Pasaron solo 28 segundos y ya Tulika Maan estaba en el suelo, estrangulada por la fuerza incontenible de Idalys Ortiz. Brazo en alto del juez georgiano Vladimer Nutsubidze. Ippon. Historia.
Todo el mundo había sido testigo de la quinta presentación en Juegos Olímpicos de la judoca cubana, un umbral al que no muchos han llegado en los tatamis. Maan, pese al dolor de la derrota, admiraba el momento. Nacida en Nueva Delhi en 1998, era una niña de 10 años cuando Idalys ya estaba encaramada en el podio de Beijing 2008.
Solo ese dato nos permite visualizar la magnitud de la carrera de la artemiseña, que empezó hace más tiempo del que podamos recordar, como una promesa formada bajo las reglas del inigualable Ronaldo Veitía. Con él conquistó Londres, el punto cumbre de un recorrido que luego tuvo paradas exitosas en Río de Janeiro y Tokio, por solo mencionar las estaciones olímpicas.
“Mira, ‘el que sirve para violín, desde el monte suena’. Idalys siempre fue una gente muy dispuesta, muy entregada y se le notaba a simple vista que sería grande. Cuando ella llegó al Cerro Pelado, recuerdo que le dije que se quedaba a entrenar conmigo, que ya no iba para ningún otro lugar. Tenía como 16 o 17 años nada más, pero vi muy claro que rápido iba a ser una de las mejores”, me comentó en 2021 el profesor Veitía.
Y en efecto, Idalys ha sido una de las mejores durante más de una década. Incluso, podríamos ir más allá y decir que ha sido una de las mejores hasta en la derrota, un don en peligro de extinción. Nunca se ha escondido detrás de justificaciones, ha ido siempre con la verdad por delante y ha estirado la cuerda todo lo que ha podido para estar en paz, para cumplir con ella misma.
A París llegó para hacer historia con su sola presencia, con su clásica caminata con cara de pocos amigos hasta el tatami y su posterior sonrisa al terminar los combates. Y así mismo fue. Salió al ruedo con su mirada intimidatoria, hizo lo posible por imponer su ley, pero terminó sucumbiendo cuando el árbitro israelí Ofer Ben Zvi le señaló el tercer shido por pasividad en su pelea contra la serbia Milica Zabic. En ese instante, Idalys sonrió y aceptó que el final había llegado.
“Me voy con muchísima satisfacción. Vinimos aquí para probar si realmente podíamos. Tengo en mi palmarés cuatro medallas olímpicas y una quinta participación. Para mí fue un gran reto clasificar después de un periodo competitivo en el que estuve ausente. Es un logro estar acá y debo agradecer por eso a todas las personas me ayudaron y me apoyaron, desde los entrenadores hasta la familia y otros amigos y conocidos que normalmente no mencionamos, pero que nos alientan al menos con un mensaje”, dijo Idalys a la prensa acreditada en París.
Con voz contundente, sin sentimentalismos, aseguró que luchó por vencer los retos, no se rindió y ahora no se arrepiente por hacer un último intento: “En la historia del judo somos pocos los que hemos participado en cinco Juegos Olímpicos y pocos también los que hemos ganado cuatro medallas. Así que, reitero, estoy satisfecha”.
Justo en medio de la conversación con los medios, el periodista Oscar Sánchez le recordó que antes de Tokio 2020, hace tres años, estaba en la cima del ranking de su división junto a la japonesa Akira Sone, pero de cara a París el panorama se invirtió y ambas llegaron mucho más retrasadas en el escalafón, en los puestos 18 y 19, respectivamente.
“Los motivos por los que Sone se ausentó a este período competitivo los desconozco, pero sí conozco los de Idalys. Son cuestiones personales que no me gustaría ventilar. Lo importante, creo, es que al final del proceso pude incorporarme y clasificar. Todo el mundo no está capacitado para insertarse en la última temporada y conseguir un boleto olímpico. Yo lo logré”, afirmó Idalys, a quien no le quita el sueño el hecho de despedirse con un descalabro.
“Se perdió un combate pero no fue una derrota, he ganado unos quintos Juegos Olímpicos, estoy presente en unos quintos Juegos Olímpicos. Para mí es un gran honor. Nos vamos sin medallas, que no es lo que quería, pero siempre me vas a ver sonriente porque es lo que necesito transmitir a las personas que me rodean: un revés no significa la muerte. Hay que levantarse con la frente en alto, independientemente de los sentimientos, y seguir adelante”, añadió.
Se abre ahora una nueva etapa de sueños y aspiraciones que trascienden por completo la figura individual; Idalys está pensando en el futuro del maltrecho judo cubano. “No tengo en mis planes ser entrenadora, pero sí he visualizado nuevos proyectos relacionados con el judo. Podría estar como personal de apoyo con otros atletas, transmitiendo experiencias, dando nuestros conocimientos a quienes vienen saliendo.
“Hemos perdido muchísimo en el judo. Vamos a empezar un nuevo cuatrienio y necesitamos mucho material humano para trabajar. Tenemos poco tiempo para formar tantos deportistas. En París, es la primera vez en mucho tiempo que nos presentamos con tan pocos judocas en Juegos Olímpicos, no es satisfactorio, me habría gustado contar con muchas más figuras”, sentenció con un espíritu crítico que hacía mucho tiempo no se escuchaba.
Sus palabras, por lo afiladas que suenan, son un tenue rayo de esperanza para un deporte al que le urge, precisamente, desechar cualquier relato paternalista y remover los cimientos para intentar rescatar algo de lo que ha perdido. Idalys está dispuesta a poner el cuerpo en ese camino angosto. Su leyenda en los tatamis se terminó en París, pero la última línea de su legado todavía no está escrita.
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