Las malas gestiones siempre traen complicaciones. Y en el fútbol pueden ser sinónimo de catástrofe, da igual si a corto, mediano o largo plazo. Ahí está Di Stefano: el Barça no supo amarrar su fichaje y el Real Madrid forjó su historia como el mejor club del siglo XX; o Bela Guttmann, entrenador del Benfica que pidió una mejora salarial tras ganar dos Copas de Europa, se la negaron, maldijo al club, y hasta el día de hoy el equipo luso no ha vuelto a levantar un trofeo importante de la UEFA. Y no olvidemos el presente del Real Madrid y el Barcelona, dos monstruos económicos que esta temporada han optado por el suicidio deportivo.
Los catalanes fichan a Yerry Mina la campaña anterior, el colombiano no lo hace mal en los pocos partidos disputados, tiene un Mundial de ensueños, y la decisión para el siguiente curso es cederlo. Traen a Lenglet, conservan a Vermaelen, y mantienen como titulares a Piqué y Umtiti. Piqué se queda, como Cataluña en España, como Neymar en el Barça. Piqué se queda, y cada día le cuesta más goles a la entidad azulgrana, más goles de los que anota.
Si en el fútbol se calculase una estadística parecida al Wins Above Replacement (el famoso WAR del béisbol), Piqué tendría unos números bajos. Quizás sea mala suerte, quizás la efectividad de los delanteros rivales se multiplica ante sus errores. O quizás solo sea el karma, un pago por ser más que un club, por mantener a un hombre no solo por sus méritos deportivos, sino por su posición política, por defender una idea y no limitarse a cobrar millones por jugar bien, por twittear tonterías, por llorar cada mañana a causa de las decisiones arbitrales. Piqué es un excelente defensa, pero cuando cometes pifias en el campo, de esas que cuestan puntos o títulos, los ingratos solo vemos las manchas del sol.
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Y los ingratos también recordamos a Bartra, Muniesa, Mina, hombres sin muchas oportunidades, ya lejos del club de los valores y la Unicef. Y perdonen la extensión y el ensañamiento con Piqué, pero ahí no termina la mala gestión del Barça. Tener tres mediocampistas de primer nivel y ni un solo sustituto para ellos es una movida digna de la época de Gaspar. Deshacerse de Deulofeu y traer a Munir es más de lo mismo. Y no fichar a un hombre para presionar a Dembelé… ¿Cómo? ¿Para eso trajeron a Malcom? Sí Messi, seguro ganan la Champions. Y si lo logran, veneren a ese Dios vilipendiado en su propia tierra, que hace años debió abandonar a los azulgranas.
Y del Real Madrid (suspiro largo)… del Real Madrid es mejor ni hablar. ¿Vender a Cristiano Ronaldo? ¿No traer a ningún crack de nivel mundial para suplirlo? ¿Ceder a Kovacic? ¿Traer a Odriozola? ¿No llorarle a Zidane para que se quede? Eso si de verdad renunció él. ¿Traer a Lopetegui? Aquí la pregunta es por los estilos de juegos, tan disímiles entre los equipos dirigidos por Julen y el actual Madrid. ¿Fichar a Courtouis?
Se podría desarrollar una tesis de doctorado sobre todas esas decisiones. La podrían desarrollar quince personas diferentes. Y los resultados siempre serían los mismos: ¿En qué demonios estaban pensando? Miren a la Juve, se deshace de Higuaín, su principal goleador, para traer a uno mejor. El Madrid no, ellos no necesitan a nadie, ni Lewandowski (letal en el Bayern), ni a Hazard (¿vieron el golazo que le marcó al Liverpool en los últimos minutos?), ni a Kane (vale, no ha tenido un gran inicio de campaña), ni a Salah (vender camisetas en Egipto y expandir los negocios de Florentino al África no parece tan descabellado), ni a ningún otro.
Apostarlo todo al gato Benzema, al frágil expreso de Cardiff, al joven Asensio, al genio de Isco, al inexperto Mariano. A Kross y a Modric, hoy sin un relevo para darles oxígeno. Un Modric que por muchos premios que reciba, jamás podrá sustituir el olfato goleador de Cristiano Ronaldo (y menos cuando el VAR le anula goles milimétricos). Nada, que el Madrid ha preferido jugar limpio y no presentar su candidatura a una cuarta Champions consecutiva. Sería mucho, el fútbol perdería sentido y el interés en el deporte más hermoso del mundo disminuiría un poco; no mucho, pero lo suficiente para que cierto orden mundial, el de las televisoras, se viera afectado.
Antes de terminar, y para seguir con esto de las malas gestiones, no estaría de más felicitar a la FIFA por sus premios The Best. Entregar un galardón con la temporada ya iniciada de seguro no es motivo para que Messi y Cristiano, atiborrados de estatuillas y balones de múltiples minerales, prefirieran ausentarse. De seguro a los jugadores no les importa viajar unas horas en avión, y otras por carretera, para recibir unas merecidas distinciones.
Sería de necios pensar que la derrota del Real Madrid 3-0 en su visita al Sánchez Pijuán tuvo algo que ver con la presencia de Marcelo, Varane, Ramos y Modric en esos premios (de seguro alguno más estaba ahí, pero se entiende la idea). No sé, pero si tienes suficiente tino para contratar a Idris Elba como anfitrión, cómo no prevés la ausencia de los dos mayores cracks por razones obvias. Quizás Messi y Cristiano tampoco fueran si la entrega se celebrase en pretemporada, pero al menos se quedarían cortos de justificaciones.
Y eso de entregarle el premio a Modric, cuando Cristiano tenía todos los números a su favor, cuando Sneijder y Forlán ni siquiera fueron nominados en 2010 a un premio similar, como mínimo, fue una jugada arriesgada. La FIFA acaba de crear un precedente más para la eterna discusión de qué premia el mejor jugador. Uno malo. Pero, ¿a quién le importa? Nosotros, los simples mortales, seguimos disfrutando de lo mismo, de los goles, de las discusiones bizantinas, y sufrimos cada una de las malas gestiones de nuestros clubes.
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