No todos los días tiene uno la gran oportunidad de dialogar con un hombre de la estirpe de José Ariel Contreras. Y cuando hablo de estirpe no lo hago solamente pensando en su estatura o en lo grande que fue como lanzador, sino en su calidad como ser humano.
La charla, vía online, comenzó recordando la figura de Jesús Guerra, quien sentó cátedra en el béisbol cubano desde la posición de atleta y de entrenador. Su historia es fenomenal: jamás perdió en eventos internacionales y ganó 22 partidos; fue el profesor por excelencia de Contreras, Norge Luis Vera y Pedro Luis Lazo; ganó partidos masticando aspirinas, porque su codo no podía más y el dolor lo enloquecía.
José Ariel rememoró cómo Guerra descubrió sus potencialidades: “Estábamos jugando un partido entre dos cooperativas, allá en Las Martinas, y en el octavo capítulo dan un roletazo por tercera, me da en la rodilla la bola y se aleja a casi un metro. Entonces, desde el suelo tiré a primera. Se acabó el juego y Guerra vino a hablar conmigo.
“Yo le dije que había terminado el tecnológico de Agricultura y que estaba sin trabajo, y me preguntó si podía hablar con mi padre. Eso fue un domingo y el miércoles habló con el viejo, mientras yo sacaba boniatos en un surco. Y así me llevó para Pinar del Río”, rememora Contreras, quien comenzó ahí su larguísimo y brillante camino a la gloria.
Con las novenas vueltabajeras ganó de todo y se convirtió en un auténtico verdugo para los bateadores cubanos, y luego decidió probarse en Estados Unidos, donde también se coronó con las Medias Blancas de Chicago en el 2005.
A la interrogante de cómo sintió aquella experiencia de campeonato en el mejor béisbol del mundo, Contreras refirió recordó que ese año, en intercambios constantes con el Orlando “El Duque” Hernández, evaluaban y se preguntaban qué hacer ante bateadores de tan alto calibre.
“La temporada fue transcurriendo y nosotros no pensábamos en un triunfo de ésa índole, pero fuimos capaces de eliminar a novenas muy poderosas como el Boston, por citar un ejemplo.”
https://www.youtube.com/watch?v=RUYkAp3dnas
¿Cómo llegas a los Medias Blancas?
Yo llegué de Cuba y fueron los Yankees lo que me firmaron, y luego me cambiaron a los White Sox. Mi primer juego fue el 31 de julio de 2004, abro contra Kansas City; ya después sí, en 2005, fue mi año completo con ellos, y quedamos campeones.
¿Cuánto te ayudó “El Duque” en el tránsito por los White Sox?
Fíjate si me ayudó, que al principio de la temporada del 2005 yo no estaba ni regular y el gerente y el resto de la directiva querían cambiarme. “El Duque” me dijo con carácter: “Oye, tienes que tirar lo mismo que tirabas en Pinar del Río, no huyas más la bola ni te sientas tenso y has tu trabajo”; y así fue como salí adelante.
¿Cuál fue la razón por la que terminas con Chicago?
A principios de 2009 a mí no me fue bien. Venía de operarme producto a una lesión en el tendón de Aquiles y es cuando me cambian a Colorado. El principal lanzador de ellos se había lesionado y en ese tiempo estaban intentando llegar a los play off. Tengo que decir que me fue bien en ese equipo. Pude ayudar bastante y lograr entrar a la postemporada.
¿Tu última incursión?
Con los Piratas de Pittsburgh en el 2013. Después, en 2014, los Rangers de Texas me invitan al campo de entrenamiento pero no me fue nada bien; me dieron bastante. Ellos me dejan libre y como yo me sentía bien y quería seguir jugando pelota me fui a México.
Gané con los Leones de Tijuana 14 partidos y perdí dos. Ponché a 200 bateadores en 150 entradas. En 2015 me fui a Taiwán, jugué una temporada allá, hasta que me llaman de Chicago para trabajar con ellos. Desde el 2018 estoy con las Medias Blancas como asistente del Gerente General.
¿Cómo ves al equipo de cara a la próxima temporada?
Creo que en esta temporada, con Moncada, Pito Abreu, Luis Robert, Grandal y los demás jugadores de valía que tenemos, las Medias Blancas están en condiciones de ser líderes de su división.
Después de toda esa travesía; ¿con qué equipo te sentiste mejor?
Mis mejores momentos han sido cuando yo jugaba en Pinar del Río, tú estabas cerquita ahí siempre y veías mi relación con Lazo y con los demás; nosotros éramos una familia, en el estadio, en el hotel, en la guagua. Los managers que tuve, Alfonso Urquiola, Jorge Fuentes, y bueno, Jesús Guerra, que no era ya sólo mi entrenador. Yo a Guerra lo tuve siempre en el mismo lugar que a mi papá.
Es que a veces eso es tan importante como tener condiciones…
Por supuesto que sí. Creo que la parte mental está por encima de lo físico y de lo técnico. A veces observas un lanzador con poca técnica, sin un físico impresionante y domina a su antojo, mientras que ves a otro con todas las herramientas y sin embargo no saca un out, porque mentalmente no está bien preparado.
¿Un ejemplo?
“El Duque” Hernández. Fíjate que en su último año en Cuba, lanzando contra Pinar del Río, le dijo a Trigoura: “sácame del montículo que no puedo más”. Sin embargo, llega aquí a Grandes Ligas y logra cuatro anillos, casi cinco. ¿Por qué? Porque dentro de sí él dijo que podía seguir, que podía llegar más lejos y esa mentalidad lo hizo triunfar.
¿Por qué el dorsal 52?
Buena pregunta. Mi primera Serie fue en el año 1991 con Juan Castro como manager y me dan el número 34; yo era el único novato y recuerdo que después que Pinar gana la Selectiva lo premian con un viaje a Nicaragua. Al otro año, quitan a Forestales e implantan la Liga de Desarrollo y me bajan ahí. Fue lo mejor que me pasó, gané 11 y perdí uno. Lo agradecí porque fue ahí donde aprendí a lanzar.
Al siguiente, regreso al equipo principal y el 52 era Pedro Luis Lazo, pero no sé por qué razón, después de esa Serie, en la próxima le dan a Lazo el 45 y a mí el 52. Lazo se puso bravo, pero yo le dije que no había ningún problema con eso y fue entonces que me dijo; deja… deja, quédate con él. Y fue así como me quedé ya con ese.
¿Momento que nunca quisieras recordar?
Uno de ellos fue la Serie 2001-2002; yo digo responsablemente que la perdí, porque en el partido decisivo para entrar a la final, jugando contra Sancti Spíritus, un error mental me costó el juego. Estaba ganando el partido por una carrera; hombre en primera y tercera, me dan rolling al box, por tercera corría Yulieski Gourriel y yo lo que hice fue tirar a segunda.
Yobal Dueñas se quedó parado con las manos en la cintura y Yulieski anotó caminando. Se empató el juego, tiré dos entradas más, traen a Maels Rodríguez de relevo y al final perdimos ese y el siguiente.
¿Bateador más difícil en Cuba y en Grandes Ligas?
En Cuba, Miguel Caldés, y en Grandes Ligas, Manny Ramírez.
¿Qué necesita, a tu juicio, el béisbol cubano para regresar a lo que fue?
Hay muchos poquitos que siempre se comentan, y de ellos te voy a decir de uno que yo no entiendo. Muchachos que terminan su edad juvenil y vienen con perspectivas inmediatas y de pronto son llamados al Servicio Militar por dos años; los mejores años de un atleta para su desarrollo. Sé que es una ley que sólo exonera a los que hacen el equipo Cuba, pero eso hay que revisarlo.
También hay muchas diferencias dentro de la pelota cubana en la zona de strike. Eso ha variado mucho de un tiempo a otro y, además, los bateadores cubanos no están acostumbrados a los lanzadores de más de 95 millas y chocan con ésta realidad en eventos internacionales.
La última vez que te vi en Cuba fue sentado en el Estadio Capitán San Luis en el Juego de las Estrellas del 2017. ¿Qué sintió Contreras en aquella ocasión?
Antes de llegar al estadio, el solo hecho de estar por los alrededores, eso no tiene palabras para expresarse. Pero imagínate que mucho antes de eso, estar con Lazo cuatro horas en el parque Roberto Amarán de Pinar del Río, rodeado de gente; la noche anterior había dormido en el hotel Pinar del Río y ver allí las mismas personas que nos atendían cuando yo estaba en la Serie Nacional, en fin (suspira). Y ya después la hora del juego, fue emocionante e indescriptible todo lo vivido en esos instantes.
Quienes te conocen no cesan de decir que tus cualidades humanas, la manera en que compartes con la gente, te hacen muy grande como persona.
Agradezco mucho ésos criterios, pero ¿qué quieres?; si me olvido de Las Martinas, si me olvido de mi gente, me olvidé de mí mismo.