon, Kentucky, 1921) es el ligamayorista vivo más longevo en la actualidad. Aunque solo estuvo un par de meses en MLB con los St. Louis Browns en 1949, ostenta dicho título a la edad de 101 años, desde que en octubre del 2021 falleciera Eddie Robinson, su antecesor en la lista.
Probablemente, el nombre de George Elder no dice mucho para los fanáticos del béisbol cubano, sin embargo, el récord que este centenario hombre posee hoy, durante un tiempo estuvo en poder de un pelotero nacido en nuestra Isla caribeña.
Hablamos de Conrado Marrero, “El Guajiro de Laberinto”, “El Premier” o “El Curveador”, como se le conocía indistintamente en el universo beisbolero, quien fue considerado el jugador vivo más veterano de Grandes Ligas desde el 30 de abril del 2011 hasta el 23 de abril del 2014, cuando por desgracia falleció a la edad de 102 años y 363 días, dos fechas antes de su cumpleaños 103.
Marrero es uno de los jugadores legendarios del deporte de las bolas y los strikes en Cuba, y uno de los mayores estandartes de longevidad en la historia del béisbol mundial. Entre todos los pasajes de su vida, uno de los mejor ilustran esta sentencia se dio el 28 de marzo de 1999, durante la visita de los Orioles de Baltimore a La Habana.
Aquel día, el mítico lanzador se encaramó en la lomita del Coloso del Cerro a sus 87 años y realizó no uno, sino dos lanzamientos inaugurales hasta que Brady Anderson, primer madero de la novena norteña, hizo un tímido contacto a manera de toque de bola. La vitalidad de “El Premier” era palpable, no se había apagado su mirada desafiante contra los bateadores, esos que tanto sufrieron en cada reto ante sus afilados rompimientos.
Mientras el tiempo pasaba, Marrero daba la impresión de tener la misma energía de aquel pequeño muchacho de Sagua la Grande que, con 27 años, decidió dejar de jugar en tercera base para no perder los dientes de un lineazo o un mal bound, y comenzó una extraordinaria carrera desde el montículo, donde se convirtió en el lanzador cubano con más victorias en la historia.
“El Guajiro de Laberinto” ganó dondequiera que fue, lo mismo en México, Nicaragua, Cuba o Estados Unidos, lo mismo contra equipos sin demasiado cartel que frente a los Yankees de Mickey Mantle, Joe DiMaggio, Yogi Berra y compañía, o los Red Sox de Ted Williams y Walt Dropo en sus años dorados.
En total, Marrero sumó más de 350 victorias de por vida, casi 90 lechadas y un rosario de historias tan fascinantes que parecen sacadas de un libro de ficción. Por ejemplo, en 1947 ganó 37 partidos y lanzó 451 innings entre México y la Liga Internacional de la Florida, donde trabajó con los Havana Cubans, plantel afiliado a los Senadores de Washington.
Ciertamente, no parece creíble, pero las muy fidedignas hojas de anotación de Baseball Reference nos descubren que, desde 1947 hasta 1949, Marrero salió victorioso en 70 partidos y devoró 793 episodios en los distintos niveles del referido circuito floridano, con impresionante efectividad de 1.62.
Esa fue la antesala de su salto a las Ligas Mayores de Estados Unidos, que se produjo cuando tenía 38 años y 361 días, el 21 de abril de 1950, a solo cuatro jornadas de su cumpleaños 39.
En una revisión histórica, los únicos lanzadores que debutaron en MLB con más edad que Marrero fueron el dominicano Diomedes Olivo (41 años y 227 días), los japoneses Ken Takahashi (40-016) y Masumi Kuwata (39-070), y los estadounidenses Alex McColl (39-151) y Les Willis (39-101). Lo curioso es que ninguno de ellos logró consolidarse en Grandes Ligas, mientras el “Guajiro de Laberinto” se mantuvo activo durante cinco temporadas como un abridor fijo de los Senadores.
No hay mejor prueba de su longevidad.
En la Gran Carpa, bajo los focos del mejor béisbol del mundo, Marrero se burló del tiempo. Como ya decíamos, enfrentó sin complejos a los mejores bateadores de la época y no le fue del todo mal, pues logró un balance de 39 victorias y 40 derrotas con un equipo perdedor como Washington, y dejó un aceptable promedio de limpias de 3.67 en 118 salidas al centro del diamante.
Uno de sus puntos cumbres en Estados Unidos llegó en 1951 con la convocatoria al Juego de las Estrellas, convirtiéndose en el debutante más longevo de estos partidos. Su récord lo rompió Satchel Paige poco después, pero “El Premier” se mantiene como uno de los cinco hombres que se han estrenado en el All Star con 40 años o más.
De Conrado Marrero se ha dicho de todo: que no tenía nada en la bola, que no levanta una cuarta del piso (llegaron a llamarle “pequeño gnomo musculoso), que era muy viejo o que su estilo era poco ortodoxo.
“Connie Marrero tuvo un wind up que parecía un cruce entre un molino de viento enloquecido y un pato real que intentaba volar hacia atrás”, decía Felipe Alou, una de las primeras leyendas del béisbol dominicano en Grandes Ligas.
Y sí, podía tener razón. La puesta en escena de Marrero era extravagante, si se quiere, impropia del modelo de lanzador estrella, pero eso no le impedía en lo más mínimo sacar a relucir su ingenio para agarrar la bola de las maneras más increíbles y soltarlas para la goma, directo a la mascota de su receptor de turno.
“El Guajiro” probablemente ni lo sabía, pero en su repertorio competían una curva de demonios, un slider que se deslizaba lejos de los bates y un extraño knuckleball para marear al más centrado. “Este hombre te tira de todo excepto la pelota”, decía el mítico Ted Williams sobre sus duelos con Marrero.
Esa fama se la venía ganando el chico humilde de la finca Laberinto, en la zona norte de Villa Clara, desde mucho antes de llegar a Grandes Ligas. De hecho, había escrito historias muy relevantes con sus victorias en tres Series Mundiales Amateur con Cuba a finales de los años 30 e inicios de los 40, siendo muy recordados sus duelos contra el venezolano Daniel “El Chino” Canónico, con quien dividió triunfos entre 1941 y 1942. En este último año, le propinó una lechada a los morochos que sirvió para desquitarse de su derrota un curso antes.
“Conrado Marrero superó abiertamente a Canónico. Marrero sometió a nuestro equipo sin dificultad. Tenía ayer la medida para nuestros bateadores, a los cuales les permitió tres inatrapables. La segunda base apenas la pisamos una sola vez y la tercera nunca (…) Nuestros muchachos resultaron inofensivos ante los lanzamientos del gran Marrero. Eso fue todo”, reseñaba el periodista Heram “Chiquitin” Ettedgui en el periódico El Universal tras la joya del cubano, quien otorgó dos boletos y recetó media docena de ponches a los venezolanos.
La fórmula de éxito era idéntica a la que después utilizaría en Estados Unidos, y siempre le dio resultados. Daba igual que sus lanzamientos no caminaran a más de 70-75 millas, Marrero apelaba a la maña, a la puntería, a la inteligencia y a su memoria, porque, según cuentan, podía recordar los turnos que había afrontado, pitcheo por pitcheo. Su mente, como su brazo, siempre fue poderosa.
Lamentablemente, Conrado Marrero falleció el 23 de abril del 2014, 48 horas antes de cumplir 103 años. Ese día, Mike Sandlock pasó a ser el ligamayorista vivo más longevo del momento, un título que a Cuba le hubiera gustado conservar hasta la eternidad.