La selección cubana Sub 20 de fútbol no estará en el Mundial de la categoría, previsto para el año próximo en Polonia. Así de simple. La derrota ante Honduras el pasado lunes 3-1, en el torneo clasificatorio que se efectúa por estos días en Estados Unidos, apagó por completo sus propósitos de regresar a la cita global. O lo que es lo mismo: los talentosos jugadores que comanda Raúl González Triana regresarán a casa –los que regresen– y quedarán sumergidos una vez más en la rutina del entrenamiento.
La verdad es cruda, pero inapelable: una nueva generación con las condiciones para triunfar queda, como sus predecesoras, abocada al fracaso, a no ser que sufra este deporte un cambio brusco en su manejo. Sin embargo, esto último sería más sorpresivo que un título cubano en la Copa de Oro. La sensación de impotencia vuelve a reinar y los aficionados sienten que las oportunidades se escapan de manera irreversible, como agua que se escurre entre los dedos.
De cualquier manera, aún ese análisis está detenido en espera que finalice el certamen. Si bien la selección antillana quedó sin opciones de conseguir su boleto al Mundial, su participación está por concluir y queda un objetivo: obtener el boleto a los Juegos Panamericanos de Lima 2019, aunque esto también encierra una dificultad bastante grande.
Le resta un partido de puro trámite en el sendero mundialista, pero el calendario obsequia otro reto y para González Triana constituye una posibilidad única, además, de ofrecer juego a todos los muchachos de la plantilla pensando en el futuro.
Más allá de esto, el revés no ha golpeado con rudeza en los seguidores del fútbol cubano, puesto que la imagen dejada por la escuadra tricolor es la de un elenco bien trabajado –aplausos, una vez más, al colectivo técnico encabezado por el avileño Triana–, con talento a raudales en cada una de las zonas del campo, y cuyo principal problema ha sido el escaso roce internacional, algo evidenciado de forma categórica en el encuentro ante los catrachos.
Orgullo. Esa es la palabra reiterada en cada uno de los comentarios de quienes pudieron presenciar el partido frente a Honduras, una nación que, por historia, es una potencia en el fútbol del área, amparada además en resultados anteriores que la hacían ver prácticamente invencible para los cubanos.
Pero el guion desbarató cualquier conjetura trazada en ese sentido. El once que plantó Triana sobre el rectángulo fue superior por momentos al combinado centroamericano, mientras el resto de los minutos supo resistir y mantener la sobriedad sobre la grama.
El tanto inicial de Oviedo (un futbolista que suscitó no pocos elogios entre los especialistas y asistentes al cotejo) pareció, por segundos, el preludio de una hazaña. Sin embargo, al olmo no se le pueden pedir peras, y si el talento cubano daba para obtener el triunfo, la experiencia de los catrachos logró marcar la diferencia.
Muestra de ello es la reacción inmediata y el empate 1-1 que apareció en la pizarra hasta avanzada la segunda mitad, así como la forma en que resistieron las embestidas cubanas.
Fue entonces que los hondureños obtuvieron su éxito, fruto de un golazo desde las afueras del área que condenó los fallos cometidos minutos antes por la tricolor. Par de ocasiones tuvieron los nuestros de ponerse delante –solo Dios sabe qué hubiera pasado después en caso de conseguirlo–, pero pifias clamorosas en la definición ahogaron el grito de gol.
Fallos, sin embargo, típicos del jugador que no acostumbra a vivir momentos de tensión. Fallos, por supuesto, derivados de una ausencia de partidos durante todo el año que transforma los sueños en utopías.
¿Cómo exigirle a Christian Flores que introdujera el balón en la red, si apenas ha participado de una docena de encuentros en el año, traducido en una pírrica cifra de minutos sobre el césped que deja bastante poco desarrollo y muchas deudas? La culpa no es del atleta, incapaz de concluir con un remate al arco jugadas vistosas y efectivas hilvanadas a base de calidad y trabajo. La culpa, en todo caso, es de quien no ve, o no quiere ver, que el talento solo se puede pulir con mucho juego.
No hablamos de cuatro o cinco muchachos cualesquiera. La saliva se les ha caído de la boca a cuanto representante ha estado en las gradas durante los partidos, todos deseosos de dirigir las carreras de Jean Carlos Rodríguez, Frank Nodarse, Bruno Rendón, Danny Echevarría o Karel Espino. Aseguran muchos que, al menos, más del 50 por ciento del elenco entraría en este preciso instante en el fútbol profesional sin contratiempos. Pero esta es harina de otro costal.
Las situaciones que provoca un partido de fútbol son las que amoldan la coraza del futbolista, las que le hacen más fuerte y pulen sus virtudes. Fuentes confiables aseguran que, además, muchos técnicos de clubes estadounidenses y centroamericanos se frotan las manos con el talento de los criollos.
La política de contrataciones establecida por el Inder, tan transparente en discursos y resúmenes triunfalistas, les permitiría salir y probarse a muchos de estos muchachos. Sin embargo, nadie mueve un dedo y algunos procesos se estancan en un camino enlodado por la burocracia.
Por lo pronto, las huestes de González Triana vencieron el miércoles a Antigua y Barbuda 3-0 y culminarán su calendario ante el débil equipo de San Martín. La clasificación a los Panamericanos es una posibilidad que pende de un hilo, aunque la presunta presencia en Lima garantizaría la asistencia a un evento de nivel el año próximo, con la derivada conveniencia que esto traería para muchos de los jugadores.
Sin embargo, el Mundial de Polonia es un imposible y la espina enterrada en la piel del fútbol cubano comienza a provocar una abertura difícil de subsanar. El círculo vicioso en torno a selecciones de un futuro que nunca será resulta demasiado cansino. El temor ante la marcha de estas estrellas nacientes por decepciones constantes opaca cualquier esperanza, y si una nueva generación se pierde, nuevamente habría que empezar de cero. Un disparate a estas alturas, por supuesto.
Es de extrañar que estos chama hallan perdido, si uno ve que la calle está llena de futbolistas, todo mundo ve futbol durante toda la semana, hay futbol en la televisión diariamente, los chamas visten algunas réplicas de uniformes de equipos europeos y calzan zapatos de marca, o copias baratas, da lo mismo si a final de cuentas la pinta la logran… pero solo la pinta, el futbol no es ni la calle ni ver televisión, el futbol es idea de juego en conjunto y competencia permanente con otros mejores, pero mejores realmente, equipos que realmente juegan como equipos, con individualidades que aportan a los planteamientos tácticos, no bufonadas que solo tienen cabida en la calle, y a veces ni ahí son bien recibidas. Hace falta mucho tramo por andar y un buen cambio de mentalidad.