Cuando cae la tarde en el ocaso de Australia, el horizonte tiende a ponerse rojizo y las nubes son preferiblemente grises. Allí el béisbol es una fiesta entre noviembre y enero. Los estadios no son lujosos. El escenario se mueve en los patrones normales, pero se puede sentir la atmósfera de una comunidad pequeña que vive cada partido con una emoción romántica y singular.
No importan los números ni los averages de bateo, porque todo se concentra en ganar para tu equipo. En 2014, un jardinero quebró la valla del jardín central intentando lo imposible, atrapar una pelota más allá de los límites.
Hacía ese espacio lejano de Australia se movió Daniel De la Calle, un muchacho nacido en 1992, en Holguín, Cuba, a 678 kilómetros de la capital. Sus recuerdos sobre la Isla semejan a la memoria del colibrí, en parte porque no tiene memoria. No recuerda siquiera detalles de su partida ni cuando llegó con sus padres a los Estados Unidos en 1996.
“Desafortunadamente, no recuerdo mucho de Cuba. Salí de allá con mi familia cuando tenía tres años”, dice.
Quizás la mejor manera de mantenerse conectado a la cultura y tradición de su tierra caribeña era jugando béisbol. De La Calle se inició en el camino de las bolas y los strikes en un país desconocido y una emigración inevitable sin viaje de regreso. Es fanático a las comidas, las fotos con sus amigos y la naturaleza.
Ya no es el niño que emigró con sus padres. Ahora mide 6.3 y pesa 220 libras. Posee la complexión de un atleta que, a los 26 años, triunfó en el período colegial con Florida State University (FSU) y contribuyó a un campeonato de la Atlantic Coast Conference (ACC) en 2015. Él guarda ese anillo de campeonato con los Seminoles en un lugar sagrado y de religiosidad.
De la Calle fue elegido en la novena ronda del Draft Amateur de 2015 por Tampa Bay Rays, y en cuatro años en las Menores no logró pasar del nivel Doble-A con la sucursal de Montgomery Biscuits. Para ellos bateó .213 y cuatro extrabases en 17 encuentros.
El 1 de noviembre pasado los Rays notificaron la liberación del receptor.
“Ahora soy agente libre. Estoy esperando a ver qué me depara el futuro. Tuve una gran experiencia con los Rays y no estaría hoy aquí sin eso”, confiesa.
A veces un released en las Menores amenaza con terminar la carrera del beisbolista. Uno se cuestiona el talento y aparece la desconfianza en sí mismo. Sin embargo, De La Calle no se amilanó y buscó la forma de proseguir en el béisbol.
Fue así como apareció la opción de irse a Australia, el país continente, e incursionar en una liga que se fundó en 1989, cuenta con ocho equipos y un calendario de 45 juegos antes de la ronda de postemporada.
“Un amigo mío conocía a los dueños del equipo y me puso en contacto con ellos”, expresa.
Se subió a un avión y partió a Brisbane en un vuelo de más de 22 horas y dos escalas. Es la ciudad más poblada del estado de Queensland, y tercera del país luego de Sídney y Melbourne. Los Bandits de Brisbane vienen de lograr tres campeonatos de Australia consecutivos. Los traslados son extensos de una ciudad a otra.
“Es genial. La competencia es cada vez mejor, algunas de las ligas invernales son un poco peligrosas para los jugadores importados, y esta liga se está haciendo más competitiva. Creo que prosperará incluso más”, dice.
De la Calle también ha visitado Nueva Zelanda para jugar ante los Auckland Tuatara, equipo que se incorporó al circuito en 2018 como parte de la expansión de la liga a ocho conjuntos. Ahora mismo, el receptor, inicialista y bateador designado se encuentra bateando .276/.309/.486, con cinco dobles, cinco jonrones y 16 impulsadas.
“He estado trabajando más y más en mi juego ofensivo y me estoy sintiendo muy bien. La mayoría de mis errores estaban llegando con envíos afuera de la zona”, agrega.
“Ahora estoy tratando de ser más selectivo y enfocándome en buscar los mejores pitcheos para hacer daño”.
En la Australian Baseball League juegan algunos beisbolistas que estuvieron en Grandes Ligas durante el 2018 como Pete Kozma y Gift Ngoepe. También otros que ya vieron pasar sus mejores años como Luke Hughes, Josh Collmenter y Donald Lutz, además del cerrador holandés Loek Van Mil, quien opacó a Cuba en el III Clásico Mundial de Béisbol en 2013.
De la Calle continúa su largo viaje por el béisbol y desconoce dónde termina. Desde Cuba a Estados Unidos y Australia. En cada destino mantiene el aprendizaje y conecta triples y jonrones mientras sus compañeros lo aguardan en el festejo. En los vientos de Auckland, Nueva Zelanda, abre sus brazos y puede ver toda la ciudad desde una colina. Su pullover se mueve según los latidos del aire, la naturaleza mantiene su rumbo y las yerbas crecen.