El pasado martes en la noche, la selección cubana de fútbol derrotó (0-1) a su similar de Nicaragua. Se trataba de un partido amistoso de fecha FIFA que valía como preparación de cara a las Eliminatorias Mundialistas de CONCACAF, en las cuales participarán ambas escuadras a partir de junio próximo.
En los papeles, Cuba ganó, algo que debe ser siempre motivo de alegría. Pero en este caso, el júbilo inherente a la victoria no puede contaminar el análisis del partido, ni dejarnos estancados en el mero resultadismo. Más que nada, porque son escasas las opciones de salir airosos jugando de la forma en que jugamos.
La absoluta cubana mostró, por enésima vez, las mismas carencias que vienen acompañando este proceso desde hace varias fechas. Los problemas en la circulación de balón, la pobre capacidad asociativa y la exigua generación de llegadas claras de peligro parecen variables enquistadas de forma crónica en el juego de la selección.
Futbolísticamente hablando, Nicaragua fue clara dominadora del encuentro, controlando el balón, los tiempos de juego y sometiendo a una escuadra caribeña que debió replegarse en el último tercio de la cancha e intentar hacer daño con acciones verticales, cosa que, durante la mayor parte del partido, se ejecutó apelando más a las individualidades que al juego asociativo.
A mi modo de ver, sobró un delantero y faltó un mediocampista. Y no lo digo en términos de rendimiento individual, sino desde una perspectiva estratégica. Si bien es cierto que los dos atacantes utilizados en el 4-4-2 pueden irse a casa conformes con sus actuaciones, se notó la ausencia de un tercer jugador en el centro del campo: el pensante, el diez, ese hombre diferente que conecta la media con el ataque, el que da el último pase o controla los tiempos de juego.
Obviamente, no estaban Arciheell Hernández o Dairon Reyes; sin embargo, sobre la cancha había un futbolista que también puede desempeñar esas funciones. Hablamos de Willian Pozo, de muy buen partido conduciendo los contraataques por su banda, pero que igualmente con las características de juego para ser ese mediapunta que tanto se extraña en la selección.
A nivel defensivo, el plantel mostró un performance decente, dejando el arco en cero por cuarta ocasión en sus últimos seis encuentros. Sin ser brillantes, se trabajó mejor que en los tres últimos partidos, algo en lo que obviamente influye la calidad del rival.
A pesar de que la estructura defensiva cumplió el objetivo, por momentos acusaban cierta falta de orden. Fueron evidentes, además, algunas displicencias a la hora de contener los permanentes intentos de media distancia de los nicaragüenses. Habrá que seguir puliendo estos aspectos, pues ante rivales de mayor envergadura nos pueden pasar factura las desatenciones que contra los nicas no hubo que lamentar.
En el plano individual, hay que destacar las actuaciones del portero Ismel Morgado y del atacante Daniel “Filungo” Díaz. El primero, autor de varias atajadas complejas bajo los tres palos que evitaron la caída del arco cubano en más de una ocasión. El segundo, ejecutor de un soberbio partido en el sector ofensivo, poniendo en aprietos en múltiples ocasiones a la defensa pinolera con jugadas individuales, provocando faltas y coronando con una magistral asistencia el gol de Maykel Reyes.
Precisamente, la entrada de Reyes avanzada la segunda mitad le dio profundidad al ataque de Los Leones del Caribe. Tanto así que las dos únicas llegadas de peligro real —los dos únicos disparos entre los tres palos de nuestra selección— salieron de los botines del ariete de Viñales.
En estrecho resumen, y aunque nos duela decirlo de esta manera, sacamos más de lo que deportivamente merecimos. Eso sí, es muy positivo reencontrarse con la victoria en un escenario adverso, con la ausencia de hasta ocho titulares, jugando de visitantes y ante un equipo visiblemente mejor preparado desde el punto de vista táctico.
Ahora la selección no volverá a concentrarse hasta el próximo mes de mayo, en lo que será la última fecha FIFA antes del inicio de las Eliminatorias Mundialistas de CONCACAF. Esperemos que, para ese entonces, podamos contar con nuestros mejores elementos y corrijamos todas las deficiencias. No siempre vamos a correr con la misma suerte y eso ya lo sabemos de sobra.