Pablo Civil logró entender que la Serie del Caribe de Panamá se perdió por pequeñas cosas. Lo dijo el día de la primera derrota contra Venezuela, lo repitió después ante México, y claro, volvió a mencionarlo cuando hizo el balance final del torneo tras caer frente a Panamá.
Debo decir que coincido plenamente con el mentor tunero: las derrotas de Cuba se definieron por muchos pequeños detalles, los cuales arrastramos desde hace tanto tiempo que ya da hasta pereza mencionarlos.
No hay velocistas en Cuba, no hay jonroneros, no hay robadores, no se batea por detrás del corredor, no sabemos tocar la bola pese a que el sacrificio es una práctica muy común en la Serie Nacional, no se interpretan las situaciones de juego y las demandas que se necesitan en cada caso, no se corre de manera inteligente y vivaz por los senderos…no…no…no…no…
Pero a todos estos puntos, muy bien identificados y reiterados por Civil, deberíamos sumar otras tantas pequeñas cosas que condujeron a la derrota, vinculadas estas, única y exclusivamente, a la conducción del plantel.
Concepciones arcaicas
Pablo Civil, justo desde el momento en que divulgó el plantel para la Serie del Caribe, dijo que tuvo absoluta libertad para seleccionar a los refuerzos y darle forma a los nuevos Leñadores, que solo llevaron a Panamá a nueve jugadores del equipo original.
Por ello, cualquier juicio que se emitiera sobre la disfuncionalidad del conjunto siempre iba a estar dirigido al mentor tunero, sin importar que Higinio Vélez, Yovani Aragón, Jorge Polo y otros miembros del Inder hayan sido alargadas e incómodas sombras en el dogout de los Leñadores durante toda la Serie del Caribe.
He conversado mucho con Civil en los dos últimos años, y siempre me dio la impresión de ser un hombre recio, pero comprensivo, que entiende algunas pautas modernas del béisbol y sabe que, para ganar, se necesitan peloteros de distinto corte en un equipo, no puros sluggers.
La más clara muestra es la propia evolución de Las Tunas, un plantel muy profundo ofensivamente en la Serie Nacional a partir de que diversificó su ataque, antes concentrado solo en el bateo de largo metraje. Sin embargo, Civil le dio la espalda a esa (su) concepción y apostó por llevarse a la Serie del Caribe un Todos Estrellas sin sentido.
De entrada, no había sustitutos en la antesala para Yurisbel Gracial, un hombre que llevaba tres meses sin ver pasar una pelota, y tampoco había más inicialistas que Yordanis Samón.
Teniendo en cuenta el nivel del pitcheo que se iba a enfrentar, nunca pensé que Andrés Quiala tuviera turnos, lo cual también dejaba al conjunto con un solo jardinero derecho, quien, por cierto, estaba improvisado en la posición porque siempre ha jugado en el bosque izquierdo.
En sentido general, les faltó velocidad, profundidad y versatilidad, carencias que tenían escritas en la frente desde que dieron a conocer la nómina.
Lo peor de todo es que esto sucedió en un equipo de 28 peloteros, cifra que daba un amplísimo margen para que no quedaran brechas. Pero se llevaron a serpentineros en exceso, conscientes de que no iban a trabajar unos cuantos, o con la esperanza de tener un juego abierto y sin presión que permitiera utilizar a esos “descartes”.
Dariel Góngora, Yadián Martínez, Alberto P. Civil y Yosbel Alarcón nunca lanzaron, mientras Yoelkis Cruz, Yudiel Rodríguez y Yariel Rodríguez trabajaron un inning o menos. Al final, la carga desde la lomita recayó en solo seis brazos.
Civil hijo y Alarcón –el pitcher–, no tenían nada que hacer en la Serie del Caribe, y la vida lo demostró. Ellos tuvieron un impacto en la suerte de los Leñadores en la clasificatoria de la Serie Nacional, pero en la postemporada, entre los dos, ni siquiera completaron tres entradas. Sobran las palabras.
Ser consecuente, principio básico
Pablo Civil defendió a capa y espada durante la temporada cubana a Rafael Viñales y apostó abiertamente por Denis Peña cuando nadie, absolutamente nadie, pensaba que el chico podría ser un antesalista de garantías para un equipo que tenía la vista fija en el título.
Coincidentemente, estos dos hombres sacaron las castañas del fuego al mentor en dos momentos puntuales de la temporada: la lesión de Yosvany Alarcón y la suspensión posterior de su hermano Yordanis.
Cuando Alarcón se quebró un dedo, Las Tunas no se quedó sin un receptor de referencia, como normalmente le ocurriría a cualquier otro elenco del campeonato en la Isla. Viñales asumió la posición y lidió con su baja ofensiva mientras trabajaba para guiar a los lanzadores y mantener a raya a los corredores rivales.
Por su parte, Peña asumió en la antesala tras la suspensión de Yordanis Alarcón, quien se multiplicó por cero tras una indisciplina de la que, todavía, no se tienen detalles. Pese a su juventud, el chico mostró aplomo en tercera base, aportó con el madero y dinamizó el lineup tunero, al margen de fallas puntuales propias de la inexperiencia.
Sin embargo, Civil, quien dijo que había tomado las decisiones importantes para confeccionar el equipo, los dejó fuera, algo inconcebible para todos los seguidores del béisbol cubano, no solo para los parciales tuneros.
Civil no fue consecuente con sus ideas desde el momento de conformar el nuevo plantel, y tampoco lo fue con su forma de dirigir. En la Serie Nacional, jamás el mentor le hubiera dejado pasar a Yordanis Samón o a cualquier otro pelotero un desliz tan burdo como el del inicialista, quien fue sorprendido en bases cual infantil, en un instante crítico para el equipo.
Su guion y forma de proyectarse varió tanto que faltó a la confianza de Danel Castro, Yoelkis Cruz, Dariel Góngora, Yadián Martínez y Yudiel Rodríguez, quienes probablemente merecían muchas más oportunidades de las que tuvieron en la Serie.
El pecado de apuntar a los jugadores
Me asombró escuchar a Pablo Civil apuntando directamente a Alexander Ayala cuando cometió un error costoso frente a los Cardenales de Lara, en la primera derrota de Cuba. Pero, honestamente, pensé que este señalamiento recto sería un incidente aislado.
Estaba equivocado.
Civil se pasó toda la Serie del Caribe criticando al pecho a sus jugadores, sus fallas (que existieron), pero jamás fue capaz de reconocer sus propios errores, lo cual es un mayúsculo pecado.
Cuba perdió por pequeñas cosas relacionadas con las carencias de los peloteros, cierto, pero también se perdió por pequeños detalles que la dirección dejó pasar olímpicamente, empezando por los ya mencionados problemas en la conformación del plantel.
Si vamos a jugadas puntuales, se tocó la bola con dos strikes, se manejó el pitcheo de manera extremadamente conservadora, demoraron los movimientos del banco, no hubo una correcta selección de los emergentes de acuerdo a las situaciones de juego…
Si hablamos de pequeños detalles, cómo entender que el líder en empujadas del campeonato cubano solo tomara dos turnos ofensivos. Cómo entender que el líder en victorias de la Serie Nacional y puntal de los Leñadores no saliera ni una vez al montículo. Cómo entender que los punteros en efectividad y jonrones del clásico doméstico ni siquiera fueron considerados para integrar el equipo.
Estos, Civil, también son pequeños detalles, que pesaron una tonelada, no solo en el desenlace del torneo, sino también en la imagen del equipo.
Por último, y no por ello menos importante, Civil no encontró la manera de romper la presión que los directivos transmiten a los jugadores, no logró arrancarles una sonrisa, no logró motivarlos a divertirse en el terreno, en gran medida porque él mismo tampoco sonrió ni se divirtió en su puesto.
Como mentor, le correspondía derribar las barreras que, desde el punto de vista psicológico, han bloqueado a nuestros peloteros, preocupados por ganar, ganar y ganar.
En el deporte siempre se aspira al triunfo, pero no se puede afrontar con tamaña obsesión cada evento internacional, y Civil, aunque no tenga mucha experiencia en este escenario, debería saberlo, porque no ha estado de espaldas a la realidad de nuestro béisbol en los últimos años.
Por esas pequeñas cosas, también disminuyeron las posibilidades de ganar.
¿La dependencia o la lección de profesionalidad?
En Panamá, Civil probó el amargo sabor de la dependencia. Lo peor que le puede pasar a un equipo es dejar su suerte en manos de un rival, algo que a Cuba le sucedió tras perder consecutivamente frente a Venezuela y México.
Esas horas antes y durante el partido entre Charros y Cardenales el pasado viernes, fueron de extrema tensión para el mentor tunero, porque si los aztecas perdían, se esfuma cualquier posibilidad de avanzar a la final.
Pero los mexicanos, que tenían muy escasas posibilidades de meterse en la discusión del cetro –incluso si ganaban–, jugaron con mucha profesionalidad y empujaron a Venezuela al abismo. Lo mismo pasó en el choque Panamá-Puerto Rico, en el cual los boricuas vendieron muy cara su derrota, pese a que, si ganaban, favorecerían a su eterno rival: República Dominicana.
En el deporte siempre es mejor hacer el trabajo uno mismo y no depender de nadie, pero si en algún momento llegas a ese punto, siempre vas a querer seriedad, competitividad y profesionalidad de quienes se juegan tu suerte.
Civil debería tomar nota, es solo un pequeño detalle.
¿Y si el equipo de los Leñadores de Las Tunas hubiesen ganado la Serie del Caribe qué hubiese pasado? Nada bueno tampoco. El triunfalismo patético de los directivos y narradores deportivos. De la Comisión Nacional encandilada por un éxito deportivo menor, practicando el auto engaño consciente, sin asumir, enfrentar ni reconocer los equívocos e improvisaciones de una Serie Nacional de Beisbol completamente anodina y estertórea. No lo digo porque haya ganado Las Tunas. Mis respetos ante todo a la afición y los atletas, pero no podemos seguir igual eternamente. La única esperanza de mejoría, no obstante, puede que esté cerca, con los acuerdos al fin alcanzados con la MLB. Dios mediante.
No entiendo a los que dicen que aman el beisbol cubano y solo destilan veneno en sus comentarios,no veo a los dominicanos,puertoreiqueños o de donde sean ensañarse tanto con sus peloteros o managers,por supuesto,hay que criticarlos cuando se equivocan,pero caramba, aplaudamosles las acciones positivas,nuestro beisbol tiene mucho que aprender pero tambien mucho que mostrar, para ello es necesario cambiar conceptos y tambien algunos nombres,por que no?,de todos modos el campeon pde ser uno y no siempre es el que se cree el mejor.