El letargo en el que se sumerge la selección femenina de voleibol de Cuba en ocasiones se vuelve imperturbable. Refleja la sombra estirada y perpetua de generaciones anteriores que taladraron el pasado para permanecer de por vida al presente. Esta nueva cofradía cargará en hombros el peso de un amparo demasiado robusto para sus atributos.
Tendrá que asumir el acoso de juicios acerca de un mito contemplado desde la lejanía. Una ausencia que delira sin límites y admite parte del tedio de los que una vez sintieron el orgullo de tener como suyo al mejor equipo del mundo.
La verdad es que el hoy elenco nacional no hace más que traernos nostalgias, rememorarnos lo tejido por sus antecesoras y procurar venideros tiempos con consecuciones distintas a las actuales.
Han pasado del sistema 4-2 (6-2 en realidad, porque todas atacaban) al 5-1, enterrando un legado, una historia, la idiosincrasia de un conjunto revolucionario y único de su tiempo. ¿La razón? Encontrar la ofensiva que se ha empecinado en permanecer imperceptible. El talento es boomerang, la explosión menguante y las injurias al rival se han extinguido. Sin dudas es otra generación, incluso alejada de los últimos instantes agónicos de un ciclo.
El bronce olímpico de Atenas 2004 es el principio del final de una etapa guardada celosamente por la historia. Para algunos este lauro avizoraba la gestación de una nueva hornada de muchachas capaces de soportar un mito. La electrizante final panamericana de Río de Janeiro 2007 serenaría las añoranzas, pero pocos creerían que después de semejante puesta en escena, esta sería la última vez que se viera a una generación espectacular de las Morenas del Caribe.
Después de aquel partido pletórico de emociones, las protagonistas de la obra decidieron ir saliendo del proyecto una a una, una vez concluido el ciclo olímpico de Beijing, y dejaron al elenco antillano lleno de actrices de reparto. Casi todo el talento del plantel quedó absorbido, las jugadoras claves poco a poco fueron dando la clarinada de un destino superfluo.
La actualidad es dura, la selección nacional esta ávida de talento, le urge recobrar el brío de antaño, la destreza triturada por el tiempo. La última hornada aun está activa e incluso algunas figuran entre las más portentosas jugadoras universales. Las ligas extranjeras de más alto rango las han acogido, están bregando en disímiles latitudes, guarecidas bajo el sello institucional de clubes profesionales que han asido oportunamente ese talento.
En Europa, las cubanas ya han construido su franquicia, militan en los principales clubes y se han apoderado de la parte de arriba de muchas de las estadísticas de las ligas del viejo continente.
De las últimas versiones del 4-2 antillano, Liana Mesa ha llegado hasta Alemania para brindar pases y burlar bloqueos con asistencias a media altura. La auxiliar receptora Mayvelis Martínez, después de graduarse de trota mundos y probar fortuna en Italia, España y Rumania, intenta estabilizarse en el KS Palac Bydgoszsc de Polonia.
Más al sur, la carismática Yaima Ortiz ha aterrizado en Turquía después de su paso por uno de los más prestigiosos planteles europeos: Dinamo de Moscú. Tras un periplo previo adaptativo por Azerbaiyán y otros clubes rusos.
Nancy Carrillo, la más talentosa de la última promoción caribeña ha encontrado tierra firme en Suiza. Tras su paso por Rusia y Brasil, la central antillana es la cara del Volero Zürich, club que quedó eliminado en la fase clasificatoria de la Champions, en la que se encontraba entre las primeras anotadoras. La capitalina es la estrella, con su servicio fugaz, con un excesivo bloqueo, con ataques rapaces. Nancy es Zürich en voleibol y puede que esto le valga como trampolín para acceder a un grande de Europa en corto tiempo.
En Turquía, Rosir Calderón ha deslumbrado al Galatazaray gracias al contraste que riega en cancha. La bella morena ríe siempre pero ataca sin clemencia, agrede la esférica de un zarpazo pero luego su sonrisa pide perdón. Rosir es una de las más temidas atacadoras de Europa, actualmente está ubicada entre las 10 primeras anotadoras de la Champions.
La pimientosa Daimí Ramírez se alojó en el gigante sudamericano, en la Superliga brasileña, milita en el club Volei Amil Campinas junto a la capitana de la selección nacional de Brasil, Fabiana Claudinho. Ramírez, acostumbrada a asumir posiciones de pasadoras o auxiliar en Cuba, ha recibido la responsabilidad de ser la atacadora opuesta de su plantel.
También en tierras cariocas se encuentra Yuslenis Herrera quien ya ha pasado por varios conjuntos de la liga y actualmente forma parte del Banana Boat/Praia Clube. La cubana en varias ocasiones ha culminado la temporada entre las jugadoras más destacadas del torneo y en un corto período tiene como objetivo saltar al voleibol europeo.