El estadio 974 era el verdor que espera por la samba. Por más verde, por Vinicius sin su talón, por Neymar sin su tobillo, por Pelé, que fue el paciente más indisciplinado que hubo en un centro médico en todo Brasil. Se levantó con el extremo del Real Madrid, pero en el momento del penal de Neymar, trataban de calmarlo sus doctores. Por eso, el 10 la tiró como no se hace. O Rei no aguantó, le lanzó una pared a Richarlison y definió con Paquetá. No por gusto está ingresado en el Hospital Albert Einstein de São Paulo. Alguna ayudita seguro que le dio el genio para lograr su cometido.
No sé si fue más rara su presencia en Qatar o que Tite bailara con su ahijado del Tottenham. O que Neymar entrara al campo en sandalias al final del juego cuando un Pelé agitado ya había tenido que regresar a su cama. En la grada, había una pancarta con el campeón de tres copas acariciando el balón. Como si alguien hubiera visto el partido antes de que pitara el árbitro. Ese es el resumen, una imagen que vale más que cuatro golazos. Quizá no eran tan difícil de imaginar por el rival, Corea del Sur, pero sí por los propios cariocas.
Ahora dudo hasta de la lesión de Neymar. Tal vez regresó a Brasil a coordinar el carnaval de Río para realizarlo en estas fechas (muy acorde con el Mundial), ya que de fiestas también sabe bastante. Y lo logró. Los atacantes de la canarinha iban en carroza hacia el área coreana. Los asiáticos solo podían contemplar tanto brillo, lentejuela y exuberancia con el balón. Del cierre, ya dijimos, se encargó siempre Pelé, la sorpresa final del espectáculo.
Luego de más de 70 minutos a ese ritmo, los Tigres de Heung-min Son (hay quien se atreve a llamarlo Sonaldo, y hoy no encontró pita entre tantos trompos moviéndose) seguían sin aprender los pasos, pero de un zapatazo (mejor que un pisotón para suerte de los brasileños) descontaron para gritos de sus aficionados.
En realidad, aunque su selección era goleada no podían sufrir ante ese despliegue hermoso. Brasil total. En la comparsa hubo espacio para Weverton, el tercer portero, para el veterano Alves y para el joven Rodrygo, que puede ser decisivo ante Croacia. Si había alguna duda, el scratch bailó, cantó, jugó como si sus jugadores tuvieran doscientos pies para gritar (que es la mejor manera de gritar en el futbol) que son el equipo a derrotar en la Copa.
El verde estaba deseando que ocurriera. A Pelé se le olvidaron los dolores. Con él se resignifica la expresión “ponerse verde”, como en este Brasil se resignifica aquello del “fútbol bonito”. Que no se preocupe O Rei, que así, como jugó su equipo hoy, no se morirá nunca.
Croacia sigue la ruta de Rusia 2018
El 1 de julio del 2018, Dominik Livakovic tenía los nervios de punta en el estadio de Nizhny Novgorod. Aunque estaba en la banda con los suplentes croatas, el joven portero de 23 años sintió en carne propia la presión de más de 40 mil fanáticos, cuando el árbitro argentino Néstor Pitana señaló el centro del campo y dio por terminado un duelo que, tras 120 minutos, no quedaba más remedio que definirlo en los penales.
Pese a la tensión, Livakovic sospechaba que ganarían en la lotería y pasarían a cuartos del Mundial de Rusia. Esa sensación de confianza se justificaba: en la meta croata estaba Danijel Subašić, su ídolo, quien no lo hizo quedar mal.
Los daneses Christian Eriksen, Lasse Schöne y Nicolai Jørgensen se estrellaron contra el muro de Subašić, mientras Kramaric, Modric y Rakitic sentenciaban el pase de los balcánicos. Livakovic, aliviado y pletórico, fue saltando desde la banda hasta la piña que armaron cerca de la portería. Menos de una semana después, los rusos Fyodor Smolov y Mario Fernandes tampoco pudieron superar al arquero, que metía a Croacia entre los cuatro mejores equipos del Mundial.
Las hazañas de Subašić en tierras rusas forman parte de la memoria futbolera de Croacia. Un portero de Zadar, a orillas del mar Adriático, transformado en héroe nacional. Parecía una historia única, irrepetible, pero Livakovic decidió filmar un remake. En Qatar, en octavos de la Copa del Mundo, luego de 120 minutos de paridad, otro arquero, también nacido en Zadar, volvió a escalar al olimpo del balompié croata.
Vestido de verde, al igual que Subašić hace cuatro años, Livakovic ahogó el grito de Japón en Al Janoub, donde detuvo tres penales en una tanda que ya está en los libros de récords. Minamino, Mitoma y Yoshida, extenuados y sin fuerza luego del tiempo extra, pegaron tres pelotazos que el meta croata despejó con bastante tranquilidad.
Livakovic no apostó a la suerte, no adivinó; esperó a que sus rivales decidieran y entonces se lanzó para atajar con los brazos estirados. En su favor, los tiros japoneses no llevaban demasiada potencia, lo cual le facilitó el trabajo. De cualquier manera, nadie puede restarle méritos a portero balcánico, el tercero en la historia de los Mundiales que detiene tres penales en una misma tanda.
Suya es la victoria de Croacia, que jugó un partido gris frente a los nipones. Los chicos de Zlatko Dalić tuvieron el control en la mayor parte del encuentro, pero se atascaron en la creación y circulación en un mal día de Modric, y tampoco tuvieron mucha puntería, salvo por un cabezazo impresionante de Perisic para colgar el empate en el segundo tiempo e igualar a Davor Suker como máximo goleador (seis dianas) croata en los Mundiales.
Japón, por su parte, siguió el mismo guion de toda la Copa: presionar arriba, recuperar en zonas sensibles y apelar al contragolpe aprovechando su velocidad. Con esa fórmula vivieron sus mejores minutos, aunque el gol de Maeda llegó a la salida de un córner y tras varios toques dentro del área. Pero a los asiáticos no les dio el físico para sostener su plan. En el segundo tiempo se diluyeron y ya en la prórroga poco pudieron hacer frente a un equipo que ha jugado más allá de los noventa minutos en siete de sus últimas ocho eliminatorias en Eurocopas y Mundiales.
Después, se toparon con las manos de hierro de Livakovic, quien extendió la maldición japonesa en octavos, instancia en la que han caído en cuatro veces (2002, 2010, 2018 y 2022) desde el Mundial que organizaron con Corea del Sur hace 20 años.
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