En la Serie Mundial de 1955, el legendario Jackie Robinson se robó el home en el mismo primer encuentro entre los New York Yankees y los Brooklyn Dodgers, que terminaron ganando el título en 7 partidos. Sin embargo, la jugada que marcó aquel enfrentamiento en la Gran Manzana tuvo lugar en el séptimo encuentro y la protagonizó un cubano: Edmundo Amorós Isasi.
“Sandy”, como llamaban al matancero, no había sido titular en los dos primeros choques del match por la corona, pero del tercero al sexto encuentro alineó en el orden de los Dodgers y pegó un jit en cada uno de esos desafíos. A pesar de eso, el mentor Walter Alston decidió dejarlo en la banca para el séptimo y decisivo juego.
En ese partido, celebrado en el Yankee Stadium el 4 de octubre de 1955, los Dodgers tomaron la delantera en el cuarto episodio por sencillo remolcador de Gil Hodges, quien amplió la ventaja en el sexto con un elevado de sacrificio. Hasta ese instante todo parecía ir viento en popa para los Dodgers, que se habían colocado a 12 outs de su primer cetro de Serie Mundial con un dominante Johnny Podres encaramado en la lomita.
Pero en el final del sexto capítulo la historia estuvo a punto de torcerse para los Dodgers. Podres, que solo había permitido 3 jits, abrió la entrada con boleto a Billy Martin y enseguida Gil McDougald se embasó con un toque de bola. De pronto, los Yankees tenían el empate en circulación y le tocaba consumir al gran Yogi Berra, ya en ese entonces reconocido tres veces como Jugador Más Valioso (MVP, por sus siglas en inglés) de su circuito.
Los Dodgers no podían enfrentarse a un peor escenario, pero solo unos minutos antes el mánager Walter Alston ya había hecho el movimiento que le daría victoria. Nada más empezar la entrada el estratega colocó a “Sandy” Amorós a defender en el jardín izquierdo y eso le salvó la vida, aunque con suspenso incluido.
El patrullero cubano se posicionó totalmente cargado al bosque central, teniendo en cuenta que Berra era un zurdo que explotaba muy bien el bateo para su mano. Sin embargo, con mucha maestría el receptor de los Yankees detectó esa formación especial de los jardineros rivales y empujó la bola pegada a la raya del bosque izquierdo.
Amorós tuvo que correr alrededor de 60 yardas hasta las profundidades. Por un momento parecía que no llegaba, pero a última hora sacó el guante, fildeó la pelota de aire, tiró al cortador Pee Wee Reese y este completó una inolvidable jugada de doble play. El lanzador Johnny Podres respiró, se recompuso del mal momento y retiró a 10 de los siguientes 13 bateadores que enfrentó para dar a los Dodgers su primer título de Serie Mundial.
Esa fue la tercera campaña de “Sandy” Amorós con la novena, organización en la que jugó durante siete temporadas. En ese lapso de 1952 a 1959 conectó 324 imparables, 55 dobles, 23 triples y 42 jonrones, con 173 empujadas, 208 anotadas y OPS de .809. Todavía hoy su espectacular atrapada es recordada por los fanáticos de la franquicia, que elevaron al cubano a un altar.
Pero la historia de Amorós no es la única que vincula a Cuba con los Dodgers. Para descubrir un poco más sobre las aventuras de los antillanos en esta escuadra, “El primero y el último” se acerca hoy a las hazañas, los triunfos, las derrotas, los sinsabores, las decepciones, los récords, las marcas y las curiosidades de los 15 jugadores que han militado en la franquicia.
El primero
Los recuerdos gloriosos de Sandy Amorós nos trasladan a la primera mitad del siglo pasado, pero el patrullero yumurino no fue el primer cubano en los Dodgers. De hecho, otro antillano vistió la camisa de la centenaria franquicia mucho antes que el héroe de la Serie Mundial de 1955, tanto que la organización era conocida como los Robins.
Hablamos del muy prestigioso lanzador Adolfo Luque, quien firmó con Brooklyn en 1930, solo unos meses antes de cumplir 40 años. Cuando el derecho llegó a la novena dirigida por Wilbert Robinson ya era todo un consagrado de las Ligas Mayores. Venía de jugar 12 temporadas con los Cincinnati Reds en las que dejó balance de 154 victorias y 152 derrotas en 395 salidas al centro del diamante, con par de títulos de efectividad y un récord de 27 éxitos y seis lechadas en la campaña de 1923.
Luque se convirtió en el primer latino en la historia de los Dodgers y dejó un grato recuerdo, al menos en su primera campaña, en la que ganó 14 partidos en 31 salidas y 199 entradas de labor, con 16 juegos completos y par de blanqueadas. Aunque permitió 18 jonrones (su mayor cantidad en 20 años de servicio en MLB) el derecho se convirtió en el primer y único lanzador de la franquicia con al menos 14 triunfos en una temporada luego de cumplir 40 años.
Como detalle curioso, Luque no solo asumió el rol de abridor dentro del equipo, sino que tuvo tres oportunidades de salvamento, de las cuales concretó dos. Además, en el rol ofensivo (los pícheres tenían que batear) pegó 18 imparables en 85 comparecencias al plato, solo se ponchó tres veces y logró un tope personal de 11 empujadas.
Ya con 41 años, la siguiente temporada de Luque en Brooklyn fue más discreta, de hecho, por primera vez desde 1919 registró menos de 170 innings trabajados y se despidió de la organización con siete victorias en 19 presentaciones en el montículo. Luque siguió lanzando en Las Mayores, incluso ganó una Serie Mundial con los New York Giants en 1933.
Pascual, Báez, Grandal y otros cubanos en los Dodgers
No puede decirse que los Dodgers sea una de esas franquicias con predilección por los cubanos, no solo por la cantidad de jugadores de la isla (15) que han vestido el mítico uniforme, sino por lo fugaces que han sido sus historias en el equipo. Para tener una idea, de los 15 antillanos que han pasado por la organización, solo Sandy Amorós, Yasiel Puig y Yasmani Grandal lograron establecerse por al menos tres temporadas.
Precisamente, Grandal es uno de los cubanos que consiguió brillar con los Dodgers en el presente siglo, ya con la novena establecida en Los Ángeles. “El máscara” estuvo allí de 2015 a 2018 y sumó 168 extrabases, 89 jonrones, 245 impulsadas, 207 anotadas, 241 boletos y OPS de .790. El capitalino tuvo tres temporadas seguidas con al menos 22 vuelacercas, algo que ningún otro jugador del equipo logró entre 2016 y 2018.
Del resto de los cubanos que han pasado por los Dodgers, el pinareño Dannys Báez tuvo una buena carga de trabajo en 2006, cuando fue adquirido por la franquicia angelina en un canje con los Rays. El derecho lanzó en 46 partidos, se apuntó nueve salvados y ganó cinco juegos, pero en líneas generales no convenció y en el verano de ese propio año se fue a los Braves en otro cambio.
Báez comenzó como cerrador titular de los Dodgers, que habían perdido por lesión a Eric Gagne, su taponero estrella. Sin embargo, el vueltabajero tuvo varios fallos de peso y desperdició hasta siete oportunidades de rescate, por lo que perdió el puesto de la novena entrada.
Por su parte, el ilustre Zoilo Versalles, uno de los tres antillanos que ha ganado el premio de Jugador Más Valioso en MLB, pasó de puntillas por Los Ángeles. El torpedero jugó allí en 1968 tras nueve temporadas en Minnesota, donde fue dos veces al Juego de Estrellas y ganó par de Guantes de Oro. En los Dodgers, sin embargo, la historia resultó completamente distinta: en 122 partidos promedió .196, su slugging no pasó de .266, pegó 21 extrabases en más de 430 viajes al plato, remolcó 24 carreras y solo anotó 29.
Tenemos más casos de cubanos en los Dodgers cuyo paso por el equipo fue testimonial. En la lista incluimos al joven Miguel Antonio Vargas, hijo del estelarísimo Lázaro Vargas, quien todavía tiene chances de triunfar en la novena angelina.
* Chico Fernández (1956): 34 partidos, 73 comparecencias, un jonrón y promedio ofensivo de .227.
* René Valdés (1957): 5 partidos y 13 entradas de trabajo. Una victoria y una derrota.
* Camilo Pascual (1970): 10 partidos y 14 entradas de trabajo. Sin decisiones.
* Onelki García (2013): 3 partidos y 1.1 entradas de trabajo. Sin decisiones.
* Erisbel Arruebarrena (2014): 22 partidos, 45 comparecencias, sin jonrones y promedio ofensivo de .195.
* Alexander Guerrero (2014-2015): 117 partidos, 243 comparecencias, 11 jonrones y promedio ofensivo de .224.
* Darién Núñez (2021): 6 partidos y 7.2 entradas de trabajo. Una derrota sin victorias.
* Miguel Vargas (2022-2023): 99 partidos, 354 comparecencias, 8 jonrones y promedio ofensivo de .191.
La estrella
Hace ya diez años, el periodista Aliet Arzola narraba los primeros momentos de Yasiel Puig en los Dodgers: “Entonces apareció un moreno fornido de sonrisa amplia y perenne, la misma del niño soñador, allá en su natal Palmira, que corría sin camisa y con zapatos rotos por los años noventa, retando la supervivencia característica de una familia en extremo humilde. Y no apareció por la puerta de atrás, no como un bateador emergente, ni como un corredor de circunstancia, no como un jardinero sustituto para las últimas entradas. No. Apareció de primer madero y patrullero derecho titular, puestos que después ha moldeado a su forma para consolidarse en la mejor pelota del universo”.
Ha pasado ya mucho tiempo, pero este relato nos devuelve a los instantes de gloria de Puig, quien de la noche a la mañana se convirtió en un showman, un fenómeno de masas en la ciudad donde las celebridades chocan codo con codo en las calles. El cienfueguero era especial, capaz de contagiar a todos con su personalidad y de poner a los Dodgers en otra dimensión, algo que era difícil de lograr en una novena repleta de estrellas.
Su primer mes fue un espectáculo en todo el sentido de la palabra. Pegó 44 jits en 101 turnos oficiales, 13 extrabases, 7 jonrones, 16 empujadas y dejó una línea ofensiva (Average/Promedio de embasado/Slugging) de .436/.467/.713. Por si fuera poco, volvía locos a los rivales con su velocidad en las bases e intimidaba a los corredores con su potente brazo. A más de uno “liquidó” desde el jardín derecho con tiros impresionantes.
En ese momento, casi nadie tenía dudas de que Puig era una estrella en potencia, un jugador con las habilidades necesarias para consolidarse en Grandes Ligas. Los números de sus dos primeras temporadas también representaban una evidencia de su calidad: 104 extrabases, 35 jonrones, 111 impulsadas, 158 anotadas y OPS de .888 en 252 partidos.
Sin embargo, todo comenzó a diluirse. Llegadas tarde a los entrenamientos, excéntricos paseos en carros de lujo a altas velocidades y distintas lesiones frenaron en seco su progresión, aunque logró tener par de campañas de más de 20 cuadrangulares en 2017 y 2018. Pero eso no fue suficiente. Los Dodgers poco a poco se cansaron de su actitud y, pese al amor de la fanaticada, decidieron canjearlo a Cincinnati en diciembre de 2018.
En seis campañas en Los Ángeles, el cienfueguero pegó 108 jonrones, 129 dobles, 256 extrabases y 686 jits, remolcó 331 carreras y anotó 365, se robó 60 bases y recibió 253 boletos, su slugging quedó en .478 y su OPS en .831. Ningún cubano tiene mejores números que él en esos departamentos.
El último
En los últimos años, los Dodgers se han movido con cierta cautela a la hora de promover a los prospectos cubanos que han firmado en la agencia libre. Podría decirse que no han tenido paciencia con algunos talentos como Yadiel Álvarez, Pablo Millán Fernández, Alexander Guerrero, Erisbel Arruebarrena, Héctor Olivera, Yaisel Sierra, José Miguel Fernández, Yusniel Díaz o el mismísimo Yordan Álvarez, a quien canjearon en 2016, solo dos meses después de firmarlo.
Esa es una movida que probablemente todavía le remuerde la conciencia a los directivos de los Dodgers, porque Yordan se convirtió en una estrella y el paquete que ellos obtuvieron a cambio no les rindió los frutos esperados. Entonces, entre firmas fallidas y movimientos apresurados, la organización angelina ha medido con más cuidado las acciones que involucren a peloteros cubanos.
A Miguel Antonio Vargas, por ejemplo, le dieron la oportunidad de jugar en Grandes Ligas, pero lo han alternado entre el máximo circuito y las Ligas Menores, conscientes de que está en pleno proceso de desarrollo. También con cautela han llevado el caso de Andy Pagés, un chico que subieron hace solo unos días tras sumar casi 100 jonrones y 300 impulsadas en solo 416 partidos con las sucursales del plantel.
Ese camino desandado en las Menores fue fundamental para Pagés, quien se ha convertido en una de las revelaciones de la temporada en muy breve tiempo. En sus primeras 70 comparecencias al plato en Grandes Ligas, el pinareño acumula 4 vuelacercas, 5 dobles, 12 impulsadas y 14 anotadas, con una sólida línea ofensiva de .338/.357/.600/.957. Además, está envuelto en una racha de 10 partidos seguidos conectando jits.
El nombre de Pagés, que solo tiene 23 años, aparece ahora entre los debutantes más destacados del curso. De seguir con el mismo ritmo, seguramente será considerado en la conversación del Novato del Año. Si esto sucede, los Dodgers estarían encantados; significaría que después de algún tiempo finalmente dieron en la tecla con un cubano.