La conversación con Secundino Ferrer no fue tarea fácil. Es una gloria olvidada del boxeo en Pinar del Río y, en general, de Cuba. Quizá por eso la característica que más lo distingue es su parquedad de palabras, aunque llama la atención que, sin ser muy expresivo, uno puede percibir muy bien las emociones que brotan de su rostro al recordar cada pelea en el ring.
Décadas después de su último golpe, Secundino Ferrer es una especie de fantasma, un nombre perdido en el tiempo. Por ejemplo, si usted profundiza en las redes en busca de referencias sobre este boxeador, no encontrará casi nada, salvo alguna mención por coincidencia de época con otros pugilistas que han tenido más fortuna.
El pasado 6 de octubre, Secundino cumplió 66 años y tenía apenas siete cuando vio por primera vez un cartel de boxeo, en las cercanías del Hotel Pinar del Río. Se acercó de curioso y quedó atrapado.
Miraba extasiado cada desplazamiento, cada golpe, sin saber que desde una esquina alguien lo estudiaba. El ya fallecido Pedro Rumayor, uno de los entrenadores destacados de la provincia vueltabajera en aquellos años, observaba el voluminoso torso de aquel muchacho y no dudó en acercársele.
“Pedro me llamó y me preguntó si quería subirme a un ring, le dije que sí y desde ese momento comenzó mi pasión por el boxeo”, recuerda Secundino, quien asegura que su atracción por el deporte de los puños solo aumentó con los años.
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Secundino Ferrer vive en un pasillo interior en el reparto Carlos Manuel de Céspedes. Su morada es un cuarto muy pequeño, en el que apenas caben una mesa con un televisor y dos sillas. Colgadas en la pared, hay imágenes que le ayudan a recordar los momentos relevantes que vivió sobre el ring.
En un rústico álbum de fotos tiene más instantáneas y algunos recortes, los cuales son el único reducto para proteger sus vivencias. También hay medallas, muchas medallas que han perdido la nitidez del nombre de los eventos. No obstante, dichos metales desgastados demuestran la valía de Ferrer en el tránsito por este mundo de guantes y cuerdas.
“Yo no fui nunca a la escuela. En el gimnasio que estaba en las calles de Maceo y Virtudes, Pedro Rumayor me enseñó todo lo que sabía y ya después comencé a participar en los campeonatos provinciales. Fui siete veces campeón del torneo por equipos, hasta que ya me vi con la selección grande en los eventos nacionales e internacionales de mayor rango, celebrados en Cuba”, rememora.
Secundino ganó dos veces el “Playa Girón”, quizás el campeonato nacional más competitivo entre todos los que se celebran en Cuba. Perfectamente, en aquellos años, este evento podía tener más nivel y rivalidad que muchos campeonatos foráneos. Además, fue multimedallista en el tradicional “Giraldo Córdova Cardín”, lid internacional que vivió tiempos dorados por la atracción que siempre despertaba en los extranjeros el hecho de pelear en la Isla del boxeo.
Al referirse a esas experiencias, Ferrer no puede evitar las referencias a sus entrenadores Juan “Morito” Fernández y Julio Mena, quienes moldearon a un boxeador incansable. Sus ojos despiden un brillo especial cuando en su mente, trata de dibujar la figura de tan legendarios técnicos.
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“El Morito fue siempre como un padre para todos nosotros; eso sí, muy exigente. Recuerdo una vez que en un “Córdova Cardín” que se celebró en Villa Clara, yo había aumentado mucho de peso, comí demasiado el día anterior a mi pelea y me quería matar. Y me tuvo toda la noche entrenando y tratando de tener nuevamente el peso”, relata con un sonrisa nostálgica.
Combates muy emotivos marcan la historia de Secundino Ferrer siempre en su división de los 63,5 kilogramos. “Enfrenté con muy buenos resultados a Andrés Aldama, el Duke Stable, Ayala, Víctor Corona, entre otros”.
Todavía se recuerda el emocionante pleito frente al venezolano Nelson Calzadilla en el IX Torneo Internacional Giraldo Córdova Cardín, celebrado en Pinar del Río.
“La pelea fue bastante reñida; yo sabía que el venezolano era un rival de calibre, estaba muy bien preparado física y psíquicamente y no se puede negar que es muy buen boxeador”, dijo entonces en aquella ocasión a la periodista Irene Izquierdo, del diario provincial Guerrillero.
Su entrenador en aquel momento, el inolvidable Julio Mena, expresó: “La preparación física de Secundino le ayudó mucho a contrarrestar los golpes de Calzadilla: el venezolano había lucido muy fuerte frente a Cándido Rivero, también de nuestro equipo, y frente al oriental Duke Stable. Nosotros estimamos que después de este triunfo, nuestro welter ligero está preparado para conquistar el oro”.
Sin embargo, no fue así. Secundino enfrentó al yumurino Andrés Aldama bajo tratamiento médico y el combate le ocasionó un ligero desprendimiento de la mandíbula.
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Secundino Ferrer tiene mucho respeto a los aviones. Los que bien lo conocen mencionan ese detalle. No obstante, visitó varios países como Nigeria, Argelia, Venezuela y el Congo, siempre en busca de títulos que enriquecieran su palmarés.
Confiesa haber estado preparado para participar en Campeonatos del Mundo, Juegos Panamericanos o Centroamericanos, pero lamentablemente, y así mismo me dice: “no los pude coger; todos mis títulos internacionales quedaron en el rango de copas por invitación”.
A finales de la década de los 80, Secundino Ferrer, por desavenencias con la Comisión Nacional que prefiere no revelar, decide abandonar la pasión que de niño le cautivó con apenas siete años de edad.
Desde que “colgó los guantes”, su vida dio un vuelco absoluto, tanto que hoy es uno de los trabajadores de mantenimiento en el estadio Capitán San Luis, en suelo vueltabajero. Tristemente, no está contemplado como Gloria del Deporte Cubano y, por ende, no recibe ningún tipo de atención ni remuneración por la Comisión Nacional de la disciplina ni de la de Atención a Atletas.
“El Moro Fernández fue quien me hizo los papeles para tal efecto y se envió toda la documentación para La Habana, pero la respuesta jamás viró para Pinar”, asegura Secundino, quien, sin resignarse, espera que algún día aparezca su nombre en los archivos de las principales autoridades deportivas y reciba la atención que merece.
A pesar de estos hechos, Ferrer todavía piensa en el deporte de los puños, observa a los competidores del momento y reconoce la calidad de muchas estrellas, pero confiesa que el boxeo de ahora no tiene nada que ver con el de sus años. “Es verdad que los guantes de mi tiempo eran más chiquitos y de “pelos de caballo”, y por eso las pegadas eran más frecuentes y potentes, pero aparte de eso, ya no se ve la combatividad y la rivalidad de antes; falta guapería.”
Yo lo lo armiro
No puedo imaginar como un boxeador tan valiente y buena pegada como secundino ferrer haya caido en el olvido nos nos estremesio con sus combate una casa digna por lo menos debiera darsele
Segundino ferrrer merece una decente casa gloria del boxeo pinareño y cubano