Los más ansiosos fanáticos del béisbol cubano ya cuentan los días para el fin de la cuarentena del deporte de las bolas y los strikes. Luego de meses de incertidumbre y angustiosa espera, el próximo 12 de septiembre arrancará por fin la 60 Serie Nacional, si no se complejiza nuevamente la situación sanitaria del país a causa de la COVID-19.
Con un formato sui generis emergente, que nos hace recordar estructuras del pasado reciente, el torneo representará la reanudación de las competencias en la Isla, detenidas durante un largo período por la pandemia, que también ha paralizado toda la actividad deportiva a nivel global.
El panorama no pintaba bien para el béisbol en Cuba, que tenía previsto el inicio de la 60 Serie en el mes de abril, justo cuando comenzaron a detectarse la mayor cantidad de contagios por el nuevo coronavirus. Ese factor provocó que los más pesimistas pensaran hasta en la cancelación definitiva del campeonato.
Sin embargo, poco más de tres meses después de diagnosticarse los primeros casos de la enfermedad en la Isla, la situación ha cambiado: ya casi todos los territorios de la nación están inmersos en la primera fase de la desescalada y gracias al trabajo del sistema de salud ha disminuido notablemente la cantidad de pacientes activos y en estado de peligro para la vida.
Este escenario de control ha abierto una ventana para el regreso del deporte y ha devuelto la ilusión a los aficionados beisboleros, quienes esperan emocionados la vuelta a los diamantes en septiembre próximo, incluso con un calendario recortado respecto a la idea original de más de 100 desafíos.
Nada se les puede reclamar a los organizadores por este detalle, pues diversas ligas en todo el mundo han visto reducidos sus programas y, en algunos casos, han tenido que suspender definitivamente los torneos. Sin ir muy lejos, los prestigiosos circuitos de Estados Unidos y Japón han recortado su número de partidos y MLB ha estado al borde del colapso por la disputa laboral con el Sindicato de Peloteros.
En Cuba, aun con el novedoso formato, se esperan emociones y una exigencia superior para todos los equipos, que deberán cubrir el calendario de 75 choques con sus novenas originales, sin adición de refuerzos en ningún momento de la etapa clasificatoria.
Además, conjuntos como Mayabeque y Guantánamo superarán por primera vez en mucho tiempo el umbral de 45 duelos, lo máximo que han podido disputar en las últimas siete campañas al no clasificar nunca a la segunda fase desde que se implementó la anterior estructura.
El aumento de la cantidad de partidos es un viejo reclamo de los propios peloteros, quienes entienden que solo jugando pueden experimentar un salto de calidad. Con el formato utilizado desde el 2013, seis u ocho equipos avanzaban a la etapa élite del campeonato y tomaban algunos refuerzos, pero cientos de atletas quedaban en sus casas sin opciones de competir.
Lo más polémico de este calendario es la cantidad impar de choques (75, con subseries de dos y tres partidos ante cada equipo), detalle que no permite a los elencos tener los mismos duelos como local y como visitante. Durante años el tema ha suscitado candentes debates, sobre todo en los últimos tiempos, cuando se han jugado 45 encuentros –cifra también impar– durante la primera ronda de la Serie Nacional.
En esta ocasión, se pudo evitar el asunto planificando un calendario de 60 desafíos, pero esa cifra se quedaba demasiado corta para las pretensiones de incrementar el volumen de juego de los atletas, mientras la opción de 90 encuentros —utilizada durante 15 años entre 1997 y 2011— no encajaba por el factor tiempo (se pretende no extender la temporada más allá de febrero del 2021).
Nos vemos entonces ante un campeonato con una cifra impar de choques, lo cual da una ventaja a la mitad de los equipos. Al respecto, el analista Jesús Suárez-Valmaña explicó en un debate en las redes sociales que este ha sido un “defecto persistente, recurrente y actual de las estructuras impuestas y nunca colegiadas por nuestra benemérita Dirección o Comisión Nacional de Béisbol” desde que se abandonó el formato de 90 juegos.
“Lo impar en ello da ventaja a la mitad de esos conjuntos sobre la otra mitad, imposible de equilibrar si no es en otra unidad eventual temporal, o sea, en el torneo siguiente, que ya no sería el mismo (…) Siempre abogo por la paridad en el número de juegos total como en el de las subseries o topes particulares, igualando la cantidad de partidos en casa y de visitante. Lo mismo para 162, 144, 96 o 90 choques”, añadió Valmaña, uno de los profundos estudiosos del fenómeno beisbolero cubano.
La polémica respecto a este tema será una constante durante la campaña, aunque probablemente termine opacado por la propia rivalidad que promete la Serie, en la cual clasificarán a la postemporada los ocho mejores elencos de la ronda clasificatoria.
Dicha cifra asegura una cruenta batalla, sobre todo por los últimos boletos a la instancia decisiva. En los certámenes más recientes hemos visto como al menos tres o cuatro equipos se han escapado en la punta de la tabla, mientras un pelotón de seis o siete elencos se ha concentrado en la lucha por el resto de los cupos a la siguiente fase.
Nada detiene el sueño beisbolero, ni siquiera un nuevo coronavirus
Además, el hecho de que ocho novenas clasifiquen a la postemporada implica un regreso al formato de tres series de play off, algo que no se da desde la famosa Serie de 17 equipos (2011-2012) que marcó la despedida de Metropolitanos de los clásicos domésticos.
Recuperar los cuartos de final es una victoria, que contribuirá de manera notable al espectáculo y permitirá a un grupo importante de peloteros jugar en la caldera de la postemporada, pues en estas primeras series de play off los equipos no tendrán refuerzos en sus filas. Las adiciones (cuatro por escuadra) llegarán solo a partir de semifinales.
Como detalle relevante, la Serie comenzará con público en las gradas y sin limitación de la capacidad de los estadios, lo cual rompe un poco con los protocolos mundiales de regreso a la acción deportiva. La mayoría de las ligas de primer nivel han retomado sus competencias con las tribunas vacías o con restricción de la cantidad de personas que pueden entrar en los recintos.
Si bien en cada estadio cubano se exigirá respetar las normas higiénico-sanitarias orientadas por las autoridades de salud, y se valorará impedir la entrada de aficionados si se da alguna situación epidemiológica en las sedes, es arriesgado no limitar la cantidad de público en estos espacios cerrados, lo más propicios para el contagio del nuevo coronavirus.
¿Acaso no hemos pensado que un juego de béisbol a grada llena puede ser el detonante para una situación epidemiológica complicada en cualquier provincia? ¿Ya olvidamos que algunos partidos de fútbol y de voleibol en Europa propiciaron importantes cadenas de contagios y hasta muertes? ¿No sería más sensato limitar a la mitad la cantidad de fanáticos que pueden entrar a cada juego?
Estas son cuestiones a considerar, independientemente de que continúe descendiendo la cantidad de casos positivos y de pacientes ingresados en la Isla. Pensemos que vale más precaver que lamentar, máxime si tenemos en cuenta que justo en el medio de la Serie (noviembre) debe producirse el primer rebrote de COVID-19 en Cuba.
No hay necesidad de arriesgar en nombre del espectáculo. Ahora que todavía estamos a tiempo, valoremos la opción de comenzar sin público o con aforo reducido, así se contribuiría a limitar al mínimo las posibilidades de propagación del virus y, probablemente, aseguraríamos tener los estadios llenos para la postemporada a inicios del 2021, cuando de verdad empieza a subir la temperatura.
es una situacion dificil para todos