Justo a la medianoche del 29 de mayo de 2012, en una pequeña sala de prensa en las entrañas del estadio José Ramón Cepero, varios periodistas escribíamos contra cierre las últimas líneas de la 51 Serie Nacional de Béisbol. Afuera, unas 10 mil personas estaban a punto de estallar. Ricardo Bordón, noveno bate avileño, se enfrentaba al industrialista Julio Raizán Montesinos en el final del inning 11 con la potencial carrera del triunfo a 180 pies del plato. En sus manos, la oportunidad de ser el héroe.
Lo que sucedió en aquellos instantes forma parte de la historia del béisbol en Ciego de Ávila: Bordón cazó una recta de 89 millas en la zona exterior y, descolgado, pegó su tercer jit de la noche, una línea al derecho que Yohandry Urgellés no estuvo ni cerca fildear. Yorbis Borroto anotó desde segunda y los Tigres subieron a la cima de la pelota cubana por primera vez. Industriales, por su parte, se quedaba con las ganas de su decimotercera corona.
Han pasado 4 081 días desde aquella jornada fatal para los Leones capitalinos y sus millones de parciales, quienes durante todo este tiempo han esperado por el regreso de su novena a una final del clásico cubano de las bolas y los strikes. La hora ha llegado, quizás, cuando menos se esperaba, porque la 62 Serie Nacional ha sido una de las más caóticas en las huestes azules. Sin embargo, la actitud del equipo, y no otra cosa, los ha llevado a la tierra prometida, de nuevo a las puertas de su decimotercer cetro.
No hay otra manera de explicar la escalada de Industriales, que hace exactamente tres meses estaba en el sótano de la clasificación con balance de 11 victorias y 19 derrotas, justo antes de enfrentar a Las Tunas, su rival ahora por el título nacional. Aquel era un equipo sin norte, sin alma, derrotado 17 veces en 21 partidos por Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, Isla de la Juventud, Artemisa y Santiago de Cuba.
Nocaos, un juego perfecto, varias rachas de 5 o más fracasos, ninguna seguidilla de al menos 2 triunfos, pésima ofensiva, peor picheo, fatal defensa. El cuadro era crítico y muchos empezaron a tirar la toalla, no importaba que quedara más de media temporada por delante. Pero entonces, a inicios de mayo, hubo un punto de inflexión.
El mentor Guillermo Carmona, quien se recuperaba de una intervención quirúrgica, se saltó su último período de reposo y soportó un viaje de más de 650 kilómetros para unirse al equipo en Las Tunas. A partir de ese momento, con los mismos jugadores, con las mismas alineaciones, la misma rotación de lanzadores, Industriales comenzó a ganar. No 1, ni 2, ni 3 partidos. No. Ganaron 30 de sus siguientes 45 desafíos y escalaron hasta conseguir un puesto en la postemporada.
Podría ser la historia de resurrección más espectacular firmada por los Leones en su historia, sin olvidar 2010, el año de la última corona azul, cuando clasificaron con la soga al cuello. Aquel curso, un jonrón de Serguey Pérez contra Pinar del Río en la reanudación de un juego sellado cambió la dinámica de un plantel también sin norte y sin alma, que terminó a todo tren la fase regular y después dejó en el camino a cuanto favorito se encontró.
Tras ese episodio de la Serie 49, Industriales solo jugó una final en las siguientes 12 temporadas; aunque, si lo miramos desde una perspectiva muy resultadista, no les ha ido tan mal en los últimos diez años. En ese lapso, ocho veces se ubicaron entre los 6 primeros del torneo y solo en la Serie 56, cuando cayeron al décimo escaño, quedaron fuera de los 8 punteros.
En la mayoría de esos cursos, parecía que tenían para más, pero el naufragio se convirtió en hábito. Durante la última década, la historia de los capitalinos en play off ha estado marcada por las penumbras, con una racha de 7 derrotas en series de postemporada entre 2012 y 2022. Diez años de maldiciones y decepciones con equipos competitivos, en algunos casos repletos de estrellas y jugadores con mucha carretera.
Nada eso existe en la actualidad; de hecho, Industriales ni siquiera ha podido apostar al factor de la experiencia para alcanzar la final de la Serie 62. De su nómina actual, sólo Oscar Valdés, Juan Carlos Torriente, Yamil Rivalta y Yasmany Tomás estuvieron en la última discusión del título del equipo en la Serie 51, y solo Torriente y Tomás saben lo que es ganar un campeonato.
En ocasiones solo la aptitud no basta para salir airoso, hace falta además actitud, la actitud correcta. Esa es justo la mayor diferencia entre los Industriales de 2023 y los de campañas anteriores, que coleccionaban derrotas y perdían tiempo y energía buscando sombras, fantasmas y demonios hacia afuera sin mirar a lo interno.
La novena de la presente temporada ha cambiado por completo la mentalidad, se ha revisado, ha ajustado mecanismos, ha desechado malas prácticas, se ha aislado de las voces que le auguraban una muerte prematura y ha plantado bandera sobre la tumba que muchos le abrieron anticipadamente.
“Cuando peor estábamos, nos sentamos y dijimos que había que tirar piedras al mar sin mirar para adelante. Así empezamos a construir nuestro propio camino, paso a paso. Primero clasificamos, después le ganamos a Sancti Spíritus, ahora a Santiago y vamos a la final con la misma filosofía”, dijo en televisión nacional el mánager Guillermo Carmona tras completar la victoria en una semifinal de 7 actos contra Santiago de Cuba.
Cuestión de actitud, no solo de aptitud. Si alguien tiene dudas, debería remitirse justo a este Clásico entre Leones y Avispas: Industriales anotó menos carreras que Santiago (26 por 33), la efectividad de sus lanzadores fue peor (3.92 por 2.18), no pegaron ni un cuadrangular y a su receptor le robaron 8 bases en 11 intentos. En ofensiva y picheo, los indómitos dieron muestras de superioridad, pero los azules se colaron por el hueco de la aguja, aprovechando al máximo la hecatombe de la defensa oriental (14 errores y pésimo promedio de .953 solo en la semifinal).
Fue un Clásico como los antaño a nivel de atención. Según el conteo oficial de la Comisión Nacional de Béisbol, más de 202 mil personas asistieron a los siete choques entre capitalinos y santiagueros. Sin embargo, en el terreno el duelo fue muy diferente a los del pasado. Eddy Cajigal, suplente de Antonio Pacheco en los tiempos de la “Aplanadora” y actual timonel indómito, apostó casi todas las cartas de su ofensiva a la velocidad y el robo de bases, consciente de que no tiene una plantilla de fuerza y que las pelotas de Teammate son un desastre. Carmona, por su parte, fue muy pragmático, se adhirió a un guion estricto y trató de no repetir los mismos errores de 1999, cuando Santiago le arrebató la corona con una espectacular remontada en el Latino.
Era una espina que el mentor habanero tenía clavada, y que probablemente seguirá ahí si no logra dar el último paso y ganar la corona. Ahora mismo, aunque muchos son conscientes de que superar a los Leñadores es el ejercicio más difícil en el largo examen de la campaña, los fanáticos azules no conciben otro desenlace, lo lógico en un momento de éxtasis. Por la teórica superioridad de los tuneros, muchos piden cordura y cautela; pero es difícil llevar a los Leones hasta ese punto. A fin de cuentas, la actitud desafiante es la que los ha llevado hasta aquí.