La diplomacia del beisbol

Este deporte conecta a cubanos y a estadounidenses no solo en el esparcimiento y el espectáculo, sino también a través de la cultura, la raza, la religión, la política y la geografía.

El equipo Cuba se enfrenta a los Orioles de Baltimore en el Estadio Latinoamericano (1999). Foto: Trabajadores.

El beisbol siempre ha sido un amplio espacio común entre los Estados Unidos y Cuba. Conecta a cubanos y estadounidenses no solo en el deporte, el esparcimiento y el espectáculo, sino también a través de la cultura, la raza, la religión, la política y la geografía. Un exembajador español en La Habana, al reproducir un estudio sobre la necesidad de renovarse la política de su país con la Isla, concluyó:

Recientemente1 se produjo algo que simbólicamente apuntó a lo que debería ser una nueva y mejor etapa de las relaciones entre Cuba y España. Fue la concesión a Leonardo Padura del premio Princesa de Asturias. En el fondo estaba el escudo de la casa real española y al frente Leonardo vestido con guayabera cubana y en la mano una pelota de baseball, algo yanqui y cubano.2

A raíz del anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el 17 de diciembre de 2014 ,―día en el santoral católico-sincrético de San Lázaro-Babalu Ayé―, un analista norteamericano especializado en el tema recordó la llamada “diplomacia del pin-pong”, cuando se empezaron a descongelar en los años 70 las relaciones de ese país con China. Puso como ejemplo ahora la “diplomacia del beisbol”, un espacio más que contribuyó durante años a contactos que, por aislados y aparentemente solo deportivos, no dejaron de contribuir al cambio de política entre las dos partes contendientes. Lo ilustraba con el famoso intercambio entre los Orioles de Baltimore y el equipo Cuba, en 1999.

Luke Albee, asesor principal de Engage Cuba, coalición que trabaja para que el gobierno y el congreso de Estados Unidos se comprometan un cambio definitivo en la política hacia la Isla, recuerda como un hecho importante en su larga y experimentada carrera como cabildero aquella tarde en que visitó el Estadio Latinoamericano para presenciar el histórico encuentro entre la novena nacional y el equipo de los Orioles.

William M. LeoGrande y Peter Kornbluh, otros conocedores, han comentado sobre ese evento:

De todas las iniciativas sociales y culturales autorizadas por el presidente Clinton […] una en particular atrajo el interés del público: el beisbol. Los Orioles de Baltimore jugarían unos partidos de exhibición contra el equipo nacional de Cuba.3

Momentos del intercambio entre los Orioles de Baltimore y el equipo Cuba, en 1999. Foto: Trabajadores.

Anthony Lake, asesor de seguridad nacional de Clinton, fue invitado al palco del dueño de los Orioles, reclutando su apoyo para celebrar esos encuentros con La Habana. “Estoy a la derecha de Atila el Huno en cuanto a Cuba ―dijo Lake―. Pero soy débil si se trata de beisbol”.4

El senador Patrick Leahy ha trabajado durante más de dos décadas, como tal vez ningún otro congresista de Estados Unidos, por el regreso de las relaciones entre ambos países. Un ejemplo es que “fue uno de los dos únicos senadores […] que asistieron al partido de beisbol entre los Orioles de Baltimore y el equipo nacional de Cuba en La Habana”.5

Sobre la presencia omnipresente de la pelota en la urdimbre de las relaciones entre ambos pueblos, los historiadores cubanos Elier Ramírez y Esteban Morales destacan un antecedente de especial importancia:

Cumpliendo con lo acordado, el 9 de julio de 1975 se retomaron las conversaciones confidenciales entre ambas partes en la suite 727 del Hotel Pierre de Nueva York, con vistas a intercambiar puntos de vista sobre temas que pudieran discutirse como parte del proceso de normalización de las relaciones. En esta ocasión, la representación estadounidense recayó en Lawrence S. Eagleburger y William D. Rogers.

[…] sobre la normalización de la relaciones entre ambos países: que el Gobierno de los Estados Unidos reconocía los gestos recientes realizados por Cuba y que estaba listo para permitir la celebración de un juego de beisbol entre equipos de ambos países y para apoyar el movimiento que se haría en San José: el levantamiento de las sanciones de la OEA contra Cuba de 1964.6

Rogers era en esos momentos el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, puesto de muy alta confiabilidad, por tratarse del plenipotenciario para la política hemisférica. En su propuesta de posibles contactos con la Isla, recomendó que los EU intentaran llegar a “un acuerdo sobre presos y beisbol […] La diplomacia del beisbol para mejorar relaciones con Cuba (de la misma manera que el ping pong había contribuido al acercamiento de los EUA y China) era una apuesta potencialmente decisiva por parte de Washington. Unas semanas antes […] el comisionado de beisbol Bowie Kuhn se había acercado a Kissinger solicitando permiso para llevar un equipo de estrellas a Cuba en marzo de 1975 a fin de realizar una serie de partidos de exhibición […] Castro estaba a favor del proyecto”.7

Una serie de juegos de pelota entre los dos países representaría una apertura diplomática importante, le señaló Rogers a Kissinger y le “recomendó que los Estados Unidos ofrecieran […] intercambiar los partidos de beisbol por la libertad de tres ciudadanos estadounidenses”,8 presos por actividades contrarevolucionarias.

Pero Kissinger finalmente rechazó usar la diplomacia del beisbol con Cuba.9 “Habría una inevitable comparación con la diplomacia del ping pong”, exitosa iniciativa de Nixon con la República Popular China. “El beisbol tendría un efecto similar con Cuba”. Kissinger no estaba convencido; la idea del comisionado Kuhn fue rechazada.10

En una serie de artículos sobre las aproximaciones y desencuentros de esas relaciones, publicados por el jurista Robert F. Kennedy Jr., este ofrece varios testimonios sobre las acciones protagonizadas por su tío, a las que añade los trámites de su padre sobre el tema Cuba, y la gestión de colaboradores y enviados oficiosos, en aquellos convulsos sesenta. Tomo el siguiente pasaje, muy ilustrativo de la forma en que pueden funcionar el deporte y la política con la sicología de las multitudes.

James Donovan, un abogado de Nueva York, y a John Nolan, un amigo y consejero de mi padre Robert Kennedy […] Donovan y Nolan desarrollaron una amistad cordial con Castro, con quien viajaron juntos por el país. Fidel les hizo un recorrido por el campo de batalla de Bahía de Cochinos y los llevó a ver tantos partidos de beisbol que Nolan juró que nunca más volvería a ver ese deporte, según me contó… En sus viajes con Castro y tras haber sido testigos de las ovaciones espontáneas cuando ingresaba a los estadios de beisbol con su pequeño pero profesional equipo de seguridad, ambos confirmaron los informes internos de la CIA que indicaban la inmensa popularidad que tenía el líder con el pueblo cubano.11

En otro encuentro, Fidel les organizó a Donovan y a su hijo, entre varios eventos, “un tour en una nueva granja de cocodrilos y los invitó a un partido de beisbol”.12 Durante el itinerario de la muy mediática periodista Lisa Howard por la Isla, Fidel “estuvo acompañándola a sus visitas, dejando que lo filmara jugando beisbol”,13 y aceptó darle una entrevista.

Durante las conversaciones secretas entre los funcionarios de inteligencia estadounidenses David Aaron y Robert Gates con el representante cubano José Luis Padrón, en la exploración de vías para establecer vínculos entre ambos gobiernos, “para romper el hielo, empezaron a hablar de beisbol. Resultó que Padrón era un ávido fan de los Yankees de Nueva York”.14 En la convocatoria de lo que tal vez fuera el primer encuentro en muchos años entre delegaciones conjuntas, a celebrarse en Atlanta en agosto de 1979, “las dos delegaciones asistirían a un partido de beisbol de los Bravos de Atlanta […], pero el FBI se equivocó con los arreglos (los Bravos estaban jugando en Cincinnati)”.15

Durante la visita del político demócrata Bill Richardson en enero de 1996, Fidel “lo llevó a un partido de beisbol, sostuvo un largo encuentro nocturno con él para discutir las relaciones entre los dos vecinos”, “y le entregó una caja de puros habanos de primera calidad como un regalo para el presidente Clinton”.16 Es decir, como valor agregado, la “diplomacia de los puros”.

Cuando, ya como expresidente, Carter viajó a La Habana en mayo de 2002, asistió a un juego de beisbol de estrellas cubanas. Foto: El Mundo.

Son muchas las fotos de Fidel y el beisbol: sus frecuentes visitas al estadio de El Cerro en los sesenta, y las que celebró bate en mano, con la prensa norteamericana y el representante de origen puertorriqueño José Serrano en la Gran Manzana en 1995. Están otras, como las que le tomó su fotógrafo personal, Pablo Caballero, en el verano de 1974, con el uniforme del equipo Cuba, que tiene en su espalda “F. Castro”, mientras realiza los movimientos del pitcher en medio de un palmar; y las de su hijo Alex Castro en la primavera de 2011, mientras le firma una pelota a un sonriente Jimmy Carter. Tras la toma de posesión de Carter, Fidel Castro revivió la idea del intercambio deportivo.

“Personalmente, me gustaría ver a nuestro equipo […] jugar contra los Yankees de Nueva York ―le dijo a Bill Moyers durante una entrevista televisada en febrero de 1977―. Creo que podríamos vencer a los Yankees”.17

Cuando, ya como expresidente, Carter viajó a La Habana en mayo de 2002, asistió a un juego de beisbol de estrellas cubanas. Con anterioridad, había concluido una polémica presentación en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde se detuvo en temas que eran muy sensibles para su auditorio. Al terminar, Fidel lo sorprendió cuando “le dijo simplemente: «Buen discurso. Ahora vayamos a un partido de beisbol» […] Carter tuvo el honor de lanzar la primera bola”18. A solicitud de Fidel, lo acompañó sin escolta hasta el montículo, lo que puso muy nerviosos a los agentes del servicio secreto que lo acompañaban. Ese fue un gesto de confianza mutua. Pasando sobre las objeciones de sus guardaespaldas, Carter se unió a Fidel Castro en el montículo, ellos dos solos, para lanzar la primera bola. Al mandar a la banca a su equipo de seguridad, demostró un respeto público por sus anfitriones y confianza en la normalidad que habían alcanzado las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.19

El cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos, Barak Obama, al celebrar los vasos comunicantes entre Cuba y su país, señaló ―como es natural― el pasatiempo propio de ambos países, y recordó que Jackie Robinson jugó primero en La Habana, antes de hacerlo en las Ligas Mayores.

Los presidentes Obama y Raúl Castro presencian el juego entre Tampa Bay y la selección cubana. Foto: AP, vía Clarín.

Nosotros compartimos un deporte nacional: la pelota. Y hoy nuestros jugadores van a competir en el mismo terreno de La Habana en que Jackie Robinson jugó antes de ser parte de las Grandes Ligas. Y se dice que nuestro gran boxeador Muhammad Alí dijo que nunca podía luchar en contra de un cubano, porque solamente podía llegar a un empate con un gran cubano, Teófilo Stevenson,20 dijo Obama.

El lunes 21 de marzo de 2016, en una conferencia de prensa celebrada en el salón Adolfo Luque del recién remozado Estadio Latinoamericano, la estrella cubana de las Grandes Ligas Luis Tiant Jr. afirmó: “Nunca he perdido la fe en mi país, en mi gente, y no importa lo que pase yo seguiré siendo cubano hasta que muera”. Estas declaraciones las ofreció en vísperas del encuentro entre Tampa Bay y la selección criolla, presenciado por los presidentes Obama y Raúl Castro, que daría continuidad al precedente de los Orioles, a tenor del nuevo escenario diplomático entre ambos países y sobrepasando el llamado “diferendo” de tantos años.

Fidel había autorizado que los padres de Tiant viajaran a Estados Unidos en 1975, a solicitud del senador George McGovern, durante una visita de este a La Habana.21  Hay una anécdota sobre el encuentro entre los dos políticos. El senador no sabía cómo plantearle el tema al líder revolucionario y, en un momento de la conversación, le preguntó si había oído hablar del pitcher Luis Tiant. Fidel contestó con soltura —para desconcierto del visitante—: “¿El padre o el hijo?”.Tiant Sr. había sido una estrella en los años cuarenta en las llamadas Ligas Negras norteamericanas.

El destacado científico cubano Doctor Agustín Lage Dávila, quien dirigiera el Centro de Inmunología Molecular, en un panel nombrado “La ciencia en Cuba y los Estados Unidos”, organizado en los primeros meses del inicio del deshielo, se refirió (un poco en broma, según aclara) al restablecimiento de relaciones entre ambos países con esta metáfora beisbolera: “Bueno, esto es igual que el doble juego de pelota en el Latino el domingo. Nosotros ganamos el primer juego. Pero ahora hay que jugar el segundo. Es un desafío”.

Lamentablemente, a partir de 2017 no se pudo  celebrar ningún “segundo juego”. Durante la administración de Donald Trump, el beisbol padeció, igual que otras esferas como las científicas, sociales y económicas, los embates de medidas arbitrarias y la cancelación de convenios para un intercambio fluido entre  ambos pueblos.

En el beisbol se había ido avanzando hacia un escenario promisorio, que fue demolido por Trump y compañía. Fueron los atletas, el deporte y la afición los grandes perjudicados.

Hace solo unos días, justo en la víspera de que se cumplieran seis años de aquel anuncio de Raúl y Obama sobre el interés de normalizar las relaciones,  la organización de las Grandes Ligas declaró que los registros de los jugadores de las Ligas Negras —donde brillaron tantos cubanos—, se incluirán en sus estadísticas oficiales. Ese acto, aunque demasiado demorado en el tiempo, era de legítima justicia histórica.

Ojalá la nueva administración estadounidense sea propicia a que se restablezcan y profundicen los lazos deportivos entre nuestros países, en otro acto de justicia histórica con una tradición que, durante más de siglo y medio, nos ha acompañado. Una tradición que forma parte de nuestro patrimonio cultural como nación.

                                                                                                                                

Notas

  1. Se refiere a la entrega del premio Princesa de Asturias de las Letras el 23 de octubre de 2015, en el Teatro Campoamor, de Oviedo.
  2. Carlos Alonso Zaldívar: «Cuba: preguntas y respuestas», sitio web Real Instituto Elcano, España, 12 de mayo de 2016.
  3. William M. LeoGrande y Peter Kornbluh: Diplomacia encubierta en Cuba. Historia de las negociaciones secretas entre Washington y La Habana, Fondo de Cultura Económica, México, 2015, p. 358.
  4. Ídem, p. 360.
  5. Ídem, p. 476.
  6. Elier Ramírez y Esteban Morales: De la confrontación a los primeros intentos de «normalización». La política de los Estados Unidos hacia Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, p. 105.
  7. William M. LeoGrande y Peter Kornbluh: Ob. cit., p. 168.
  8. Ídem, p.169.
  9. Ibídem.
  10. Ídem, p. 359.
  11. Robert F. Kennedy Jr.: «Las negociaciones secretas entre J. F. Kennedy y Fidel Castro», White Plains, Estados Unidos, servicio IPS, enero 2015.
  12. William M. LeoGrande y Peter Kornbluh: Ob. cit., p. 96.
  13. Ídem, p. 118.
  14. Ídem, p. 218.
  15. Ídem, p. 225.
  16. Ídem, p. 348.
  17. Ídem, p. 359.
  18. Ídem, p. 392.
  19. Peter Kornbluh: «EU y Cuba juegan a la diplomacia del beisbol», La Jornada digital, 19 de marzo de 2016.
  20. Barack Obama: «El embargo es una carga obsoleta sobre el pueblo cubano» (transcripción del discurso pronunciado el día 22 de marzo en el Gran Teatro de La Habana), periódico Granma, La Habana, 23 de marzo de 2016, p. 2.
  21. William M. LeoGrande y Peter Kornbluh: Ob. cit., p. 171.
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